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Contradicciones del cristianismo: Acerca del “pecado original”, del “mesías” y de la “salvación”


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    Contradicciones del Cristianismo: – Monografias.com

    Contradicciones del Cristianismo:

    Acerca del "pecado original", acerca del "mesías" y acerca de la "salvación"

    El llamado "pecado original" con el que la Humanidad –a excepción de María- habría nacido, es una contradicción evidente, en cuanto el concepto de pecado hace referencia a una acción voluntaria en contra de una supuesta ley divina y en cuanto en el momento de nacer nadie ha realizado acción alguna, ni voluntaria ni involuntaria. La doctrina según la cual Dios habría enviado a su hijo como "mesías" para "salvar" del pecado al hombre mediante su sacrificio en una cruz es igualmente absurda en cuanto se basa en el absurdo anterior y por motivos intrínsecos a dicha doctrina.

    1. Desde el Concilio de Cartago a finales del siglo IV la jerarquía cristiana proclamó como dogma de fe la existencia de un "pecado" cometido por Adán y Eva, que se transmitiría al resto de la humanidad con la excepción de María, la madre de Jesús. Se trata del llamado "pecado original", cometido por Adán y Eva, desobedeciendo a Dios al comer del árbol del bien y del mal.

    Sin embargo, en el Antiguo Testamento no se menciona tal "pecado original", aunque se hace referencia a la desobediencia de Adán y Eva a una prohibición de Dios, y al correspondiente castigo, tal como puede leerse en el Génesis, donde Dios le habría dicho a Eva después de su desobediencia:

    "Multiplicaré los dolores de tu preñez, parirás a tus hijos con dolor; desearás a tu marido, y él te dominará"[1],

    y a continuación habría dicho a Adán:

    "Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol prohibido, maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga comerás sus frutos todos los días de tu vida […] Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado, porque eres polvo y al polvo volverás"[2].

    Es decir, esa desobediencia habría determinado que Dios les expulsara del Paraíso, les condenase a ganar el pan con el sudor de su frente, y en el caso de la mujer a parir con dolor y a quedar sometida al hombre. Sin embargo y por lo que se refiere a la cuestión de la mortalidad del hombre, en el último texto citado no se considera que estuviera relacionada con aquella desobediencia primitiva, sino que simplemente se da como un hecho que el hombre muere porque es polvo y al polvo ha de regresar, al margen de aquel pecado.

    Sin embargo y fiel al machismo bíblico, pero en contradicción con el texto anterior por lo que se refiere a la causa de la mortalidad del hombre, hacia comienzos del siglo II a. C. el autor de Eclesiástico considera que

    "Por la mujer comenzó el pecado, por culpa de ella morimos todos"[3].

    Pero, así como son muchas las ocasiones en que se hacía referencia a Dios, castigando hasta la tercera y la cuarta generación, ésta es la única ocasión en que se hace referencia al primer pecado considerando a la mujer, representada por Eva, culpable de tal pecado. Y, del mismo modo, así como Yahvé castigaba a sucesivas generaciones como un modo de vengar las ofensas de personas concretas, en cuanto el castigo individual a tales personas podía considerarse insuficiente, por ese mismo motivo la desobediencia de Adán y Eva determina que Yahvé les condene a ellos, pero también al resto de la humanidad por el simple hecho de ser su descendencia, al margen de que tenga nada que ver con tal desobediencia. Sin embargo, en ningún momento del Génesis se afirma que el resto de la humanidad nazca con pecado que implica aquella desobediencia, al margen de que herede sus consecuencias, y, por ello mismo, tampoco se menciona nunca un pecado "tan original" que requiera de la encarnación divina para liberar de él a la Humanidad. Esa ocurrencia pertenece al Nuevo Testamento y se analizará más adelante.

    Lo más probable es que la idea de una falta o de un pecado, como el que se conoce como "pecado original", se debiese inicialmente al hecho de que el pensamiento judeo-cristiano –como el de tantos otros pueblos- había tratado de dar una explicación acerca de la realidad en general y se había preguntado también por la causa de la muerte y de los continuos padecimientos de la vida, como enfermedades, hambre, sufrimiento, calor, frío, lluvias destructivas, etc. El pensamiento de entonces, del mismo modo que había llevado a las diversas culturas antiguas a interpretaciones antropomórficas de toda esa serie de fenómenos, considerando que estaban provocados por seres invisibles dotados de poderes extraordinarios, igualmente condujo a los sacerdotes judíos a construir, de modo más consciente e interesado, sus diversas fábulas para controlar y dominar a su pueblo, fábulas según las cuales los sufrimientos que padecía el pueblo eran el castigo por determinadas ofensas realizadas contra Yahvé, y advirtiendo que sólo mediante la fidelidad a su Dios –es decir, a las órdenes de los sacerdotes, que decían hablar en su nombre y transmitir sus órdenes- y mediante el cumplimiento de ciertos sacrificios y donación de bienes a tales sacerdotes, podrían aplacar su ira y conseguir su perdón.

    1.1. La doctrina de los dirigentes católicos, que consideran que el supuesto pecado original –y no sólo el castigo divino- se trasmite de padres a hijos desde Adán y Eva, de los cuales descendería toda la humanidad, parece que fue defendida inicialmente en los evangelios y en las cartas de Pablo de Tarso, aunque en los evangelios se hace referencia también a la salvación por "los pecados" en general, y quedó expresada en la serie de ocasiones en que, con la mayor frescura y aparente naturalidad del mundo escribe:

    "por el delito de uno solo la condenación alcanzó a todos los hombres"[4],

    aunque éstos no hubiesen cometido delito, ofensa o daño alguno.

    Un modo de pensar tan absurdo pudo tener un fundamento importante en la mentalidad de los autores de la Biblia, en donde se cuenta, por ejemplo, que en la última de las famosas plagas de Egipto Yahvé, de manera despótica y absurda, castigó a los egipcios con la muerte de todos sus primogénitos a fin de conseguir que su faraón permitiese la marcha de los judíos. Igualmente son muchas las ocasiones en las que los sacerdotes, aparentando trasmitir órdenes del Señor, exhortan a los judíos a atacar a determinados pueblos y a exterminar a toda su población, incluyendo a ancianos, mujeres y niños; y son también numerosas las ocasiones en las que Yahvé –según lo presentan los sacerdotes- se muestra como un ser vengativo que castiga las ofensas recibidas "hasta la tercera y cuarta generación"[5], lo cual representa ya el mismo tipo de arbitrariedad que la de condenar a todas las generaciones posteriores, tal como sucedería según el supuesto "pecado original", aunque en este último caso la injusta arbitrariedad queda elevada a la máxima potencia. ¿Qué delito habían cometido estas personas para merecer aquella absurda represalia? Ninguno. Simplemente se cumplía a nivel de fábula bíblica lo que era habitual en el contexto de la "cultura" del pueblo de Israel.

    Y, por cierto, la narración de la ocupación de la llamada "tierra prometida" es un ejemplo de barbarie total, en cuanto los judíos llegan a la tierra de Canaán y la ocupan sin más, conquistándola y asesinando a sus habitantes, a partir del argumento según el cual los dirigentes sacerdotales de Israel, que se hacen pasar por emisarios de su Dios Yahvé, dicen que ésa era "la tierra prometida" que Yahvé les había dado:

    "Él […] derrotó a muchas naciones y mató a reyes poderosos: a Sijón, rey de los amorreos, a Og, rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán; y dio sus tierras en herencia a su pueblo Israel […] Porque el Señor salva a su pueblo y se compadece de sus siervos"[6]

    Conviene tener en cuenta que en el Génesis, primer libro de la Biblia, en el que aparece el relato de aquella desobediencia, Dios castiga a Eva y a Adán, pero nada en absoluto se dice de una "culpa universal", al margen de que el castigo divino recayera en la descendencia de Adán y Eva, como era frecuente en gran medida en los demás castigos divinos[7]En este mismo sentido, Yahvé castiga absurdamente también a la serpiente –que, por cierto, nada tiene que ver con el demonio- y a su descendencia a vivir arrastrándose.

    Pero, en cualquier caso, en el Antiguo Testamento no sólo no se habla del llamado "pecado original", extensivo a toda la humanidad, sino que existen textos en los que de manera explícita se habla en contra de ese supuesto pecado. Así sucede, por ejemplo, en Ezequías, donde se dice:

    Vosotros decís: "¿Por qué no carga el hijo con la culpa de su padre?" Pues porque el hijo, recta y honradamente, ha guardado todos mis mandamientos y los ha puesto en práctica: por eso vivirá. El que peca es el que morirá. El hijo no cargará con la culpa del padre, ni el padre con la del hijo"[8]

    1.2. El dogma absurdo del pecado original implica además diversas contradicciones nuevas:

    La primera consiste en el hecho de que en el Antiguo Testamento no se menciona nada que haga referencia a tal pecado, a diferencia de lo que luego, a finales del siglo IV, la secta cristina vino a defender hasta proclamar el dogma correspondiente. Y, además, sólo en el Nuevo Testamento comienza a hablarse del Hijo de Dios muriendo para redimir al hombre de ese pecado, mientras que la idea central que preside el Antiguo Testamento es la "salvación" de Israel de la esclavitud en Egipto, su "alianza" con el pueblo de Jacob, elegido por Yahvé como su pueblo y su promesa de darle una tierra en donde viva en lo sucesivo, liberado de la opresión egipcia y multiplicándose como las arenas del desierto –ya que los sacerdotes judíos todavía no habían tenido la audacia de imaginar la posibilidad de una vida eterna que Yahvé pudiera concederles, más allá de esta vida mortal. Esta idea comenzó a surgir en alguno de los últimos libros del Antiguo Testamento y fue afirmada ya de una manera más definitiva en el Nuevo Testamento-.

    La segunda consiste en el propio carácter absurdo y contradictorio de un pecado que se hereda, pues en cuanto el concepto de pecado hace referencia a una acción voluntariamente cometida en contra de supuestas leyes divinas, no tiene sentido la tesis de que el hombre nazca ya en pecado, pues antes de nacer no puede haber realizado acción alguna, ni voluntaria ni involuntaria, en contra de tales supuestas leyes. De hecho, el mismo Aurelio Agustín –"san Agustín"- sólo pudo encontrar, como explicación de la "herencia" de ese pecado, una nueva doctrina tan absurda como la anterior, consistente en la teoría de que los hijos heredaban de los padres no sólo el cuerpo, sino también el alma -doctrina conocida con el nombre de "traducianismo"-, ya que estando relacionado el pecado con una potencia del alma como sería la voluntad, si el hombre sólo heredase el cuerpo, Aurelio Agustín- no entendía qué lógica podía haber en la doctrina de este supuesto pecado, pues el cuerpo era sólo el instrumento del que se servía el alma para realizar aquellos actos que podían estar o no de acuerdo con la voluntad divina, pero no podía ser el origen del pecado, mientras que, por otra parte, si el alma era creada directamente por Dios para cada uno de los hombres, era absurdo imaginar que Dios hubiese creado un alma en pecado. Sin embargo, los dirigentes cristianos de la época no aceptaron la tesis de Agustín, seguramente por-que, al considerar el alma como una realidad espiritual, no podían aceptar que el alma espiritual se transmitiese de padres a hijos como consecuencia de una relación sexual, que era meramente física. Así que, no encontrando ninguna explicación racional para esta doctrina, no tuvieron ningún reparo en considerar el pecado original -¡y tan "original"!- como un misterio, concepto con el que los dirigentes cristianos tratan de esconder y negar la serie de contradicciones en que han ido incurriendo a lo largo de su ya larga historia.

    Y la tercera consiste en que, en cuanto la jerarquía católica considera que la omnipotencia divina pudo evitar que María naciera en pecado, proclamando como dogma de fe hace menos de dos siglos –en 1854- la doctrina de la "inmaculada concepción de María", tal doctrina representaría la demostración más evidente de que nacer en pecado no era necesario e inevitable, y, en consecuencia, plantea una insuperable dificultad: ¿No es contradictorio con la supuesta omnipotencia y amor infinito de Dios negar que concediese al resto de la humanidad la gracia que concedió a María? ¿Por qué no la concedió? ¿Acaso pensó que era bueno que el hombre naciera en pecado? Pero, si era bueno, ¿por qué privó a María de ese "privilegio"? Y, si no era bueno, ¿por qué sólo utilizó su poder para librar del pecado a María y no al resto de la humanidad? Pues, suponiendo que el amor de Dios fuera infinito, no tendría sentido que ese poder se debilitase, una vez concedida esa gracia a María. Y tampoco tendría sentido considerar que su amor fuera "más infinito" para unos que para otros. Quizá alguien, con ganas de decir disparates, pudiera sugerir que el pecado original era bueno a fin de que Dios manifestase su amor muriendo en una cruz, pero en tal caso la consideración del pecado como bueno sería contradictoria con la supuesta necesidad de la llamada "redención". Además, habría sido un nuevo absurdo que el perdón a la humanidad se obtuviese por la mediación del sufrimiento y de la muerte injusta de alguien, tanto si se trataba de un hombre como si se trataba del mismo Dios en una cruz. Tal explicación sólo podría tener sentido en el contexto de una mentalidad sádica en la que las ofensas al rey o al faraón sólo se perdonaban con la muerte del ofensor o de algún familiar como su hijo -en este caso, el propio Dios convertido en hombre-, que pagaría por el delito de otro hombre. Por ello mismo, esta doctrina representaría además una aplicación de la ley del Talión, "ojo por ojo, diente por diente", que, aunque defendida en el Antiguo Testamento[9]habría sido luego criticada por Jesús -según los Evangelios-, siendo radicalmente incompatible con la constante referencia al perdón y a la misericordia infinitas de Dios, cuya aplicación debería ser gratuita precisamente por tratarse de una gracia y no el resultado de una "transacción" como la que podría expresar la supuesta "redención", doctrina basada en la aplicación de una doctrina transaccional del estilo de "tú me ofreces un sacrificio y, a cambio, yo te perdono".

    1.2.1. Por otra parte, el pecado original, considerado en sí mismo, plantea además otros dos problemas que muestran igualmente su carácter absurdo:

    1) Si en el momento de la supuesta creación de Adán y Eva no hubo contrato alguno entre Dios y "nuestros primeros padres", que estableciese para éstos la obligación de obedecer los mandatos que él quisiera imponerles, es absurda la doctrina según la cual el hombre tuviera la obligación de obedecer a Dios a partir del argumento de que, como Dios les había creado, tenía derecho a exigirles obediencia en aquello que quisiera mandarles, argumento que, como acertadamente señaló Hume respecto a la imposibilidad de obtener una conclusión prescriptiva a partir de premisas meramente descriptivas, no podría ser concluyente.

    2) Es igualmente absurdo que Dios impusiera a Adán y a Eva la prohibición de comer de aquel árbol –al igual que cualquier otro deber o prohibición- en cuanto, a causa de su predeterminación y de su presciencia, no sólo sabría de antemano que comerían del fruto prohibido sino que además les habría predeterminado para que lo hicieran.

    Así que de nuevo nos encontramos ante la idea antropomórfica de un Dios que, al igual que un niño que jugando deja volar su fantasía e imagina diversas aventuras entre sus muñecos, aunque sólo sea él quien actúe mientras que sus juguetes sólo "hacen" aquello que él quiere que "hagan", del mismo modo sería el propio Dios, quien, de acuerdo con la Biblia y con la teología católica, habría determinado las acciones del hombre y la misma ilusión de cada uno de ser el auténtico protagonista de "sus actos" y, por ello mismo, habría sido un nuevo absurdo castigar a Adán y a Eva por ejecutar aquella desobediencia para cuya ejecución el propio Dios les habría programado. Y evidentemente este mismo absurdo es el que existe para el castigo de cualquier otra desobediencia o pecado, en cuanto todos los actos realizados por el hombre, según se defiende en la Biblia y en la misma teología católica, hayan sido programados o prede-terminados por Dios.

    2. Lo que sí es frecuente en el Antiguo Testamento es la referencia a sucesivos salvadores, "libertadores" o "mesías" que Dios enviaría para librar a su pueblo de la esclavitud a que otros pueblos le sometían a lo largo de su historia.

    2.1. El salvador por excelencia es el propio Dios, que es quien, según los textos del Antiguo Testamento, liberó a Israel de la esclavitud a que le tenía sometido el faraón de Egipto. Y así, se dice en Génesis:

    "Os tomaré para que seáis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios; entonces conoceréis que yo soy el Señor, vuestro Dios, el que os libró de la opresión egipcia"[10].

    En este primer texto tiene interés hacer referencia a la primera frase, en la que el propio Dios seleccionaría para sí al pueblo de Israel –"para que seáis mi pueblo"- en lugar de presentarse como Dios único y de todos los pueblos. Complementariamente ese Dios se impone a sí mismo como Dios de Israel al que los judíos deben reconocer como tal en cuanto fue él quien les "libró de la opresión egipcia".

    En otros textos, como el que sigue, se insiste en esta misma idea: Yahvé se convierte en Dios de Israel como consecuencia de su actuación como libertador o mesías de Israel, al margen de que, como se acepta en otros momentos, haya otros dioses que el pueblo de Israel tiene que ignorar y no adorar, pues ese "Dios celoso" considera como la mayor ofensa que su pueblo llegue a adorar a otros dioses:

    "Yo soy el Señor tu Dios desde Egipto. No conoces a otro Dios fuera de mí, yo soy el único salvador"[11].

    Conviene puntualizar que las manifestaciones celosas de ese dios no son otra cosa que las manifestaciones teatrales y mentirosas de los sacerdotes judíos, que tienen como finalidad mantener e incrementar su dominio tiránico sobre su pueblo, del que obtienen su sustento, sus riquezas y su poder.

    Otros textos igualmente significativos de esta consideración de Yahvé como Dios y salvador de Israel son los siguientes:

    a) "Él mató a los primogénitos de Egipto […] Derrotó a muchas naciones y mató a reyes poderosos: a Sijón, rey de los amorreos, a Og, rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán; y dio sus tierras en herencia a su pueblo Israel […] Porque el Señor salva a su pueblo y se compadece de sus siervos"[12].

    Fruto de la liberación de Israel frente a Egipto, en cuya descripción se hace referencia ¡con orgullo! del absurdo asesinato de los primogénitos egipcios realizado por Dios, se habría producido su alianza con el pueblo de Israel, a quien habría de defender de otros pueblos siempre que le guardase fidelidad. Es este Dios quien considera a Israel como "su siervo", a quien él mismo eligió:

    b) "Tú, Israel, siervo mío; Jacob, a quien yo elegí"[13],

    y es el propio Yahvé quien directamente, según los diversos escritores de la Biblia, salva a su pueblo Israel en múltiples ocasiones.

    En este punto conviene insistir en que a) la salvación siempre se relaciona exclusivamente con el pueblo de Israel, que es el pueblo elegido por Dios, b) esa salvación tiene un sentido inequívocamente político y suele ir acompañada de la destrucción o al menos la derrota del pueblo que había esclavizado a Israel y c) esa derrota suele ir acompañada de actos de bárbara crueldad realizados por el propio Dios, como puede verse en el texto a, antes citado, y en los textos que siguen y, más concretamente en los textos d, e y, especialmente, g:

    c) "Yo mismo os liberaré muy pronto, mi salvación no tardará. Traeré a Sión mi salvación y colmaré a Israel de mi esplendor"[14].

    d) "Voy a vengarme y seré implacable, dice nuestro libertador, cuyo nombre es el Señor todopoderoso, el Santo de Israel"[15].

    e) "¡Salid de Babilonia, huid de los caldeos! Anunciadlo y proclamadlo con gritos de júbilo, publicadlo hasta el confín de la tierra. Decid: "El Señor ha rescatado a su siervo Jacob [ = Israel]" "[16].

    f) "Obligaré a tus opresores a comer su propia carne, se emborracharán con su sangre como si fuera vino. Y todos sabrán que yo soy el Señor, tu salvador y que tu libertador es el fuerte de Jacob"[17].

    g) "Pronto quedará libre el que estaba cautivo; no morirá en la fosa ni le faltará el pan. Yo soy el Señor, tu Dios, el que agita el mar y hace bramar sus olas […] He puesto mi palabra en tu boca, y te he cobijado al amparo de mi mano. Desplegué el cielo, cimenté la tierra, y dije a Sión: "Tú eres mi pueblo""[18].

    h) "Dios es nuestra salvación"[19].

    i) "Cantad al Señor un cantar nuevo, porque ha hecho maravillas […] El Señor hace pública su victoria, a la vista de la naciones revela su salvación[20]

    El sentido político y particular, y no religioso ni moral, de las victorias de Yahvé se muestra más evidente, si cabe, si se tiene en cuenta la larga serie de textos y momentos del Antiguo Testamento en los que Yahvé actúa provocando la destrucción y la muerte de los enemigos de Israel.

    2.2. En otros momentos y de acuerdo con este concepto de salvador, entendido como libertador, no se hace referencia al propio Dios de un modo directo, sino indicando que Dios suscitó en Israel a un libertador que en su nombre le salvaría de los enemigos que le tenían esclavizado. Así sucede, por ejemplo, en los textos siguientes:

    j) "Entonces la ira del Señor se encendió contra Israel y los entregó en poder de Cusán Risatain, rey de Edom […] Pero clamaron al Señor, y el Señor les suscitó un libertador para salvarlos: Otoniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb"[21].

    k) "Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, dieciocho años. Pero clamaron al Señor, y el Señor les suscitó un libertador: Eud, hijo de Guera, benjaminita"[22].

    l) "El Señor suscitó a Israel un libertador, que los libró del yugo de Siria, y los israelitas habitaron como antes en sus casas"[23].

    Esta serie de textos parecen más que suficientes para dejar definitivamente claro el sentido político que tienen en el Antiguo Testamento las referencias a un libertador –o mesías-, en relación con la liberación de Israel respecto a la esclavitud a que fue sometido en múltiples ocasiones, y no un sentido tan alejado y radicalmente distinto de éste como lo sería el que aparece después en el Nuevo testamento, en el que el propio Hijo de Dios libera a la humanidad del pecado original mediante su sacrificio en una cruz.

    2.3. Este cambio de sentido del concepto de "libertador" o "mesías" se muestra en el evangelio de Juan, referido a la obtención de la vida eterna, y, de manera especialmente clara, en los escritos de Pablo de Tarso, quien adopta no sólo la idea de que el Hijo de Dios "libera" del pecado sino también que su "liberación" no se dirige exclusivamente al pueblo de Israel, como sucedía en el Antiguo Testamento, sino a todos los pueblos de la tierra, tanto judíos como "gentiles", es decir, no judíos.

    En este sentido escribe Pablo de Tarso:

    m) "Quien alcance la salvación por la fe, ese vivirá"[24].

    n) "el hombre alcanza la salvación por la fe y no por el cumplimiento de la ley"[25].

    ñ) "Y si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado universal, mucho más por obra de uno solo, Jesucristo, vivirán y reinarán los que acogen la sobrea-bundancia de la gracia y del don de la salvación"[26].

    o) "si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees con tu corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás"[27].

    p) "Dios salva al hombre, no por el cumplimiento de la ley, sino a través de la fe en Jesucristo. Así que nosotros hemos creído en Cristo Jesús para alcanzar la salvación por medio de esa fe en Cristo y no por el cumplimiento de la ley. En efecto, por el cumplimiento de la ley ningún hombre alcanzará la salvación"[28].

    Y, en un sentido bastante similar, pero haciendo hincapié en el supuesto sacrificio de Jesús muriendo en la cruz "para librarnos de nuestros pecados", escribe Juan:

    q) "el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna"[29].

    r) "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día"[30].

    s) "envió a su Hijo para librarnos de nuestros pecados"[31] [pero ya no de nuestros enemigos o de los del pueblo de Israel ni del "pecado original"].

    2.3.1. Al margen de este cambio de sentido del concepto de libertador en estos textos del Nuevo Testamento, tiene interés señalar la contradicción existente de los texto n y p, de Pablo de Tarso con respecto al punto de vista que aparece en la carta de Santiago, pues, mientras Pablo insiste en que la salvación viene por la fe y no por las obras o por el cumplimiento de la ley, en la carta de Santiago se insiste en que

    "por las obras alcanza [el hombre] la salvación y no sólo por la fe"[32].

    Por su parte, el texto s hace referencia a la liberación "de nuestros pecados"[33], y deja de referirse a nuestros "enemigos" o a "los enemigos del pueblo de Israel" o al "pecado original".

    3.4. La doctrina de la "salvación" o "redención" no tuvo exclusivamente la finalidad de ser presentada como la forma mediante la cual Dios otorgaba su perdón, sino que, de acuerdo con las "religiones mistéricas", aparecidas más de un siglo antes que el cristianismo, sirvió a los dirigentes cristianos para ofrecer al creyente la doctrina de su propia filiación e identificación con Dios a través de su incorporación al "cuerpo místico de Cristo", constituido por "su Iglesia". Tal incorporación era la que proporcionaba al cristiano no sólo el perdón de Dios sino la novedad de la "vida eterna", a la que apenas se había hecho referencia en los libros del Antiguo Testamento, en los que se habla sobre todo de:

    -una larga vida (3.4.1), o

    -la multiplicación de la propia descendencia (3.4.2),

    -la muerte como el final absoluto de la vida del hombre (3.4.3), y

    -la defensa del "carpe diem", a partir de la toma de conciencia de la finitud de la vida humana (3.4.4).

    3.4.1. Así, en multitud de ocasiones se habla de una larga vida del propio pueblo o de la propia descendencia, como en las siguientes:

    1) "El señor se le apareció [a Isaac] y le dijo: […] Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo"[34].

    2) "Tu descendencia será como el polvo de la tierra"[35].

    En estos dos primeros textos no se habla de vida eterna y ni siquiera de una vida terrena especialmente prolongada sino sólo de una descendencia muy numerosa.

    En los textos que siguen se hace ya referencia a una larga vida terrena personal como recompensa de la fidelidad a Dios:

    3) "Daréis culto al Señor vuestro Dios […] y os daré una vida muy larga".

    4) "Y el Señor bendijo el final de la vida de Job más que su comienzo […] Después de todo esto, Job vivió todavía hasta la edad de ciento cuarenta años, y vio a sus hijos y a sus nietos, hasta la cuarta generación"[36].

    5) "El temor del Señor alarga la vida, los años del malvado se acortan"[37]

    Conviene reflexionar en que si los judíos hubieran creído en una vida eterna, hablar de una vida terrena más o menos larga no sólo hubiera estado de sobra sino que habría sido un contrasentido respecto a dicha creencia, ya que mientras los dirigentes católicos dicen que esta vida es sólo un destierro y un valle de lágrimas, la "otra vida" representaría el definitivo regreso al Paraíso.

    6) [Moisés dijo] "Guarda sus leyes y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en la tierra que el Señor te da para siempre"[38].

    Igualmente, tampoco este texto habría tenido sentido, con esa referencia a una vida larga, si en la mente de quien lo escribió hubiera estado la creencia de que después de la muerte había una vida mejor y eterna, pues, si así lo hubiera imaginado, la prolongación de la vida terrena se le habría mostrado más como un castigo que otra cosa.

    7) "No te postrarás ante ellos [= otros dioses] ni les darás culto, porque yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la maldad de los hombres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación"[39].

    El castigo hasta la tercera y cuarta generación es señal de crueldad, pero sobre todo es una prueba de que en esos momentos a los judíos no se les había ocurrido todavía la idea de que pudiera haber un más allá después de esta vida, ni para bien ni para mal: Ni gloria eterna, ni castigo eterno.

    3.4.2. En los textos siguientes 1 y 2 –y en muchos otros- ni siquiera se habla de una larga vida sino solo de tomar posesión de la tierra prometida y de de la multiplicación de la propia descendencia, única forma de inmortalidad que se les ocurrió o que tuvieron la osadía de idear en aquellos momentos:

    1) "Haz lo que es justo y bueno a los ojos del Señor, para que seas dichoso y entres a tomar posesión de la tierra buena que el Señor prometió a tus antepasados, expulsando delante de ti a todos tus enemigos"[40].

    2) "Poned en práctica todos los mandamientos que yo os prescribo hoy. De esta manera viviréis, os multiplicaréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor prometió con juramento a vuestros antepasados[41]

    Tiene interés llamar la atención acerca de la diferencia entre este texto y uno de los evangelios, en el que un hombre pregunta a Jesús: "-Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?"[42], pues mientras en el primero, como premio de poner "en práctica todos los mandamientos" Yahvé promete a los israelitas mantenerles vivos -durante su vida natural-, multiplicar su descendencia y darles la tierra prometida, en el texto de los evangelios Jesús indica que cumplir los mandamientos es el camino para alcanzar la vida eterna, respondiendo a aquel hombre: "[…] Si quieres entrar en la vida [eterna], guarda los mandamientos"[43]

    3.4.3. Pero, además, por si podía quedar alguna duda sobre está negación implícita del más allá en la mayor parte del Antiguo Testamento, pueden verse otra serie de pasajes diversos en los que de manera inequívoca y explícita se confirma que, en general, la muerte se contemplaba como el fin absoluto de la vida humana.

    En este sentido se dice en el Génesis:

    1) "eres polvo y al polvo volverás"[44];

    se dice en el libro de los Salmos:

    2) "El hombre es como un soplo; sus días, como sombra que no deja huella"[45];

    Se dice en el libro de Job:

    3) "Como nube que pasa y se disipa, así es el que baja al abismo para no volver"[46];

    4) "mis días son un soplo"[47];

    5) "Recuerda que me amasaste como arcilla, y que al polvo me has de devolver"[48];

    6) "Déjame ya en paz para que pueda gozar de algún consuelo, antes de que me vaya, para no volver, a la región de las tinieblas y las sombras, a la tierra oscura de sombras y caos, donde la misma claridad es noche oscura"[49];

    7) "Puesto que están contados ya sus días y has establecido el número de sus meses, y le has fijado un límite que no traspasará, aparta de él tus ojos y olvídate de él; que, como un jornalero, acabe su jornada"[50];

    8) "el hombre, cuando muere, queda inerte"[51];

    9) "el hombre que yace muerto no se levantará jamás […] no volverá a levantarse de su sueño"[52];

    10) "¿Dónde está mi esperanza? Mi felicidad, ¿quién la divisa? Bajarán conmigo hasta el abismo, cuando juntos nos hundamos en el polvo"[53];

    11) "Acaban felizmente sus días [los impíos], y en paz descienden al abismo"[54];

    12) "Hay quienes mueren en pleno vigor, en el colmo de la dicha y de la paz, […] Otros mueren llenos de amargura, sin haber gustado la felicidad. Pero ambos yacen juntos en el polvo, cubiertos de gusanos"[55];

    se dice en el libro Eclesiastés:

    13) "una misma es la suerte de los hombres y la de los animales: la muerte de unos es como la de los otros, ambos tienen un mismo hálito vital, sin que el hombre aventaje al animal, pues todo es vanidad. Todos van al mismo lugar: todos vienen del polvo y vuelven al polvo[56]

    14) "Los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada; no tendrán ya recompensa alguna y quedarán completamente en el olvido"[57]

    15) "el ser humano no es inmortal"[58].

    16) "Los años del hombre están contados, el tiempo del descanso eterno [es decir, la muerte] es para todos imprevisible y son muchos si llegan a cien [los años de vida]".

    17) "Una gota del mar, un grano de arena, esos son sus pocos años junto a la eternidad";

    y se dice en el libro Eclesiástico:

    18) "Por eso el Señor es paciente con los hombres, y derrama sobre ellos su misericordia.

    Él ve y sabe que su fin es miserable, por eso los perdona una y otra vez"[59].

    19) "El hombre tiene los días contados, pero los días de Israel no tienen número"[60].

    20) "Recuerda que no hay retorno; no aprovechará al muerto tu tristeza y te harás daño a ti.

    Ten presente que su suerte será también la tuya: "A mí me tocó ayer, a ti te toca hoy""[61].

    21) "Todo lo que de la tierra viene, a la tierra vuelve"[62].

    22) "No temas por estar sentenciado a muerte; recuerda a los que te precedieron y te seguirán.

    Es el destino que el Señor ha impuesto a todo viviente.

    ¿Por qué rebelarte contra la voluntad del Altísimo?

    Aunque vivas diez, cien, o mil años,

    nadie discutirá en el abismo la duración de tu vida"[63].

    Conviene recordar que, para los dirigentes católicos, la Biblia es la "palabra de Dios", tanto la parte del Antiguo como la del Nuevo Testamento. En consecuencia, en cuanto existe una contradicción evidente entre los textos citados y aquellos otros en los que se habla de "la vida eterna", tal contradicción es una prueba más del absurdo de estas doctrinas.

    3.4.4. Una consecuencia –a la vez que una confirmación del sentido de esta creencia de que la muerte es el fin absoluto de la vida- es la aparición complementaria de la filosofía del "carpe diem", planteamiento vital que aparecerá de nuevo en la Edad Media y que opta por disfrutar de la vida mientras dura, pues es lo único que tiene el hombre:

    1) "yo alabo la alegría, porque la única felicidad del hombre bajo el sol consiste en comer, beber y disfrutar, pues eso le acompañará en los días de vida que Dios le conceda bajo el sol"[64].

    2) "Da, recibe y disfruta de la vida, porque no hay que esperar deleite en el abismo. Todo viviente se gasta como un vestido, porque es ley eterna que hay que morir"[65].

    Sin embargo y a pesar de su carácter contradictorio, los dirigentes cristianos, al orientar y adoctrinar a sus fieles para que lean e interpreten la Biblia como ellos quieran, al procurar que tales fieles desarrollen lo menos posible su capacidad racional y crítica, y, al introducir las doctrinas de la salvación y de la vida eterna como dogmas, han conseguido un provecho económico muy sustancial, a pesar del carácter contradictorio de estas doctrinas con los anteriores textos y a pesar de la contradicción consistente en que ¡¡un Dios infinitamente misericordioso necesite del sacrificio de su propio hijo para poder perdonar!!

    Con una doctrina de ese tipo, que exalta la idea del sacrificio y del amor divino hasta la muerte, los dirigentes católicos pudieron lograr además otros propósitos, como:

    1) el de la satisfacción del rencor de los primeros cristianos hacia quienes inicialmente les habían perseguido, en cuanto la Redención no se aplicaría a sus perseguidores, que serían condenados al "fuego eterno"; y

    2) la atracción provocada por esta nueva religión en quienes pudieran sentirse solos, abandonados, miserables y descontentos con su situación económica y social, ofreciéndoles el amor del Hijo de Dos y la esperanza de una compensación en "otra vida mejor" a cambio de su fe, de su sumisión y de su entrega a la "Iglesia de Jesús" (?) –así como la entrega de una parte considerable de sus bienes- y su acatamiento de las consignas de los dirigentes cristianos.

    Por lo que se refiere a la satisfacción del rencor de los cristianos contra los paganos y por su forma de proselitismo mediante el miedo a un castigo eterno ya Pablo de Tarso escribió:

    "Puesto que Dios es justo, vendrá a retribuir con sufrimiento a los que os ocasionan sufrimiento; y vosotros, los que sufrís, descansaréis con nosotros cuando Jesús, el Señor […] aparezca entre llamas de fuego y tome venganza de los que no quieren conocer a Dios ni obedecer el evangelio de Jesús, nuestro Señor. Éstos sufrirán el castigo de una perdición eterna, lejos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder"[66].

    En esta misma línea, todavía después de más de mil años de la creación de esta secta, ya en el siglo XIII Tomás de Aquino llegó a escribir:

    "Ut beatitudo sanctorum eis magis complaceat, et de ea uberiores gratias Deo agant, datur eis ut poenam impiorum perfecte intueantur"[67].

    Por otra parte, cuando los dirigentes católicos hacen referencia a la "redención", considerándola como la puerta para la salvación, olvidan que, de acuerdo con sus propias doctrinas -en este caso la de Pablo de Tarso-, aunque "el hombre se salva por la fe", defienden también de manera categórica que la fe es un don de Dios, por lo que sólo se salvaría aquel a quien Dios concediera dicha fe. A quien se sienta desconcertado ante tal arbitrariedad le replican que, si no se tiene fe, se la tiene que pedir a Dios, sin tomar conciencia de lo absurdo que es pedir nada a alguien en cuya existencia no se cree previamente; pero es que además, para que dicha "salvación" se produjera, debería cumplirse el requisito indispensable de la "predestinación" divina, según la cual es el propio Dios quien desde la eternidad ha establecido a quiénes salvará y a quiénes condenará, tal como se dice en diversos lugares de la Biblia como cuando Pablo de Tarso escribe:

    "Por eso Dios les envía [a quienes va a condenar] un poder embaucador [=que les embaucará], de modo que crean en la mentira y se condenen todos los que en lugar de creer en la verdad, se complacen en la iniquidad"[68].

    Y, por ello, tampoco las obras no tendrían valor alguno para la salvación, ya que Dios salva a quien quiere y su voluntad no puede estar subordinada a nada. Esta consideración conduce a ver la historia de la supuesta redención como una simple comedia burlesca de ese Dios tan caprichoso que juega a ofrecerse en sacrificio para luego condenar de modo absurdo y ridículo a la mayor parte de los seres por quienes, según los evangelios, se habría sacrificado.

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