Ningún ser puede reconocerse a sí mismo en su ser en sí. Puede conocerse e ir adquiriendo la experiencia de su actuar, por consiguiente mayores serán las dificultades y los obstáculos en y con los cuales se encontrará y enfrentará para poder llegar a conocer, a de-velar el ser de otro sujeto. De ese otro sujeto sólo habremos de conocer el hacer pero ni siquiera llegaremos a conocer el verdadero actuar que está desarrollando ese sujeto, sino que el mismo sólo se dará a través de mi propio hacer, único instrumento por y con el cual puedo acceder a la comprensión del actuar del otro. O sea, nunca vamos a llegar a conocer al ser del otro, lo que si vamos a saber de su actuar va a ser en tanto refiera a la capacidad de conocer nuestro propio actuar, pero llegaremos a descubrir que lo que conocemos no es el actuar real del otro sino la imagen que en mi propia experiencia y en mis proyectos tiene el hacer del otro y esto lo tenemos que multiplicar por todas las relaciones que mantenemos con los otros seres.
En otro orden de cosas, Sartre decía que la apariencia no oculta a la esencia sino que la revela. El problema es que habrían tantas apariencias como individuos sometidos a ella. Las posibles combinaciones son infinitas e indefinidas y en este sentido es imposible llevar a cabo todas las lecturas posibles sobre una situación en particular. Sin embargo, el objeto cuestionado en realidad fue solamente uno. Entonces ya no sería el fenómeno lo que cuenta, en tanto que la esencia ya no radicaría en el objeto (o el sujeto), sino en la razón y en el sentido de la serie de apariciones que lo revelan. O sea, que el objeto como tal es sólo una parte del problema, siendo lo más importante la situación de aquel que se enfrenta a dicha situación, a esa forma.
Lo que se ha dado en llamar forma, es desde el punto de vista fenoménico todo lo existente, entendiendo por "todo" no sólo lo material sino también aquello que tiene una realidad no-material, lo simbólico.
Cada forma tiene su significación y ello va a depender de la persona que lo esté vivenciando en un determinado momento, en tanto que la misma se encontraría dinámica y permanentemente influenciada por un sinnúmero de factores (sociales, económicos, políticos, culturales, psicológicos, etc.) que la atravesarán longitudinal y transversalmente, consciente e inconscientemente, histórica y ahistóricamente. Por ejemplo, la hoz y el martillo para algunos es un símbolo de totalitarismo, mientras que para otros es un símbolo de orgullo, aunque en sí mismo no es nada. Pero lo más importante a entender es que no hay nada estático; todo implica un cierto devenir temporal.
Todo ello nos conduce a la pregunta de: ¿Cómo percibimos las formas? En primera instancia debemos establecer a que tipo de forma nos estamos refiriendo, aunque globalmente podemos hablar de autopercepción y de heteropercepión. En lo que hace a la realidad material sabemos que para poder acceder a cualquier percepción debemos contar con:
a) un aparato anatómico que es esencial para poder llevar a cabo el acto perceptivo en cuestión, aunque dicho aparato no implica en sí mismo a las percepciones, por lo tanto,
b) necesitamos en consecuencia una cierta fisiología, es decir, una serie de mecanismos interrelacionados que permitan que aquello que está en el mundo exterior impacte sobre nuestra anatomía, dando lugar a la percepción misma. Pero dicha estructura fisiológica aún no nos termina por explicar plenamente la percepción, en tanto que muchas veces ante un mismo estímulo, la percepción del mismo puede variar.
c) Esto nos conduce al estudio de la separación existente entre lo percibido y el percibidor. Esta es una relación que se reconstruye en forma permanente, en tanto que constituye parte constitutiva de lo que está ocurriendo. Ello implica que la percepción en sí no es un producto final, sino que es en realidad un encuentro.
En resumen, por un lado partimos de un todo y por otro tenemos un encuentro entre el yo, el ser y el mundo y esto nos conduce a una serie de apreciaciones:
1) las estructuras percibidas no son objetivas, en cuanto que lo objetivo es aquello que es igual para todos;
2) la estructura de las percepciones están condicionadas por la estructura de lo objetivo, dándole aquí el nombre de objetivo a aquello que es objetivo en sí mismo. En este sentido las percepciones que hayamos de tener se encontrarán condicionadas por nuestras percepciones anteriores.
3) Toda percepción muestra diferentes estructuras objetivas posibles.
4) La percepción es de hecho consecuencia del yo en el mundo, siendo además la constatación del hecho de ser en el mundo. De acuerdo a esto, el espacio y el tiempo están en el mundo y por tanto, son. El espacio es una condicionante del mundo y lo mismo sucede con el tiempo. Es decir, que un hecho percibido habrá de variar en su captación según la perspectiva espacial y temporal del ser perceptor en cuestión.
Es así que el acto perceptivo se daría en el encuentro del objeto con el yo, es decir, que por la percepción se capta la forma.
De todo lo anteriormente expuesto se desprende que somos en la medida en que nos interrelacionamos con el medio circundante y es esa misma interrelación la que daría sentido a nuestra existencia. El ser sería aquello que permanece inalterable, pero que en cada uno de los momentos es diferente, pues aquello con lo que se encuentra a cada instante es también diferente.
Fenomenología existencial y psicología
La Fenomenología Existencial refiere, como soporte paradigmático a una cierta praxis clínica.
En este sentido partimos de considerar que el ser es un ser en tanto es un ser en el mundo y que por ello -y con diferentes matices de enlarvada virulencia-, conlleva el sufrimiento originado en la angustia por el dejar de ser. El ser como entelequia aislada no tendría existencia, sino que es un ser en cuanto que es en el mundo.
Entonces, el estudio del ser sería el estudio de algo que existe y que ha de ser estudiado por otro ser que existe y en este sentido, el estudio del ser es el estudio de sí mismo.
Ahora, lo primero que tendríamos que preguntarnos es cuales son las potencialidades de dicho ser y podríamos decir que estas son dos; en la medida en que ese ser tenga conciencia, estaría el ser o el dejar de ser (no ser). Además estas opciones a veces son libres pero otras veces no.
En la medida en que ese ser tenga conciencia es permanente. Por otro lado, la decisión de no ser habitualmente no es voluntaria y tampoco es permanente. Por ejemplo, vemos que en cuadros depresivos de carácter psicótico, aquellos pacientes que quieren dejar de ser, lo efectivizan. O sea, que el deseo de no ser no necesariamente ha de concretizarse a través de la autoeliminación física.
Lo único que habría de marcar límites a la existencia sería el existir. Cabría hacer la salvedad de que al hablar del ser podemos hacerlo desde dos instancias diferentes: podemos hablar del "ser ahí", que consistiría en el ser en sí mismo (ser aislado), y el "ser con" que es el ser en el mundo.
"Ser ahí" y ser con conciencia
El "ser ahí" necesita para llegar a ser de un ente que se llama "mundo" y de ahí se deriva la imposibilidad de un ser aislado, en tanto que el ser llega a ser cuando logra tener plena conciencia de su ser y para alcanzar dicha conciencia, primero tiene que existir, pues lo que no existe no puede tener conciencia de nada y por lo tanto, el existir sería anterior a lo que es ese ser.
Esto nos conduce a establecernos en los dominios del ser con conciencia de sí, lo que nos arroja al problema de la libertad de ser. En este sentido, podemos afirmar que cada uno de nosotros tiene la posibilidad en y a cada instante de realizar elecciones, así estas no tengan una proyección hacia el exterior, lo que muchas veces se ha escuchado como un: "Podrán con mi cuerpo, más no con mi espíritu". O sea, que elejimos en cada momento un cierto actuar entre un cierto número de posibles opciones.
Y llegamos a conocer a este ser en cuanto que tenemos conciencia, y tener conciencia siempre es tener conciencia de algo y si tenemos conciencia de algo, no tenemos conciencia del todo, por lo tanto en cada instante de nuestra existencia tenemos una conciencia parcial, detentamos una conciencia de algo y de una conciencia parcial no podríamos llegar a una conciencia total, de lo cual derivamos que no se podría tener conciencia del todo. Pero si el ser es total porque no puede provenir de ningún lado, ya que ser es haber sido y el no ser no es lo opuesto al ser sino que es nada, entonces no podríamos tener conciencia del ser. Como decía Sartre en torno a que la característica del ser de un existente es la de no develarse a sí mismo y en cuanto a que el ser es el fundamento siempre presente del existente.
De ahí que lo que podemos llegar a discutir es sobre el sentido del ser. No podríamos conocer al ser en sí mismo, pero si el sentido de ese ser, que es el sentido que le llegarían a dar cada una de nuestras individualidades. El sentido del ser es la apariencia del ser, lo que se nos devela.
Como decía Sartre: "El sentido del ser del existente en tanto que se devela a la conciencia, es el fenómeno de ser".
Yo-tú y desarrollo de la personalidad
Nuestra relación con el mundo se fundamenta en la experiencia y es ella la que va conllevando que dicho mundo se encuentre en un proceso de perpetua transformación. A cada instante estamos re-construyendo ese mundo que nos rodea, estando en una contínua y dinámica interrelación, de retroalimetación constante con el mismo. Y en la medida en que vamos avanzando a lo largo de nuestro desarrollo evolutivo, a través de la experimentación vamos logrando diferenciar primeramente el yo del ello y luego, el tú del ello; hasta llegar al yo-tú, el cual se daría en base a y a través de la configuración de un vínculo, es decir, que necesitamos conocer la reacción del otro para saber como hemos de actuar nosotros. En cambio el yo-ello se daría en base a una distinción, en tanto que ese ello reaccionaría siempre de igual manera. Así el momento en que se es, es el momento en que se reconoce al otro en tanto otro.
Decía San Agustín: "Sé lo que es el tiempo si no me lo preguntan y si me lo preguntan dejo de saberlo" En este sentido debemos marcar el tiempo, debemos establecer algún tipo de unida de medida y para ello generalmente utilizamos como patrón de medida el pasado, el presente y el futuro.
El tiempo que podemos conocer es el presente, puesto que es el tiempo que vivimos. Pero ese presente puede ser tan sólo un instante, un momento al cual podemos llegar a reducir, segmentándolo en pequeñísimas partes y así ad infinitum, hasta llegar a la conclusión de que el presente no existe y que por lo tanto no existimos, puesto que estaríamos estancados, anclados a un único instante. Pero, sin embargo, la realidad cotidiana nos muestra que aquí estamos; lo cual nos conduce a buscar otra explicación que nos permita confirmar el hecho de que somos los mismos que fuimos ayer. Como decía Sartre, hoy somos la suma de los momentos de nuestro pasado. Y ello nos lleva a considerar el concepto de futuro.
El pasado y el futuro se parecen en un aspecto: en que ninguno de los dos es; pero también difieren en un punto y es que mientras que uno de ellos fue, el otro puede ser. El futuro es una posibilidad. Sin embargo, tanto el uno como el otro son representados por nosotros mismos. Sin una cierta futurización nuestra existencia no tiene significado alguno y sin un pasado no podríamos haber llegado a este momento en el cual nos encontramos realizando un ejercicio de futurización (no de futurología).
En la práctica clínica esto se aprecia claramente en ciertos pacientes en donde el hecho de no haber existido es un acontecimiento del cual llegan a tomar plena conciencia en el transcurrir del proceso psicoterapéutico; o también lo encontramos cuando refieren el sentimiento de haberse quedado estancados en algún momento determinado de sus vidas. Y en la vida cotidiana lo experimentamos por ejemplo, cuando vivenciamos como una lapso temporal mayor una espera de 5 minutos del ómnibus que 3 horas en una prueba.
La noción real del tiempo se encontraría así relacionada con la vivencia existente, en el sentido de un estar en; en función de lo que estamos viviendo. Y ello se basa en nuestras experiencias pasadas.
En forma casi ambivalente, nosotros somos nuestro pasado y sin embargo, somos algo distinto en tanto que somos un presente que está continuamente transformando dicho pasado. Y si lo que fuimos ya no es, entonces no somos; por lo tanto nuestro pasado sigue existiendo en nosotros y mientras existimos existe la posibilidad de modificación, pues en cuanto que encarnamos ese pasado al cambiarlo nos transformamos a nosotros mismos.
Existiría entonces un deseo de poder llegar a re-elaborar nuestro pasado, pero tan sólo lo podemos "reparar" y de ahí que dicho momento temporal no pueda ser traído al presente. Dicha reparación se haría a través de un proceso de re-memoración, es decir, trayendo a la conciencia mediante la memoria, los hechos y/o conceptos anteriores, recalcando lo de anterior, puesto que necesariamente debe existir una previa experiencia del mundo que es indispensable para llegar al re-conocimiento, puesto que si nunca lo experimenté, no lo puedo reconocer.
Y toda esta transformación se da en y a través de una espiral dialéctica de relacionamiento dinámicamente constante con uno o varios otros.
A partir de ello podemos concluir que el tiempo pasado se encontraría escindido del ser, no formaría parte constitutiva del mismo, es decir, lo que fue ya no es. Y el futuro, de manera análoga, también estaría escindido del ser, en tanto que todavía no es.
Pero el sentido de nuestra existencia radicaría en la necesidad de tener un futuro y es así que todo lo que hacemos en un instante cualquiera tendría una proyección en el a-posteriori, o sea, en el futuro. Como decía Heidegger en cuanto a que el futuro es por un ser que es su propio devenir y por otra parte, que el futuro es lo que tengo de ser en tanto que puedo no ser.
Somos en la medida en que podemos llevar a cabo un proceso de futurización, pero el hecho de tener ese futuro que todavía no somos implica una serie de posibilidades: de ser ese futuro, de ser otro futuro diferente, o de no ser ningún futuro.
Si el presente fuera un límite, nunca podríamos salir de él. Todo aquello que tiene una frontera nos impide el pasaje, por lo tanto, nunca podríamos acceder al futuro. Sin embargo todos los instantes de nuestra conciencia están siempre relacionados con algún momento futuro. Estamos fluyendo permanentemente al futuro y esa huída se debería a la necesidad de poder completar, lograr el ser en sí mismo, es decir, lo perfecto.
En la medida en que ejercitamos nuestra capacidad de futurización, lo que estamos haciendo signfica un intento de llegar a un futuro perfecto, donde radicaría la eternidad, y así continuamente nos encontramos huyendo de la muerte, tratando de construir a través y mediante dicha acción, al ser en sí mismo; que de acuerdo a lo que habíamos planteado al comienzo de nuestra exposición, no existe (de acuerdo al Existencialismo).
No sólo existe un futuro en la existencia del individuo, sino que existe un futuro en la existencia del mundo. Y esto lleva a una complejización de las posibilidades futuras de cada ser en tanto que nos encontramos mutuamente interrelacionados con el mundo, puesto que ello implicaría una multiplicación de las posibilidades de cada ser en función de la cantidad de seres existentes en el mundo. Por ejemplo, hasta que punto mi futuro depende del futuro individual de cada uno de los seres que me rodean.
Cambia el ser, pero el mundo también cambia y lo hace en forma permanente. Y en la medida en que cobramos conciencia de este proceso, también devenimos conciencia de nuestra responsabilidad personal y social para con los otros, en cuanto que mis actos, por comisión y/o por omisión influyen sobre los otros y sobre el mundo como un todo.
Cuando aceptamos el cambio, estamos queriendo el cambio. Al vivir, al existir, aceptamos cambiar y en tanto que experimentamos el vivir, en la medida en que existimos, cambiamos y ello implica transformar el mundo, generándose así un proceso dialéctico de mutua interdependencia generativa.
Pero las imperfecciones propias e inherentes al ser humanos, nos limitan en cuanto a nuestras posibilidades de alcanzar el ser en sí y de ahí nuestra necesidad de continuar en forma permanente con la búsqueda. Es decir, el cambio es el poder llegar al ser en sí y como el ser se desarrolla en el mundo, no lo encuentro; pero al cobrar conciencia de llegar al ser en sí mismo, re-accionamos contra la realidad conservando lo que la misma tiene de conocida, derivándose consecuentemente una no aceptación del cambio.
En la medida en que nuestro cambio implica el cambio de otros, en cuanto que mis actos influyen en los actos de los demás , mi no-cambio tiene como consecuencia la imposibilidad del cambio de los otros y por ello soy responsable de que los otros puedan llegar al ser en sí, lo que deviene en que al buscar mi propia trans-formación como algo productivo y positivo, contribuya directa e indirectamente a permitir y facilitar el cambio en y de los demás y por consiguiente la posibilidad de llegar al ser perfecto.
Pero no todo cambio es positivo en sí mismo. Existen cambios erróneos, negativos, mal intencionados. Pero lo importante es que existe la posibilidad del cambio. El cambio sería sí una búsqueda de la "cura", una reparación.
Retomando a Heidegger que consideraba que el futuro se desliza hacia el pasado y que este sería el ser que soy fuera de mi, pero sin posibilidad de no serlo, es decir, que lo que fui para lo otros lo fui y no tengo posibilidad alguna de no serlo. Soy fuera de mi lo que soy para los otros y en ese sentido el futuro es el proyecto de su posibilidad.
Soy mi futuro con la posibilidad de no serlo. Sólo cuando ese futuro sea un futuro pasado voy a ser consciente de si logré o no concretizarlo, pero en dicho instante, tampoco lo voy a ser, en tanto que ya pertenecería al pasado. Y eso es lo que va generando angustia. La comprobación de no haber cumplido con el proyecto es la génesis de la angustia.
El futuro no es una serie ordenada de hechos por venir. El futuro es una serie exponencial de posibilidades, algunas más determinadas que otras, pero siempre nos encontramos ante un sinnúmero de posibilidades; nunca una sumatoria de futuros ahora ordenados. Son innumerables las variables que entran en juego que pueden hacer variar las posibilidades. El futuro sería entonces el alcanzar un posible ¿qué soy? ; "¿soy un proyecto?, ¿soy incertidumbre?; ¿qué soy?".
El caso es que el futuro-pasado nos mostraría que no llegamos a la plenitud del ser y por ello tenemos que continuar escapando de la muerte. Esa huída hacia el (un) futuro formaría parte de la "cura".
Dice Heidegger: "La angustia como posibilidad de ser del "ser ahí" y a una con el "ser ahí" mismo abierto en ella, da la base fenoménica para apresar en forma explícita la totalidad original del ser del "ser ahí". Y este ser se desembosa como "cura". El ser no puede apresar, no puede desembosar lo que es su ser, lo que es el pleno sentido de su existencia; en una palabra, no puede apresar su ser en sí mismo y al no poder llevar a cabo dicha aprehensión, pero continuar existiendo, debe cubrir esa área de sí que queda al descubierto y lo cubre con la "cura". En última instancia, la "cura" sería un mecanismo defensivo de carácter reparatorio, que utilizaría el ser para cubrir la brecha de no poder comprender su "ser ahí", o sea, lo utilizaría para ocultar el hecho de su imposibilidad, referida a todo ser, de conocer su "ser ahí".
Entendida ésta como el cuidado, el tratar de salvar aquello que tenemos, pero al intentarlo nos limitamos a y de la posibilidad de obtener lo que aún no poseemos.
Primeramente hemos de preguntarnos de que hablamos cuando nos referimos al Análisis Existencial. En este sentido debemos comenzar señalando que por un lado están la Fenomenología y el Existencialismo en tanto que filosofías ontológicas y por el otro estaría el Análisis Existencial el cual referiría a una determinada praxis psicoterapéutica y también a una cierta antropología, en la forma de aplicación al ser de una cierta manera de considerarlo.
En cuanto técnica terapéutica concreta podemos afirmar que la misma habrá de variar en forma sustancial de acuerdo al tronco filosófico paradigmático del cual cada profesional provenga, teniendo como referencia autores tales como Binswanger, Jaspers, May, Tillich, Buber, Frankl, Van Dusen, entre otros.
Por ejemplo, Van Dusen considera que el Análisis Existencial se debería de centrar en la experiencia subjetiva y fundamentalmente en los momentos existencialmente críticos, implicando dichos momentos críticos aquellos que causan la formación del síntoma.
Pero consideramos que no es posible trabajar el ahora sin ser conscientes y conocer el proyecto de futuro de un sujeto.
En resúmen, el Análisis Existencial comprendería el encuentro de por lo menos dos personas en la cual una de ellas (el terapeuta) actuaría como testigo del ser del otro y como testigo comprometido. La "solución", la "cura" a la problemática de una persona se daría a través del encuentro con el otro (en este caso, un terapeuta), donde estaría implicado el reconocimiento de un existente como paciente (consultante, cliente) frente a otro existente como terapeuta (orientador, counselor, etc.).
En relación a lo expuesto habremos de considerar el ser con anterioridad a cualquier distinción que podamos establecer entre consciente e inconsciente , en tanto que el individuo sería un plus de y a la suma de lo consciente y lo inconsciente, debiendo de tenerse presente la globalidad como gestalt existencial del ser.
Y en este sentido siempre habremos de apelar a la libertad de cada y de todo ser, en cuanto a que tenemos un compromiso con el logro de poder aportar una cierta comprensión al ser, para que desde su incuestionable e irrenunciable libertad, pueda llegar a hacer un uso pleno y responsable de sus potencialidades y de sus recursos existenciales en y desde el aquí y ahora.
Relación y proyecto terapéuticos
Relación no terapéutica: sería aquella en la que conozco del otro no su hacer, sino un reflejo de su actuar en base a mi propia experiencia personal.
Relación terapéutica: sería aquella en la cual habremos de manejar los elementos que fueron llevando a ese otro a un cierto proyecto de futuro, y aquí si bien no va desaparecer la imposibilidad de conocer el real actuar de ese otro, si seremos diversamente conscientes de nuestra carencia de posibilidades en lo referente a poder desinvestirnos de nuestra propia subjetividad.
Ningún ser puede conocerse a sí mismo en su ser en sí. Puede conocerse e ir adquiriendo la experiencia de su actuar, por consiguiente, mayores serán las dificultades y para poder llegar a conocer, a de-velar el ser de otro objeto. De ese otro sujeto sólo habremos de conocer el hacer pero ni siquiera llegaremos a conocer el verdadero actuar que está desarrollando ese sujeto, sino que el mismo sólo se dará a través de mi propio hacer, único instrumento por y con el cual puedo acceder a la comprensión del actuar del otro. O sea, nunca vamos a llegar a conocer el ser del otro, lo que si vamos a saber de su actuar va a ser en tanto refiera a la capacidad de conocer nuestro propio actuar, pero llegaremos a descubrir que lo que conocemos no es el actuar real del otro sino la imagen que en mi propia experiencia y en mis proyectos tiene el hacer del otro y esto lo tenemos que multiplicar por todas las relaciones que mantenemos con los otros seres.
En conclusión los terapeutas serían todos aquellos sujetos que, dada su formación teórico-práctica, humanística y por su experiencia de vida personal han de buscar comprender el actuar del otro haciendo incidir mínimamente su propio actuar, pero siendo plenamente conscientes y asumiendo la responsabilidad plena de que en ese actuar va a estar siempre incidiendo y representando a los otros. En este sentido, es función y tarea del terapeuta el facilitar al y en el otro la comprensión de su propio actuar, generando una mayor amplitud de elección y por ende, de libertad responsable.
¿Cómo se llegaría a ese conocimiento? Pues a través de la re-elaboración terapéutica del proyecto de futuro del individuo y obviamente para poder proceder a dicha elaboración se deben de reconstruir todos los anteriores proyectos de futuro. Es así que el "proyecto terapéutico" consistiría en una colaboración comprometida en el conocimiento que tiene el consultante de su propio proyecto de futuro y para ello es necesario re-memorar, re-elaborar y asimilar en forma plena y gradual la mayor cantidad de proyectos de futuro que se encuentran en el pasado; en cuanto que cada uno de nosotros sería más que la simple operación aditiva de proyectos no realizados y/o parcialmente llevados a cabo y es en todo ello en lo que sustentamos el proyecto de futuro de hoy, siendo entonces la libertad la capacidad de estructurar el proyecto de futuro que deseo en el presente.
M. Heidegger – "El ser y el tiempo" M. Heidegger – "¿Qué es la metafísica? M. Heidegger – "El concepto de tiempo" M. Heidegger – "El eterno retorno de lo mismo y la voluntad de poder" M. Heidegger – "La cosa" M. Heidegger – "Construir, habitar, pensar" M. Heidegger – "¿Qué significa pensar?" J. P. Sartre – "El ser y la nada" J. P. Sartre – "El existencialismo es un humanismo" J. P. Sartre – "La naúsea" J. P. Sartre – "A puertas cerradas"
Autor:
Lic. Germán H. Pastorini
Licenciado en Psicología
gerpas[arroba]adinet.com.uy
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