Resumen:
En este artículo los autores hacen una revisión bibliográfica del término activación del proceso enseñanza–aprendizaje y se exponen criterios con respecto al mismo con la intención de perfeccionar el sistema educacional acorde a los tiempos actuales.
Artículo:
El término activación, es un elemento importante en el proceso de enseñanza-aprendizaje y los abordajes que sobre este particular han realizado numerosos investigadores. Los autores considera imprescindible precisar conceptos enfoques y criterios para la mejor comprensión y aplicación del mismo, que es la intención de este artículo.
Se hace necesario que se inicie por un estudio del propio concepto de activación para lo cual se parte del significado que brindan los diccionarios de la lengua española y que de forma general coinciden en plantear que activación: es acción y efecto de activar y de este último que es avivar, excitar, mover, hacer más activo que se indican con sinónimos en cuestión.
Destacados investigadores cubanos como Alicia Minujin, Gloria Mirabent, Zaida Valdés, Josefina López, José Zilverstein, Margarita Silvestre y recientemente Luis Azcuy, Orvelis Alba, Luis Estrada, entre otros, así como de otras regiones como G. I. Shukina, A. Bagdasarov y P. Y. Galperin, N. A. Talízina, han tratado el concepto activación en el contexto pedagógico y concuerdan en que la activación del proceso de enseñanza-aprendizaje es la actividad dirigida al logro de los objetivos propuestos por el educador, intencionada hacia el perfeccionamiento de métodos y estilos de enseñanza, destinados a favorecer en los discípulos conocimientos sólidos y estables a partir del desarrollo de hábitos y habilidades, por lo que la activación por su nivel de complejidad, requiere de condiciones pedagógicas específicas, de comprobados factores que la favorecen.
En este sentido el M. Sc. Luis Azcuy Lorenz (2001) define la activación del proceso de enseñanza-aprendizaje como: el proceso pedagógico mediante el cual se incentiva y estimula, el pensamiento, la imaginación creadora, la actitud para plantear problemas, la búsqueda de sus posibles soluciones y resolverlos.[1]
El Lic. Luis Estrada Cimadevila (2008) define la activación del proceso de enseñanza-aprendizaje como la fuente generadora de niveles de estímulos que es capaz de incentivar el pensamiento, la creatividad, la imaginación y la voluntad para que el estudiante sea capaz de plantearse problemas, enunciar hipótesis y buscar posibles soluciones y vías para resolverlas, conformándose en ellos hábitos y habilidades que se traducirán en sus estilos de aprendizaje.[2]
Es criterio de los autores que las definiciones anteriores están planteadas de una manera muy general donde no se precisa el accionar de los componentes personales de dicho proceso que es bilateral y armónico en el que el profesor se convierte en el facilitador para un aprendizaje en el que el estudiante se convierta en sujeto activo de su propio aprendizaje y crezca como personalidad.
Los autores se adscriben a la definición propuesta por el M. Sc. Orvelis Alba Castellanos que consiste, en pocas palabras, en hacer más dinámico el proceso docente, asignando al alumno el papel activo, al considerarlo sujeto y no objeto del proceso; movilizando el maestro, las fuerzas motivacionales, volitivas, intelectuales, morales y físicas de los alumnos, para lograr los objetivos concretos de la enseñanza y de la educación.[3]
En esta definición se pone de manifiesto que la movilización o activación de esas fuerzas y capacidades en los estudiantes significa despertar su atención hacia los contenidos de enseñanza, desarrollar sus habilidades y capacidades, lograr un dominio efectivo de los materiales de estudio y un uso creador de los conocimientos, es decir, la formación de intereses cognoscitivos, motivacionales y necesidades; la formación de conceptos, adquisición de conocimientos, habilidades y hábitos; desarrollo de funciones psíquicas superiores y de todos los componentes de la personalidad; y el incremento de la independencia cognoscitiva.
Para lograr esa activación del proceso de enseñanza-aprendizaje, el profesor debe conducir en todo momento el aprendizaje y solo puede hacerlo correctamente cuando se apoya en la autoactividad del estudiante, como sujeto de su propio aprendizaje. El papel conductor del maestro consiste en la selección y ordenamiento correcto de los contenidos de enseñanza, en la aplicación de métodos apropiados, en la adecuada organización del aprendizaje, del trabajo de los educandos, y en la evaluación sistemática de los progresos, es decir, seguir estrictamente la lógica del proceso de enseñanza, la cual permite que los estudiantes se apropien de los conocimientos de una manera más efectiva.
La actividad de los estudiantes no se expresa tan solo en su afanosa y voluntaria percepción del contenido expuesto por el maestro o en la aplicación de los conocimientos adquiridos para resolver las situaciones que se le imponen, sino en el hecho de que incorpore dentro de su estructura cognoscitiva que el propio enfoque de los nuevos contenidos sea activo e independiente, para el logro de un aprendizaje desarrollador.
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