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La peligrosa dualidad de Sylvia Plath


Partes: 1, 2

  1. La Nueva estética del s. XX
  2. La problemática feminista
  3. Bibliografía

De pronto el tortuoso relato toma derroteros decididamente maníacos y delirantes, y descubro con pesadumbre que la mecanógrafa no era en realidad sino una enferma mental con severos trastornos a la que van a aplicar un tratamiento de electro-shock.

Todo el relato se desliza sobre tristes y atormentadoras imágenes y el mundo se ve a través de la pupila de la narradora; estamos instalados en su cabeza.

Si la fuerza alucinatoria del horror la remitiéramos a velocidad, diríamos que comienza relativamente despacio, describiendo el asfixiante, cíclico, monótono entorno en que se mueve la protagonista. Sólo hay alguna breve referencia al mundo exterior de la oficina o el hospital, y está cargada de tintes nocturnales y fantasmagóricos. Pero hacia el final, todo es una sucesión de situaciones expertamente enrarecidas que desembocan en el delirante desenlace.

Es todo un culto a lo oscuro teniendo al Miedo como señor y dios y a los registros de los sueños de los pacientes como su Biblia.

Elegí este cuento, Johnny Panic y la Biblia de los Sueños, de 1958, porque creo que condensa toda la estética de Plath, su poder de trasmutar lo abyecto en arte, sus dualidades, y su crítica al mundo contemporáneo.

Es así que acompañamos a la protagonista en una palabra tensa, incómoda, dolorosa de leer, que nos transporta a sus noches en vela, opresivas y agotadoras. Su ojo es la cámara que nos muestra un paisaje siempre velado por la sombra; la ciudad "es una isla sin raíz flotando sobre la nada". Los personajes humanos, ridículos, deformes, con detalles casi repugnantes. Nos conduce así por su jornada laboral, y su lugar de trabajo es descrito con una mirada fría, detallada en la austeridad y pequeñez, pero con una fuerza que nos hace percibir la estrechez de los espacios.

Ella identifica a los pacientes por sus sueños,"mejor que por cualquier nombre cristiano"; se vuelve la sigilosa espía de su interior, no por un afán de aprendizaje, conocimiento o alivio de sus padecimientos, sino por el único morboso motivo de su maníaca fascinación por aquello que los atormenta. En su imaginación, es una sierva del dios del miedo, Johnny Panic, cuya ofrenda es esa colección inacabable de sueños. "No alguien que los detenga, los explique para los crasos fines prácticos de salud y felicidad". Ella es "una amante de los sueños por amor a Johnny Panic mismo", y a través suyo, Plath hace un culto de la anti-belleza en su acepción tradicional, cual lo habían enseñado las vanguardias.

En su eficaz y experto manejo del lenguaje coloquial, nos sumerge en el pantano sucio y maloliente de un mundo enfermo que en algún momento, como cuando describe la pesadilla del obrero de la fábrica de cojinetes, quizás yace una crítica a la sociedad industrial: "un montón de gente hoy en día sueña que son aplastados o devorados por máquinas", o cuando cuenta la protagonista la suya propia, destila imágenes rayanas en lo escatológico, en ese lago "abarrotado de serpientes, cadáveres hinchados como pescado podrido, embriones humanos meciéndose en botellas de laboratorios…"Es el sueño de los sueños.

Luego, con la enumeración de las clínicas del hospital, nos habla del ámbito hospitalario explicándonos que comparten espacios por la falta de instalaciones; que la rutina de su oficina es diferente de la de piel o tumores y que "su dignidad le ha sido arrebatada por la grosera invasión…", sugiriendo las inapropiadas e insalubres condiciones de trabajo: "en estos días de superposición se acentúa el contraste entre nosotros y otras clínicas". Pobreza, mugre y asinamiento emanan de la narración, teñidos del morbo de la sierva del pánico que no puede "apartar los ojos de sus pies desnudos", de esos pies "con sucias y amarillentas plantas deslizándose pegajosos por debajo de la sábana", y así continúan sucediéndose esos pacientes anónimos de las otras clínicas que incluso cantan o gritan en otras lenguas, con los de la suya, identificados por sus sueños, y los personajes del hospital: doctores, estudiantes, perfilados con crudeza: "…ahora he visto estudiantes de medicina cortando cadáveres, cuatro fiambres `por clase…", sin dejar de mencionar la dedicada secretaria-jefa Miss Taylor que arriesgaría propio pellejo para rescatar los registros de los bomberos en caso de incendio, con la que por lo tanto, congenia a las mil maravillas.

Y de a poco nos cuenta cómo "avanza" en su propio trabajo, es decir, cómo avanza a pasos agigantados su propia obsesión, al punto de planear llevarse una maleta con lo más imprescindible al trabajo, para pasar la noche, burlando la vigilancia, y darse a la lectura de los sueños acumulados en los anaqueles durante décadas. Y lo hace con palabras que sugieren dichos anaqueles vencidos bajo el peso de los libros, como algo también hinchado, a punto de reventar, lo que connota la podredumbre de ciertas imágenes de el sueño, con todo aquello que flota "como tantos mensajes inconclusos desde la grandeza de Mi ser". Trasunta un dejo de superioridad desde la maldad, y un desprecio por todo lo convencionalmente bueno.

Partes: 1, 2
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