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Ciudad, cultura y urbanismo


  1. Introducción
  2. Los poderes verticales
  3. Bibliografía

Introducción

Este ensayo pretende abordar de una forma reflexiva el tema de la ciudad, dada la importancia que hoy tiene sobre todo en momentos en el cuál el desarrollo tecnológico, la globalización, las crisis de las economías capitalistas, etc. Repercuten en la ciudad misma y la han llevado a que su principal componente (el humano); esté sufriendo un proceso de pérdida de identidad y por ende de la primera forma de sabiduría de un pueblo; el arraigo.

Es así como pretendo hacer una mirada de la ciudad como un componente físico de una realidad compleja como lo son los habitantes, sus particularidades, sus explosiones, su morbo y toda una serie de singularidades que se las ha denominado como las urbes o ese monstruo dinámico, mutable de los acontecimientos y de los eventos.

La ciudad abordada así, como una serie de fragmentos que se consolidan en su máxima expresión que es lo público, se convierte en el elemento estructurante no sólo físico de ésta; sino también simbólico de sus habitantes. De aquí que es preciso tratar el tema de las transformaciones que hoy en día sufren nuestras ciudades, especialmente las intervenciones que se realizan sobre el espacio público como forma de legitimar un pensamiento "moderno" que nos es impuesto como una forma de desarrollo desde la actuación física y la planeación, desconociendo casi siempre los procesos generadores de esa sociedad, de sus intimidades, sus sueños; generando casi siempre "resistencias" a estas formas casi totalitarias de organización de su espacio urbano.

Los poderes verticales

Tomando el diseño urbano como el planeamiento y exploración de las condiciones físicas de una ciudad, donde la arquitectura engloba un hecho a más escala y técnica con el ánimo de configurar un todo; podemos analizar la situación urbana poco exitosa en la mayoría de los casos, en donde un conjunto de objetos autónomos han creado el llamado "Espacio Moderno" cuya esencia es la ausencia de memoria y su pecado, el desconocimiento del lugar.

"¿Como hablar de la ciudad moderna, que a veces empieza y deja de ser moderna y de ser ciudad? Lo que era un conjunto de barrios se derrama más allá de lo que podemos relacionar; nadie abarca todos los itinerarios, ni todas las ofertas materiales y simbólicas deshilvanadas que se presentan. Los migrantes que atraviesan la ciudad en muchas direcciones e instalan, precisamente en los cruces sus puestos barrocos de dulces regionales y radios de contrabando, hierbas curativas y videocasetes. ¿Cómo estudiar las astucias con que la ciudad intenta conciliar todo lo que le llega y trata de contener el desorden: el trueque de lo campesino con lo importado, los embotellamientos de carros frente a una manifestación de protesta, la explosión del consumo frente a la demanda de desocupados, los duelos entre mercancías y comportamientos venidos de todas partes? ".[1]

Los planificadores de la ciudad han ido creando una arquitectura autónoma, muchas veces formalista y de espaldas a su entorno como si la labor urbanizadora fuera cuestión de ensamblar una máquina de las afecciones del lugar donde la implantan y lo que es más grave, sin precisar la importancia del Hombre, como el único capaz de simbolizar esos espacios creados en la ciudad y que hacen de éste, el receptor de todas estas manifestaciones de la urbe.

Precisamente éste proyecto de ciudad basado en el Modernismo y en la utopía; recurre a la planeación para asegurar que se ejecute su proyecto; centrándose en el manejo de los recursos, en la administración del territorio, encaminado hacia un plan de orden del espacio urbano. Este orden lamentablemente desde la planificación y el diseño urbano ha sido determinista; o sea la creencia de que cambios en la forma de la ciudad promueven cambios en el comportamiento, aumentan el bienestar, la interacción social, etc. Desconociendo factores como los sociales, económicos, del medio ambiente como los realmente importantes.

Con relación a éste discurso moderno de reivindicación ante la dirigida intención de conductismo; se antepone lo humano. Que como masa se apropia de una forma práctica y utiliza su entorno físico, lo moldea según sus imaginarios, sus prácticas, hasta el punto de mimetizarlo y por lo tanto creando un sofisma de distracción de lo que se supone es esa colectividad. Y es aquí cuando la política coloca su mirada en ese territorio; la ciudad, lo urbano, como escenario legítimo de ese sistema de relaciones urbanas de masa y empiezan a maquinar sobre ésta una serie de actuaciones con prerrogativas de desarrollo, que llevan muchas veces a desestabilizar el equilibrio existente instaurado desde la misma génesis de la ciudad.

Estas prácticas de intervención sobre el espacio público, indudablemente han partido de una exclusión del otro, con la premisa de que este es el lugar de la colectividad, de que el espacio público es el contenedor de la masa, de la muchedumbre, de la sociedad. Con este concepto de lo público como territorio que contiene la estructura de la sociedad, de los urbs, se sirven de pretexto para las intervenciones, las cuales tienen como intención algunas veces deslegitimar el hecho de identificar en la calle, en el parque, en la esquina, en la plaza, en el monumento, en lo patrimonial, en el paisaje, la existencia de una sociedad que se estructura dentro de él.

Es así como estas formas de intervención donde no tiene cabida lo "monstruoso", se convierte en muchos casos como un acto de identificación, de estandarización, de control, de codificación de un escenario como espacio de un supuesto de sociedad. La codificación del espacio público urbano, es un acto de sacralización. Se impone una verdad absoluta y se sacraliza en la medida que una vez ejecutado, no parece tener discusión. Como si fuera una verdad incomprensible a los ciudadanos comunes; Y sagrada también, porque se hace imposible de discutir o cambiar.

¿Quién pone en duda hoy que el espacio público es el del colectivo urbano? Así pudiéramos rebatir racionalmente dicha idea; lo que la hace dominante es el hecho que la han vuelto una idea sacra y con ello han evadido una interesante y difícil discusión. Las teorías sociológicas distinguen entre otras prácticas; el rito, expresión sacra porque no se puede cuestionar, no se puede cambiar, ni cumplir a medias. Por eso, el rito más que un acto de "iniciación"; viene a ser un acto de "institución" y "legitimación", que naturaliza la barrera entre excluido e incluido.

Parece natural que quienes no se "comporten" en el espacio público, sean excluidos. Que quienes no estén a la altura de los códigos determinados, sean sancionados o discriminados. Se ha convertido así, de esta forma, al espacio público en un escenario ritual; un dispositivo para neutralizar la heterogeneidad y reproducir autoritariamente el "orden" y las diferencias sociales.

Afirma Foucault: "Existe una estrecha relación entre el saber, poder y espacio (Cabe aquí el concepto de espacio urbano, sobre todo si entendemos éste espacio como un espacio vivencial) y así lo expresan; desde el momento en que se puede analizar el saber en términos de región, de dominio, de implantación, de transferencia; se puede comprender el proceso mediante el cuál el saber funciona como un poder y reconduce a él los efectos".

Intentar descifrar los discursos de las intervenciones urbanas a través de metáforas espaciales, estratégicas, permite captar con precisión los puntos en que estos discursos se transforman en, a través de y a partir de las relaciones de poder.

Y con esto no pretendo legitimar el concepto de un "desorden" en contraposición de unas políticas de ordenamiento urbano; sino, buscar en la ciudad misma, en sus orígenes, en su evolución dentro de un proceso por denominarlo así de "Arqueología" social de la ciudad, las respuestas frente a lo que comúnmente y sin una valoración exhaustiva del término denominamos como "caos" urbano. Pero este caos como forma de expresión del Urbanita en contraposición del orden; ¿no es acaso una creación estética? Este caos complejo de individualidades, de acontecimientos, de experiencias, de humanidad, o como diría Carlos Mesa; de "exuberancias y de cuerpos expandidos", ¿no son acaso un componente esencial en la conformación de la ciudad? Y sobre todo de la Ciudad Colombiana, de la Ciudad Latinoamericana?

Acaso que son nuestras ciudades; sino, una consolidación de fragmentos, de acontecimientos. Porque no ver entonces en ese llamado "caos", el punto de partida de un nuevo "orden" cargado de intersticios entre los objetos, los espacios y los individuos; y que experimentar las urbes es comprender que ésta es pura intermitencia, fluctuación, interferencia, resistencia.

Entonces; porque reducir esas relaciones abiertas, espontáneas del habitante de la calle, del itinerante, del transeúnte, del nómada, del sedentario, a unas configuraciones espaciales específicas y por ende neo simbólicas, que lo que en últimas va a producir es una pérdida de los imaginarios, de su construcción de ser anónimo, de su capacidad de representarse mentalmente en un plano de la totalidad de la ciudad, de ubicarse tal como lo expresa Kevin Lynch; "como parte de un territorio que ha perdido todas sus señales y referentes: monumentos, límites, señales tradicionales, recorridos…."

Hay rituales de paso para los hombres y las cosas que los acompañan. Las urbs es un gran rito de pasaje donde todos los seres son laminares, viven de paso en paso sin recordar fácilmente de donde provienen y mucho menos proyectar a donde van. Las urbs entera vive en trance. Transeúnte, transitar, tránsito son palabras constitutivas de las urbs y sabida es su relacióncon la palabra trance. Las urbs es el orden del ritual; y en el seno del ritual surgen los monstruos. "El transeúnte ritual es ideal para pensar desde dentro el orden y el desorden sociales. Es para ello para lo que se le obliga a devenir un monstruo; es decir, alguien o algo que no puede ser y que por lo tanto tampoco debe ser"

Bibliografía

  • DELGADO, Manuel. El animal público. Barcelona. 1999

  • PARDO, José Luis. Las formas de la exterioridad. 1999

  • LYNCH, Kevin. La imagen de la ciudad. Buenos aires. 1976

  • CASTELLS, Manuel. La cuestión urbana. México. 1976

  • FOCAULT, M. La microfísica del poder. México. 1978

  • TEMAS DE ANTROPOLOGÍA LATINOAMERICANA. Bogotá. 1981

[1] Monografías de grandes Arquitectos. G.G