- Somos únicos en lo que nos afecta
- La importancia de los instintos y de las intuiciones
- Las disfunciones sexuales
- La homosexualidad: ¿Condición adquirida a consecuencia de un desarrollo anormal?… "Quizás sí, quizás no"… nos dicen los expertos
- En resumen
- Bibliografía
El ser humano es único en sus inclinaciones y en sus comportamientos. Como especie carece de paralelo en el reino animal por sus hábitos e inteligencia. Por ejemplo tanto entierra y venera a sus muertos, como es capaz de escribir poesía o de inmolarse por una causa. También practica el misticismo, hace uso de la cirugía cosmética, se obliga a hacer dietas restrictivas para tratar de compensar por los estragos que sus hábitos de comer le causan y sufre de trastornos en su función sexual. No existe otro género que sufra de impotencia genital en el macho, o dispareunia o anorgasmia en la hembra.
Somos únicos en lo que nos afecta
Nuestros teatros cerebrales, de acuerdo a los líderes conocidos en el campo de la neurociencia, proveen los tablados donde nuestros dramas trascendentes se representan, porque es en el cerebro donde todas nuestras vivencias, experiencias y emociones se actúan y se reconocen. (Véase: Descartes" Error por A. Damasio).
Jan Saudek
Nuestros sistemas cerebrales son conscientes de todas nuestras acciones en una proporción mínima, resultando en que la mayor parte de lo que ocurre en nuestra mente, producto de la actividad del cerebro, nos es desconocido porque permanece inconsciente.
No olvidemos este importante concepto.
Para recalcarlo, la mayor parte de nuestras experiencias permanecen fuera del alcance de nuestro reconocimiento y entendimiento.
La importancia de que recordemos este apotegma, es porque nuestra conciencia es existente en escasa medida cuando la comparamos con lo que nos es inconsciente. Por eso fallamos en conocernos mejor a nosotros mismos.
Para muchos lo que les llega al ámbito de la consciencia lo hace en proporciones eximias. Para otros, parece ser que viven en un coma intelectual.
Cerca de mi corazón por Pino
¡Qué tristeza!
La importancia de los instintos y de las intuiciones
Nuestra gata Mimi decide que debe de practicar con urgencia ciertos rituales y comer de una planta que nos regalaran. Para lograr que la planta en cuestión se le proporcione, emite, con alacridad, maullidos estridentes que no paran hasta que sus demandas sean satisfechas.
¿Por qué así se comporta? No sabemos, ya que Maggie, su compañera felina, que con nosotros también vive, ignora la planta en cuestión como si no existiera.
Más ejemplos
En la selva se ha observado que ciertos simios comen, cuando los infectan parásitos intestinales, de las partes tiernas de las hojas de algunos árboles cuyos efectos son la de un vermífugo. Aquí lo importante es que sólo ciertas partes de la hoja se procuran; evitando comer de las partes que no poseen el alcaloide gestionado.
¿Cómo saben los monos que deben hacer esa distinción?
Todos tememos extraños desde que somos bebés. Evitamos las alturas, esquivamos las tarántulas, nos asustan las culebras, lo desconocido nos causa aprensión, las tinieblas nos molestan. Ningún otro animal sufre de ansiedad social, se ruboriza, llora o padece ataques de pánico. Ningún otro animal usa la comida como si fuera droga, aunque algunas especies usan las drogas como si fueran comida…
¡Sorpresa! Es lo que siempre esperamos que quienes lean estas columnas encuentren, algo nuevo, algo que los asombre.
Todos sufrimos de aprensiones, a veces premonitorias. Todos intuimos peligros a veces inexplicados.
¿De dónde en nuestros cerebros provienen esos fenómenos de apariencia instintiva e irracional? Incongruentes que son, porque no podemos raciocinar o explicar sus orígenes, aunque entendamos su función.
Comemos porque necesitamos nutrirnos para poder sobrevivir en un mundo de exigencias y peligros insospechados. Tenemos que comer para que podamos medrar, crecer, reproducirnos y, finalmente, cuando la orden de la apoptosis nos lo informe, morir.
Debemos de comer de lo que la Naturaleza nos manda, por ello nos gusta el sabor del azúcar, el sabor de lo dulce. Pero, la Naturaleza no nos dice: "come y engorda", sino que nos dice algo más sensato, nos dice "come y corre".
¿Por qué nos apetece el azúcar? Simple, porque existió en la leche que nos prodigaba el seno de nuestra buena madre y porque no existe en la Naturaleza nada que creciendo en los árboles y que, siendo de sabor dulce, nos haga daño.
Pero hay un problema que nosotros creamos, la Naturaleza no tenía planeado que, como seres "inteligentes" que, supuestamente somos, llegaríamos a sintetizar edulcorantes artificiales que nos dañan la memoria, nos arruinan el entorno y que nos hacen engordar.
El resultado: la anorexia, la bulimia, la obesidad y la dieta con su surtido escabroso de complicaciones asociadas.
La pregunta: ¿Y qué hay de la miel?
Respuesta: Es otra azúcar más que engorda, no crece en árboles y mira quienes la protegen…
Además:
La miel (al igual que otros endulzantes) puede ser también extremadamente peligrosa para los bebés. Esto se debe a que al mezclarse con los jugos digestivos, no ácidos del niño, se crea un ambiente ideal para el crecimiento de las esporas Clostridium botulinum, que producen toxinas. Las esporas del botulismo son de las pocas bacterias que sobreviven en la miel, pero se encuentran también ampliamente presentes en el medio ambiente. Aunque dichas esporas son inofensivas para los adultos, debido a su acidez estomacal, el sistema digestivo de los niños pequeños no se halla lo suficientemente desarrollado para destruirlas, por lo que las esporas pueden potencialmente causar botulismo infantil. Por esta razón se aconseja no alimentar con miel ni ningún otro endulzante a los niños menores de 18 meses, o hasta los 3 años de edad para mayor seguridad.
Las disfunciones sexuales
Comemos por placer, copulamos por placer, sino es que nos dedicamos a la actividad solitaria del onanismo discreto, como hacen tantos curas y tantas personas frustradas. (Véase mi artículo: El Onanismo de Nando en monografías.com).
Tenemos industrias que nos satisfacen el deseo de comer, mientras nos acortan la vida y otras que nos sacian el apetito sexual, provocándonos las disfunciones de lugar.
Ambas industrias apelan a lo sensual y no a lo sublime. Una metáfora aproximada de lo que aquí digo está contenida en una canción popular, aquí parafraseada:
"Yo he tenido mucho sexo, pero nunca he hecho el amor". O "yo he comido muchas comidas, pero nunca me he satisfecho". (Para un panegírico a lo epicúreo, véase: Nobody Knows the Truffles I"ve Seen por G. Lang).
Ni el sexo por placer ni la comida por comer satisfacen los fines del cerebro.
Por ello es que la sexualidad es una función tan contenciosa como el comer, cuando ambas se ejecutan por placer y nada más.
Nelson. Guachimán, me hace una pregunta: "¿Cómo es que yo a los treinta y seis años no puedo mantener una erección para satisfacer a mi esposa?"
Virginia. Veinticinco años: "Yo no sé lo que es un orgasmo, y lo que es peor es que mi amigo es el mejor amante del mundo y no sabe que el problema es que él — me gusta, lo adoro — pero que no me satisface".
Hm…
Un poquito de paciencia tal vez. Una vitaminita. Viagra. Lo que sea…
¿Eres gordo? ¿Te gusta ser gordo? A nadie le gusta serlo. Pero si eres gordo, mejor que seas rico, porque la gordura desaparece cuando entra el dinero.
Pero Virginia y Nelson, que son delgados, nos dicen que el placer sexual se abate y deja de ser posible aunque sean idóneos.
Tom Cruise
¡Ah! Pero lo que comemos se nos olvida, se nos olvida porque comemos mal. También se nos olvida que no sabemos hacer el amor. Lo que nos preocupa es una hartura cuando comemos. Lo que nos preocupa es un orgasmo (exclusivamente para el hombre) cuando "hacemos el sexo". Porque hacer el amor es muy difícil.
¿Entienden? Si capisci!
Bueno, lo que no sabemos es que los trastornos de la disfunción sexual existen porque poseemos lo lóbulos prefrontales y que, sin entender sus funciones nada existe que podamos hacer para resolverlos. Ya que los trastornos de la función sexual y las disorexias son problemas que tienen su origen en áreas contiguas dentro del cerebro. Son contiguos en el cerebro, porque los centros que los gobiernan están muy cercas. Algo que los psiquiatras y médicos "aficionados" que tratan las disorexias desconocen. Pero, no se sientan mal la ignorancia trasciende continentes cuando se trata de estas condiciones. Como dijera Paul Garfinkel, en Toronto: "De los trastornos del comer, todos hablan y nadie sabe". Lo que es verdad y es cierto.
¡Al fin, ya sabemos hacia donde esta ponencia nos lleva!
La disfunción sexual es psicogénica en el 90% de los casos. Lo es porque hemos confundido la sexualidad como función y la sexualidad como proceso. El resultado, la obesidad en el comer y la impotencia en la reproducción. (Véase mi artículo: Sexualidad y Comer).
¿El remedio? Conócete a ti mismo. Conoce cómo tu cerebro funciona cuando de los instintos se trata. En eso ayuda la neurociencia vía la terapia y nada más.
Piensa antes de hartarte y piensa antes de…
"Es del cerebro y únicamente de él de donde surgen los placeres, las alegrías, la risa y las bromas, y también el dolor y el duelo" Hipócrates…
Para completar esta lección, enfocaremos en algo que nunca cesa de atraer el interés del ser humano
La homosexualidad: ¿Condición adquirida a consecuencia de un desarrollo anormal?… "Quizás sí, quizás no"… nos dicen los expertos
Dr. Félix E. F. Larocca
Escribiendo en la revista Science, Marcia Barinaga condensa resultados de investigaciones recientes que proporcionan más peso a las nociones, mantenidas por algunos investigadores, quienes postulan que la homosexualidad es una variedad de la orientación sexual cuyo origen es congénito.
La controversia acerca de sí la homosexualidad es un producto del conflicto clásico, conocido como "Nature vs. Nurture" (transmitas naturales vs. las del medio ambiente) no es nada de origen reciente.
En el año de 1970, Jeff Hall miembro de la facultad de Brandeis University en Waltham, Massachusetts, fue uno de los primeros investigadores quienes identificaran partes del cerebro de animales experimentales y de laboratorio que controlan entre ellos el cortejo prenupcial y la cópula reproductora.
Homosexuality in History por D. Halperin
Él propone que sus hallazgos soportaban la idea de que ciertas regiones en el cerebro poseen funciones de masculinidad o de feminidad las cuales gobiernan consecuentemente la orientación sexual de los individuos y los comportamientos asociados con ésta.
En 1993 otros investigadores: Andrea Brand y Norbert Perimon de la Escuela de Medicina de Harvard University introdujeron información adicional. Resultando en la publicación de varios artículos científicos demostrando que en el ser humano, por lo menos, existen regiones en el hipotálamo cerebral las cuales están reducidas en tamaño en seres de orientación lesbiana u homosexual, si se comparan éstas con el tamaño de quienes poseen la orientación heterosexual.
La investigación original a la que se refieren acerca del ser humano, fue el resultado de los esfuerzos del neurocientífico Simon LeVay (West Hollywood Institute for Gay and Lesbian Education). Los trabajos de LeVay incitaron al genético del comportamiento Tim Tully, a expresar la opinión de que la orientación sexual en vertebrados superiores, como somos nosotros, tiene sus "circuitos alambrados" (realmente, programados) en el momento de la concepción. Si esta es la situación real, entonces debemos de revisar nuestras ideas y de cambiar nuestras respuestas a la desgracia social que consiste en el tener una orientación homosexual.
Añadiendo peso a los corolarios de investigaciones previas, acerca de la predestinación genética de la orientación sexual; en la misma edición de la revista Science, un equipo de investigadores de las siguientes universidades: New York University (J. F. Ferveur y R. J. Greenspan) y de la Institute Fribourg University, Suiza (K.F. Störtkuhl y R.F. Stocker), presentan otro trabajo (Genetic Feminization of Brain Structures and Changed Sexual Orientation in Male Drosophila) que le proporciona más soporte a las investigaciones conducidas previamente.
No olvidemos que en otras ponencias hemos mencionado la mosquita de la fruta, Drosophila melanogaster, como modelo de cómo engordamos, envejecemos, nos reproducimos y morimos.
A las objeciones que se hicieran de que estas últimas investigaciones fueran conducidas en la mosca de la fruta, y que por esa razón, los hallazgos no serían aplicables al ser humano; Dean Hamer (del National Institutes of Health, en Washigton DC), expresa lo siguiente:
"… el principio general de que el cerebro es la región del comportamiento sexual [en la mosca], y el hecho de que el cerebro está programado de modo diferente en los machos y en las hembras, bajo un proceso de control genético, y, que variaciones en ese [programa] puedan ser responsables por variaciones en la orientación sexual de los individuos, no es nada contradictorio. Nosotros creemos que esa regla general se puede aplicar, sin conflicto a los seres humanos."
Quienes hayan seguido esta columna serán familiares con algunos conceptos, que han sido presentados con el propósito de ilustrar porqué ciertas condiciones son tan denodadas en sus resistencias al tratamiento; y porqué algunas actitudes humanas se oponen tan tenazmente al cambio. Hemos propuesto, como explicación parcial para esas resistencias, que es posible que es ese el modo como fuesen programados en el momento de la concepción, los cerebros de esas personas, resultando en la intransigencia al cambio.
De ello sigue, que a menos, que se descubra un método que permita el acceso directo a la región donde el programa reside; que el cambio buscado no se podrá efectuar. Ese método de acceso aún no se ha podido identificar.
En resumen
La orientación homosexual, nos preguntamos. ¿Sería posible, que una de las razones por la cual aparece en el instante de la concepción esté relacionada con la función de monitores ecológicos y biológicos, los cuales están programados — como en otras especies animales — para producir esta variación sexual como forma expediente del control natal? Control que se vuelve imperativo durante épocas cuando la población humana se desboca en crecimiento frenético amenazando las reservas de comida; por ello siendo tan obstinada en su resistencia al cambio. (Véase mi artículo: El Hambre y sus Paradojas).
Este mecanismo opera en otros seres vivientes. Pero, ¿es, operativo asimismo, en la estrategia de adaptar del ser humano? Con toda certidumbre, aún no lo sabemos … Sin embargo, basados en lo que sí se conoce y, para concluir este ensayo, se pueden parafrasear palabras por alguien expresadas en una diferente ocasión: "Quizás sí, quizás no…"
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca