- Prefacio
- Introducción
- Marco histórico
- Los hechos
- Exploración histórica
- Entonces, ¿quién?
- ¿Hubo un responsable de la muerte de Jesús?
- ¿El pueblo?
- ¿Jesús?
- Epílogo
- Resumen esquemático
- Colofón
Michelangelo da Caravaggio
El Prendimiento de Cristo, 1610
PREFACIO
Si Poncio Pilatos no se lavó las manos ante Jesús, entonces Judas sí es culpable.
Este ensayo, en términos sucintos y sin pretensiones eruditas, intenta reconstruir un escenario, quizás, verosímil, a partir de un hecho que nunca ha sido descalificado como histórico: el lavatorio de las manos de Pilatos.
Judas, respecto de sus condiscípulos, no es comparable sino antes de la muerte de Jesús, y es en este contexto histórico donde se revela su verdadera estatura.
¿Verdadero o falso? Traslado la respuesta a la consciencia de los lectores, a la perspicacia de los expertos y a la suspicacia de quienes lo quieren condenar.
(Discurso de lanzamiento)
"El ensayo aborda este antiguo tema desde la óptica política y jurídica. No pretende defender una idea religiosa, porque el caso "Judas" en su momento histórico no fue un conflicto religioso sino típicamente político, y si bien menciona la resurrección de Jesús, paradoja estrechamente vinculada y coherente con este drama histórico, bien podría, si el lector lo estima conveniente, sustraerlo y no cambiaría en nada la dinámica histórica y la responsabilidad de los actores.
Es decir, hay que prestarle especial atención a los hechos históricos conocidos, pues ellos, por sí mismos, bastan para sustentar el planteamiento básico: la total inocencia de Judas en este drama histórico, incluyendo, como una primicia, la de su propio suicidio.
Los elementos básicos históricos que discute se asumen como suficientemente conocidos por el público, y desde su título es polémico, porque JUDAS ha sido históricamente sinónimo de CULPABLE, TRAIDOR, y no combina en absoluto con ¡INOCENTE¡ Pero este ensayo está destinado a demostrar la veracidad de su título
Para la portada del ensayo busqué en los medios electrónicos una imagen de Judas, y todas muestran, incluyendo la última cena de Leonardo
Da Vinci, la imagen de un personaje perverso. Pintan, no al hombre, sino al traidor.
Por entonces, revisando el internet, me llamó la atención una noticia de la reciente recuperación de un cuadro robado en Odesa, Ucrania, y tal cuadro resultó ser "El prendimiento de Cristo" de Caravaggio, hermosísimo y vigoroso claroscuro, de una brazada de extensión, que muestra la lucha de la entrega de Jesús a los romanos, y a un Judas de rostro maduro, franco y quizás con alguna angustia en los pliegues de su frente, imagen que ya no la quería en la portada sino como animación de los capítulos.
Como debí ampliar algunos segmentos del cuadro para cada capítulo, de suerte observé cierto detalle pictórico que me decepcionó sobre la calificación que el pintor hizo de Judas. Hasta ese momento había pensado que el cuadro de Caravaggio era la excepción, pero no. Ante él, Judas también era perversamente culpable.
Este detalle pictórico me sirvió como temática final del ensayo, convertida en acertijo para el lector. 1
Si bien, por su extensión técnicamente no es un libro, pero su temática sí es gorda. Y es gorda por una afortunada coincidencia: hace pocos días el Papa, en su libro, "Jesús de Nazaret, Segunda Parte", reafirma lo que ha oído desde su infancia sobre los judíos y sobre Judas: culpables de la muerte de Jesús.
De los judíos dice que no fueron todos sino la conspiración de unos pocos, y de Judas reafirma, con crudeza escalofriante, su culpa demoníaca.
Este ensayo pretende demostrar, confío en que así lo entienda el lector, que tal afirmación no coincide con la dinámica de los hechos históricos.
De la última persona de quien esperaría ver a Judas culpable, es del mismo Papa, no porque el Papa deba decir que no lo fue, al igual que de los judíos, pues la Iglesia católica que representa, los ha inculpado históricamente, sino porque, habiendo el Papa estudiado el caso para su libro, no cambió de criterio, no obstante la evidencia histórica.
Es cuestión de colocar los eventos y los personajes, no en el tablero del mito o del dogma, sino en el tablero de la historia.
¿Cuál es el argumento central del ensayo que exonera a Judas? Tan simple como conocidísimo: obsérvese la contraportada…. Pero el Papa hace caso omiso de tan importante hecho histórico… hay allí, a ojos vista, una incongruencia manifiesta, de bulto: de una parte la inculpación a
Judas de la muerte de Jesús, y de otra parte la declaratoria de inocencia en la sentencia de Pilatos, promovida por Judas.
¿Y qué exonera al pueblo, a todos, incluyendo a los pocos que no exonera el Papa? Una evidencia tan sorprendente como histórica: la corona de espinas y el epitafio INRI, dramáticos símbolos de la más genuina decepción patriótica de un pueblo que legítimamente esperaba la liberación del más brutal de los imperios. Y el Papa también hace caso omiso de tan importantes y elocuentes elementos históricos.
El ensayo lanza una opinión sobre este tema en el sentido que la doctrina oficial sobre Judas debe revisarse, para que el hecho religioso sea congruente con el hecho histórico, en ese orden. No como dice el poeta Guillermo Valencia Castillo, padre del presidente: sacrificar un mundo para pulir un verso".
INTRODUCCIÓN
La historia asignó a Judas el papel del hombre que traicionó y vendió a Jesús por unas monedas a los romanos en el huerto de los olivos, y arrepentido, se ahorcó.
Pero, ¿en qué consistió su arrepentimiento?
Si Judas quiso realmente entregar a Jesús a los romanos para que lo procesaran y ejecutaran, ¿cómo fue posible que después, muy poco tiempo después, se ahorcara, si precisamente esto era lo que deseaba?
Como es dudoso que Judas se ahorcara por esta razón en tan corto lapso, exploremos cómo el suicidio obedecería a otra causa muy diferente, la que menos temía, y por esto su fatal determinación.
El arrepentimiento, entendido como el rechazo a determinados resultados, surge del juicio de valor de ciertos efectos deseados o no deseados (juicio de valor no siempre de índole moral).
El primer caso corresponde al arrepentimiento de un hecho intencional o doloso y su procesamiento mental requiere tiempo pues parte de la premeditación.
El segundo caso, quizá la mayoría de las veces, corresponde al arrepentimiento de efectos que el actor no sospechaba que pudieran ocurrir, pero que los motivó y el impacto psicológico, como el caso que nos ocupa, es inmediato.
Esto, en asuntos legales, se llama preterintención, y acá la ley es benigna.
El estigma hist6rico que ha cargado Judas es haber sido traidor, un hecho en sf mismo intencional, simbolizado por "el beso de Judas".
Pero Ia historia ha podido ser muy injusta con Judas, porque el pudo haber reaccionado a un hecho muy diferente a ser traidor, ni siquiera, preterintencionalmente traidor.
MARCO HISTÓRICO
Pongamos las cosas en este escenario:
Primero. Ante la ley romana, Jesús era sospechoso de delito político porque se decía, quería destronar al rey, pero no había pruebas, más que las circunstanciales, entre ellas, cierto rumor popular…
Sus discípulos sabrían, con sobradísima razón, que de todo era Jesús, menos delincuente político.
Unos más que otros comprenderían su política (y quizás más Judas que los demás): "mi reino no es de este mundo". La historia lo respalda. En ningún momento Jesús tomó o incitó a tomar espada alguna para destronar al gobernante no obstante esta era su función popularmente esperada en cuanto „mesías? 2, pues levantarse contra el imperio era algo que sólo necesitaba la señal de un líder popular, y Jesús lo era.
Segundo. La ley romana se ejercía durante el periodo de paz impuesto férreamente por el imperio a los pueblos por él sometidos (la "pax romana"), y no toleraría ninguna revuelta popular, la que abatía implacablemente con muerte de cruz, y por esto actuaba con sigilo, en particular, no tomaría delincuentes políticos sin pruebas, precisamente para no generar revueltas populares.
Tercero. El imperio no iría a molestarse, según él, en resolver una trasgresión menor o de asunto religioso como el promovido por Caifás contra las "blasfemias" de Jesús, bien sea porque afirmaba que era Dios, por echar a los mercaderes del templo en un día sagrado u otras razones similares.
Es sabido que el imperio romano profesaba el politeísmo, y en consecuencia era muy tolerante con las creencias religiosas, mas no con los temas políticos, del resorte exclusivo del emperador.
Los delitos religiosos los dejaba para las autoridades locales, situación esta en la que nunca se llegaba a la pena de muerte, prerrogativa del imperio.
Pero un caso de presunto delito político contra el imperio, en un sindicado no romano, como lo era Jesús, era un asunto en la cuerda floja entre la ley local y la del imperio.
En resumen, Caifás, buscando el apoyo del imperio, quería procesar a Jesús bien sea con pruebas (que nunca las obtendría, porque el delito no existió), o bien sea por sindicación de un tercero 3.
LOS HECHOS
Ahora bien, si Jesús no quería promover su juzgamiento, no lo impidió, más aún, llevó las cosas al extremo de un juicio, pero Él no se iba a entregar a la autoridad por sí mismo, puesto que no se podía „autosindicar? de delincuente político, simplemente, porque no lo era.
De haberlo hecho (y valor no le faltaba), automáticamente se convertía en delincuente político (equivale a lo que se denomina, en términos jurídicos, „confesión de parte?) y otra sería la historia.
También predijo su entrega, pero resulta muy difícil aceptar que simple y llanamente le pidiese, sutil o directamente a un discípulo suyo, a Judas, que lo "traicionara".
En este caso, Jesús mismo sería el autor intelectual de tal desafuero, a más que la "traición" no existiría, pues Judas habría sido fiel a ese pedido.
En otras palabras, Judas no se sintió aludido. ¿Seré yo, Maestro?, fue un rumor general en el grupo 4.
Además téngase en cuenta que Jesús no hacía vida clandestina. Actuó delante de todo el mundo. Incluso, en el huerto de los olivos, lugar de los hechos, no se encontraba oculto a los ojos de nadie, ni del imperio.
Jesús era un hombre público y valiente, y no podría afirmarse que la autoridad romana no sabía de su paradero. Y menos los „sabuesos? de Caifás.
Bajo esta óptica, Judas no pudo "traicionar" a Jesús, delatando su paradero ante los soldados.
Hay un punto históricamente muy importante que debe ser tenido en cuenta para juzgar a Judas.
El ambiente entre los discípulos debió ser muy estresante, pues temían en exceso al imperio romano y sabían de la gravedad de las consecuencias en el señalamiento a Jesús como delincuente político (aplicación de la "pax romana"), tema que sin duda alguna les debió generar acalorados debates, pues dado su papel como jefe del grupo, también los involucraba directamente a ellos mismos, y salvo que huyeran, lo que pudo ocurrir fácilmente en cualquier momento, las cosas iban a terminar forzosamente en un juicio (En este crispado contexto se dio la reiterada negación del vínculo de Pedro con Jesús antes que cantara el gallo).
De este ambiente psicológicamente muy tenso y de amenaza directa a la vida de todos, surgió un personaje que no podría calificarse de otra manera sino como el que más creía, no sólo en la entereza personal de Jesús como líder, sino también, lo más importante, en su inocencia: Judas.
Con la firme convicción que sería absuelto, y a través de Él, también a todo el grupo (y al mismo Judas), y demostrando una confianza en su Maestro muy por encima de la de sus condiscípulos, tomó la decisión, de una vez por todas, de enfrentarlo ante el imperio.
La suerte estaba echada…
…Jesús, al comparecer ante su juez, fue desafiado en tan aterradora circunstancia con una pregunta nada fácil de contestar:
¿"Eres el rey de los judíos"?
Jesús, mirándolo fijamente a los ojos, comprendería que si contestaba afirmativamente, crearía una indeseable confrontación con Pilatos de la cual no saldría bien librado, o por el contrario, si contestaba negativamente, crearía una confrontación, aun más indeseable, consigo mismo.
Así que, con sangre de Salomón, tomó la pregunta y acentuando cada palabra, la devolvió a los labios de su interrogador:
"Tú lo dices".
Tal respuesta debió sorprender gratamente a Pilatos. Si no un rey, sí un señor dueño de sí mismo, pudo pensar.
Ante la perspectiva de una horrible pena de muerte, lo menos que se puede esperar del acusado sería la negación del delito con emotivo desespero, o en su defecto, la aceptación con una buena dosis de alevosía patriótica, y no una actitud serena.
Esto satisfizo a Pilatos y al no ver ningún grado de peligrosidad en el acusado y tal vez con reservada admiración, lo cierto fue que abrevió el interrogatorio e impidió que fuese calificado como delincuente político, restituyendo, luego de angustiosos momentos, la respiración a Judas y produciendo en él, sin duda, gran alborozo…
…y su juicio fue lúcido y certero: la voz del imperio, Pilatos, lo absolvió, más allá de toda duda, lavándose las manos.
Judas tuvo la razón, y pleno de júbilo debió sentir lo que denominamos, „borrón y cuenta nueva?, y, ahora sí, supondría, continuar la prédica sin mayores obstáculos.
Pero los acontecimientos subsiguientes, fuera de su previsión, lo desbordaron y, devastado, fue a su muerte.
EXPLORACIÓN HISTÓRICA
Tal vez la mayor injusticia cometida contra Judas consistió en desvincularlo de un hecho histórico de la mayor importancia: la absolución de Pilatos. Hecho muy importante porque esto marca la diferencia en el cargo que se le imputa.
Atribuir a Judas la muerte de Jesús es un franco desconocimiento de este hecho, hecho histórico que por sí mismo niega a Judas la causa de la muerte de Jesús y también niega la "traición", asociada históricamente a la misma causa.
Pretender que Judas, conociendo de cerca a Jesús, no pensó en esta eventualidad, que sí ocurrió, y que su pensamiento se centró en su condena legal, que no ocurrió, no puede ser sino prejuzgamiento, para no darle otros calificativos.
Como es claro que allí se presentaron dos hechos jurídicamente antagónicos sin ninguna conexidad procesal: el primero, un juicio y una absolución legal, promovida por Judas, el segundo, una condena injusta promovida por el pueblo, lejos de la voluntad y previsión de Judas, entonces, pretender que Judas „previó? la injusta condena, no por Pilatos, en quien la ecuanimidad no era una de sus virtudes reconocidas, sino por el pueblo, entre los cuales no pocos seguidores de Jesús, no puede ser más desatinado. ¿Cómo podría adjudicarse a Judas alguna responsabilidad por la condena lograda por el pueblo, teniendo presente la absolución lograda por él?
La condena por el pueblo superaría cualquier previsión, dado que la absolución de Jesús por la autoridad imperial, debió poner punto final a ese episodio liberando al acusado. ¿Temía Pilatos alguna revuelta popular, no por el pueblo en sí, a quien le tenía sin cuidado, sino por la presencia del superior jerárquico, Herodes?
Un error político adjudicado a Pilatos consistió en no hacer respetar su propia decisión judicial dispersando al pueblo amotinado con alguna escuadra de soldados, para liberar al acusado; probablemente no deseó generar una trifulca popular que derivara en comentarios adversos de su gestión, ante Herodes, habida cuenta la hipocresía y adulación reinantes en la élite dirigente del imperio.
Si así fuere, la ocasional presencia de Herodes en Jerusalén fue la „jugada magistral?, pues de contar sólo con Pilatos, la suerte del proyecto de Jesús pudo frustrarse totalmente, bien sea si lo condena para amedren-
tar y escarmentar al pueblo aprovechando esta oportunidad que se le servía en bandeja de plata, o, por el contrario, si lo libera. No tenía más opciones.
Pero, tal vez para congraciarse con Herodes y acomodándose a la conveniencia política del momento, lo que ocurrió sorprende la razón más allá de cualquier previsión: ¡¡No lo condenó y no lo liberó!!
A título de conjetura hipotética, puede mencionarse que la presencia de Herodes en esos momentos en Jerusalén, no obstante ser igualmente temido por el pueblo, fue „providencial? en beneficio del plan de Judas, puesto que por su presencia, Pilatos pudo „inhibirse? de condenar a un acusado que no aportaba mayores pruebas de delito, y dejar que sea Herodes quien tome la decisión 5 (dada su jurisdicción sobre Galilea, patria de Jesús); a su vez, Herodes prefirió que sea Pilatos, quien tome tal decisión, y ambas „inhibiciones? se sumaron para el veredicto final: inocente.
Pilatos aportaba a Judas una pequeña rendija, rendija que fue ampliada inesperadamente por Herodes. Esto entregó el éxito a Judas. Pero, aun más inesperado, el éxito le sería arrebatado de repente, irónicamente, motivado por la misma presencia de Herodes.
Y, vale decirlo, ver a Judas como traidor de su Maestro, habla mal de Jesús mismo, quien no habría sido capaz de evaluar la intención de su discípulo, por no reiterar que si Jesús lo señaló como su "traidor", eso lo exonera (y dicho sea de paso, ¿se hubiera quitado la vida Judas si Jesús le ordenase o le insinuase directamente "traicionarlo" o "entregarlo"? Es dudoso. Porque Judas habría identificado rápidamente a Jesús como el causante de esa debacle. Solamente si Judas tomó por sí mismo esa decisión se comprendería, psicodinámicamente, su fatal y drástica determinación 6), o, peor aún, pretender que Jesús quiso condenar a su discípulo, es un monumental disparate, y de remate, presentar los hechos como un Judas que, investido de traidor, propició alevemente la muerte de Jesús, es una monstruosidad histórica sobre alguien que nunca pudo defenderse.
Es claro que Judas motivado por la firme convicción de la inocencia de Jesús, lejos de querer traicionarlo, actuó, contrario a la afirmación histórica, en defensa, no sólo de Jesús mismo, sino en la del grupo (y de su propio pellejo), pues, no se puede pensar de otra manera, ese resultado, de vida o muerte, lo necesitaba Judas de inmediato.
¿Acaso no es obvio que si Jesús hubiese sido condenado por Pilatos, todos sus discípulos, incluido Judas, hubiesen sido reos de muerte de cruz? ¿Y si Judas hubiese optado por no "traicionar" a Jesús, el solo rumor popular no los hubiese condenado a la misma suerte más temprano que tarde? ¿Tenía otra alternativa? Huir. Pero Jesús, tal vez a pesar de la presión de Judas, no lo hizo.
Así pues, era su última carta, la jugó y ganó…
Judas cargó con una decisión crucial: Entregar o no entregar a Jesús. En la que tomó, tuvo éxito, éxito que se desplomó pronta y aparatosamente en su espíritu.
Si no lo hubiese entregado el resultado hubiera sido, muy seguramente, aun más catastrófico pues los acusadores de Jesús estaban dentro del pueblo que lo condenó.
Vale la pena detenerse un momento sobre este particular: La historia muestra la ejecución de Jesús especialmente cruenta y es claro que no estaban infligiendo castigo a un delincuente ni a alguien sobre quien exista reclamo de haber hecho algún daño. Tampoco surgió su condena por razones religiosas.
Dado como un hecho histórico el que Jesús fue condenado a los romanos por el pueblo en su calidad de inocente prefiriéndolo sobre un criminal, Barrabás, tal decisión revela con toda claridad la gran animadversión popular sobre Jesús, animadversión que no debió surgir espontáneamente en el momento del juicio público, sino incubada de tiempo atrás en la profunda y genuina decepción de cierta corriente popular que veía en su "mesías", el "mesías libertador", la inútil pretensión de liberarlos del yugo imperial sin tomar las armas, profunda decepción reflejada vívidamente en la parodia de la corona de espinas y la burla del epitafio "INRI" -Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos-, animadversión popular que, con toda seguridad, no le fue ajena a los discípulos (si no, por qué el acobardamiento de Pedro).
Es muy probable, entonces, que Judas calculara bien el riesgo de la muerte de Jesús a manos del populacho. No se olvide que el Sanedrín o consejo supremo judío, instigó su muerte 7, eventualidad esta que marchaba inexorable y ostensiblemente.
Si Judas deseaba realmente la muerte de Jesús, ¡esta era su oportunidad de oro…sin mover un dedo…! ¿Por qué habría de elegir un tortuoso camino legal, si la tenía a la mano?
Como fuere, lo que se observa en este escenario es que Judas, animado con el deseo de salvarlo y temiendo lo peor, anticipó la entrega de Jesús por sí mismo.
Así que este temor bien pudo ser el detonante que lo precipitó a la acción, dirigida a desvirtuar ante Pilatos al Sanedrín, demostrando que el propósito de Jesús no se encaminaba a la usurpación del poder, y así los dejaran en paz.
Si pudiésemos ver los hechos desde la óptica de Judas, teniendo presente que Jesús no fue condenado por aquellos dos temidos y poderosos personajes, Herodes y Pilatos, veríamos en la decisión del pueblo una increíble y colosal injusticia ¿Qué pudo sentir Judas? Sin duda un horror pasmoso 8.
Si la entrega le llevó a una tragedia, y no hacerlo le deparaba otra peor, ¿dónde cabe, entonces, el arrepentimiento de Judas? Dejo al lector la respuesta.
De no haberse dado la absolución de Pilatos, la muerte de Jesús (a más de la obvia responsabilidad de Judas), obedecería a causas muy diferentes a la de su proyecto cual era entregarse en sacrificio como víctima inocente y no como víctima culpable, caso este que desvirtuaría totalmente la fuerza moral de su acto salvador, cosa que Judas seguramente desconocía, y muy probablemente todos los demás en esos momentos (no se olvide que Judas no sobrevivió a los acontecimientos ulteriores a la muerte de Jesús, cuando ocurrieron hechos que despejaron muchas dudas).
Por esto, provocar la condena de Jesús como "víctima inocente" no podría ser en esos instantes, en mente de Judas, sino un completo absurdo, y aún más lo contrario, como „víctima culpable?, pues traicionarlo en tales circunstancias no podría estar en su pensamiento por simple instinto de conservación, pues es apenas lógico pensar que Judas no abrigaría ninguna esperanza de piadoso indulto sobre sí de parte de un tirano como Pilatos, manchadas sus manos con muchas crucifixiones, donde una más sobre un subyugado del imperio, confeso de pertenecer a un grupo que conspiraba contra su gobierno y cargando, esta vez sí, el estigma de traidor, sería cosa de rutina.
No se arrepentiría de la traición, sino de la torpeza 9.
ENTONCES, ¿QUIÉN?
Ahora surge esta pregunta en los lectores: ¿Si no fue Judas, entonces quién?
Dado que estamos acostumbrados a tener a Judas como el arquetipo del "traidor" bíblico, sustraerlo súbitamente de este papel no se acepta fácilmente, pues crea un vacío histórico que impide explicar, de alguna manera, los acontecimientos de la muerte de Jesús.
De la narración bíblica surge un hecho tan importante como paradójico que no debe perderse de vista: El propósito principal de Jesús era ofrecerse en sacrificio para resucitar, por tanto quien se opusiera a este proyecto, sería el traidor.
Si damos a Judas el papel de propiciar su muerte entregándolo para su juzgamiento y condena, estaría, consciente o inconscientemente, a favor de la intención de Jesús y en consecuencia no podría por esto ser acusado de "traidor". Ésta es la paradoja.
Además si tenemos como premisa el hecho por el cual Jesús ni „asignó a Judas este papel, eximiéndolo por esto de responsabilidad y en consecuencia ni lo tendría en mente como responsable de la "traición", entonces Jesús, durante la última cena, tendría claro quién era el verdadero traidor, traidor que, según el texto bíblico, se encontraba presente en ese momento en el recinto cuando dijo: "hazlo pronto".
Quien realmente quería oponerse al proyecto de Jesús, debía saber muy bien de qué se trataba, y no podría ser otro sino el mismísimo demonio.
Así que, lógico es pensar, éste se valió de la buena fe de Judas para que (casi) impidiera su muerte, pero como no lo logró (pues finalmente Jesús fue injustamente condenado por el pueblo, no obstante ser declarado inocente por la máxima autoridad), confundiendo su espíritu, tomó, en venganza, su vida.
Esto concuerda coherentemente con el texto bíblico que afirma que Judas actuó movido por el demonio. Tal cosa no se podría negar si se acepta que impedir la muerte de Jesús trastornaría totalmente su plan salvador.
Pero, razón de más, esto coloca a Judas lejos de la traición, si la hemos de entender como causal de la muerte de Jesús, pues, así las cosas, se subentiende que el demonio condujo a Judas por el „buen camino? en busca del peor de los resultados: su liberación.
Y de paso descarta la teoría por la cual Judas causó la muerte de Jesús con el propósito de permitir su obra salvadora (el absurdo de una traición heroica), simplemente porque esto desconoce la absolución de Pilatos y además porque en esos momentos Judas (ni sus condiscípulos) no sospechaba el curso de los acontecimientos que estaba en mente de Jesús.
Pero, ¿movido por el demonio? Está fuera de toda discusión el que los demás discípulos no querían la muerte de Jesús (de lo contrario la semblanza de Judas esbozada por los textos de referencia sería diferente).
Si Judas deseaba salvar de la muerte a Jesús, y fue el único que actuó en ese sentido en circunstancias tan dramáticas, donde huir era una reacción natural (no es de extrañar que algunos discípulos lo hicieron), ¿quién era Judas entonces? Hay una buena respuesta: era el mejor amigo de Jesús 10. Y aquí radicaba precisamente el peligro para su plan salvador, y allí, precisamente, la oportunidad del demonio.
En estricta lógica (si la lógica cabe en estos temas), ¿se requería la „acción? del demonio? De Judas, la sincera amistad con Jesús era lo único que necesitaría para lograr su perverso propósito: impedir la obra salvadora de Jesús, evitando su muerte.
Así que, „vigilante, acompañaría a Judas en su provecho, cual instrumento de su "traición" 11.
Uno, quiere salvar la vida de su amigo. Otro, quiere salvar la vida de su enemigo.
Pero los acontecimientos subsiguientes lo sacarían de la escena con el rabo entre las piernas, no sin antes pasar injusta cuenta de cobro…
Y hay quienes se devanan los sesos tratando de explicar de cómo un discípulo de Jesús pudo cometer tan horrible pecado.
La explicación es mucho más simple: no hubo tal pecado. En las situaciones de estrés colectivo, surgen los líderes naturales, aquellas personas que orientan los requerimientos comunes.
Si Judas no era un líder previamente a estos acontecimientos altamente estresantes en el grupo, donde, sin duda alguna estaba en juego la vida de todos y cada uno de ellos, en ese momento lo fue, y su decisión selló el destino de todos en la dirección correcta: intentó salvar a Jesús y, exonerado Jesús, salvó la vida de sus condiscípulos.
Su gran tragedia no fue el suicidio; fue no haber sobrevivido lo suficiente para darse cuenta de la verdadera dimensión de su acto.
Se comprende que el verdadero "traidor" no fue Judas, convertido sí, en "chivo expiatorio" de la muerte de Jesús.
Por esto a Judas la historia le debe una explicación: "traicionar" y "entregar" son muy diferentes, pues Judas pudo ser "traidor" ante muchos, pero no ante Jesús, quien sabría con exactitud lo que estaba ocurriendo.
Desde luego que no es posible, científicamente hablando, inculpar de "traición" al Demonio.
Pero así como ha hecho curso en los medios criminalísticos el estudio del „modus operandi? para orientar las investigaciones que lleven a los autores del crimen, también ha hecho curso el estudio del „perfil psicológico? con el mismo fin.
En este sentido, y por vía de exclusión, los hechos bíblicos pueden abrir una rendija que permita ver de una manera más benévola al pobre Judas 12 a más que pedir misericordia por su alma.
(Aparte publicado en "generaccion.com")
¿HUBO UN RESPONSABLE DE LA MUERTE DE JESÚS?
Observemos detenidamente la actuación de los diversos personajes:
¿Herodes? Obviamente no lo es, puesto que no lo condenó.
¿Pilatos? Tampoco. Su acto histórico fue lavarse las manos ante la inocencia de Jesús. Ciertamente cedió ante la presión del pueblo (muy probablemente por la razón política ya expuesta), pero es claro que no estaba interesado en la muerte de Jesús puesto que fue su iniciativa proponer al pueblo que optase por Barrabás (acorde a la costumbre de la época, soltar a un criminal en fiestas de pascuas). Atribuir a Pilatos la muerte de Jesús, supone que Jesús sería condenado por instigar contra el Imperio. Según esto, la conducta de su Iglesia sería la de una secta de conspiradores…
¿Caifás? Él deseaba la muerte de Jesús pero sólo si hubiese sido condenado por Pilatos, su coparticipación intelectual sería evidente. Pero como las cosas ocurrieron de otra manera, redujo su participación a una vinculación circunstancial. ¿Una conspiración propiciada por él con apoyo popular-o de Barrabás-? Muy difícil de creerlo (si no imposible) pues la inopinada y sorprendente decisión imperial de Pilatos (entregarlo a los soldados no obstante haberlo absuelto), no cabría preverlo como elemento conspirativo.
¿Judas? El resultado del proceso judicial que instauró, condujo al veredicto de inocencia. Hasta aquí su responsabilidad. No es posible atribuirle la acción condenatoria del pueblo, porque Jesús, una vez exonerado de culpa, debió ser liberado. Y menos, inculpar a Judas de este error político de Pilatos.
¿EL PUEBLO?
En una organización social-económica-política y religiosa compleja, agravada por la ocupación romana en medio de una agitada festividad política (efemérides de la liberación del yugo egipcio, la pascua judía), las ideas de Jesús originaron amores y odios enfrentados y en este sentido es posible entrever dos grandes facciones: entre las minorías poderosas, pocos le seguían, y entre las grandes masas, muchos le seguían. Esto generó dos fuerzas combinadas: entre los primeros, algunos querían su muerte por atacar el status quo religioso, y para lograrlo buscó la vía legal aprovechando la oportunidad brindada por la acción de Judas, acción que al conducir al veredicto de inocencia, al igual que Judas, los exonera; entre los últimos, algunos querían su muerte por no liberarlos del yugo imperial, facción esta que veía a un pueblo por muchos años víctima de humillación por potencias extranjeras (Egipto, Roma), que
por muchos años ansía (y promete) un mesías que los libere de tal situación, y que de pronto descubre entre otros a un Jesús muy popular, que hace milagros y habla de "liberación", ¿no es este el mesías que algún sector de avanzada política quisiera tener para dar el golpe por muchos años esperado? ¿Es, en sí mismo, ilegítimo tal deseo? De nin-
guna manera. Nunca ha sido calificada de reprochable la legítima defensa, y mucho menos cuando comprende a todo un pueblo brutalmente reprimido como lo era el pueblo judío en la época de Jesús.
¿Jesús desconocía esto? ¿No era acaso, como judío, el primero en querer que las cosas cambiaran para bien? ¿Señalaría Jesús con el dedo acusador a quien en tan dramáticas circunstancias históricas lo viera como el mesías político-militar esperado? ¿Era el cobarde que quería decepcionar a su pueblo?
Este legítimo sector de avanzada política, decepcionado de un mesías que no tomó las armas, sin sospecharlo, hizo posible el proyecto de Jesús presionando a Pilatos ¿Son "culpables"? ¿Requieren ser "exonerados" de su culpa? ¿Jesús, el adalid de la vida, quiso valerse del crimen para sus fines?
Este orden de ideas descarta de plano la responsabilidad del último personaje involucrado, anónimo este: el pueblo.
Este era el último eslabón del drama paradójico que implica muerte y resurrección en un solo propósito.
El pueblo escogió su muerte y con ello, sin saberlo, escogió el más importante de los resultados: permitió su resurrección.
¿Se equivocó el pueblo? ¿No cumplió el pueblo su papel más allá de toda duda, quitando del medio a un criminal como Barrabás? ¿No vemos allí, si se quiere, a un demonio derrotado?
Si la voz del pueblo es la voz de Dios (hechos que deben estar nutridos de profundas motivaciones sociopolíticas y religiosas de este período histórico altamente conflictivo), vemos allí de donde pendían los hilos que harían posible el plan salvador.
¿Los soldados? Ellos materializaron la muerte de Jesús, pero su responsabilidad está sujeta a órdenes superiores. Actuaron cruelmente, porque era una política de estado y, muy seguramente, azuzados por quienes lo condenaron.
¿El demonio? Su participación correría paralela a la de Judas. Fue el gran derrotado de esta jornada puesto que (ha de presumirse), a diferencia de Judas, conocería la intención de Jesús, y no logró su propósito. Liberarlo. ¿Obró sobre el pueblo? Absolutamente no, puesto que este logró lo contrario de su perverso deseo (Y si lo hizo, perdió dos veces).
¿JESÚS?
"Jesús, por sí mismo, desencadenó conscientemente los acontecimientos que condujeron a su muerte (y, literalmente, sin inculpar a nadie, ni al demonio).
De lo contrario no podría afirmarse, en toda la extensión del término, que fue un acto voluntario" 13.
Así pudo anunciar con plena autoridad, ante sí mismo y ante la humanidad, su acto salvador.
Acto salvador que, cómo dudarlo, se extendería también hacia su buen amigo…
Sin duda alguna es tan sorprendente ver a Judas inocente de la muerte de Jesús, como ver a Jesús empoderado de tal drama. Y no porque la afirmación pueda ser una herejía, sino por algo mucho más elemental: porque no estamos acostumbrados a verlo así.
Ver a Jesús dueño de la situación, diciendo "aquí mando yo", no tiene nada de malo, por el contrario, dignifica su acto porque lo convierte en el verdadero autor de esa gesta y nadie más puede reclamar tal autoría. Me parece coherente con un credo serio afirmar que Jesús no fue víctima de las circunstancias, sino que Él las generó.
Lo que acabo de decir puede ser un dogma religioso, pero el meollo del asunto está en que la revisión histórica lo respalda. Esta es la tesis del ensayo.
EPÍLOGO
La historia no podría elegir el peor momento para un movimiento mesiánico: la época de la "pax romana". Pero si lo que iba a ocurrir encerraba la paradoja que implica muerte y vida en un solo proyecto, entonces la historia no podría elegir el mejor momento: Hizo posible este drama bíblico.
Por esto, el drama histórico de la ejecución de Jesús fue un acto, en su momento, esencialmente político 14, y si hemos de ver la política (humana o divina) como el ejercicio del poder, tal drama se desarrolla en un ámbito apropiado.
Jesús definió claramente su política: "mi reino no es de este mundo", y Judas actuó en consecuencia.
El acto de Judas, su responsabilidad, su propósito y sus efectos, ha de ser calificado como un hecho político y si nos hemos de atener a los hechos descritos en los apartes bíblicos, en particular, el gran logro de su vida, permitir que Jesús sea declarado inocente mediante un proceso judicial, no existe el menor resquicio para condenarlo. No sólo desde la óptica política sino desde cualquier punto de vista.
Sí, se suicidó. Pero esto declara el grado de compromiso que adquirió en la causa de su Maestro, diríase, a nivel de protector. ¿Un acto de cobardía? Judas hizo lo que tenía que hacer con coraje, pero su mundo desapareció ante él y no fue capaz de pertenecer a un mundo que ya sintió ajeno. Por esto no es difícil pensar que Judas creyó que fue „su propia causa, la que vio derrumbar ante sus propios ojos.
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