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La comunicación educativa en el contexto de la universalización de la educación superior (página 2)


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En esa interacción no sólo se trasmiten contenidos, es el intercambio y la creación, elaboración de los significados de la realidad, recreados, elaborados, donde participan los interlocutores y ese proceso contribuye al desarrollo de la personalidad de todos los implicados.

La comunicación es un fenómeno complejo y multifacético, en el que se distinguen tres funciones mutuamente relacionadas:

  • Proceso informativo, en el que la comunicación cumple la función de intercambio de información.

  • Proceso de interacción, de influencia recíproca, la comunicación cumple en este caso una función regulativa de la conducta.

  • Proceso de comprensión mutua, de percepción interpersonal, donde intervienen las emociones de los comunicantes y que cumple una función afectiva.

Función Informativa de la Comunicación: El hecho de transmitir una información no garantiza que la misma sea comprendida por el interlocutor ni aceptada por él. En este sentido es necesario entrar a considerar el problema de la significación del mensaje para el perceptor.   Es imprescindible el establecimiento de un código o lenguaje común entre los interlocutores, que permita una similitud en los significados de los términos usados y la elaboración de un sentido común de la comunicación.

La ausencia de unidad en las significaciones de las informaciones es una de las causas del surgimiento de obstáculos en la comunicación: son las llamadas «barreras» que dificultan el logro de un adecuado intercambio de información.

¿Sólo con palabras se comunica?

La comunicación requiere de un sistema de signos a través de los cuales se produce la codificación y decodificación del mensaje. Es así que cuando el emisor quiere transmitir una idea, estado de ánimo, sentimiento, etc., la codifica a través de signos en un mensaje, el cual es decodificado por el perceptor (interpretado según el mismo código).

El lenguaje es el sistema de signos más utilizado para el intercambio de información. Aunque es el más universal no es el único medio de comunicación, existe lo que se ha dado en llamar comunicación no verbal.

Comunicación verbal y no verbal están estrechamente unidas. La comunicación humana se produce simultáneamente en varios niveles, tanto consciente como inconscientemente, empleando en la misma todos los sentidos, además de las palabras. La comunicación no verbal se utiliza en mayor medida para la expresión de las emociones y actitudes.

Tanto el tono de voz como la postura asumida por el maestro frente a su clase revelan sus actitudes ante la materia de estudio, su interés o desinterés por la misma, transmitiéndolos de forma inconsciente a sus alumnos. 

La posición que los alumnos ocupan en el aula es un indicador de su actitud ante la materia y el proceso de enseñanzaaprendizaje: generalmente los que se sientan delante se muestran interesados y participan activamente, mientras que los que ocupan los últimos asientos manifiestan de esta forma su desinterés e intenciones de «pasar inadvertidos», aunque no siempre puede generalizarse.

Todos los sistemas de signos no verbales multiplican el sentido de la información, (cuando está presente la comprensión de esos signos) y permiten conocer las intenciones de los participantes, por lo que enriquecen la comunicación verbal, pudiendo incluso sustituirla exitosamente en determinadas circunstancias.

Función Regulativa de la  Comunicación: La función regulativa de la comunicación destaca la interacción, el intercambio de acciones entre los participantes y la influencia que ejerce uno sobre otro en la organización de su actividad conjunta.

La utilización del lenguaje como medio de intercambio de información permite que se cumpla no sólo la función informativa sino también la función de regulación de la conducta, que se ejerza influencia sobre los participantes: no sólo se transmite la información sino que los interlocutores intercambian sus acciones, organizan la actividad común que desarrollan, se orientan y convencen mutuamente e intentan cambios en sus comportamientos a partir de las imágenes interpersonales y las relaciones emocionales que han ido conformando.

Función Afectiva de la Comunicación: Tal como hemos visto antes en el proceso de comunicación los hombres no solamente intercambian información, sino que organizan su actividad común, se influyen y regulan sus acciones mutuamente. Junto a las funciones informativa y regulativa de la comunicación, está la función afectiva, cuyo concepto central es la comprensión mutua.

La comprensión mutua representa el aspecto afectivo de la comunicación; determina los estados emocionales del hombre en su relación con otros, el nivel de tensión emocional de la comunicación interpersonal. Se refiere a la comprensión tanto intelectual como emocional del interlocutor, que permita el desarrollo de relaciones de simpatía y amistad entre los participantes en el proceso de comunicación. Este es el aspecto más complejo y profundo de la comunicación, que implica que en el acto comunicativo se tomen en cuenta los motivos, propósitos y actitudes del otro, comprenderlos y aceptarlos intelectualmente, compartirlos emocionalmente, asimilarlos a la conducta propia.

La percepción que del alumno se forman sus profesores depende de múltiples factores, entre ellos de su aspecto externo, de la «primera impresión» que se produce al entrar en relación con él. A partir de la percepción de sus rasgos externos se establecen inferencias acerca de sus características de personalidad, cualidades morales, etc. y la interpretación de los motivos de su conducta y predicción de su actuación en situaciones típicas.

El efecto de halo tiene lugar cuando el observador tiene poca información sobre el observado y también cuando se trata de valorar cualidades morales. Es frecuente, por ejemplo, valorar las condiciones morales e ideológicas de una persona por su aspecto externo: peinado, vestimenta, uso de determinados atributos, etc.

La valoración de cualidades internas a partir de una «primera impresión» constituye una simplificación en el conocimiento del otro. Existen diversas formas de manifestación de estereotipos en las relaciones profesores-estudiantes, que se explican psicológicamente porque en su percepción del alumno intervienen con gran fuerza no sólo las propias características del estudiante y las circunstancias en las que tiene lugar la comunicación, sino la propia personalidad del profesor, su experiencia anterior, preferencias y necesidades, que van conformando una imagen del discípulo ideal que le sirve como patrón para valorar a sus educandos.

En ocasiones el profesor «idealiza» a algún estudiante, sobrevalora las cualidades de aquellos por los que siente predilección o bien sobrevalora las insuficiencias de un alumno que rechaza. Puede engañarse por algún rasgo sobresaliente y sobre esa base juzgar toda su personalidad; este «efecto de halo» se expresa por ejemplo, al considerar más capacitado al alumno que tiene facilidad de palabra o extrapolar sus buenos resultados docentes a otras esferas de su vida.

Pero la percepción que tiene el profesor de sus discípulos no sólo va a influir en su trato con ellos, sino en el éxito o fracaso de los estudiantes: este fenómeno ha sido estudiado en la literatura científica, es el llamado «efecto Pygmalión»: a partir de su percepción del alumno en el profesor se crean determinadas actitudes y expectativas que influyen en su comportamiento hacia él y hacen válido el pronóstico realizado.

En la relación del profesor con sus estudiantes se expresan todos los procesos y funciones de la comunicación, pero el proceso de comprensión mutua resulta fundamental en el trabajo educativo con ellos, ya que representa el aspecto esencial de la comunicación, su fin, al que se subordinan todos los demás. Sin embargo, es poco frecuente que en las relaciones entre profesores y alumnos se exprese la comprensión mutua.

Si bien es cierto que el proceso docente-educativo como proceso comunicativo se caracteriza por ser un proceso de intercambio, de interacción, de influencia recíproca, de comprensión mutua y de percepción interpersonal, donde intervienen las emociones de los comunicantes, debe señalarse que no siempre el profesor está consciente de todas estas potencialidades que posee la comunicación para ejercer su influencia educativa en los estudiantes.

Se considera que la comunicación educativa es un proceso complejo, de interacción entre profesores y alumnos y de estos entre sí, que se caracteriza por ser dinámico y activo. Tiene como propósito fundamental incidir en la formación de la personalidad de los estudiantes a partir de la existencia de un clima psicológico positivo, del conocimiento de la comunidad de intereses y de los alumnos, así como del aprovechamiento de las potencialidades que brindan los contenidos de cada ciencia. Es el medio propicio para que se manifieste la personalidad de los sujetos en su unidad cognitivo-afectiva.

Una de las tareas esenciales de la educación, y más específicamente de los profesores es seleccionar, ordenar, determinar, presentar, orientar y dirigir esos procesos comunicativos para convertirlos en educativos.

Los hombres se educan en el diálogo, compartiendo y discutiendo sobre el saber, socializando sus conocimientos y aprendiendo por medio de la crítica. Sobre este particular, Santoyo expresa «La interacción humana y la comunicación son experiencias de primer orden que toda educación debe procurar…..» (3) (Santoyo, 1985). Coincidimos plenamente con este planteamiento. Es evidente que el profesor, como el alumno, necesita prepararse para asumir los nuevos roles que requiere la educación actual. Esto supone nuevas exigencias al profesor, una mayor capacitación psicopedagógica que le propicie el desarrollo de habilidades comunicativas para organizar la interacción con los alumnos, conocerlos mejor, compartir más con ellos y dirigir su actividad.

El proceso docente-educativo se ha abordado tradicionalmente en los textos y en la práctica cotidiana como actividad en la que se involucran maestros y estudiantes. Se enfatizan los objetivos, el contenido, los métodos, etc., como componentes no personales del proceso, declarando o abordando de esta forma superficialmente los sujetos. En la actualidad, las investigaciones pedagógicas y los teóricos de esta esfera acentúan cada vez más el carácter interactivo, comunicativo del proceso; incluso para algunos las relaciones interpersonales (entre alumnos y profesor-alumno) determinan la efectividad del aprendizaje al margen de la organización más perfecta de las acciones y operaciones previstas por el educando. Esta posición extrema nos lleva a desestimar las exigencias de la actividad y puede ser tan nociva como aquellas que minimizan el papel de las relaciones.

Podríamos hablar de la actividad pedagógica y de la comunicación pedagógica. Al considerar la actividad como relación sujeto-objeto y la comunicación como relación sujeto-sujeto, en el proceso docente-educativo, en la educación en un marco escolar, estos procesos no transcurren como paralelos e independientes; la estructura y funciones de la actividad se dan en una relación entre sujetos, y ambas formas de relación (si es que pueden separarse) tienen un valor relativo en diferentes momentos del proceso; momentos que, por otra parte, solo pueden aislarse para su estudio.

Todas las formas organizativas que adopte el proceso docente-educativo en la escuela requieren de la comunicación, tanto de forma directa, entre sujetos, como indirecta, a través de los productos del trabajo humano: textos, materiales, etc. Incluso el trabajo independiente del alumno está mediatizado por un nivel orientador establecido a través de la comunicación con otros. La clase, forma fundamental del proceso, en todas sus variantes metodológicas, exige comunicación interpersonal de mensajes. Vista de la forma tradicional, el emisor (profesor) trasmite un mensaje (contenido de aprendizaje) con determinada intención (cumplimiento de los objetivos) a un grupo de receptores (alumnos) para lograr ciertos fines (aprendizaje) utilizando para la valoración de estos fines el control (retroalimentación). Este análisis simple (o simplista) demostraría el cumplimiento en la clase del esquema más elemental de la comunicación como proceso. Refleja, sin embargo, la transmisión del contenido en un solo sentido, vertical, y asigna al maestro el papel privilegiado de emisor único, mientras le corresponde al alumno el de receptor-reproductor de la información recibida.

Esta forma de analizar el proceso docente como proceso comunicativo se corresponde con una concepción tradicional de la enseñanza y el aprendizaje, incluso sin analizarla desde las posiciones pedagógicas más extremadamente «renovadoras» que eliminan o minimizan el papel del maestro en el proceso, o desde las más «democráticas» que considera la importancia del maestro y le asignan al alumno el papel de interlocutor activo, esta visión de la comunicación en la clase (o fuera de ella, en el trabajo extra docente) resulta insuficiente si no contempla que los sujetos que intervienen constituyen personalidades con características específicas, con una historia individual propia, y que las relaciones comunicativas entre ellos no se reducen al cumplimiento de los roles de emisor y/o receptor, sino que en ellas, en primer lugar, intervienen las subjetividades de cada personalidad implicada en la comunicación pedagógica, y en segundo lugar, que esta se desarrolla en determinado espacio psicológico, en un contexto situacional específico que propicia o inhibe determinadas formas de manifestación de la personalidad.

La comunicación en el proceso docente no se puede simplificar entonces a la participación de maestros y alumnos como emisores y receptores, y a la dirección del flujo de información, aunque debe tenerlos en cuenta; constituye un fenómeno complejo, donde se relacionan diversos sujetos sobre las bases de reglas previamente establecidas, en un determinado contexto educacional. En este proceso de creación, recreación y negociación entran en juego prácticas comunicativas de diversas índoles: verbales, no verbales, audiovisuales, etc.; que se interrelacionan para constituir universos de significación y que determinan, en una compleja urdimbre de hechos y fenómenos pedagógicos, el nivel de efectividad del proceso docente previsto o improvisado por el educando como protagonista que tiene en sus manos la dirección por diversas vías, medios y formas de este proceso.

De esta forma, el profesor, de acuerdo con el plan de estudios, los objetivos específicos de la disciplina que imparte, y sus conocimientos y habilidades personales, elige la o las formas y los medios a través de los cuales transmitir los contenidos: el discurso magisterial, los textos escolares, los materiales audiovisuales, la discusión grupal, las dinámicas de grupo, entre otros, cada uno de los cuales tiene lenguajes, códigos y características específicas. El docente no solo debe dominar los diferentes códigos y lenguajes, o sea, las exigencias internas de cada método y procedimiento, lo que de por sí es complejo, si quiere asegurar la transmisión de un significado, sino que debe considerar siempre que en la relación pedagógica cada estudiante asigna su propio sentido al mensaje en función de diversos factores: motivacionales, códigos socio-culturales y conocimientos previos entre otros.

El proceso docente-educativo como labor comunicativa se caracteriza entonces no solo por intercambio de información (verbal y no verbal) que constituye el contenido de enseñanza-educación, sino por las relaciones entre sujetos (profesor-alumno y entre alumnos) que caracterizan y exigen una verdadera comunicación interpersonal muy diferente a otras formas de comunicación. Este intercambio de información exige un orden y sistematicidad que permitan la elaboración, la construcción de los conocimientos deseados por cada estudiante, pero requiere además, tener en cuenta multiplicidad de acciones comunicativas entre los protagonistas del proceso.

Por el rol social que desempeña el educador debe conocer entonces las exigencias de la comunicación pedagógica y desarrollar sus habilidades comunicativas como docente. Ello resulta totalmente insuficiente si no se trata como objetivo fundamental en la educación de la personalidad de sus alumnos, el desarrollo de las capacidades comunicativas necesarias para que estos sean sujetos activos de su propio aprendizaje en la escuela y en todas las relaciones sociales que establece. La comunicación no es solamente para las instituciones docentes, proceso en el cual el alumno no solo se apropia y reproduce el conocimiento, sino que llega a interiorizarlo y asimilarlo como componente esencial de su vida.

Bibliografía

BÁXTER PÉREZ Esther. ¿Promueves o facilitas la comunicación entre tus alumnos?

Editorial Pueblo y Educación. Habana, 1999.

LOMOV, B. F.– El problema de la Comunicación en Psicología.— La Habana: Editorial de

Ciencias Sociales, 1989.

SANTOYO. R. En torno al concepto de interacción en Perfiles Educativos, No 27-28,

enero-junio, 1985

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

(1) Esther Báxter, 1999, p. 3.

  • (2) Lomov, 1989

  • (3) Santoyo, 1985, pág.57

 

 

 

 

 

Autor:

Lic. Esmildo Lázaro Castellanos Vizcaíno

Lic. Alina del carmen Carbonell Betancourt

Enviado por:

MsC. Elisabet Sanabria Santos

Centro de procedencia: SUM CIFUENTES.

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