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San Martín y Bolívar en Guayaquil (página 2)

Enviado por Jorge


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El mismo 30, Santa Cruz que se veía envuelto en tan embarazosa situación, volvió a oficiar a Sucre, en respuesta a la anteriormente comentada. Santa Cruz le expresa que lamenta no poder obedecerle por tener que cumplir en forma apremiante las órdenes del gobierno peruano, cuya responsabilidad pesa sobre él: "En mi concepto, después de expresar a V.S. la sinceridad y los más vivos sentimientos de mi Gobierno al suspender por ahora la cooperación a que se ha prestado de antemano, reitero a V.S. no sólo que debo retrogradar, sino que debo hacerlo con la mayor brevedad y a marchas forzadas… " (22)

Sucre, el día 31 dio respuesta a esta comunicación, expresándole a Santa Cruz que los argumentos que esgrimía eran mezquinos, pues se abandonaba a Colombia, también en peligro, para ayudar al Perú, el cual disfrutaba de la ayuda colombiana. Le advierte que sólo aceptará el retiro de su división si es que el gobierno peruano le enviaba de inmediato el batallón Numancia. (23)

Santa Cruz, el mismo 31, respondió la nota de Sucre, proponiéndole una medida transaccional: Que la división peruana se estacionase en los mismos puntos que ocupan o se reconcentrasen en Cuenca, sirviendo de apoyo a Sucre ínterin él recibía respuesta de una consulta que haría al gobierno peruano. (24)

Sucre, ante la gravedad del problema surgido, escribió dos misivas a San Martín y una al Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, las tres fechadas el 1 de abril de 1822, desde su cuartel general en Cauca. La primera comunicación al Protector es un oficio en el cual le señala lo nefasto de la orden de retirada de la división peruana al mando de Santa Cruz; le manifiesta haber tenido que oponerse a dicho retiro y que en previsión de cualquier situación futura semejante ha solicitado que el Numancia abandone el Perú para integrarse al ejército colombiano. Sucre, según se desprende del texto de este oficio, suponía que la orden de retiro de las fuerzas de Santa Cruz había sido dada cuando aún el Protector no había llegado a la capital, de su regreso de la frustrada entrevista con Bolívar, pues leemos: "Yo me prometo que vuelto V.E. a Lima, asegurará los lazos que han de unir eternamente al Perú y Colombia". (25)

La otra comunicación que recibió San Martín fue una misiva donde, en forma franca y personal le señala lo nefasto e impolítico de la orden impartida, así como la indelicadeza de dar órdenes directamente a Santa Cruz cuando dicho jefe había sido puesto bajo su mando: "Semejante medio es una relajación de la disciplina, además de una suma desconsideración". A continuación le expresa: "Dispense Ud. que diga, mi General, que nuestra conducta ha sido muy franca y decente, para que seamos retribuidos de una manera que debe juzgarse un ultraje trascendental a la República y pensamos que un paso inconsiderado puede resentir a hermanos íntimamente ligados, y que no deben tener sino un mismo voto". (26)

Cuando el Protector recibió estas dos comunicaciones ya hacía días que el problema había sido solucionado por el gobierno peruano, aunque por la distancia se dio el caso de que dicha solución del gobierno llegó a manos de Santa Cruz cuando éste ya lo había resuelto de acuerdo a sus convicciones personales y en atención a la situación política y militar del momento.

Decíamos que cuando San Martín recibió las comunicaciones de Sucre fechadas desde Cuenca el 1 de abril de 1822, el problema ya lo había resuelto el gobierno peruano desde ya relativo tiempo atrás, porque el 12 de abril el Protector, después de estudiar el problema en sesión del Consejo de Gobierno resolvió dar una contraorden, en el sentido de que Santa Cruz continuase auxiliando a las fuerzas colombianas. Es importante señalar con relación a la problemática que estamos reseñando, que personajes tan prominentes como Álvarez de Arenales y Torre Tagle no estaban de acuerdo con la medida del gobierno peruano del retiro de la división al mando de Santa Cruz ni tampoco con la actitud de San Martín con relación a la problemática en torno a Guayaquil, que más adelante analizaremos con meticulosidad. Arenales, en carta al Protector, de fecha 29 de abril de 1822, le decía: "Desde que me impuse de la determinación contenida en la orden que se pasó a Santa Cruz para que se retire con su división, sentí no poca violencia en mi modo de pensar: me pareció inoportuno y algo imprudente, por varias consideraciones… Debo, no obstante, persuadirme que Uds. habrán meditado el asunto y que tendrán otros motivos forzosos para aquella disposición". (27) En cuanto a Torre Tagle sabemos que creía lo más conveniente, con relación al problema guayaquileño, no insistir en el intento de anexión de dicho territorio, tal como lo manifiesta en carta al propio San Martín, el 31 de julio de 1821.

Como se puede apreciar, ya desde esa fecha había personalidades muy cerca de San Martín que le aconsejaban no insistir en cuanto a la pretensión de anexar Guayaquil. Cuando se suscitó el problema que venimos analizando, San Martín no escuchó esos consejos y prefirió crear una situación bastante difícil de la cual salió bastante mal, porque si bien es cierto que después de reflexionar todas las desventajas que ello significaba para su gobierno e incluso el daño que se hacía a la causa de la independencia y se decidió a dar la contraorden del 12 de abril, ya el problema lo había solucionado Santa Cruz doce días antes, contraviniendo órdenes expresas del gobierno peruano. Santa Cruz, con fecha 1 de abril de 1822, después de tomar una decisión trascendental ofició a Sucre, expresándole: "Si la continuación de la cooperación de la División del Perú es tan necesaria para salvar al ejército de la República; si la situación de V.S. es tan apurada y estrecha; y si la causa general de América está expuesta a retrogradar por mi retirada; y si con estas consideraciones, y las más que V.E. manifiesta es preciso que yo deje obrar en la campaña 700 hombres en reemplazo del Numancia, es más conforme que disponga V.S. de la masa de la división de mi mando. Ya que he de detener mi movimiento por los tres cuerpos que V.S. cree necesarios, sea enhorabuena por el todo, porque no cabe mezquindades en los subalternos de un gobierno no ha notado V.S. por su objeto principal, sino la causa continental y común, y la mayor deferencia hacia los particulares intereses de Colombia" (28) Sucre agradecióle a Santa Cruz por su decisión; "… no me queda sino darle las gracias por su disposición a que continuemos la campaña con todos los cuerpos del Perú". (29)

El enojoso asunto llegaba de esta manera a su fin, aunque aún el 5 de mayo de 1822 Sucre, al dirigirse al Ministro de Relaciones Exteriores del Perú y darle cuenta que Santa Cruz le había presentado una comunicación del 12 de abril que era una contraorden de la del 2 de marzo, le advierte de que dicho oficio se deja ver aún campo descubierto contra sus operaciones, por lo cual insiste en el retiro del Numancia.

El 19 de abril las fuerzas patriotas se situaron en Punín, a diez kilómetros al sur de Riobamba. Las fuerzas realistas, al mando de Tolrá, se encontraban en sus posiciones del cerro Santa Cruz, en la quebrada del río San Luis, defendiendo la ciudad de Riobamba. Sucre, el día 20, ordenó el reconocimiento de los pasos que pudieran permitir rodear al enemigo, encontrándose que dicha maniobra se podía realizar por la quebradilla de Pantús. Al día siguiente, Sucre ordenó maniobrar por dicha quebradilla, pero los realistas al darse cuenta de ello se replegaron hacia Riobamba, con la intención de seguir más hacia el norte. Sucre, en vista de ello, ordenó que la caballería cortase la retirada realista. El 21 de abril se llevó a cabo la batalla de Riobamba, favoreciendo la victoria al ejército patriota. El día 28 el ejército unido reinició la marcha hacia Quito; el día 2 de mayo ingresaban a Latacunga y el 17 se situaban en el valle de Chillo, a tres leguas de Quito. El 21 se trasladaron a Chillo Gallo, donde Sucre se informó que, procedente de Pasto, llegarían refuerzos para los realistas. Para adelantarse a esta conjunción, Sucre avanzó con su ejército hasta las lomas de Pichincha, donde el día 24 chocaron los ejércitos, favoreciendo nuevamente el triunfo al ejército unido libertador. Melchor de Aymerich, el último Presidente de la Real Audiencia de Quito, temiendo que los patriotas fuesen a saquear Quito recibió al coronel D.F. O"Leary, edecán del General Sucre, y aceptó la capitulación aquel mismo día, documento por el cual las fuerzas realistas entregaban "la fortaleza del Panecillo, la ciudad de Quito y cuanto estaba bajo la dominación española con todos sus pertrechos de boca y guerra y almacenes existentes". (30) El 29 de mayo de 1822 Quito quedaba incorporado a la República de Colombia.

Bolívar, que ingresa a Quito el 15 de junio, suscribió el 18 de aquel mes, un decreto por el cual se declaraba a la División del Perú a órdenes de Santa Cruz, benemérita de Colombia en grado eminente; señalaba que Santa Cruz gozaría en Colombia del empleo de General de Brigada, siempre que el gobierno del Perú se sirviese concederle la gracia del goce de este empleo; los demás jefes y oficiales de la División Peruana serían recomendados al gobierno peruano para que atienda a los méritos y servicios que han contraído en la presente campaña. Se le otorgaba a Santa Cruz y demás jefes, oficiales y tropa de la División Peruana una medalla (de oro para los oficiales y jefes y de plata de sargento a bajo), con la siguiente inscripción: "Libertador de Quito, en Pichincha" en el anverso, en tanto que en el reverso la expresión "Gratitud de Colombia a la División del Perú". La medalla pendería de un cordón o cinta tricolor, con los colores de Colombia, como ciudadanos beneméritos. El primer escuadrón de Granaderos Montados del Perú llevaría el sobrenombre de Granaderos de Riobamba, si el gobierno peruano se dignaba confirmarle dicho sobrenombre glorioso".

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