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Salinas: reflexiones en torno a la historia de un municipio de Puerto Rico

Enviado por srs336


    Monografias.com

    Reflexiones en torno a la historia de Salinas Un municipio puertorriqueño (Extracto)

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    Una mirada al pasado puede ayudar a comprender el presente, pues el pasado forma parte del conjunto de circunstancias que lo rodean. Sin memoria, el ser humano no tiene capacidad para sobrevivir, generar cambios, ni comprender su propia naturaleza. Ejercitar y recuperar un pedacito de la memoria histórica puertorriqueña es el objetivo de este ensayo.

    Este escrito es una breve reflexión sobre la historia de la comarca de Salinas del Abeyno. El propósito es destacar algunas ideas que se desprenden de los hechos que narran las fuentes históricas hasta ahora consultadas. Intencionalmente busco un significado existencial histórico para la gente de mi pueblo, cuyas caras aun cuando son desconocidas, se identifican por asociación y por enigmáticos rasgos de identidad.

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    La historia de Salinas comienza de la mano de un proceso de conquista y colonización. Su origen remoto está ligado a la violencia que generó el conflicto entre europeos y amerindios, cuando los primeros se apoderaron a la fuerza de la hacienda, libertad y vida de los antiguos habitantes de Boriquén. Esa historia de violencia y terrorismo causó la destrucción de la sociedad taína, el robo de sus tierras y cultivos, la esclavización de indígenas y africanos, la cristianización forzada de los esclavizados y el exterminio físico de los borincanos.

    Estudios arqueológicos dan cuenta de asentamientos humanos en la zona de Salinas en el año 300 a. C. Documentos de la conquista citados por nuestros historiadores, sugieren que en el territorio donde hoy se asienta el municipio de Salinas existió una región cacical llamada Abeyno regida por un cacique taíno, cuyo nombre, a los oídos de los españoles sonaba Abey, Yabey o Yavey. Es usual en la toponimia de todas las culturas que los lugares adopten el nombre de algún personaje vinculado con el mismo. Quizás por eso, en algunas crónicas de la conquista el nombre Abey figura como topónimo del río, la bahía y las salinas de la comarca. Crónicas, dicho sea de paso, escritas después de la guerra taíno-española de 1511, es decir, después de la captura y destierro del Cacique Abey a Santo Domingo, decretado por Diego Colón.

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    Un factor sobresaliente que ocurre a partir de la imposición del sistema colonial europeo fue la transformación demográfica causada por la destrucción de los yucayeques taínos, la inmigración forzada de africanos negros y la llegada de inmigrantes de otras regiones del planeta. El contacto y la mezcla entre aborígenes, españoles, negros e individuos de otras nacionalidades fue un ingrediente decisivo en la formación de la identidad puertorriqueña.

    Tras tres siglos de historia, el perfil demográfico de Salinas es típicamente puertorriqueño. La mayoría de las familias salinenses tienen entre sus miembros individuos con diversos matices de piel. Las personas de piel negra y mulata predominan en las comunidades costeras, mientras que en las comunidades de altura predominan los individuos de piel blanca o parda. Pero en conjunto, Salinas es un pueblo con una rica y fecunda mezcla racial.

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    La historia de Salinas ha girado esencialmente alrededor del uso y la tenencia de la tierra, y como secuela, del comercio lícito e ilícito de mercancías por sus costas. Durante todos estos siglos, las llanuras y montes del sur han determinado las condiciones económicas, sociales y políticas de la comarca de Salinas. En una primera época, predominó el sistema de hatos y estancias, siendo la cría de animales el principal sector productivo. Existían terrenos baldíos y de aprovechamiento común y la producción agrícola era mayormente de subsistencia. En la etapa siguiente predominaron el latifundio y el monocultivo combinado con un sistema de colonos cañeros dependientes de la industria azucarera. Actualmente unas 15 mil cuerdas de terreno son de uso militar y las tierras restantes no protegidas están en la mira de especuladores de bienes raíces y desarrolladores urbanos, que amenazan con destruir las tierras cultivables y sembrar de cemento todo el llano costero. La actividad económica de cada época generó prácticas de tráfico comercial legal e ilegal en torno a las cuales giró el acontecer de la comunidad.

    A partir del siglo 16 la costa sur de Puerto Rico fue el lugar preferido para el contrabando de mercancías y las costas de Las Salinas lugar frecuentado para llevar a cabo transacciones comerciales ilícitas, usualmente con la confabulación de las autoridades. Los hatos eran la operación económica principal y la morada de los pobladores. La población estaba dispersa por toda la región. Una ermita enclavada en la comarca desde 1690, reunía a los vecinos ocasionalmente para los servicios religiosos. Con toda probabilidad, en torno a dicha ermita comenzó a formarse el núcleo poblacional del que dieran cuenta en 1775 y 1776, Fernando Miyares y Fray Iñigo Abbad.

    Fue el contrabando lo que consolidó el caserío de las Salinas de Coamo, puesto que para realizar las operaciones de compra y venta, almacenaje y transportación de mercancías, era imprescindible la existencia de vecinos en el litoral. La actividad contrabandista era olfateada por piratas y corsarios deseosos de robar y saquear. Como ejemplo, en 1803 una embarcación inglesa atacó Las Salinas de Coamo. El navío corsario entró a la Bahía de Abey, le robo mercancías a una fragata francesa e intento desembarcar con la intención de saquear el poblado. La férrea ofensiva de los vecinos provocó la huída de los ingleses.

    Varios sucesos ocurridos en la primera mitad del siglo 19 impulsarán finalmente la fundación del municipio de Salinas. La legislación para la repartición de terrenos baldíos, la Cédula de Gracia y la apertura al comercio con otros países, crearon las condiciones que desembocaron en el establecimiento de la municipalidad.

    El establecimiento oficial de la aduana del Puerto de Salinas a principios del siglo 19, cuando España perdía todas sus colonias continentales, y permitía el comercio con Inglaterra y los Estados Unidos, propició el proceso de municipalización del barrio Las Salinas de Coamo, de igual manera que en el siglo 20, el puerto de la Central Aguirre fue factor importante en el progreso y desarrollo del municipio.

    La Cédula de Gracia abre las puertas del país a inmigrantes de otras latitudes. La mayoría de estos inmigrantes llegaron con destrezas y capitales, que los colocaban en ventaja sobre los habitantes de Las Salinas. Su creciente poder económico los colocó en posición de influir en las autoridades de Coamo, y de enfrentarse a ellas ante el gobierno central. También se constituyeron en la nueva casta de hacendados y mercaderes, que se beneficiaban del contrabando y de la explotación de las tierras. La repartición de terrenos baldíos, controlada por el alcalde de Coamo, fue un proceso basado en favoritismos, amiguismos y parentesco no exento de prácticas corruptas. Oportunos lazos matrimoniales y de negocios beneficiaron a los nuevos inmigrantes, que pronto accedieron, no solo a la repartición de terrenos, sino que pasaron también a ocupar puestos civiles y militares en el partido de Coamo.

    Los recién llegados contribuyeron al desarrollo de la economía de la región y se beneficiaron de los decretos, legalizando el comercio con países como Gran Bretaña y los Estados Unidos. Aportaron conocimientos, capitales y experiencias. Ayudaron a modernizar la agricultura y el comercio, y contribuyeron al desarrollo cultural de la región. Su mayor contribución fue la fundación de la corporación municipal. La fundación de la municipalidad daba a este grupo de hacendados el control sobre la repartición de tierras, la administración de la justicia, el cobro de tributos y el control sobre las milicias, entre otras cosas. Aunque la fundación de la municipalidad era parte de las gestiones para favorecer sus negocios mercantilistas y haciendas, estos inmigrantes concretizaron con la creación del municipio una identidad regional sureña que enriqueció la idiosincrasia puertorriqueña.

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    La creación del Municipio de Salinas confrontó dificultades económicas que causaron la interrupción del proceso en 1847. En 1840 se había nombrado un Capitán Poblador, según consta en documentos del Archivo General de Puerto Rico, fechados en marzo de dicho año. El nombramiento de un Capitán Poblador con atribuciones de alcalde e instrucciones para constituir la Junta de Vecinos supone que el barrio de Las Salinas fue declarado pueblo independiente de Coamo antes de marzo de 1840, quizás en los últimos meses de 1839. Una vez declarado pueblo y establecida la Junta de Vecinos el 22 de julio de 1841, al nuevo municipio le correspondía cumplir con todos los requisitos que mandaban las leyes españolas.Una prolongada sequía que se inició en 1840, puso en aprietos financieros a los estancieros y hacendados e impidió momentáneamente a la Junta de Vecinos cumplir con los requerimientos dispuestos en la creación de nuevos pueblos. En medio de la crisis solicitaron la posposición del proceso, según consta en el primer libro de actas de la Junta. El proceso fundacional continuó hasta julio de 1847, cuando una Real Orden, desconociendo el proceso fundacional, dispuso que el barrio de las Salinas se segregara de Coamo y se anexara a Guayama. Sin embargo, un grupo de 30 hacendados expresó su voluntad de restablecer el municipio y solicitó que se suspendiera la anexión a Guayama. Dicha solicitud fue concedida en 1850, y en 1851 se restableció el municipio. A partir de entonces, se consolidó su desarrollo en torno a las riquezas agropecuarias, a pesar de que en las décadas subsiguientes la economía de Puerto Rico se estancó debido a la falta de créditos, la escasez de mano de obra y el limitado acceso a mercados exteriores.

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    El dominio colonial español dejó grandes desigualdades sociales. Salinas no era la excepción en los problemas de acaparamiento de tierras, el encarecimiento de la posesión de esclavos, la imposición del régimen de la libreta, las enfermedades endémicas y la falta de instrucción. Incondicionales y liberales, miembros de las familias pudientes, libraban sus batallas políticas frente a una masa desposeída y condenada a la ignorancia.

    La invasión estadounidense del 1898 se consuma en Salinas el 30 de septiembre de ese año. Para algunos, este acontecimiento abrigaba una posibilidad y una esperanza de cambio; otros simplemente festejaban la derrota de los españoles y unos pocos sospecharon de las intenciones imperiales de los Estados Unidos. En realidad, para la mayoría de los salinenses, la primera mitad del siglo 20 significó más de lo mismo: pobreza, desnutrición, analfabetismo y enfermedad. Para los que ostentaban el poder económico previo a la invasión, representó la ruina y la virtual desaparición del panorama salinense. Casi todas las familias que durante la segunda mitad del Siglo 19 fueron las protagonistas de la creación del municipio y las propietarias de las riquezas, perdieron su preeminencia y finalmente muchos de ellos o sus descendientes emigraron de Salinas. No solo las medidas económicas implantada los estadounidenses menguaron su riqueza sino que también la base de su poder político se afectó cuando en 1902, una ley promovida por las autoridades de los Estados Unidos en Puerto Rico, suprimió el municipio de Salinas y lo anexo a Guayama hasta 1905.

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    Aunque la caña de azúcar era el principal cultivo de la región antes de la invasión estadounidense, fue durante la primera mitad del Siglo 20 que reinó la industria azucarera en Salinas. Se organizó un régimen agrícola caracterizado por la inversión de capitales extranjeros, la exportación de la ganancia, el latifundio y el monocultivo. En este periodo existieron en Salinas dos centrales azucareras: la Central Aguirre y la Central Caribe. En 1899, se organiza la Central Aguirre, que llegó a ser el segundo productor azucarero del país. El sistema de colonos puso a todos los propietarios de fincas a trabajar para la Central. Mientras tanto, ocurría un nuevo proceso de acaparamiento protagonizado principalmente por Manuel González y la Central Aguirre.

    Cientos de trabajadores de todas partes de Puerto Rico migraron a Salinas en busca de trabajo y en poco tiempo la población se triplicó. Los obreros de la caña se aglomeraron con sus familias en los alrededores de la Central, creando la barriada El Coquí y luego del huracán de 1928, la barriada San Felipe. Mientras, en el "company town" de la Central, se estableció el sistema segregacionista del sur de los Estados Unidos. Los puertorriqueños que podían vivir en el poblado corporativo, usualmente eran personas que rendían labores profesionales, trabajos diestros o servicios domésticos. En poco tiempo, una masa de trabajadores cambió por completo la fisonomía social y política de Salinas. Surgieron los movimientos obreros y se suscitaron huelgas y paros violentamente reprimidos, que convulsionaron la región y el país.

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    El auge de la industria azucarera le permitió al gobierno municipal de Salinas desarrollar infraestructuras y servicios, hasta entonces inexistentes. La construcción de un hospital en 1908 y el establecimiento de una escuela superior en 1925 se contaron entre las obras de mayor envergadura. En esa época, el casco urbano adquirió la fisonomía que aún conserva, donde se destacan, además del templo católico, una espaciosa plaza de recreo y una elegante casa alcaldía.

    En las dos primeras décadas del siglo 20, los hacendados dominaron la política en Salinas, a través del Partido Unionista. Mientras tanto, la Federación Libre de Trabajadores (FLT) predicaba los principios socialistas entre los obreros. Los grupos que constituían los empleados más cercanos a los dueños de las centrales y al gobierno federal, eran usualmente seguidores del Partido Republicano. El Partido Socialista cobró fuerza en Salinas en la década de 1930 y se constituyó en el grupo político mayoritario. Apoyada por esa mayoría, la contradictoria coalición doctrinaria entre socialistas y republicanos logró colocar en la dirección del municipio a los líderes locales de la Federación Libre de Trabajadores. Esa contradicción sembró la semilla de la decadencia de la FLT. Convertido en un sindicato empresarial, perdió la confianza de los trabajadores de la caña en la región sur. La semilla socialista sembrado por la FLT, posteriormente la aprovecha el Partido Popular Democrático con sus prédicas de justicia social. La mayoría de la población continuaba viviendo en la pobreza, sin techo propio, sin educación y en condiciones higiénicas deplorables,

    A partir de 1940, la historia de Salinas va de la mano de la modernización de Puerto Rico y del estancamiento económico de los sectores productivos de la región. A causa de la Segunda Guerra Mundial, una cuarta parte del territorio fue militarizado por los Estados Unidos. La expropiación de tierra para uso militar en los barrios Río Jueyes y Lapa, provocó la destrucción de una próspera actividad agropecuaria, el desplazamiento masivo de población y la pérdida de fuentes de trabajo. Parte de la población desplazada fue reubicada en comunidades creadas mediante el programa de repartición de parcelas. La tenencia de una parcela, ideada para fomentar la subsistencia con apego a la agricultura, degeneró en almacenes de trabajadores desempleados cuyas opciones, además de la zafra, eran acogerse a los programas de bienestar público o emigrar temporera o permanentemente a los Estados Unidos. La decadencia de la industria azucarera en Puerto Rico se agudizo en la década de 1960. El cierre de la Central Aguirre en 1990 fue otro duro golpe para la maltrecha economía de Salinas.

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    Con la modernización del país, se implantaron en Salinas programas y adelantos tecnológicos que favorecieron a muchas familias: los servicios de agua y luz para todos los hogares, el acceso a una vivienda, las iniciativas cooperativistas, el empleo manufacturero, la masificación de la educación pública y el acceso a un amplio sistema de salud pública.

    Las décadas subsiguientes de la historia de Salinas repiten la perenne lucha entre el enajenamiento y la esperanza. Para un pueblo con altos índices de desempleo y calificado entre los primeros diez municipios de mayor pobreza, recurrir a los programas de bienestar social es inevitable. El establecimiento del Programa de Asistencia Nutricional, los programas de empleo temporero y la compensación por desempleo, han sido parchos para paliar la situación económica personal y asegurar la alimentación de muchas familias

    Dentro de ese panorama social la cultura de la dependencia improductiva, el crimen y la corrupción se entronizan. Esos males sociales actúan como medio de subsistencia para algunos pobres y como medio de enriquecimiento para sectores de las clases altas de la sociedad. Se repite así la convivencia histórica de lo lícito y lo ilícito del pasado.

    Los adelantos tecnológicos y el consumismo irracional desmedido, tienen también presencia en la sociedad pueblerina. Hoy en día la infraestructura relacionada con las tecnologías de las telecomunicaciones cubre todo el territorio municipal.

    Los sectores económicos siguen siendo principalmente ausentistas y la producción agropecuaria vive un letargo de incertidumbres que la presencia de los semilleros transgénicos parecen agravar. La economía subterránea, lícita e ilícita, los retos a las reglamentaciones gubernamentales, los abusos contra el ambiente, la inmigración y el crimen son factores comunes a todo el país, presentes en el devenir pueblerino.

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    Como ocurre en todo Puerto Rico, la adicción a drogas corroe una parte de la sociedad y el narcotráfico es un nuevo contrabando con una estela de víctimas que alimenta la insensibilidad por la vida de mucha gente. Por otra parte, los delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente enfrentan a los ciudadanos con las autoridades. Éstos tienen muchos nombres: substancias tóxicas que causan enfermedades, cenizas que dañan los suelos y las aguas, salinización de los acuíferos, erosión costera y urbanización de tierras de cultivo.

    A todo eso se le añade una corporación municipal crónicamente endeudada, que en las pasadas décadas, a duras penas actúa como un mero proveedor de empleos públicos, cuya efectividad en el desarrollo del municipio y de la región es casi ninguna. Baste mencionar el cómplice silencio de los alcaldes respecto a las acciones que malograron el proyecto del Puerto de las Américas, de beneficio para toda la región sur.

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    Los retos que en la jornada cotidiana experimentan los habitantes de Salinas no siempre encuentran a un pueblo durmiendo el sueño de los justos. El desafío y la creatividad también se manifiestan en su historia. A las luchas sindicales de antaño le suceden combatientes movimientos ambientales y comunitarios como seña de un pueblo que, dentro de las más desiguales circunstancias de poder, defiende sus derechos y enriquece su personalidad colectiva. A los pocos salinenses con estudios universitarios que había antes de la década de 1960, le sucede una nueva cosecha de universitarios entusiastas, que de una y otra manera, en Salinas o desde afuera de sus fronteras, aportan al mejoramiento general de las condiciones sociales del municipio.

    En los primeros años de la década del 1970, en medio de una nueva oleada de persecución política en Puerto Rico ejemplificada por los sucesos del Cerro Maravilla, la vida cívica y política en Salinas mostró signos de cambio. La juventud salinense de entonces optó por rescatar su historia, plasmando los símbolos más representativos de su identidad colectiva en unos emblemas municipales. El 20 de julio de 1974 quedaron inaugurados el escudo, la bandera y el himno del municipio, en ocasión del 133 aniversario sus fundación. A partir de entonces, el vínculo emocional con la salinensidad encuentra expresión colectiva, enarbolando la bandera verde de los montículos de sal y cantando festivamente el himno municipal.

    En 1988, después de cuatro décadas de dominio del Partido Popular Democrático en la política local, un descendiente de las familias de hacendados de finales del siglo 19, de ideología anexionista logró aglutinar el descontento, en las filas de dicho partido y convertirse en alcalde. Desde entonces la alternancia en el poder prevalece en la política salinense sin resultados significativos. Como parte de ese ciclo de alternancia política, en las elecciones de 2012, resultó electa la segunda mujer que ha ocupado la poltrona municipal en los 172 años de historia municipal de Salinas.

    La presencia de salinenses en todas las facetas de la vida nacional crece. Se les puede encontrar en las profesiones, los deportes, la música y en las artes. Un ejemplo reciente lo constituye un grupo de escritores locales que hallaron en las redes sociales un medio de expresión donde compartir sus textos y crecer en el arte de la escritura. El resultado ha sido la publicación de más de una docena de libros que resaltan el cultivo del microrrelato; ese intrincado género de pocas palabras que exige la imaginación del lector para construir el desenlace.

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    Recorrido un trecho de más de 300 años, los actores de la historia de Salinas reciclan vivencias y circunstancias en viejos y nuevos escenarios. Los salinenses no son los mismos de hace 100, 200 ni 300 años, pero los hilos conductores de la genética, de la familia, del trabajo y de la historia vinculan inexorablemente a la gente que comparte un espacio geográfico, porque los lugares por muchas razones, se adueñan de los seres humanos.

    El devenir histórico no se detiene y por supuesto, tampoco es 100% predecible. Corresponde a los salinense de hoy iniciar la historia del Siglo 21. El principal ingrediente es un pueblo que confía en sí mismo. Un pueblo del que surjan líderes capaces de entender las circunstancias y sus retos, con voluntad para formular estrategias concretas, llevarlas a cabo y obtener los resultados esperados. Sobre todo comprometidos con fortalecer el apego emocional de los salinenses con Salinas como vehículo para alcanzar metas colectivas. El conocimiento histórico contribuye a reforzar el sentido de pertenencia de los seres humanos.

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    Luego de 172 años de fundado, el municipio Salinas es un tesoro de la historia municipal puertorriqueña sin explorar. En la justa perspectiva de lo que representa la historia local en la historia nacional, cualquier corporación municipal, por pequeña y joven que sea, tiene algo que aportar. Quizás en las páginas de la historia de Salinas, los historiadores nacionales no encuentren hazañas trascendentales dignas de destacar. Pero seguramente hallarán materia prima para explicar con mayor certeza, los contextos en que se producen los acontecimientos nacionales.

    La invitación a los nuevos historiadores es a explorar los documentos municipales, los protocolos legales, los registros de la propiedad, los libros parroquiales, los registros demográficos, los expedientes de negocios y los libros de novedades de la policía, entre otros. Qué mejor lugar que Salinas para construir el perfil y rehacer la historia de los trabajadores de la caña durante el siglo 20, para explorar el impacto del militarismo despues de la Segunda Guerra Mundial o para prosopografíar la vida de los parceleros y trabajadores migrantes de las décadas de 1940 y 1950. En el pasado que encierran esos documentos se pueden hallar respuestas para entender el presente y orientar el porvenir.

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    © srs, 2013

     

     

    Autor:

    Sergio A. Rodríguez Sosa

    Blog Colectivo Encuentro Al Sur

    Salinas, Puerto Rico

    2013