El mito de Casandra, o haciendo la paz con nuestro pasado: Vergangenheitsbewältigung (página 2)
Enviado por Felix Larocca
Una memoria de pantalla — como puede igualmente suceder con el olvido y la amnesia, de acuerdo a la teoría del psicoanálisis — es un compromiso entre elementos psicológicos reprimidos y las defensas erigidas contra ellos. Una extraña característica de este tipo de memorias es que son menos añoranzas de infancia que recuerdos soslayados acerca de la misma. Cuando surgen en la terapia, se caracterizan por su claridad y por la aparente irrelevancia de su contenido. Hechos importantes no se recuerdan como tales, sino que son distorsionados en su esencia, apareciendo como elementos desplazados, subsidiarios a una recolección especial, a veces incongruente en su contenido o aspecto.
El concepto de las memorias de pantalla fue introducido por primera vez por Freud en un artículo llamado Pantalla de los recuerdos (1899).
Esta contribución representaría una extensión de sus trabajos en los aspectos inconscientes de símbolos, y la evocación del trauma de la infancia en la histeria. En este documento es, precisamente, donde Freud comienza a desarrollar la idea de las fantasías inconscientes.
Más adelante, Freud concluiría que esos recuerdos ofrecían la mejor fuente de conocimientos acerca de las memorias reprimidas del pasado. Añadiendo que toda memoria puede ser una de pantalla, en la medida en que ésta puede representar una visión inaceptable para el ego.
Memorias reprimidas
En el Proyecto de una psicología científica, Freud afirmó que la paciente, Emma, quien atribuyó su fobia a una insignificante escena que ocurriera durante la adolescencia, incorporaba una experiencia que provenía de la infancia. La escena de la adolescencia, por Emma descrita, resultó en realidad siendo una memoria de pantalla que sirvió para ocultar el hecho inaceptable de la seducción traumática que sufriera a manos de un adulto, cuando era niña. Esta memoria, por medio de la represión y el desplazamiento, se transformó en sentimientos amorosos típicos de la adolescencia, a los que atribuyó su fobia.
Retornando a Pía
Cuando la inestabilidad política se hiciera sentir por toda la sufrida nación de Angola, la joven mujer de catorce años, ya víctima del abuso sexual a manos de Mariano, un "fiel" empleado de la familia, decidió escapar, afiliándose a un grupo de agitadores que se ocupaban de imprimir y distribuir propaganda contraria a la presencia de los rusos y de los cubanos en el suelo natal.
Fue durante ese aciago período cuando dos eventos cruciales ocurrieron para ella, en estrecha sucesión. Escapar la zona de guerra, para salvar la vida, en un avión tan destartalado, que casi no pudo completar el vuelo de huida hacia Congo y la llegada de su primer período menstrual sin tener alguien cercano con quien compartir la singular experiencia.
Vida en el Congo, tampoco resultó feliz. Las autoridades congolesas, pronto tornaron la fugitiva juvenil a un grupo de monjas portuguesas que le proveyeron salvoconducto y viaje a Lisboa, lugar donde Pía residiría por un tiempo con un hermano mayor, quien era un virtual desconocido para ella.
John Henry Fuseli Pesadilla
"Mi hermano y su esposa me maltrataban dándome golpes y acusándome de ser ladrona y promiscua". "António, mi hermano, era un hombre enorme. Me recordaba de Mariano, el empleado de la hacienda — también enorme — quien forzaba su órgano en mi boca. Desde entonces, siempre he temido los hombres que son muy grandes. Mi pobre hermano — ya muerto — era uno de esos hombres".
Cuando cumpliera los dieciocho años, pudo salir de Portugal, trasladándose a la Gran Bretaña, donde, trabajando como au pair, logró terminar sus estudios de bachillerato, tomando algunos cursos en psicología.
Cuando hiciera un intento de suicido, luego del asalto sexual que sufriera a manos de un profesor, fue admitida, brevemente, al Hospital Maudsley donde seguiría tratamiento en los servicios ambulatorios.
La aventura continúa
Otra vez Pía sale embarazada, pero esta vez obtiene un aborto. Más adelante se involucra con una pandilla de marroquíes, traficantes de drogas, lo que le permite ahorrar el dinero necesario para escapar a Bélgica donde conoce un hombre muy mayor que, enamorándose de ella, le ofrecería la estabilidad de un matrimonio de conveniencia.
Muy pronto enviudó, sin haber procreado con su marido, descubriendo que era lesbiana.
Habiendo encontrado estabilidad con una pareja de nacionalidad rusa que la acogió en su hogar en los Estados Unidos, se asentó temporariamente en la comunidad rural de Grinnell en el estado de Iowa.
Ya en Iowa, terminó sus estudios en psicología, trasladándose a Saint Louis, donde comenzara un análisis formal.
El análisis, desde su comienzo tomaría la característica de sesiones elaboradas e intelectualizadas, como si fueran colaboración entre colegas, ya que la nueva psicóloga había adquirido muy buena reputación entre la comunidad gay lesbiana y se ocupaba, con mucho éxito de mujeres que sufrieran de patologías asociadas con la función de comer.
La resistencia interpretada, de que ella vino a ser analizada y no a discutir sus casos clínicos, no bastó para cambiar el curso intelectual de la terapia.
Las resistencias se componían por un "apagón" de sueños. Antes de empezar la terapia, la paciente admitiría que tuviera una rica vida de fantasías oníricas, pero ésta cesó de manera abrupta con el comienzo del tratamiento.
La paciente se constituyó en un caso típico del escape vía la salud.
Después de una interrupción programada por razones profesionales. Pía retornaría a la terapia, anunciando que había descubierto un hombre que la introdujo al estilo de vida bisexual. Comunicando que tenía planes para desposar su nuevo amor en muy poco tiempo, solicitando la presencia del terapeuta como testigo de la boda.
La luna de miel concluida, la terapia terminó por mutuo acuerdo.
Tres años más adelante, la paciente regresó diciendo: "Tenemos que continuar desde donde nos detuviéramos…"
Comenzaría la terapia compartiendo detalles de su vida matrimonial y de su vida actual. Debido a que su pelvis fuera muy angosta, su bebé, Mara, que apenas cumpliera dos años, nacería por cesárea. Pero era niña normal con quien los padres estaban felices.
Lo que la trajo a la terapia de nuevo fue que comenzaría a sufrir de pesadillas recurrentes que le robaban de todo sosiego.
Para esto, un psiquiatra amigo, a quien consultara extemporáneamente, le recetó Duloxetina, asumiendo que Pía sufría de depresión puerperal. Pero, como ella no sentía depresión en el sentido clínico, descontinuaría, de manera abrupta, el uso del fármaco, lo que resultó en síntomas del síndrome de abstinencia, que persistieron por algunas semanas.
El retorno de Pía a la terapia
Desde su inicio, la terapia, por acuerdo mutuo, se redujo en frecuencia, abandonando, la paciente, la posición analítica clásica.
Los temas que surgieron desde principio del tratamiento parecían ser de índole existenciales:
Pía, no sabía si de verdad podía abandonar totalmente su orientación lesbiana, permaneciéndole fiel a un marido — quien ella entendiera que había retornado subrepticiamente a una previa relación homosexual
No estaba del todo satisfecha con su labor de psicóloga/terapeuta, ya que no veía ni resolución ni conclusión al tratamiento de muchas de sus pacientes, lo que la desalentaba
Odiaba al director de la clínica, porque este era un hombre "enorme", como lo fueran su hermano y el trabajador que a ella, de niña, la abusara
Persistía en un pensamiento recurrente que le pareciera obsesivo: ¿A dónde voy, de dónde vengo? Y, ¿dónde queda mi hogar?
Se sentía como persona incapaz de hilvanar el pasado congruente de su vida, y de cómo hacerlo parte continua del presente, proyectándolo en el futuro
Se sentía atraída por una mujer que servía un internado en la clínica en que ambas trabajaban, temiendo en que iban a tener un affaire
Estaba muy confusa
El sueño trascendental del caballo
Pía no sería "el pequeño Hans" de quien Freud escribiese. Pero, para ambos pacientes, y por circunstancias distintas, la fantasía involucrando un caballo, ocultaba memorias intolerables.
Primero, recordemos a Hans
Esta publicación, que hace época, apareció en el 1909 como el estudio del primer caso, en el cual el material clínico proviene directamente del tratamiento de un niño. Para Freud, este caso serviría el propósito de darle soporte a sus teorías de la sexualidad infantil, ideas que ya hubiese avanzado San Agustín en sus Confesiones. El tratamiento fue considerado poco convencional ya que el terapeuta sería el padre del niño bajo la "supervisión" del mismo Freud.
Salvador Dalí La persistencia de la Memoria
El pequeño Hans, niño de apenas cinco años, suministró detalles convincentes que dieran soporte a muchas de las afirmaciones teóricas que Freud avanzara en Tres Ensayos Acerca de la Teoría de la Sexualidad, trabajo que, cuando se publicara en el 1905, se considerara escandaloso.
El papá del niño, Max Graf, ya había enviado a Freud algunos reportes acerca del interés precoz que el niño exhibiera en asuntos sexuales, y de la curiosidad exagerada que manifestara acerca de su propio cuerpo y de los de quienes lo rodeaban. Interés que centraba especialmente sobre las diferencias anatómicas entre los sexos.
El tratamiento comenzó cuando Hans, repentinamente desarrollara una fobia, como expresión de una neurosis infantil.
La fobia se expresaba por un miedo de que, de salir de la casa, un caballo lo mordería.
El curso de este "análisis" asimismo documentaría para Freud los elementos contenidos en la fase fálica-edípica del desarrollo psicosexual. Evidentes en el material obtenido fueron la gran importancia con que el niño valoraba su pene como fuente de placer, el amor que tuviera hacia la mamá y la gran ambivalencia que sintiera por el progenitor del mismo sexo.
Fenómenos que, sumados, forman la estructura del Complejo de Edipo, concepto básico del análisis Freudiano.
Para Anna Freud y sus seguidores, el estudio de este caso daría comienzo a sus investigaciones en el psicoanálisis infantil.
Pía retorna
La terapia adquiriría una dirección inesperada, cuando Pía comenzara a fumar de nuevo, a ganar de peso — algo que la preocupaba mucho — y a comenzar una liaison con la compañera de trabajo a quien antes mencionara.
Henri Rousseau. El sueño
Una mañana arribó a la terapia vestida como si fuera una hippie y luciendo muy animada.
Comenzó la sesión diciendo que había tenido un sueño muy vívido la noche anterior, sueño que tendría dificultades relatando por su contenido sexual.
Sin requerir que el terapeuta la alentara, narró el sueño:
Se encontraba en la proximidad de la casa en que, de niña, viviera. Entró en el establo donde alojaban algunos caballos. Se aproximó a uno que tenía una erección típica y se quedó arrobada contemplando el tamaño y las oscilaciones del pene del equino.
Describió, con entusiasmo, lo mucho que le impresionaran los penes de gran tamaño, especialmente si éstos hacían vaivenes. De pronto, sintió sofocarse en medio de su relato y, sin preámbulos, salió disparada, agarrándose la garganta para ir a un cuarto de baño cercano.
Volvió del baño con la cara empapada en agua, sacudida y temblorosa.
"Eso fue lo que me pasó. Mariano, una vez, me hizo arrodillarme y me forzó a que se lo chupara. Yo tendría unos cuatro años. Desde el suelo, su cuerpo parecía enorme, como una torre. Como el de mi jefe. Se descargó en mi boca y me obligó a tragarlo…"
"¡Yo lo odio, como odio a mi hermano, como odio a mi jefe y, como odio a los hombres que son agresivos!"
"Esa memoria es algo que nunca he podido recordar hasta que aquí lo hiciera esta mañana…"
En resumen
La neurociencia nos enseña que la ruta que conduce a la formación y preservación de nuestras memorias está señalada por la manera en que están alambrados nuestros circuitos neurales en el cerebro.
Cassandra por Evelyn de Morgan
Lo que la neurociencia no ha logrado explicar, con certeza, son los mecanismos que transforman nuestras vivencias, incidiendo en esos mecanismos neurales, logrando afectar sus funciones, y negándonos acceso a algunas memorias como lo hicieran en el caso de Pía, y como lo hace en casos del estrés post traumático o cuando se transforman en síntomas neuróticos como sucede en las fobias.
Freud, por su parte, nos ilumina el sendero cuando hace de las memorias reprimidas experiencias accesibles a través de la interpretación del simbolismo de los sueños.
En este caso, y en el del pequeño Hans, las memorias que produjeran los síntomas, impedían, al niño, continuar la progresión de su desarrollo psicosexual. En el caso de Pía, interferían con su habilidad de hilvanar su vida emocional para integrar su pasado, presente y futuro, de manera coherente y sin amnesias de eventos traumáticos aun no resueltos.
Esta lección, asimismo, soporta otra modalidad terapéutica y racional de enfocar experiencias traumáticas reprimidas.
Bibliografía
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Larocca, F: (2007) Automutilación: La cirugía plástica del neolítico que sosiega el ego en psikis.cl
Larocca, F: (2008) La neurociencia del ego en monografías.com
Autor:
Dr. Felix E.F. Larocca
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