La pretensión del Imperio Romano a la dominación universal fue heredada por el Imperio Bizantino. En Occidente, fue retomada por la Iglesia de Roma, especialmente con Carlomagno, cuando palabras como "imperio" y "emperador" cobraron sentido asociadas a la idea de dominio universal (si se quiere cristiano).
Carlomagno para llevar adelante su obra se valió de todos los medios que estaban a su alcance, puesto que carecía de un aparato estatal en que apoyarse. De esta manera, entregó el gobierno de los territorios a condes ligados a él por medio de lazos de fidelidad personal. Siguiendo a Bonnassie podemos decir que "el compromiso vasallático nacía de dos actos casi indisolublemente ligados y realizados de acuerdo con un ceremonial relativamente inmutable por el vasallo en presencia de su señor. El primer acto, el homenaje, era un rito de entrega de sí mismo: el vasallo, arrodillado o con las rodillas flexionadas, colocaba sus manos unidas entre las del señor. El segundo acto era el juramento de fidelidad, prestado sobre los Evangelios o sobre reliquias, "por Dios y por sus santos". Esta situación de fidelidad y dependencia, se vio reflejada ya desde los tiempos de Pipino el Breve, en el año 757, ejemplo de ello es cuando el duque de Baviera Tasilón presta juramento, y sobre tal acto se escribe:
"Prestó múltiples e innumerables juramentos, colocando sus manos sobre las reliquias de los santos. Y prometió fidelidad al rey Pipino y a sus hijos, los señores Carlos y Carlomán, tal como debe hacerlo un vasallo, con espíritu leal y devoción firme, como debe ser un vasallo para con sus señores"
Teniendo en cuenta que Carlomagno liberó en una de sus campañas al Papado de la amenaza de los lombardos, y que el Papado necesitaba apoyo para alejarse de la tutela de Bizancio, resulta comprensible la coronación de Carlomagno como emperador el día de Navidad del año 800. Remitiéndonos a las fuentes podemos citar, a modo de ejemplo lo siguiente:
"(…)emprendió una guerra contra los lombardos; la cual antes su padre, a ruegos del Papa Esteban, había emprendido con gran dificultad, puesto que algunos de los principales jefes francos, a los que acostumbraba a consultar, se habían opuesto resueltamente a su proyecto(…)sin embargo tuvo lugar la expedición contra el rey Astolfo y se terminó rápidamente"
La creación de este imperio en Occidente, con un carácter cristiano que era invocado constantemente, es una fuerte muestra de la alianza entre el papado y el emperador, puesto que el papa concedió a Carlomagno el título de emperador y éste se convirtió en el brazo armado de la Iglesia. Un relato acerca de la coronación de Carlomagno como emperador afirma:
"Habiendo consentido Dios omnipotente colocar estos países bajo su autoridad, pareció justo, conforme a la solicitud de todo el pueblo cristiano, que llevase en adelante el título imperial. No quiso el rey Carlos rechazar esta solicitud, sino que, sometiéndose con toda humildad a Dios y a los deseos expresados por los prelados y todo el pueblo cristiano, recibió este título y la consagración del Papa León"
Claramente vemos que con esta coronación imperial, la ligazón entre poder político y poder ideológico va cobrando mayor fuerza. Al ser ungido y coronado, un rey se convertía en una persona que participaba de lo sagrado y se vinculaba con Dios, quien le confería la dignidad rey. Esto significaba que el rey era elevado por encima de sus guerreros. De esta manera, la costumbre germánica, según la cual el rey era elegido por sus guerreros por ser el mejor entre sus pares, cayó en desuso.
Mirando un poco más en detenimiento la organización del Estado Carolingio, vemos la importancia que tiene el Gran Dominio(Régimen Dominical Clásico). "En su sentido "clásico", villa significa dominio(gran explotación rural) o, con más exactitud, designa al gran dominio regio, aristocrático o eclesiástico de la época carolingia". Son grandes conjuntos territoriales cuya superficie es de gran extensión. La tierra se hallaba dividida en múltiples explotaciones: una muy amplia, cuya explotación se reservaba el dueño; y las demás en números variables, mucho más reducidas, otorgadas a familias campesinas. La reserva señorial se denominaba manso del señor(mansus indominicatus) y se organizaba alrededor de un espacio cercado y edificado que se llamaba corte. Allí se encontraban la casa del señor, el corral, panadería, establo, cobertizo, granero, molinos y una capilla. La figura de la capilla está presente como un simbolismo de la ideología cristiana que se venía desarrollando en todo el período y nos da la pauta de la importancia que adquieren los elementos e instituciones religiosas:
"Hay una iglesia bien construida con todo su mobiliario, una habitación y además edificios en cantidad suficiente. De ella dependen tres mansos. Repartidos entre el cura y sus hombres(…)"
Las superficies atribuidas a las diversas explotaciones campesinas se agrupan alrededor de la vivienda señorial. Se hallan divididas entre los masoveros en lotes uniformes, y presentan fuertes desigualdades, posiblemente por el estatuto jurídico de los mansos, puesto que podían ser libres o serviles. El mecanismo de las sucesiones, compras, intercambios, ha determinado el enriquecimiento de unos y empobrecimiento de otros. Esta movilidad provocó que se rompiera la coincidencia entre el estatuto del manso y el de los agricultores que los explotaban. Por ello el dueño hace caso omiso a todo este desorden e impone cargas equivalentes a todos los mansos sin reparar en su capacidad de producción.
No obstante, las actividades que se desarrollaban dependían del entorno en que se encontraba la explotación, y las actividades podían ir desde cultivar un manso libre hasta entregar "para la hueste cuatro sueldos de plata". También podían darse "prestaciones con animales o a mano, tantas como se les mande. Tres gallinas, quince huevos. Tiene que cercar cuatro perches de prado(…)".
Los límites del dominio se extendían continuamente en todas las direcciones, este poder llevaba a los pequeños campesinos todavía independientes a someterse a la autoridad del gran propietario:
""Queremos también que cada hombre libre en nuestro reino escoja un señor. El que quiera, nos mismo o uno de nuestros fieles. Ordenamos que ningún hombre pueda dejar a su señor sin causa justa y que ninguno lo reciba si no lo hace de manera habitual, como en época de nuestros predecesores"
Esta relación de sometimiento tenía en ambas partes del trato obligaciones y derechos:
"(…)queremos asegurar a nuestros fieles sus derechos y no queremos perjudicarlos en nada. De la misma manera, os recomendamos a todos nuestros fieles, que asegureis a vuestros hombres sus derechos y no le hagais nada contra razón"
"Si alguno quiere abandonar a su señor, lo podrá hacer, mediando pruebas de alguno de estos crímenes: en primer ligar, si el señor ha querido reducirlo injustamente a servidumbre; en segundo lugar, si ha meditado planes contra su vida; en tercer lugar, si ha cometido adulterio con la mujer de su vasallo; en cuarto lugar, si ha ido contra él, la espada en alto, para matarlo conscientemente; en quinto lugar si, pudiendo asegurar la defensa de su vasallo después que éste se ha recomendado en sus manos, no lo ha hecho"
Los movimientos de población, matrimonios mixtos, herencias, etc., habían roto la identidad entre el estatuto campesino y su tierra. Poco a poco fueron impuestas las mismas cargas a ambos mansos, y, se realizó una agravación general de las obligaciones campesinas. La agravación de las condiciones afectó sobre todo a los campesinos libres y la distancia entre éstos y los esclavos se redujo.
Un párrafo especial merece el auge cultural que experimentó Europa occidental bajo el dominio carolingio. Carlomagno se esforzó mucho por elevar el nivel cultural de su imperio, por ello fomentó la creación de escuelas dependientes de las catedrales y, en palacio, la escuela palatina, para que allí se educasen los hijos de los grandes del reino y se formasen los futuros administradores. Esto nos da muestra de un reflejo de la personalidad de Carlomagno mismo:
"Hablaba con abundancia y facilidad y sabía expresar con claridad lo que deseaba"
En la esfera del arte, se imitaron modelos bizantinos, tanto en la decoración de edificios, en la construcción del palacio imperial y en la capilla palatina. Posteriormente, con las convulsiones que se generaron, todo el esfuerzo de conservación cultural fomentado por Carlomagno se vio perdido.
Finalmente no podemos dejar de mencionar que la alianza entre el poder político y el poder ideológico cubría una serie de intereses que eran provechosos para ambos:
"Lo nuestro es: según el auxilio de la divina piedad, defender por fuerzas con las armas y en todas partes la Santa Iglesia de Cristo de los ataques de los paganos y de la devastación de los infieles, y fortificarla dentro con el conocimiento de la fe católica. Lo vuestro es, santísimo padre: elevados los brazos a Dios como Moisés, ayudar a nuestro ejército, hasta quien gracias a vuestra intercesión el pueblo cristiano alcance la victoria sobre los enemigos del santo nombre de Dios, y el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en todo el mundo"
Claramente vemos que la legitimidad de la expansión del Imperio estaba dada por el interés de la iglesia en evangelizar a todos y alcanzarlos con la fe católica. Es decir que ambos intereses se cubrían recíprocamente, por un lado Carlomagno expandía su poder y conquistaba nuevos territorios, y por otro la Iglesia daba su legitimidad a la empresa expansionista imperial merced de asegurarse de cumplir con el mandato divino de la gran comisión. Es decir que la relación era simbiótica y si se quiere necesaria entre ambos poderes, puesto que necesariamente la alianza entre Carlomagno y el papado fue lo que dio una corta estabilidad a la heterogénea sociedad europea.
Bibliografía General
AA. VV. La Europa Carolingia, en Historia 16. Nº 137. Cap. 1-7.
Bois, G. 1991. La Revolución del año mil. Barcelona: Crítica. Cap. 2
Bonnassie, P. 1983. Vocabulario básico de la historia medieval. Barcelona: Crítica, pp. 224-233
Duby, G. 1977. Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea(500-1200). Madrid: Siglo XXI. Segunda parte, pp. 94-195.
El Imperio Carolingio. 2002. Selección y edición a cargo de la Dra. Valeria M. Elizalde. Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de La Pampa.
Prof. Lisandro D. Hormaeche