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La formación de valores, parte de la continuidad histórica de nuestro proceso revolucionario


Partes: 1, 2

    1. Desarrollo
    2. La fragua de nuestro espíritu
    3. ¿Crisis de valores?
    4. La familia en la formación de valores
    5. Valor formador de la educación
    6. Consideraciones finales

    Introducción

    La formación de valores es un complejo problema en el que fluyen las acciones educativas de diversas instituciones y organizaciones sociales: la familia, la escuela, las organizaciones de masas y sociales, las acciones educativas, instituciones culturales, económicas, deportivas, religiosas, los medios de difusión masiva, y en general, el sistema de relaciones materiales y espirituales de la sociedad.

    Los diferentes valores, como un intrincado sistema, se desarrollan sobre la base del quehacer cotidiano de los hombres, de sus conocimientos, creencias y representaciones en relación con los diversos fenómenos de la realidad en la que participan como personalidades íntegras.

    La situación actual nos obliga a realizar un análisis crítico de nuestra práctica educativa a nivel de toda sociedad que revele los problemas de diversa índole que tienen un carácter acumulativo y manifestaciones diversas en diferentes momentos y contextos que en un futuro más o menos cercano pudieran tornarse más complejas en un plano cuantitativo. Entre los problemas que se manifiestan tenemos:

    • Reestructuración individual de normas y valores a veces con gran desgaste ético para diferentes capas de la sociedad, se incluye desde el profesional que cambia su puesto de trabajo calificado por un modesto trabajo en el sector del turismo, o el funcionario que al pasar a trabajar a una empresa mixta disfruta de diferentes privilegios.
    • Deterioro en el cumplimiento de reglamentaciones y normas de convivencia. Insuficiente desarrollo de hábitos de cultura social como consecuencia de la falta de exigencia y sistematicidad.
    • No respeta a la autoridad de padres, maestros y otros funcionarios sociales.
    • Comunicación irrespetuosa. Vocabulario inadecuado y lenguaje vulgar.
    • Pobre desarrollo del grupo escolar en función de la tarea educativa, lo que no permite interactuar entre ellos para mantener normas de trabajo estable.
    • Falso concepto de compañerismo en las relaciones entre los jóvenes, manifestaciones de deshonestidad y ausencia de valoración crítica, entre otras, durante diferentes actividades realizadas.
    • Excesiva cantidad de roles sociales extrafamiliares como fuente de contradicciones y conflictos entre los miembros de la familia y la sociedad en su conjunto.
    • Orientaciones de valores de las familias, configuradas temporalmente por el período especial, lo que puede hacer aparecer manifestaciones de individualismo, egoísmo y otras cualidades negativas.

    Es bien sabido que en los últimos años la sociedad cubana se ha enfrentado a un proceso de profundas transformaciones en la esfera de las relaciones internacionales, el recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos hacia nuestro país y la necesidad de insertarnos en la dinámica actual de las relaciones económicas mundiales. Condicionado por estas realidades, nuestro sistema de relaciones materiales y espirituales, ha cambiado también con el de los valores individuales y sociales. Es por ello que pretendemos con esta investigación promover una reflexión sobre la prioridad de la formación de valores en las nuevas generaciones y las formas de acción social.

    Desarrollo

    Vivimos tiempos difíciles, de profundos cambios en la arena internacional y de trascendentales modificaciones internas. Estamos situados en la arrancada de toda una época de transición, lo cual obliga a la Revolución a enfrentar condiciones totalmente inéditas que exigen de toda nuestra inteligencia, audacia y entereza para no extraviar la brújula orientadora de los valores que identifican a la Cuba revolucionaria.

    La fragua de nuestro espíritu

    Cuando hablamos de principios fundadores y fines axiológicos debemos remontarnos a una eticidad y una pedagogía que comienza para nosotros en la aulas de san Carlos con el padre Félix Varelas, continúa en las del Salvador con José de la Luz, prosigue en las de San Pablo con Rafael María de Mendive y culmina en el pensamiento revolucionario de José Martí, maestro del primer grupo de jóvenes marxistas cubanos en los años 20 y de la que así misma se llamó Generación del Centenario Martiano en 1953.

    En esa continuidad, siempre amenazada por adversarios autóctonos y foráneos, la columna vertebral de nuestra historia, y solo ella, que mereció parir hombre como Céspedes, Agramante, Gómez y Maceo, pero también un pueblo capaz de inspirarlos y seguirlos; solo nuestra historia, decimos, puede enseñarnos quienes somos, cuales son nuestras tendencias negativas y positivas, nuestras lacras y virtudes características, nuestros enemigos internos y externos. No se trata de aferrarnos a un antologismo histórico se trata de reconocer que tenemos modos característicos de reaccionar ante las más diversas circunstancias, como los tiene todo conglomerado humano convertido en ración, y más si ha partido de un status colonial que lo ha obligado a conquistar con las armas de la cultura y la inevitables de la guerra, un lugar en el mundo: es decir, su propia historia, en el ámbito del devenir universal.

    Ha de ser, pues nuestra propia historia, ya que no constituye un pasado inmóvil sino que seguimos haciéndola cada día, un agente cada vez más vivo y real en la formación de las nuevas generaciones. Y cuando decimos historias no queremos decir solo fechas, nombres y sucesos, queremos decir búsqueda de un sentido que es precisamente lo que hoy se intenta negar a la historia, cuando no clausurar sus puertas para que dirigir los ojos hacia el horizonte llamado José Martí, hacia el hombre que más de cerca y más de lejos nos acompaña y propiciar su encuentro, su diálogo.

    En la obra martiana encontramos una estrategia para la formación moral del hombre. De ella se deducen una serie de principios y su expresión concreta en instituciones y diferentes formas de la conciencia social, y podemos extraer elementos esenciales y métodos generales para la formación de valores y la educación de las nuevas generaciones.

    Otro de los más grandes valores de la Revolución ha sido precisamente la formación, en el cubano, de una alta conciencia valorativa, en la que ocupan un lugar preponderante valores como la justicia, la solidaridad y la independencia. La clave del éxito radica en la armonía y consecuencia de la práctica revolucionaria, entre los valores reconocidos e instituidos oficialmente y que las transformaciones revolucionarias han convertido en realidad social. Justicia, solidaridad e independencia son valores presentes en el discurso político de cualquier nación, pero en muy pocas se han hecho reales y plenas.

    Para el cubano esos valores no han sido meros conceptos abstractos, han sido una realidad cotidiana y palpable, un ingrediente inalienable de su hábitat sociocultural. Basta recordar la figura emblemática de Ernesto Che Guevara para entender la atmósfera ética y por lo tanto profundamente formativa. Y son esos valores los que explican que aún estamos aquí resistiendo, contra toda lógica, o para decirlo mejor, contra la lógica pragmática extrema que impera en el mundo capitalista actual. Ha sido esa elevada conciencia valorativa nuestro bastión más firme.

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