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Trastornos del Comer (página 2)

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

Los investigadores aislaron efectivamente la presencia de obestatina en el estómago y cerebro de ratas. Para evaluar los efectos de esta nueva sustancia la inyectaron en el abdomen y en el sistema nervioso de estos roedores. En ambos casos se comprobó que la administración de obestatina era capaz de suprimir la ingesta de alimento, sin cuantificar si el hecho de haber recibido una inyección intraperitoneal era relevante al hallazgo — así se hace "ciencia".

El eje ghrelina-obestatina

Este mismo equipo de investigación ha sido capaz de identificar el receptor para esta hormona y descubrir su presencia en el estómago, intestino y partes del sistema nervioso como la hipófisis y el hipotálamo.

Esta investigación, para ellos, demuestra cómo es posible utilizar los avances hechos sobre el genoma para identificar nuevas moléculas ayudados por la informática. Por otro lado, ha expuesto cómo un mismo gen es capaz de producir en zonas muy cercanas dos hormonas con acciones opuestas como son la ghrelina y la nueva obestatina que ejercerían acciones contrarias en la regulación del peso corporal.

Esta respuesta ni es nueva ni extraordinaria, ya que existe en casos de obesidad hipotalámica y se conoce por más de cincuenta años (véase mi artículo en The Psychiatric Clinics of North America). Plus ça change…

Para los investigadores, el hecho de que ambas hormonas sean codificadas por el mismo gen implica que derivan de un antepasado común. A lo largo de la historia evolutiva de las especies habrían aparecido dos hormonas diferenciadas y con efectos opuestos que regularían el delicado equilibrio sobre los mecanismos que controlan la ingestión de comida, y el peso corporal.

La administración de ghrelina produce aumento en la ingesta de alimento, disminución en el gasto energético y, por tanto, ganancia de peso. La obestatina por su lado es anoréxica — disminuye el consumo de alimento — ralentiza el vaciamiento de estómago e intestino y disminuye la ganancia de peso en ratas.

Lo que aún nada nos explica de los mecanismos y la homeostasis del comer humanos.

Ahora, revisemos un ensayo minúsculo que lleváramos a cabo hace tres años, y cuyos resultados hemos aplicado provechosamente al control del sobrepeso de muchos pacientes.

Para Mantener el Peso Perdido: La Lección Derivada de un Experimento Informal y Empírico en seres humanos

Dr. Félix E. F. Larocca

Muy a menudo se encuentra uno con el hecho de que, por lo menos en círculos de orientaciones académicas y científicas, el tratamiento y la cura de la gordura se contemplan con dudas.

A pesar de que los programas dietarios en Norteamérica han proliferado enormemente, a pesar de que la educación del público se ha intensificado por medio de campañas de educación muy ambiciosas; y, a pesar de que la industria de comidas "Lite" (dietéticas) nos proporcionan una selección tremenda de comidas alternativas; la obesidad en los EE.UU. ha comenzado a afectar a un 63% de la población adulta. La República Dominicana, y los países latinoamericanos blanco de tiro para las industrias Norteamericanas que ofrecen "fast food", muy pronto tendrán que considerar y confrontar el mismo problema que enfrenta nuestro vecino norteño en este respecto.

El problema más serio que se plantan los profesionales, quienes bajo la dirección del ampuloso y vistoso ex-Cirujano General de los EE.UU. C. Everett Kopp, lanzaron hace muchos años una campaña ambiciosa para erradicar este problema; es que cómo no se conoce a ciencia cierta la(s) causa(s) de el acertijo, nadie sabe por dónde se deba de empezar. De modo que, como sucede con tantas cruzadas bien intencionadas, nosotros creemos que esta campaña también — que ha fallado de modo rotundo — seguirá fracasando.

Respondiendo al aprieto en que se encontraba una paciente, quien se quejaba de que estaba "atascada" en su progreso para perder el peso que aún le restaba en sus metas, ciertas observaciones y experimentos nos proveyeron con alguna penetración en este dilema.

Hace trece meses que nuestra cocinera-ama de llave se ha ocupado de preparar la comida propia, la del jardinero y el celador o guachimán de nuestra casa. Ella cocina almuerzo para ellos de lunes a viernes, para ella, solamente, de lunes a jueves y, para el "guachimán", sábado, domingo. Además de preparar todas las comidas que consume este último cuando estamos fuera.

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El ama de llaves ni duerme en la casa, ni cocina para nosotros. La comida que prepara para los dos empleados, para los días que ella no trabaja, se la guarda en su propia nevera y ellos se la calientan. Nosotros les proveemos, entre otras cosas: arroz, víveres, carnes, aceite vegetal, "calditos", vinagre, salsas; pero no azúcar (ellos compran ésta y la sal con el dinero que se les proporciona para lo que necesiten adicionalmente). En esta situación empírica tenemos un índice visible de aumento de peso. La cocinera (la única de los tres que se ha pesado) en trece meses ha aumentado 49 libras consumiendo la comida del mediodía solamente y, eso ha sido, consumiéndola solamente cuatro veces a la semana. El "guachimán" ha tenido que reemplazar sus uniformes tres veces por otros más amplios. ¿Y, el jardinero? — él no ha ganado ni una onza perceptible — pero este último labora físicamente de manera constante y come muy escuetamente.

Ramón, el jardinero, es haitiano y delgado. Su filosofía la resume de esta manera: "A mis mujeres no les gusta que yo sea gordo".

Si uno cuida lo que come del modo como Ramón se ocupa de "sus mujeres", la obesidad en el hombre hubiera desaparecido hace años.

Desde el hace mucho tiempo, nosotros nos alojamos de lunes a miércoles en un hotel de la Capital el cual suministra el desayuno y unos bocadillos por la noche, como parte del precio de la habitación. Creyendo, que si uno le añade una cantidad pequeña de comida a la dieta usual, que ello se reflejaría en un aumento de peso a largo plazo — aunque no se hagan más cambios.

Para nuestros propósitos, enlistamos la colaboración de treinta empleados del piso y del hotel donde nos hospedamos, a quienes pagáramos un estipendio modesto por su participación en nuestro experimento.

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Método:

A diez de los voluntarios les ofrecimos 5 rebanadas delgadas del jamón del desayuno los días martes y miércoles, que eran los días que estábamos en el hotel. A otros diez voluntarios se les proporcionaron frutas frescas en cantidades dobles a las de jamón; y a otras diez personas se les pidió que, simplemente, estuvieran conscientes de su peso por los próximos diez meses. Los voluntarios eran cinco hombres, y cinco mujeres, todos jóvenes, en cada grupo de edades correspondientes.

Los resultados fueron los siguientes:

Los que consumieron el jamón durante los diez meses, reportaron un incremento de peso de por lo menos 7¾ libras cada uno. Los que comieron fruta, perdieron un promedio de dos libras y cuarto cada uno. El tercer grupo, sorprendentemente, no permaneció estable: un voluntario ganó seis libras desde la celebración de la fiesta de Thanksgiving — ello en preparación para ganar más en las pascuas venideras — otro voluntario ganó tres libras y media sin saber porqué; y, la tercera, acumuló once libras en tres semanas que pasara de vacaciones. Esta última, nos dijo que sabía la razón, pero no quiso discutirlo.

En resumen, parece ser obvio que este experimento de diseño aficionado, corrobora los experimentos más rigurosos que ha reportado el Dr. William I. Bennett, los cuales demuestran que los métodos por los cuales se ganan y se pierden las libras no están supeditados a un control "fiduciario". Como si fuésemos un banco.

Ni como lo hacen las aplicaciones clínicas de las hormonas que, arriba mencionáramos.

A mi amiga quien está estancada, yo la aliento a localizar el eslabón débil en el sistema que ha seguido; asistiéndola en hacer cambios en su plan basados en el "experimento" descrito.

Las diferencias del modo como el sobrepeso afecta los dos sexos hay que considerarla cuando se tratan hombres y mujeres con este problema.

Aparentemente el sobrepeso pesa más en las mujeres que en los hombres

De acuerdo a un estudio conducido por el Dr. Peter Muennig en NY, las mujeres son más susceptibles a las consecuencias adversas de la obesidad que los hombres. Lo que, de acuerdo a estudios epidemiológicos, puede tener consecuencias insospechadas para el planeamiento de programas para control del sobrepeso — ya que todos los sistemas dietéticos conocidos no son sexistas; ya que no consideran que diferencias existentes entre hombres y mujeres.

Los investigadores, miembros de la facultad de Columbia University, enfatizan el hecho establecido de que las mujeres tienden a acarrear más peso, por diferencias físicas, que los hombres.

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¿Cuáles son las diferencias entre ambos?

Añadiendo a sus observaciones, que los hombres sufren de menos complicaciones sociales que las que reportan las mujeres, ya que su representación en los rangos de las anoréxicas, las bulímicas y de quienes dietan son menores en números.

Un buen consejo es evitar las dietas en general — pero si se prefiere no hacerlo, que se tome en consideración las que especifican diferencias en el plan dietético entre los sexos — sin ser sexistas — y de las que ninguna existe.

Finalmente otra consideración importante acerca de la anorexia

El concepto de la anorexia psicogénica. O cuando se es flaca, pero no porque se desea…

Dr. Félix E. F. Larocca

El término Anorexia Nervosa (literalmente "pérdida del apetito debido a los nervios") es un concepto erróneo: ya que la mujer quien la padece siente hambre (mucha hambre, la que logra controlar) y no es "nerviosa", ya que sus víctimas no están agitadas. Esta enfermada es la única que puede definirse como una enfermedad de "actitud". Una actitud hacia el deseo de ser extremadamente delgada (de proporciones cadavéricas) y una determinación de nunca alcanzar el peso normal — Igualmente, dentro de ésta, extraña actitud, existe una distorsión característica de la imagen del cuerpo, la que puede traducirse de esta manera: a pesar de estar emaciada la paciente se ve gorda.

Sir William Gull (1868) en Inglaterra y Charles Ernest Lasègue (1873) en Francia llamaron independientemente, a lo que a sus pacientes afligía: anorexia nervosa y anorexie hysterique respectivamente. Todavía este error egregio, de nomenclatura, persiste.

El problema con el término es que, a veces, descarrila el tratamiento de mujeres jóvenes que lucen (como si fueran), pero que, no son anoréxicas.

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Femme a la cheimisse Pablo Ruiz Picasso

  • El caso de Eugenia (nombre ficticio) servirá como ilustración.

Nacida en el Cibao Central, Eugenia creció rodeada de la estabilidad que genera una familia muy unida de tres hijas y un varón. Durante su adolescencia el peso de esta señorita encantadora y bien parecida se estabilizó a 115 libras IMC 19). Ella se sentía confortable con este peso, ya que lo que más le consumía el tiempo era la ambición de distinguirse en sus estudios, para poder ganar las becas — que, finalmente, ganaría — que le permitirían poder trasladarse a la metrópolis capitaleña para de ese modo graduarse como profesional.

Su llegada a la Capital fue un desengaño. La separación de sus familiares, las demandas de los estudios, lo ajeno de los lugares nuevos; los que iba descubriendo con dificultad, la falta de una rutina establecida, las tentaciones, la mala comida, etc. Todo conspiró para que ella empezara a sentirse desdichada e infeliz. ¿Pero cómo puede alguien admitir a sentirse "infeliz" cuando se está comenzando la etapa más ansiada y esperada de la vida?

¡Adelante Eugenia! ¡Ten fe en Dios… todo es una prueba… todo pasará!

La persistencia de ataques de jaqueca de origen familiar, los sudores fríos recurrentes, el estreñimiento, las pérdidas de peso (ahora pesaba 92 libras – quimera ésta añorada por la anoréxica genuina), las náuseas que permanecían con ella después de cada comida. Todo sumado, hizo que Eugenia empezara las peregrinaciones a los consultorios de psicólogos y las visitas a galenos de la ciudad Capital. Muchas pruebas se llevaron a cabo en su beneficio con la intención de encontrar lo que le afligía. Nada se descubría, pero sin embargo se le recetaban medicinas las cuales fallaban en suministrar alivio, de modo angustiosamente consistente.

Fue cuando, tratando de combatir el insomnio que me viera en la televisión una noche, a fines de noviembre, en un programa local. Ella se dijo a sí misma: "Pero los que me quieren referir a ese médico están equivocados… yo no sufro de esa cosa… además, el doctor dice que él no puede recibir nuevos pacientes…"

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En respuesta de un familiar de esta joven, quien me llamara, accedí a verla.

Eugenia

Eugenia. Su nombre hace justicia a su presencia. De mirada cándida, de gestos discretos, de apariencia armoniosa y de sonrisa tan fácil como contagiosa; derramaba lágrimas de frustración y de dolor cuando relataba los pormenores de su historial clínico.

Sí, ella tenía problemas con la concentración y la memoria. Se sentía tensa en los días que precedían sus períodos menstruales (éstos nunca habían cesado – como comúnmente tampoco cesan, en las anoréxicas de los trópicos). Sí, ella se sentía débil y se cansaba con mucha facilidad, tenía un sentimiento generalizado y persistente de angustia que nunca la abandonaba; y sí, preferiría morir a continuar una vida tan amarga y sin esperanzas.

Eugenia… sufría de lo que se ha llamado en el pasado (de modo erróneo) una "depresión", lo que ahora se designa como un trastorno afectivo. Condición hereditaria, resultado de un desorden del metabolismo de las catecolaminas y de la serotonina del cerebro. Trastorno éste que puede aliviarse rápida, y aún económicamente, con el uso de medicaciones específicas y de la psicoterapia médica.

La respuesta clínica al tratamiento que manifestara esta paciente, justificó en abundancia nuestro optimismo inicial. Cuando, más adelante, yo le describía los síntomas de Eugenia a una paciente quien sufre de anorexia nervosa restrictiva, ésta me respondió sobria y sucintamente: "no… ella no sufre de lo que sufrimos nosotras…". Punto final.

Bibliografía

  • Larocca, F. E. F: (2007) Del Gen de la Obesidad: Of Mice and Men en monografías.com

  • Larocca, F.E.F: THE PSYCHIATRIC CLINICS OF NORTH AMERICA June 1984 issue, W.B.Saunders (7:2)

  • Stanford Scientists' Discovery of Hormone Offers Hope for Obesity Drug, Stanford School of Medicine Press release, 10 November 2005

  • Denise Grady: In Study, Hormone Reduced Appetite in Mice, The New York Times, 11 November 2005

  • GPR39 signaling is stimulated by zinc ions but not by obestatin. Holst B, Egerod KL, Schild E, Vickers SP, Cheetham S, Gerlach LO, Storjohann L, Stidsen CE, Jones R, Beck-Sickinger AG, Schwartz TW.

  • Jian V. Zhang, Pei-Gen Ren, Orna Avsian-Kretchmer, Ching-Wei Luo, Rami Rauch, Cynthia Klein, and Aaron J. W. Hsueh: Obestatin, a Peptide Encoded by the Ghrelin Gene, Opposes Ghrelin's Effects on Food Intake, Science, 11 November 2005, pages 996-999.

  • Muennig, P: (2002) Cost-Effective Analysis in Health Jossey-Bass

  • Brumberg, J. J. (1988) Fasting Girls: The Emergence of Anorexia Nervosa as a Modern Disease. Harvard University Press

  • Hogan, C. C. (1992) The Adolescent Crisis in Anorexia Nervosa in Wilson et al. (1992), pp. 111-129

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F. Larocca

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