- Aumenta el aceite, disminuyen los cereales y la soya
- Los dirigentes gremiales del Meta opinan
- Agrocombustibles y TLC
- Analizar con rigor el negocio de los agrocombustibles
- ¿Y cuál es el futuro?
Introducción
Los agrocombustibles han merecido atención especial en la medida en que cultivos de alimentos como el maíz o la caña de azúcar se destinan a alimentar la creciente sed de autos y camiones por combustibles alternativos.
Se critica a productos como el etanol porque el aumento del cultivo de sus insumos acarrea el alza del precio de la tierra, desplaza a otros cultivos y azuza la deforestación. Dos grandes productores de palma, Indonesia y Malasia, planean destinar casi la mitad de su cosecha a producir biodiésel y no aceite para consumo humano. Con 200 kilos de maíz se producen 50 litros de combustible -o se alimentaría una persona por un año-. Estados Unidos y otras naciones estimulan con subsidios su siembra desaforada para producir etanol. Se cuestiona también el hecho de que se invierta casi tanta energía en convertir maíz en un galón de etanol como la que rinde esa medida de este carburante, con lo cual el efecto sobre el calentamiento global sería casi nulo. A la caña, más eficiente, se la responsabiliza de parte de la deforestación de la Amazonia. Y no es solo el maíz: sorgo, yuca y soya son parte de los proyectos para intensificar la producción de biocombustibles.
La seguridad alimentaria y la preservación del ambiente -que tienden a descuidar los entusiastas de los agrocombustibles- son críticos, pero hay también quienes sostienen que la producción de combustibles con recursos renovables es una alternativa al petróleo y contribuirá al desarrollo de los países pobres, que tendrán buenos precios para sus productos primarios y la oportunidad de modernizar sus estructuras agrarias.
Lo importante es hacer el debate con todas las variables. En el departamento del Meta, este no empieza y, aunque no se evidencia aún un desplazamiento de la producción de alimentos para consumo humano hacia la de insumos para combustibles vegetales, ya hay una tendencia a la expansión del cultivo y la inversión en esa área. La frontera agrícola de la palma y el azúcar ha crecido especialmente en la Altillanura plana. En maíz y oleaginosas el país tiene déficit (en el Meta el área decrece) y deben importarse. Pero, tarde o temprano, el tema deberá ser discutido con seriedad. Y, como lo muestra el resto del mundo, no será fácil promover la expansión de una producción sostenible de agrocombustibles y garantizar, a la vez, que la oferta de alimentos cubra la dieta de los colombianos.
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Aumenta el aceite, disminuyen los cereales y la soya
En nuestro departamento el modelo depredador en el sector agropecuario se empezó a sentir a partir de la década del 90 "las tierras que producían sorgo, algodón, arroz, se volvieron ganaderas con la primera apertura, diseñada por Gaviria-Hommes. Una "reconversión" que fortaleció la ya poderosa Federación de Ganaderos. Pero cuando la noticia de la crisis del petróleo se popularizó y los biocombustibles saltaron al escenario, las vacas cedieron su sitio a las palmas.
"Detrás hubo, por supuesto, una ardua y sangrienta labor de limpieza de malquerientes del progreso, y los paramilitares fueron contratados para "asegurar" las zonas y defender las nuevas inversiones. La reconversión no paró ahí: siguió y siguió expulsando y expropiando a quienes se resistieran al futuro. Cinco millones de hectáreas pasaron a manos de los narcos. Los nuevos patrones que lavaban sus dólares con tierra, pusieron luego a producir sus tierras con palma (Alfredo Molano Bravo, 11 de abril.) Tras las motosierras, que servían tanto para hacer escrituras como para tumbar rastrojeras y montañas, llegaron los testaferros, los tinterillos, los abogados, los notarios, los alcaldes, los senadores, los topógrafos, los ingenieros y los agrónomos, todos a hacer patria: a dejar la tierra nivelada, sin árboles, sin troncos, cruzada de vías y de canales de drenaje y, sobre todo, sin gente. Parecía como si a todos los hacendados les hubiera dado por construir aeropuertos".
Todo esto sucedió sin que los gobiernos departamentales, sus dirigentes agropecuarios y la academia regional, reaccionaran a favor de la ciudadanía más necesitada a la que prometieron y juraron defender, antes por el contrario se mantuvo un manto de iniquidad.
El Banco Mundial reconoce en su "reseña" de Colombia de octubre de 2007 que "la pobreza se mantiene como uno de los principales retos del país, junto con la desigualdad, que es una de las más altas de América Latina: los colombianos en el 20% más alto de la escala de recursos reciben el 60% del ingreso nacional". Ese dato se complementa con que el 20% más pobre, por su parte, percibe menos del 3% y con que hasta el 40% más bajo en la escala no logra ni el 10% de la riqueza creada.
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