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Niños, padres, maestros y el Aprendizaje

Enviado por fernandolapalma


    Es evidente que sin memoria no hay aprendizaje.

    Recientes hallazgos sobre la fisiología del cerebro nos explican hoy, un poco más sobre el funcionamiento de aquella.

    El hipocampo es el centro neuronal que convierte las percepciones en recuerdo. Pero no las almacena.

    El recuerdo se logra por el fortalecimiento de las conexiones sinápticas.

    Estas son los puntos de pasaje de los estímulos de neurona a neurona.

    La circulación de un estímulo por nuestro cerebro se produce de la siguiente manera: a una terminal neuronal llega una señal bioeléctrica que excita y provoca el desprendimiento de neurotrasmisores. Estos excitan la membrana del terminal de otra neurona del espacio sináptico, que de esta forma generará una señal bioeléctrica similar dentro de ella.

    Y así a través de este diálogo entre dentritas y axones se produce el proceso intelectivo de la mente.

    Los recuerdos pueden ser momentáneos. En estos casos, es también momentáneo el fortalecimiento sináptico.

    Cuando el recuerdo es duradero intervienen proteínas que refuerzan más las conexiones.

    ¿Cómo se produce este fenómeno? Por medio de la emoción.

    Al trabajar la membrana sináptica en la trasmisión de información, se genera una molécula llamada AMP Cíclico que excita al centro de la neurona. Esta al recibir este mensaje libera proteínas.

    Digamos que la AMP Cíclico es el mensajero.

    Pero es la molécula Creb la que en realidad estimula la producción de proteínas, y lo hace movilizada por la emoción.

    Cuando esto sucede las proteínas así producidas fortalecen las conexiones formando el recuerdo permanente.

    En otras palabras es la emoción una de las responsables del nivel de fijación de un recuerdo.

    De allí entonces que sea tan importante la motivación del niño.

    Un alumno motivado, alegre, con entusiasmo, lleno de emoción es capaz de aprender cualquier cosa.

    William Glasser en su trabajo en la Escuela Apolo de Simi Valley, California, Estados Unidos, aplicó con notable éxito una adaptación de la Pirámide de motivacion-necesidades de Maslow.

    Como todos sabemos la motivación está directamente relacionada con las necesidades.

    Decimos que una conducta es motivada cuando satisface una necesidad.

    Y estas, las necesidades, cambian.

    Así para Maslow su escalera o pirámide de necesidades es:

    • Necesidades Básicas (Sueño, comida, sexo)
    • Necesidades de Seguridad (No dolor, no enfermedad)
    • Necesidades de Pertenencia (Familia, escuela, organización)
    • Necesidades de Ego-Status (Reconocimientos, premios, posición jerárquica)
    • Necesidades de Autorrealización (Creación de obras personales)

    Queriendo significar con esto que, a medida que se satisface un Nivel de Necesidades, se pasa al siguiente, para luego regresar al primero.

    Este volver a las Básicas se produciría también al término de cada etapa

    importante de la vida. Al terminar la niñez, luego al terminar la adolescencia y más adelante en las décadas, los treinta años, los cuarenta etc.

    Herzberg luego diría que sólo son motivadores los últimos dos escalones.

    Los tres primeros hacen a la" higiene" en la tarea.

    Esto significa que su insatisfacción crea malestar, pero su satisfacción no crea motivación.

    Glasser adaptó esta escalera para aplicarla a los jóvenes de su escuela, categorizando de la siguiente manera los pasos crecientes de necesidades.

    • Necesidades de Supervivencia (Sueño, comida, sexo, y seguridad)
    • Necesidades de Pertenencia (Familia, escuela, organización)
    • Necesidades de Poder (Autoridad)
    • Necesidades de Libertad (Para hacer)
    • Necesidades de Diversión (Placer)

    El éxito de Glasser lo podemos medir por sus resultados.

    Obtuvo en dicha escuela una retención del 86 % de los alumnos.

    Cabe destacar que la Apolo era una de las escuelas llamadas de alto riesgo.

    Su población de alumnos estaba integrada por adolescentes con problemas de drogadicción, alcoholismo, prostitución y delitos menores.

    Si bien es probable que este no sea el caso de la mayoría de los lectores, es importante sacar conclusiones de estas experiencias.

    Lo primero a tener en cuenta es que la motivación es personal y propia de cada ser.

    Lo que motiva a un niño puede no satisfacer las necesidades de otro.

    Segundo, un mismo niño cambia de necesidades y por ende de elementos o situaciones motivantes.

    En pocas palabras, el proceso de motivación es complejo y dinámico. Requiere de un acercamiento al niño, donde se privilegie la actitud de comprensión hacia él.

    Glasser habla en su trabajo acerca de la aplicación exitosa de cuatro principios, que denominó las "4 A".

    Aceptación

    Atención

    Aprecio

    Afecto

    Entender un poco más este proceso nos puede ser muy útil para tener éxito en este objetivo de educar, de enseñar a nuestros alumnos.

    Esto explica por qué es tan importante el crear en las escuelas una atmósfera grata, alegre que reciba al pequeño con una bienvenida.

    Y que útil puede ser trabajar con las habilidades más desarrolladas del niño. Usando sus múltiples inteligencias, de manera de lograr en él, la emoción del "Yo puedo", "Yo también soy valioso e inteligente".

    La emoción refuerza el aprendizaje, por eso en la perimida escuela del pasado se decía:

    "La letra con sangre, entra"

    Y en algo tenían razón, el recuerdo en los que han sido golpeados es permanente. Pero del golpe, de la paliza no del tema que debían haber aprendido.

    Yo recuerdo castigos y penitencias, lo que no puedo recordar es lo que tenía que saber, que aprender en esas situaciones.

    Es que una cosa es el Eutress que produce motivación y nos brinda energía para la obtención del logro. Y otra es el Distress que se genera en el miedo, la ira, el dolor.

    Los sentimientos negativos como el miedo, la ira, el rencor son inhibidores del aprendizaje.

    Una actuación con miedo, en el mejor de los casos permite una eficacia del 80% de sus posibilidades.

    ¿Qué queremos para nuestros hijos?

    ¿Qué queremos para nuestros alumnos?

    Creo recibir la respuesta del coro de padres y de maestros que dicen:

    ¡Qué aprendan!

    La pregunta que sigue es:

    ¿Qué estamos haciendo para lograrlo?

    ¿Estamos alentando, felicitando los aciertos de los niños?

    O los ignoramos pues para ello van a la escuela.

    Los descalificamos diciéndoles:

    "Es lo que corresponde", "Para eso te pago el Colegio" etc.

    Toda una sarta de expresiones que descalifican, humillan y agreden al niño.

    No permitimos el error, los amenazamos y castigamos.

    Cuando el mundo avanza la mayoría de las veces por el método de ensayo y error.

    La escuela a la que concurren ¿ les provoca alegría, atracción?

    ¿Están sus docentes atentos a las necesidades por las que pasa el niño?

    Hay que tener en cuenta que estos pequeños, además de las letras y números

    están creando su propio paradigma referido a la educación y a la vida.

    ¿Cómo están asociando el aprender?

    ¿Con placer o, con dolor?

    Que no nos sorprenda, que el niño de hoy que rechaza la escuela porque siente a su vez que es rechazado por ésta, deje de estudiar mañana cuando tenga más autoridad sobre sí mismo.

    Mal interpretará la vida.

    Dirá que necesita trabajar…

    que la verdadera universidad es la de la calle…

    que es grande para estudiar…, etc.

    Y en un mundo cada vez más intelectualizado, donde el gran diferenciador de las personas comienza a ser el conocimiento, se irá quedando rezagado, relegado.

    Peleando los trabajos de rutina cada vez más escasos, que rápidamente van siendo realizados por sus reemplazos tecnológicos: los ordenadores y robots.

    Estos niños de hoy, estos alumnos…

    Son nuestros hijos, nuestros alumnos.

    Es mucho lo que se sabe. Es mucho lo que podemos hacer.

    Como padres apoyar incondicionalmente a nuestros hijos.

    Recordar que son los padres los únicos que podemos dar un amor incondicional.

    ¡Que nuestros hijos lo sientan!

    Si queremos que sean mejores, hagámoslos más felices.

    Atención, contención y afecto.

    Respeto por sus necesidades cambiantes.

    Es una buena manera de empezar.

    Como maestros, repasemos nuestros propios conocimientos y conceptos.

    ¿Qué tan enmohecido está nuestro "librito"?

    ¿Qué tan actualizados estamos?

    Siempre me he preguntado por qué los médicos cambian sus procedimientos, los arquitectos también, los ingenieros, los químicos, los psicólogos.

    Solo los maestros siguen enseñando como cuando se recibieron.

    ¿Qué pasaría si los cirujanos recibidos hace treinta años nos operaran como aprendieron en esa oportunidad?

    Hoy disponemos de teorías como la de las Inteligencias Múltiples.

    Sabemos que la cognición es distribuida.

    Que no hay una sola inteligencia, sino por lo menos ocho.

    Que cada niño se destaca en algunas más que otras.

    Sólo hace falta determinar cual es su potencial más desarrollado de inteligencia para llegar a esa personita con estrategias didácticas apropiadas.

    No hay oyentes resistentes, hay emisores rígidos.

    Que no son capaces de modificar la forma del mensaje, del conocimiento que se quiere trasmitir.

    Maestros por favor, cada vez que un niño diga: "No entiendo".

    No le repitamos lo mismo. No es sordo. Expliquémosle de otra forma.

    Probemos con una narración vívida y movilizadora.

    O con relaciones numéricas, correlaciones, líneas de tiempo.

    O con proposiciones lógicas.

    O trabajando con materiales concretos.

    O permitiendo que en equipo con otros compañeros, saque las conclusiones interactuando con ellos.

    O con gráficos, obras de arte, manifestaciones musicales.

    Acaso no reconocemos marcas y productos al son de algún jingle, que nos ha creado un anclaje de muy larga duración…

    Y por último démosle tiempo a reflexionar, hagámosle preguntas abiertas que lo ayuden a desarrollar sus ideas.

    Todo niño sano tiene al menos el potencial neurobiológico de ser un talento en alguna inteligencia.

    El ser humano tiene diferentes vías de acceso al conocimiento.

    Cada inteligencia tiene su banco de datos, tiene su propia memoria, sus propios códigos, su propio lenguaje.

    Para la lingüística las palabras.

    Para la musical la melodía, el tono y el ritmo.

    Para la espacial las formas, los gráficos, las imágenes y los colores.

    Para la lógicamatemática los números, las analogías y los silogismos.

    Para la física kinética los gestos, posturas y ademanes.

    ¿Por qué no usarlas?

    Cuando el niño, con la ayuda del maestro descubre su talento, el salto de su autoestima es enorme.

    Tan grande como su satisfacción de ser y probar que el también es inteligente.

    Desaparecen en gran número los problemas de conducta y los déficit de atención.

    En reemplazo de estos problemas suele aparecer el humor, fruto de la alegría y armonía que se genera.

    Creándose así esa emoción placentera que tanto favorece al proceso de aprendizaje.

    Todos somos diferentes, con diferentes necesidades, con diferentes niveles y formas de desarrollo del potencial de cada una de nuestras inteligencias.

    Nada más injusto que tratar de igual manera a los que no lo son.

    Nada más injusto que enseñar de manera uniforme a los que son diferentes.

    La educación en lo posible debe ser personalizada.

    Pues el educando es: una persona.

    Sé que ésto es muy difícil de lograr y prácticamente imposible en el caso de los hijos de hogares humildes y marginados.

    Pero lo imposible es, actualmente llevar a cabo la educación personalizada. Más, cuánto bien podemos hacer si los contenidos son presentados de variadas forma, con diferentes estrategias didácticas, de manera tal de llegar a la mayoría de las inteligencias de los estudiantes.

    Los docentes debemos hacer otra vez el esfuerzo, y actualizarnos.

    Acercarnos a lo nuevo sin prejuicios, sin resistencias.

    La única constante de la vida es el cambio.

    Asumámoslo, está bien cambiar.

    El premio, el logro es realmente enorme…

    ¡Nuestros alumnos aprenden!

     

    Fernando Horacio Lapalma

    Psicólogo