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Trastornos del Comer

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

  1. Para Mantener el Peso Perdido: La Lección Derivada de un Experimento Informal y Empírico en seres humanos
  2. El concepto de la anorexia psicogénica. O cuando se es flaca, pero no porque se desea…

Progreso en los trastornos de comer (2007): La neurociencia, la genética y la Clínica

Lo nuevo en el campo de nuestras ciencias.

Craig Venter está en el umbral de crear la primera vida humana en su laboratorio, un hecho que — a pesar de sus críticos — los inquisidores del siglo XXI, significa mucho para nuestro mundo — víctima del despojo de sus recursos y de una explosión demográfica tan irresponsable como evitable.

Los mayores avances que se han logrado en los últimos años en el entendimiento de nuestros procesos fisiológicos y en la aplicación de esos conocimientos a nuestras enfermedades provienen de dos disciplinas interrelacionadas: La genética y la neurociencia.

edu.red

Craig Venter

Debido a la enormidad que representaría una revisión de todos los avances este año que ahora concluye; nos limitaremos a los que, quienes leen nuestras columnas, buscan en las mismas.

Comencemos con las aplicaciones de algunos de los desarrollos recientes en el campo de la gordura y el sobrepeso — que no son, exactamente, lo mismo.

Casi todos los procesos que regulan el funcionamiento del organismo están dirigidos por hormonas y neurotransmisores. Para el control de lo que comemos, la leptina, descubierta en 1994 y con propiedades supresoras del hambre, fue la primera que se aisló de estas sustancias. Cinco años después fue descrita la ghrelina, una hormona con efectos opuestos; ya que aumentaba el apetito y la acumulación de peso. Los trabajos más recientes están centrados en otra sustancia de aparición reciente; la melanocortina, cuya función es similar en acción a la leptina.

Todas estas investigaciones han sido conducidas en el laboratorio — de manera exclusiva, con el uso de animales experimentales, especialmente roedores.

Un estudio que publica la revista Science revela la existencia de una nueva hormona denominada obestatina que viene a completar este 'póquer molecular' implicado en el control del peso y de la ingesta de alimentos.

La investigación, realizada en la Universidad de Stanford en Palo Alto CA, ha aprovechado la información contenida en el genoma humano y en el de otras especies; para que, mediante técnicas de análisis bioinformático, descubrir casi simultáneamente la existencia de esta nueva molécula, describir sus efectos y el receptor sobre el que, supuestamente, ésta actúa.

Según el endocrinólogo Aaron Hsueh, autor del estudio, "la obestatina puede tener potencial como fármaco supresor del apetito y por tratarse de un pequeño péptido podría ser administrada mediante inyecciones o incluso por inhalación nasal". Esto la haría candidata para el tratamiento de la obesidad en la rata. La clave aquí, es que el potencial es virtual, porque aun no se ha corroborado. De todos modos, Hsueh, mismo, ha advertido que la hormona aún no ha sido estudiada en personas y que sólo se ha investigado en ratones — Of Mice and Men…

Siguiendo los pasos de Darwin

Los investigadores se centraron en las hormonas peptídicas, caracterizadas por ser proteínas de pequeño tamaño, fáciles de fabricar en el laboratorio y de administrar a los futuros pacientes. Este tipo de mensajero trasmite sus impulsos a las células a través de una clase de receptor conocido genéricamente como receptor acoplado a la proteína G (RAPG).

De los 300 RAPG que existen en el genoma humano se seleccionaron aquellos para los que no se conocía ninguna hormona y de entre estos, los 30 que, de acuerdo a los investigadores, tuviesen más probabilidades de corresponder a una hormona peptídica — basándose en el análisis evolutivo de diferentes especies, no contando la nuestra.

El siguiente paso fue identificar la hormona correspondiente a cada secuencia genética. Para ello, de nuevo recurrieron a las teorías evolucionistas, centrándose sólo en secuencias del genoma que hubiesen perdurado sin modificación durante millones de años, es decir, presentes en animales simples de crías mamíferas. El razonamiento detrás de esta estrategia es que las zonas del genoma que permanecen invariables corresponden a moléculas con gran valor de actividad biológica.

Pues bien, en la misma secuencia genética de la hormona ghrelina encontraron otra porción de ADN que codificaba la producción de una proteína que los investigadores denominaron obestatina. El siguiente paso fue demostrar si, más allá de la investigación sobre el genoma, efectivamente existía esta proteína en animales cautivos.

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