Descargar

El centro educativo como fuente de conflicto (página 2)


Partes: 1, 2

Es bastante común en aulas de secundaria encontrar dos áreas bien diferenciadas, la del docente, en su espacio que pocas veces abandona y la del discente que permanece en su lugar. En este escenario es común observar como el docente discurre por áreas fijas que suelen ser mesa del profesor, pizarra, y algunos pasillos, obviando en ocasiones zonas que por difícil acceso o falta de interés (por motivos diversos), quedan desiertas o vacías de su atención. En las aulas españolas, solemos observar la presencia de mesas alineadas, con poco espacio entre ellas y apenas posibilidad de movimiento y máxime cuando en un mismo espacio pueden llegar a coexistir treinta o más alumnos en un mismo grupo. Como sostiene Fernández Enguita (1995) la proximidad física de los alumnos entre sí sólo tiene parangón en los transportes públicos, y a pesar de ello se les exige a todos y cada uno que trabajen y actúen como si los demás no existieran. Así se contribuye a crear lo que se ha dado en llamar la "muchedumbre solitaria". Este hecho unido a la cada vez mayor diversidad conforma un marco heterogéneo de muy especiales características que debería cuidarse. Se puede y de hecho se da la imposibilidad de acercarse físicamente el profesor a algunos alumnos con las consecuencias que de ello pueden derivarse.

La relación proxémica entre la distancia física y la psicológica marca las relaciones interpersonales alumno – profesor y en ello el espacio y su administración resulta fundamental. La relación que se establece entre el docente y los alumnos a los que se acerca no será lo mismo que con la de los que no lo hacen y se dirige a través de gestos o miradas. Sommer (1967) analiza las repercusiones que tiene en el comportamiento de los alumnos el lugar donde se encuentran sentados dentro del aula debido a una mayor interacción entre profesor y alumno favorecida por un contacto visual continuado. La distancia física, entendemos que además de marcar territorios puede constituirse en un aspecto facilitador, cuando no productivo, de problemas disciplinares. Aulas en las que no se respete el espacio personal, mal distribuidas, mal iluminadas, incomodas o faltas de espacio pueden potenciar la indisciplina y los comportamientos disruptivos (Rodríguez y Luca de Tena, 1999). El hecho de aplicar distintas distribuciones de los pupitres influye sobre el comportamiento de maneras distintas. Según Rosenfield, Lambert y Black (1985), citados por Edwards (2006), los alumnos mantienen una mayor concentración en la tarea y prestan más atención a las discusiones cuando están sentados en un patrón circular pero también es más en esta posición cuando hablan más cuando no es su turno.

En el caso de los que se sientan en fila, para Edwards (2006) se apartan de las discusiones pero entran más en comportamientos no relacionados con la tarea. El caso es que se trata de una distribución estudiada y al respecto Adams y Biddle (1970) descubrieron que cuando las aulas están organizadas con los pupitres de los alumnos en filas, la parte frontal y central constituyen la "zona de acción" donde tiene lugar una mayor interacción alumno-profesor. En este estudio encontramos el concepto de "zona de acción", una zona en la que los alumnos participaban más en clase, se concentraban mejor en su tarea, mostraban mejores actitudes y alcanzaban mejores niveles de conocimientos. Estamos hablando de una zona privilegiada por la atención dispensada. Por el contrario, en el mismo estudio los alumnos que se sentaban fuera de la zona de acción tenían una menor autoestima y se sentían amenazados por la proximidad del profesor. El que estos alumnos se sentasen en la "periferia" determinaba que el profesor les preguntaba con menor frecuencia, y de esta manera reducían el riesgo de cometer fallos. Podría interpretarse como una técnica de supervivencia, lo que si evidencia es la existencia de desiertos atencionales porque al alumnado localizado en estas zonas se comprobó que los profesores tendían a controlarlos con menor frecuencia y les permitían que se implicaran menos en todas las actividades de clase.

2. – La sinomorfia en el aula.

El hecho de que el equipamiento de un lugar se adecue a los requerimientos del escenario en cuestión, genera un tipo de relación que Barker (1968) denominó sinomorfia. Entendemos por tanto y en nuestro caso que dicho término se referirá a que los equipamientos existentes en el centro escolar, tanto aulas, pasillos… El aula, como espacio físico obedece a un diseño técnico. Constará, sobre un espacio determinado de una serie de elementos como ventanas, puertas, instalaciones de luz y agua en su caso, etc. Por su parte el centro, distribuirá esos espacios, los organizará y procederá a equipar según ámbitos, área o necesidades. El espacio arquitectónico ya viene impuesto por lo que las posibilidades de actuación sobre el mismo por parte del docente son mínimas quedando su marco de actuación reducido a distribución de materiales, (que también suele venir adjudicado) y a la organización y decoro del aula. Cuando los diversos componentes interactúan de forma ordenada verificándose la correspondencia entre las acciones de los individuos en el interior del aula y las características de los objetos físicos que lo rodean hablaremos de sinomorfia conductaambiente (Schoggen, 1983). Podemos pensar igualmente que la función de medios físicos (muebles, equipamiento, etc.) es generar (en teoría) los ofrecimientos requeridos por el escenario suscitando como tal, la sinomorfia entre el espacio y la conducta que se espera de él.

Gump (1983) denomina sinomorfia en el ámbito educativo a la compatibilidad entre un programa de acción instruccional y los aspectos físicos del contexto en los que dicho programa se lleva a cabo, enfatizando el interés por combinar adecuadamente los ingredientes cognitivos, sociales y contextuales de la acción instrumental en cuestión. Al respecto compartimos con Gump que si la congruencia o afinidad entre los mismos es alta hay muchas posibilidades de que también lo sea en la implicación de los alumnos en su tarea de aprendizaje. En todos los casos, el escenario aula, una vez adecuado institucionalmente ofrece a sus integrantes y muy especialmente al alumnado, un mensaje explicito u oculto. Ello va a condicionar su funcionamiento, puesto que si sucede, como a menudo podemos observar, que quienes las diseñan, distribuyen y equipan ignoran él mismo, por muy diversas razones (hacinamiento por falta de espacio, uso prolongado de luz eléctrica por insuficiente luz natural derivadas de orientaciones solares inadecuadas, existencias de olores y humos procedentes de industrias cercanas, espacios grandes para grupos reducidos, suciedad o abandono en materiales y equipamientos, ventanas excesivamente enrejadas, ruidos exteriores, etc.) nos encontramos preparando las condiciones ideales para el comienzo de comportamientos indeseables.

En cuanto al espacio y los materiales; aulas a las que se accede por estrechos pasillos, mediante estrechas puertas y en cuyo interior esperan alineadas mesas y sillas en espacios reducidos, fríos e impersonales ubican un escenario "normalizador" que produce a priori rechazo o cuando menos distancia. Adicionalmente no debemos olvidar que el diseño ergonómico no siempre satisface las tallas y tamaños del alumnado. Coincidimos con Edwards (2006), una vez llegados al interior del aula, en que la mala ubicación y acceso para el posterior reparto y recogida de materiales puede crear congestiones y posibles disputas, perder tiempo y provocar interrupciones. Olvidar que los profesores deben de poder pasar de un punto a otro sin tener que volver sobre sus pasos ni superar diversos obstáculos, es admitir limitaciones de transito algo que puede ser aprovechado para el desarrollo y mantenimiento de actividades molestas, Jones (1987).

Las aulas a parte de su deber de ser funcionales no siempre son estéticamente agradables y cómodas y por otro lado su espacio interior tampoco está siempre adecuadamente organizado según los patrones de movimiento del profesor y los alumnos. La disposición mesa de profesor en el frente cuando no levantada sobre una tarima y las sillas alineadas tipo fila militar podría ser uno de los mecanismos objeto de revisión en el marco de un currículo oculto que ha quedado definitivamente desfasado. La ubicación de la mesa del profesor, que hemos comentado no es un factor inocuo y se debe tener en cuenta. Sabemos que en la inmensa mayoría de las aulas, se encuentra situada delante, y esta es, probablemente la peor ubicación posible (Savage, 1991). Otros ejemplos de aspectos en el mismo plano de significación serían acústicos como los desagradables sonidos de muchos timbres de entrada/salida, la consecución de una mayor ergonomía en el mobiliario escolar, no sirven las mismas sillas para los niños de primero que para los de bachillerato, etc. En cuanto al efecto del estado de los mismos, como ejemplo podemos reseñar un hecho muy común (que en los centros se observa frecuentemente), es el efecto llamada, efecto que suelen realizar las pintadas que se producen en mesas, sillas, paredes y puertas. De no suprimirlas rápidamente suscitan en la misma línea, réplicas y acompañamientos con carácter inmediato en frecuencia e intensidad.

En las aulas poco atractivas se experimentan más sentimientos de cansancio y descontento. Al respecto ya hay estudios como los de Weinstein (1979), que demuestran que a medida que se deteriora la calidad del entorno del aula, los profesores se empiezan a volver más controladores y menos amables y sensibles. De la misma forma, el alumnado se implica menos y aumenta la conflictividad.

Referencias bibliográficas

Ball, St. J. (1989). La micropolítica de la escuela. Hacia una teoría de la organización escolar. Madrid: Paidós.

Calvo Rodríguez, A. (2003). Problemas de convivencia en los centros educativos. Análisis e intervención. Madrid: EOS.

Casamayor, G. (1989). La disciplina en la escuela. Lo importante es prevenir. Grao. Biblioteca del maestro. Barcelona. CEAC.

Casamayor, G. (Coord.) et al. (1998). Cómo dar respuesta a los conflictos. La disciplina de la enseñanza secundaria. Barcelona: Graó.

Coll, C y Miras, M (1990). Características individuales y condiciones de aprendizaje. La búsqueda de interacciones. En Psicología de la Educación. C. Coll, A. Marchesi y J. Palacios. Madrid: Alianza ed.

Defrance, B. (2005). Disciplina en la escuela. Madrid: MEC-Morata.

Delgado, M. L. (1993). La organización de la escuela como ecosistema social. En L. En Lorenzo, M. y Sáenz, O. (Dirs.) Organización Escolar. Una perspectiva ecológica. Alcoy: Marfil.

Díaz-Aguado, Mª J. (1998). Prevenir la violencia desde la escuela. Problemas desarrollados a partir de la investigación/acción. Madrid: Revista Estudios de Juventud.

Edwards, C. H. (2006). El orden en las aulas. Barcelona: Ceac. Fernández Enguita, M. (1991). La escuela a examen. Madrid: Pirámide. Flanders, N.A. (1990). La flexibilidad en la enseñanza. Enciclopedia Internacional de la Educación. pp:2712-2717. Barcelona: Vivens Vives-MEC. Furlan, A. (1998). Problemas de indisciplina en las escuelas de México: el silencio de la pedagogía, Perspectivas, XXVIII, núm. 4, pp. 613-627.

Gento Palacios S. (coord.) (López, Batalla R. , García de Haro F, Oliva Gil J., Zamorano y Rodríguez , Manso M., Lorenzo Delgado M. , Rico Vercher, M.,

2003). Problemas de Disciplina y Aprendizaje en el Sistema Educativo. Madrid: Sanz y Torres.

Jackson, P. (1968) La vida en las aulas. Madrid: Marova.

López Melero, M y Jové, G. (1997). La organización escolar ante la escuela de la diversidad. IV Congreso Interuniversitario de Organización Escolar.Tarragona.

Lorenzo, M. (1997). Organización escolar. Málaga: Universidad de Málaga. Medina Rivilla, A. (1989). El clima social del centro y del aula. En Q. Martin- Moreno (Ed.), Organizaciones Educativas (pp. 239-275). Madrid: UNED.

Miras, M (1990). Diferències individuals i ensenyament adaptatiu .Cuadernos de Pedagogía. Reforma educativa. Barcelona: Dpt. d'Ensenyament de la Generalitat de Catalunya.

Moreno, J.M. (1968). Revisión de las técnicas de agrupamiento escolar. Bordón nº56.

Ortega, R. y Mora-Merchán, J. A. (2000). Violencia escolar. Mito o realidad, Sevilla: Mergablum.

Plaza Del Río F. (1996). La disciplina escolar o el arte de la convivencia. Málaga: Ediciones Aljibe.

Postic, M. y De Ketele, J.M. (1988). Observar las situaciones educativas. Madrid: Narcea.

Rodriguez R. I. y Luca De Tena C. (2004). Programa de disciplina en la Enseñanza Secundaria Obligatoria. Mejorar la gestión y el control del aula.Malaga: Aljibe.

Santos Guerra, M. A. (1994). Entre bastidores: el lado oculto de la organización escola .Malaga: Aljibe.

Stenhouse, L. (1974). La disciplina en la escuela. Orientaciones para la convivencia escolar. Buenos Aires: El Ateneo.

Torres, J. (1992). El currículum oculto. Madrid: Morata.

Trianes Torres Mª. Vª.(2000). La violencia en contextos escolares. Málaga: Aljibe.

Wrigley T. W. (2007). Escuelas para la esperanza. Una nueva agenda hacia la renovación. Madrid: Morata.

Morrison, G., Furlong, M.J. y Morrison, R.L. (1994). School violence to school safety: reframing the issue for school psychologists. School Psychology Review, 23(2), 236-256.

Vettenburg, N. (1999). General rapport "Violence in schools, Awareness-raising, prevention, penalties. In X (eds.), Violence in schools, Awareness-raising, prevention, penalties (pp. 29-60). Straatsburg: Council of Europe Publishing. http://www.word-power.co.uk/books/violence-in-schools-I9789287140753/ Gimeno Sacristán, J. & Carbonell Sebarroja, J. (Eds.) (2004). El sistema educativo. Una mirada crítica. Barcelona: Praxis.

Dolan, S.L. y Martín, I. (2000). Los diez mandamientos para la dirección de personas. Barcelona: Gestión 2000.

Melero, J. (1993). Conflictividad y violencia en los centros escolares. Madrid: Siglo XXI.

Lorenzo, M. (1999). El liderazgo educativo en los centros docentes. Madrid: La

Muralla. MEC.

Apple, M.W. (1986). Ideolog¡a y curriculo. Madrid: Akal.

Ford, A., Davern,L., Schnorr, R. (1999). Educación Inclusiva: Dar sentido al currículo. En: Staimback. S. y Staimback, W. Aulas Inclusivas. España: Nancea.

Mooij, T. (1997). Por la Seguridad en la Escuela. Revista de Educación, 313, pp. 29-52. Madrid: Ministerio de Educción y Cultura.

 

 

Autor:

Roberto L´Hôtelleríe

Zaragoza 2011

Doctor en Educación y profesor de secundaria

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente