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Contradicciones del cristianismo: Acerca del “pecado original”, del “mesías” y de la “salvación” (página 2)


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Pero, de nuevo, como la capacidad humana para razonar y para ser coherente con la razón es tan insignificante, deben de ser muy pocos los católicos que se hayan detenido a considerar estas cuestiones, otorgando su confianza a su propia razón en lugar de dársela al obispo o al cura de turno, que predican desde el púlpito de una catedral o de una iglesia rural con palabras de una incoherencia total.

4. Como consecuencia de la liberación de Israel del dominio egipcio, se habría producido una alianza de Dios con el pueblo de Israel, de acuerdo con la cual Israel debería permanecer fiel a su Dios libertador, y él sería su protector siempre que Israel mantuviera su fidelidad y no adorase a otros dioses[69]-cuya existencia, por cierto, se afirma en di-versas ocasiones-. Por ello, parece más que evidente que la encarnación, muerte y resurrección de Jesús, al que los dirigentes católicos dicen considerar "Hijo de Dios", no fue otra cosa que un montaje de quienes, como Pablo de Tarso, participaron en el engendro de la secta cristiana, surgida de la religión judía.

4.1. Según parece, en relación con la muerte de Jesús sus discípulos difundieron muy pronto la afirmación de que había resucitado y que, si no estaba con ellos, era porque había ascendido al Cielo para regresar prontamente a fin de establecer su reino después de un "juicio universal". Esta idea de la resurrección de Jesús fue tan importante dentro de la dogmática cristiana que Pablo de Tarso llegó a afirmar:

"Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe carece de sentido"[70].

De hecho, según los relatos que aparecen en Hechos de los apóstoles, los primeros cristianos vivieron en comunidades, compartiendo sus bienes, plenamente convencidos de la pronta y nueva venida del Mesías, como rey y como juez, hasta que con el paso del tiempo, fueron constatando que tal regreso no se producía. Tal frustración determinó una serie de cambios en la mentalidad de aquellos primeros cristianos, desde una vida más solidaria en organizaciones que en principio vivieron en buenas relaciones y sin una articulación especialmente jerarquizada hasta una organización sumamente jerarquizada y dirigida finalmente por el "obispo" de Roma.

A partir de ese momento, los dirigentes cristianos, como consecuencia de su ambición, trocaron sus "intereses espirituales" por los materiales hasta que éstos últimos se convirtieron en lo auténticamente esencial, y se dedicaron de manera más o menos encubierta a crear su propio "reino terrenal", adquiriendo un enorme poder político y grandes riquezas a partir de su alianza con los emperadores romanos y a partir de la formación de una amplia y diversa base social entre sus fieles, convirtiéndose progresivamente, desde entonces hasta la actualidad, en una potencia política y económica de primer orden, a pesar de que, desde el punto de vista de su extensión territorial, el estado del Vaticano sea el más pequeño del mundo.

4.2. Aunque el dogma de la redención, unido al de la resurrección y ascensión de Jesús al Cielo, se convirtió en el pilar más importante del Catolicismo, se trata de una doctrina contradictoria con la del amor y de la misericordia infinita de Dios, el cual, si algo tenía que perdonar, para ello no necesitaba del "sacrificio" de su propio hijo, pues bastaba con su simple voluntad.

En este punto es evidente que la doctrina de la redención de pecado original y demás pecados mediante el sacrificio del Hijo de Dios en una cruz no encajaba en absoluto con la nueva doctrina que hablaba de un Dios misericordioso, sino más bien con las del Dios justiciero y vengativo del Antiguo Testamento, en el que Yahvé se mostraba como un déspota que exigía sacrificios y que por cualquier motivo era capaz de eliminar a la casi totalidad de la especie humana -como ya habría sucedido en el mito del "diluvio universal", cuando Yahvé no sólo decidió eliminar a la práctica totalidad de la humanidad de aquel momento, sino incluso toda forma de vida, con la excepción de una pareja de cada especie[71]

Y así, se da la paradoja de que, por una parte, se dice en el Nuevo Testamento que Dios es amor, pero, por otra y de modo contradictorio, ese mismo Dios aparece en el Antiguo Testamento como un ser déspota, cruel y vengativo, que exige sacrificios para conceder su perdón y que llega a arrepentirse de haber creado al hombre, como si su omnisciencia no le hubiera permitido saber cómo se iba a comportar y como si su predeterminación no eximiese al hombre de cualquier responsabilidad por "sus" actos, que en realidad habrían sido actos del propio Dios en cuanto habrían sido prede-terminados por él.

Conviene recordar que en el Antiguo Testamento el propio Dios establece para el pueblo de Israel la vengativa Ley del Talión:

"ojo por ojo y diente por diente"[72],

ley según la cual, el perdón de cualquier falta o daño sólo podía producirse mediante un castigo o un daño equivalente de algún modo a la ofensa o daño causado por el ofensor. Por ello, si el ofendido había sido el propio Dios, la ofensa cometida no podía lavarse mediante un sacrificio simplemente humano, pues el ofendido era infinitamente superior, mientras que el ofensor valía menos que las uñas de un gusano. Así que sólo el propio Dios hecho hombre podía ofrecerse a sí mismo en sacrificio ante su "Padre" para pagar aquella gravísima (?) desobediencia.

Sin embargo, aunque desde la perspectiva teológica introducida en alguno de los libros del Antiguo Testamento y en diversos pasajes del nuevo era absurdo que Dios mismo no pudiera perdonar sin más, todavía en aquellos tiempos se siguió encontrando más natural el punto de vista dominante del Antiguo Testamento, en el que se veía a Dios como un ser especialmente celoso, despótico, vengativo y cruel. Por ello y como ya se ha dicho, la paradoja de la doctrina de la redención es que en ella se pretende ofrecer un sincretismo entre la perspectiva del Antiguo Testamento respecto a Dios como Señor de los ejércitos y de la venganza, y la del Nuevo, en la que Dios llega a perdonar –aunque no siempre, ni mucho menos- sin más requisito que el de la fe, a pesar de que tal sincretismo resultaba inviable por la contradicción existente entre ambos puntos de vista.

  • Esa misma contradicción entre la concepción de la divinidad en el Antiguo y en el Nuevo Testamento se presenta también en la figura de Jesús en cuanto, por una parte, predica el amor a los enemigos, pero, por otra, castiga con el fuego eterno a quienes no creen en él, o cae en la contradicción de amenazar con el juicio divino a todo el que juzgue a los demás, pues en cuanto exhorta a sus discípulos con las palabras "no juzguéis, para que Dios no os juzgue[73]que implican una valoración negativa del hecho de juzgar, la consecuencia lógica que debería derivar de tales palabras es la que el propio Dios no debería incurrir en aquel tipo de conducta que él mismo desaprobaba, ni siquiera aplicándola a quienes cometiesen la falta de juzgar a los demás.

 

 

Autor:

Antonio García Ninet

Doctor en Filosofía

[1] Génesis 3:16.

[2] Génesis 3:17-19.

[3] Eclesiástico 25:24.

[4] Romanos 5:18.

[5] Por ejemplo, en Éxodo 20:5 y 34:7.

[6] Salmos 135:8-14.

[7] Génesis 3:22. Por cierto, la consideración de que toda culpa tiene carácter individual condujo a los musulmanes a rechazar la existencia de tal “pecado original”.

[8] Ezequiel 18:19-20.

[9] Éxodo 21:24.

[10] Génesis 6:7-8. También en Levítico 26:9-13 y Deuteronomio 7:6, don-de se dice: “a ti te ha elegido el Señor tu Dios, para que seas el pueblo de su propiedad entre todos los pueblos que hay sobre la superficie de la tierra”, donde ese dios aparece con su carácter tribal, al contraponer su elección de Israel con el resto de pueblos de la tierra.

[11] Oseas 13:4.

[12] Salmos 135:8-14.

[13] Isaías 41:8.

[14] Isaías 46:13.

[15] Isaías 47:3-4.

[16] Isaías 48:20. Israel y Jacob son la misma realidad y en este caso se refieren al pueblo de Israel.

[17] Isaías 49:26.

[18] Isaías 51:14-16. La cursiva es mía.

[19] Salmos 68:20.

[20] Salmos 98:1-2

[21] Jueces 3:8-9. La cursiava es mía.

[22] Jueces 3:14-15. La cursiva e mía.

[23] 2 Reyes 13:5. La cursiva es mía.

[24] Romanos 1:17.

[25] Romanos 3:28.

[26] Romanos 5:17. En este pasaje parece que Pablo de Tarso malinterpreta el Génesis en cuanto considera que la muerte es una consecuencia del pecado de Adán y Eva, pues el hombre muere porque, según dice el Génesis refiriéndose a Adán, “eres polvo y al polvo volverás” (Génesis 3:17-19). Sin embargo, la referencia que también se hace al “árbol de la vida” lleva a pensar que el escritor de ese pasaje pudo pensar en la inmortalidad como una recompensa posible más que en la muerte como un castigo, ya que morir era lo natural.

[27] Romanos 10: 9.

[28] Gálatas 2:16. Tiene especial interés, aunque relacionado con otras cuestiones, como la del origen de la fe y la del valor moral las acciones que se realizan por interés y no por su valor moral, señalar que en este texto se considera que la fe es fruto de una opción personal en lugar de ser un don divino, como defienden los dirigentes de la organización católica, y que el creer “en Cristo Jesús para alcanzar la salvación por medio de esa fe” constituye una acción moral, a diferencia de la consideración kantiana, según la cual, al tratarse de un imperativo hipotético, no tendría dicho valor. La cursiva es mía.

[29] Juan 3:14-15.

[30] Juan 3:54.

[31] 1 Juan 4:10.

[32] Carta de Santiago 2:24. La cursiva es mía.

[33] 1 Juan 4:10.

[34] Génesis 26:2-4.

[35] Génesis 28:14.

[36] Job 42:12-17.

[37] Proverbios 10:27.

[38] Deut 4:40.

[39] Deut 5:9-10.

[40] Deut 6:18-19.

[41] Deut 8:1.

[42] Mateo 19:16.

[43] Mateo 19:17.

[44] Génesis 3:19.

[45] Salmos 144:4.

[46] Job 7:9.

[47] Job 7:16.

[48] Job 10:9.

[49] Job 10:20-22. Se habla de un lugar de sombras, que sería parecido al Hades griego, tal vez por la influencia de esta cultura sobre los judíos.

[50] Job 14:5-6.

[51] Job 14:10.

[52] Job 14:12

[53] Job 17:15-16.

[54] Job 21:13.

[55] Job 21:23-25.

[56] Eclesiastés 3:19-20.

[57] Eclesiastés 9:5.

[58] Eclesiástico 17:30.

[59] Eclesiástico 18:9-12

[60] Eclesiástico 37:25.

[61] Eclasiástico 38:21-22.

[62] Eclesiástico 40:11. Repetido en 41:10.

[63] Eclesiástico 41:3-4.

[64] Eclesiastés 8:15.

[65] Eclesiástico 14:16-17.

[66] 2 Tesalonicenses 1:6-9. La cursiva es mía.

[67] “Para que la felicidad de los santos más les complazca y de ella den a Dios más amplias gracias, se les concede que contemplen perfectamente los castigos de los condenados” (Summa Theologica, V, Suppl., q. 94, a. 1; B.A.C., Madrid, 1958, p. 557).

[68] 2 Tesalonicenses 2:11.

[69] Para comprender mejor la alianza de Dios con el pueblo de Israel y su exigencia de fidelidad, todo resulta mucho más sencillo si cuando se menciona a “Dios” se sustituye este término por “los profetas” o, sobre todo, “los sacerdotes”, que gobernaron Israel y que escribieron el Antiguo Testamento, poniendo en boca del supuesto Dios las órdenes que los pro-fetas y los sacerdotes deseaban que el pueblo acatase. Más adelante, cuan-do se introdujo la monarquía, siendo los profetas incapaces de detenerla llegando a decir incluso que a Dios –es decir, a los sacerdotes- no le gustaba el deseo del pueblo, pero accediendo a su petición y consintiendo en darles un rey, los sacerdotes siguieron detentando un poder muy cercano al del rey, comunicando a éste las supuestas órdenes de Dios.

[70] Pablo 1 Corintios 15:17.

[71] Génesis 6:18-20.

[72] Éxodo 21:24. También en otros lugares, como Levítico 24:20, y Deuteronomio 19:21.

[73] Mateo 7:1.

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