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Incredibilidad de la Biblia


  1. Autobiografía
  2. La feria de las religiones
  3. Las pruebas a favor de las religiones
  4. La moralidad es anterior a las religiones
  5. Teísmo escritural
  6. Enseñanzas morales de la Biblia
  7. Immanuel Kant: Rechazo a la verdad escrita de la Biblia
  8. Negación de credibilidad al contenido de la Biblia
  9. Thomas Hobbes: Las creencias sobrenaturales son proyecciones religiosos primitivas
  10. La autoridad de la moral
  11. Moral abominable de las Sagradas Escrituras
  12. Fuente

Elizabeth S. Anderson (1959- ). Filósofa, profesora y escritora estadounidense.

Autobiografía

Fui educada al margen de cualquier fe. Mi padre luterano indiferente, de actitud racionalista, mi madre culturalmente judía pero no practicante fueron rechazados por el ministro luterano y el rabino de la zona por constituir un matrimonio religiosamente mixto. Participaron entonces en la fundación del Templo Unitario de la ciudad donde crecí. Inicialmente la Iglesia Unitaria no tenía credo, ni había requisitos doctrinales para pertenecer a ella. Pero luego empezaron adueñarse de la Iglesia Unitaria los espiritualistas de la Nueva Era, y nos retiramos de ella. Debido a estos hechos de niña no me involucré en doctrinas religiosas y me mantuve sin pertenecer a ninguna.

La feria de las religiones

En mi ciudad natal Ann Arbor (Michigan), cada verano se celebra un festival de las artes y se montan casetas de artistas. En ellas los grupos políticos y religiosos promocionan sus obras de arte y sus ideas. En una misma calle se encuentran puestos de católicos, baptistas, calvinistas, cristianos ortodoxos, hindúes, budistas, baha"is, mormones, seguidores de la ciencia cristiana, testigos de Jehová, judíos por Jesús, wiccanos, adeptos a la cienciología, o a la nueva era…, en suma, de casi todas las religiones presentes significativamente en Estados Unidos.

Las pruebas a favor de las religiones

Lo curioso es que los creyentes de cada caseta religiosa ofrecen exactamente el mismo tipo de pruebas para promover su religión: Textos sagrados, tradiciones orales, experiencias espirituales, milagros, profetas, testimonios de personas díscolas, regeneradas por la conversión, renacimientos de la fe, y regresos a la iglesia.

Cada religión presenta estas experiencias como pruebas concluyentes del conjunto de sus creencias. Las supuestas pruebas de la existencia de espíritus o divinidades invisibles orientan hacia creencias contradictorias como las siguientes: hay un solo dios o muchos. Jesús era dios, hijo de dios, solo un hombre, o un profeta de dios. Jesús fue el último profeta de dios, o sigue habiendo otros profetas como Mahoma, Joseph Smith y Sun Myung Moon.

Lo sorprendente es que haya gente convencida de revelaciones y milagros de su propia religión, pero que niegan y desprecian las revelaciones y los milagros de las demás religiones. Para un cristiano los fundadores y profetas de las demás religiones engañaron y engañan a sus feligreses, los milagros y sanaciones que dicen hacer son trucos para públicos de crédulos, o magia negra, sus profecías son falsas y sus metafísicas absurdas. Lo mismo piensa y sostiene un musulmán, un judío o cualquier creyente de religiones opositoras.

Lo curioso es que las pruebas aducidas por un creyente en defensa de su religión o de su dios o dioses son exactamente del mismo tipo y calidad que las aducidas por los creyentes de las demás religiones que el desprecia. Es más son las mismas pruebas ofrecidas a favor de Zeus, Júpiter, Baal, Thor y otros dioses abandonados hace tiempo y ridiculizados en la actualidad.

Si las pruebas extraordinarias de todas las religiones son exactas en modalidad y calidad, y para cada creyente solo un grupo de ellas son verdaderas, y todas las demás falsas, se puede generalizar entonces que ningún grupo de ellas es creíble.

Las pruebas del teísmo, revelaciones, milagros, experiencias religiosas y profecías se conocen a través de dudosas cadenas de transmisión, cuyas fuentes originales se pierden en el tiempo. Por ello estas pruebas generan creencias sistemáticamente contradictorias y algunas de ellas aceptadas como falsas o moralmente detestables. También los testimonios directos de hechos ordinarios como pruebas, dan pie a creencias contradictorias, pero la búsqueda de pruebas físicas que los corrobore permite contrarrestar independientemente su credibilidad.

En estos casos siguen el mandato (Dt 13, 1-5): No creerás los testimonios de milagros o revelaciones de otra religión porque la religión que enseñan es falsa. En este caso la certeza de estas experiencias divinas, es exactamente la misma que sintieron quienes creen haber visto fantasmas, haber sido secuestrados por extraterrestres, o poseídos por Dionisio o Apolo.

No existen pruebas geológicas de una inundación mundial, ni pruebas arqueológicas del ahogamiento del ejército Egipcio después de que Moisés separó el mar Rojo para que escaparan los israelitas.

La profecía central de Jesús (Mc 8, 38-39 y 13, 24-27 y 30) de que destruiría todos los regímenes opresivos y establecería el reino de dios cuando terminara el plazo vital de quienes lo habían oído predicar, no se cumplió.

La moralidad es anterior a las religiones

Hay quienes consideran que la religión es necesaria para la moralidad, porque la diferencia entre el bien y el mal ha sido revelada por Dios, por ejemplo, en los diez mandamientos. Las reglas del comportamiento moral no proceden de revelaciones sobrenaturales, surgieron de las experiencias de los seres humanos al vivir juntos, las cuales enseñaron que para vivir en buena convivencia es necesario ajustar la propia conducta al respeto de los derechos de los demás. Cualquier sociedad estable, antes de la implantación de las religiones, castigaba el asesinato, el robo, el falso testimonio, condenaba la envidia y enseñaba a los niños a honrar a sus padres.

Para algunos teólogos la gente no practicaría el bien o el mal, si dios no hubiera prometido la salvación para los de buen comportamiento y amenazado con la condenación a los de mal comportamiento. La gente estaría así empujada a actuar moralmente bien para evitar el castigo divino. Por el contrario, la mayoría de los filósofos repudian la teoría del castigo para que las personas se comporten moralmente bien. Para los libres pensadores los motivos por los cuales la gente adopta un comportamiento moralmente bueno son muchos, entre ellos el amor, el honor y el respeto a los demás.

Las religiones no influyen en el comportamiento moral de las personas. Las sociedades paganas no han sido más inmorales que las sociedades monoteístas (judíos, musulmanes y cristianos).

Otros teólogos sostienen que la religión es necesaria para la moralidad, porque fue dios quien estableció la diferencia entre el bien y el mal. Que sin estas prohibiciones morales todo estaría permitido.

Otros afirman que para poder tener normas morales autorizadas es necesario un mandato divino. Que las normas morales con capacidad de obligarnos a cumplirlas son solo aquellas ordenadas por dios.

Sabemos con toda seguridad que las normas morales básicas proceden de razonamientos lógicos, objetivos, elaborados en base de la experiencia de convivencia de los seres humanos. Entre ellas, aquellas que prohíben el asesinato, el genocidio, la rapiña, la violación, la tortura, el castigo brutal a alguien por lo que otros hacen, o por errores inocentes, esclavizar a otras personas y practicar la limpieza étnica. Por ello los líderes del ateísmo, por el contrario, siempre se han destacado en la defensa de los derechos humanos.

La autoridad de las normas morales no depende de la voluntad de un dios, sino de la conveniencia para la convivencia humana. Platón en el siglo V a.C ya planteaba a los moralistas religiosos la doble pregunta: ¿Los actos humanos son buenos porque los ordena un dios? ¿O los dioses ordenan algunos actos porque son buenos?. Si es cierta la segunda pregunta, los actos son buenos independientemente de que los ordene algún dios y por tanto ni dios, ni la religión son necesarios, para avalar la autoridad de las reglas morales. Si es cierta la primera pregunta, la bondad, la moralidad de los actos dependería de la voluntad de un dios y entonces todo lo que sucede, bueno o malo, estaría permitido.

Los teístas sostienen que como dios es infinitamente bueno, nunca harán ni ordenara nada moralmente reprensible. Según esto los actos más odiosos están permitidos. Si no podemos aceptar que estos actos estén moralmente permitidos, tendremos que dudar de la existencia de ese dios que los ordena y practica.

Teísmo escritural

Es la creencia en:

  • El dios de las escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, La Tora y El Corán.

  • El dios del cristianismo, del judaísmo, del islam y de cualquier otra religión, que acepte alguno de estos textos como revelación divina, por ejemplo las iglesias Mormona, de la Unificación y de los Testigos de Jehová.

  • El dios que tiene planes para los seres humanos e interviene en su historia para que se cumplan.

  • El dios que da normas morales a los seres humanos y les dice como deben vivir.

Las pruebas a favor del teísmo son las sagradas escrituras, los testimonios de milagros, las revelaciones en sueños o profecías que se han cumplido, las experiencias narradas de la presencia divina o de encuentros con dios.

Los fundamentalistas toman completamente en serio las escrituras como fuente infalible de conocimientos sobre dios y la moralidad. Al aceptar la infalibilidad bíblica, aceptan también que lo moralmente malo, es en realidad moralmente permisible y exigible.

Deísmo

  • Es la doctrina que reconoce a un dios como creador del universo. Pero que no admite la revelación, ni el culto externo.

  • Es la idea filosófica de dios como causa primera del universo, que además establece las normas para que la naturaleza funcione como un mecanismo de relojería, y las personas se rijan por ellas. De un dios que no se preocupa por el destino de las personas.

Las pruebas a favor del deísmo son argumentos teóricos a favor de la existencia de un dios, como causa primera y necesaria del universo. Tentativas de encontrar un diseño inteligente en la evolución de la vida. Posición en contra de las pruebas científicas y que la vida es fruto de un diseño.

La idea de que el creador es indiferente hacia los seres humanos queda reforzada por el predominio de la depredación, el parasitismo, la enfermedad y los órganos humanos imperfectos en la naturaleza.

Enseñanzas morales de la Biblia

Es cierto, la Biblia contiene muchas enseñanzas morales admirables:

[Lv 19, 18; Mt 22, 39; Mc 12, 31; Lc 10, 27 y St 2, 8]: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Una enseñanza moral admirable que va más allá de las normas morales socialmente obvias.

[Ex 23, 6 y 23, 11; Lv 19, 10 y 23, 22; Dt 15, 7-8 y 24, 141-15; Pr 22, 22; Ef 4; 28 y St 2, 15-16]: La Biblia extiende las anteriores enseñanzas a los oprimidos y exige decencia y caridad hacia los pobres y discapacitados.

[Dt 15 y Lv 25, 10-28]: La estructuración de los derechos de propiedad debe tener en cuenta que nadie se quede sin tierras, ni se vea oprimido por las deudas. Estas enseñanzas morales estaban muy adelantadas para su época, y mejorarían drásticamente el mundo actual si se pusieran en práctica hoy en día.

Buenas y malas enseñanzas de la Biblia

El hecho de que la Biblia ofrezca buenas y malas enseñanzas afecta su solidez moral y el carácter de prueba de la existencia de su dios. La Biblia es moralmente incoherente. Como es una fuente contradictoria de enseñanzas morales, elegimos aquellas con las que estamos de acuerdo. Para ello usamos nuestro propio juicio moral, basado en pruebas distintas a la revelación y a la supuesta autoridad de dios.

Esta incoherencia y contradicción de las enseñanzas morales de la Biblia ha permitido que los creyentes fundamentalistas usen los pasajes bíblicos que más les convienen a sus intereses para sus predicas: odio a homosexuales, subordinación de la mujer al hombre, esclavitud, segregación y limpiezas étnicas. Otros creyentes sienten atracción especial por los pasajes crueles y despóticos de la Biblia. La Biblia no constituye una guía realmente independiente para la conducta moral, es un manual donde se encuentra justificación para toda clase de intereses desde los más criminales hasta los más sublimes.

Teístas de la teología de la liberación rechazan, en oposición a los fundamentalistas, la verdad literal de la Biblia y atribuyen la depravación de gran parte de su contenido a la confusión, credibilidad y crueldad de la cultura y de los profetas de esos tiempos.

Immanuel Kant: Rechazo a la verdad escrita de la Biblia

[Ex 22, 20; 2Cr 15, 13; Lc 19, 27 y Hch 3, 23]: Los inquisidores se basaron y se basan en estos pasajes bíblicos para justificar por orden de la autoridad divina la ejecución de no creyentes.

Al respecto el gran filósofo Immanuel Kant sostiene:

  • La única manera de afirmar que dios haya dictado alguna vez una orden tan terrible es basándose en documentos históricos, aunque esto nunca es incontrovertible.

  • La revelación ha llegado hasta el inquisidor a través de hombres, y ha sido interpretada por hombres. Aunque pareciese provenir del propio dios, cabe la posibilidad de que en estos casos haya prevalecido algún error. Por ejemplo, en la orden recibida de dios por Abraham para que matase a su propio hijo como a un cordero.

  • Si fuera así el inquisidor se arriesga a hacer algo malo en grado máximo y en este acto se comporta de manera consciente.

Kant propuso un criterio moral para juzgar la autenticidad de cualquier supuesta revelación: si alguna voz o testimonio que supuestamente revela la palabra de dios, te impulsa a hacer algo malo, no creas que es dios quien realmente te lo dice. Este límite moral identificado por Kant nos exige rechazar la verdad escrita de la Biblia.

Negación de credibilidad al contenido de la Biblia

Las representaciones de un dios cruel e injusto por los autores de las escrituras y sus seguidores, obedecía a que los antiguos pueblos bíblicos daban por supuesto que todos los acontecimientos que incidían en el bienestar humano eran fruto de la voluntad de alguna divinidad, y tenían como objetivo afectar para bien o para mal a los seres humanos.

Si ningún ser humano era causante del acontecimiento, o si éste por sus características no podía ser causado por ningún ser humano, como epidemias, sequías, o buen tiempo, deducían que tenía que haberlo provocado algún agente invisible muy poderoso. Cuando el acontecimiento no era beneficioso para la gente, se deducía que dios lo había provocado por ira y castigo contra ella. Esta era la razón por la que los antiguos pueblos bíblicos estaban dispuestos a adscribir a dios hechos buenos y malos.

Los hechos que despertaban la ira de dios cada cierto tiempo, como para que lanzara oleadas de destrucción total contra la humanidad, se asociaban con el comportamiento de las comunidades humanas, porque no se poseían conocimientos para explicarlos científicamente.

Esta manera de explicar las cosas fue y es propia de los seres humanos que no han tenido la fortuna de disponer de una explicación científica de los hechos. El premio por algo bueno y el castigo por algo malo es otra idea profundamente arraigada en ellos.

Con el conocimiento de la falsa moralidad de gran parte del contenido de la Biblia, no queda más alternativa que destacar su falibilidad como pretensión de prueba extraordinaria de la existencia y naturaleza de su dios. Rechazada la Biblia como prueba extraordinaria de dios, quedan desautorizadas todas las pruebas extraordinarias del mismo tipo como: experiencias de presencia divina, revelaciones y milagros, testimonios de milagros y profecías. Estas experiencias tienen tantas o más posibilidades de afirmar grandes errores o verdades morales, lo cual las hacen poco fidedignas, es decir, que no se pueden confiar en ellas y no ofrecen un respaldo creíble a aseveraciones morales.

Ningún creyente de ninguna religión puede aducir criterios independientes, para aceptar sus propias revelaciones como milagros y experiencias religiosas, y rechazar milagros y experiencias religiosas de otras religiones.

Thomas Hobbes: Las creencias sobrenaturales son proyecciones religiosos primitivas

Thomas Hobbes, filósofo del siglo XVII, opinaba que la gente antigua honraba el poder absoluto sin tener en cuenta alguna justificación moral. Los antiguos no deshonraban sino por el contrario honraban a sus dioses, al hacerlos protagonistas de grandes crímenes como violaciones, y robos entre otros. La acción entre más grande y difícil, indicaba mayor poder, sin importar que fuera justa e injusta. Lo que más celebraban en Júpiter eran sus adulterios, en Mercurio sus engaños y robos. El dios de los hebreos según sus escrituras cometió acciones cuya atrocidad es de una magnitud muy superior a las de dioses paganos.

Por otro lado el orden social de las sociedades tribales estaba estructurado sobre normas de honor y de venganza, de responsabilidad del clan y de la tribu en conjunto, más que de cada individuo. Las condiciones sociales en que convivían hacía menos manifiesta la injusticia de sus dioses. Una ofensa cometida contra algún miembro de una tribu era vengada mediante un agravio infligido a otro miembro de la tribu agresora, o alguno de sus descendientes, porque los hijos heredaban las iniquidades de sus padres. A las tribus de los primeros hebreos, cristianos o musulmanes les parecía normal que su dios hiciera esto mismo a escalas mucho mayores.

El carácter inmoral de los dioses, o sus agentes, de los pueblos antiguos sin conocimientos científicos, queda entonces justificado por la costumbre al adjudicar los grandes acontecimientos tanto benéficos como perjudiciales a la voluntad de sus dioses. Cuando no se observa algún responsable real del acontecimiento y no se tiene conocimiento científico de él, su responsabilidad se atribuye a un dios invisible. Por eso se aceptaba que una deidad fuera la responsable tanto de los hechos macabros como de los sublimes. Pero estos mundos espirituales antiguos siguen transmitiendo los miedos y esperanzas, los amores y los odios, las aspiraciones y depravaciones a quienes todavía creen en ellos.

La autoridad de la moral

Se llega a la conclusión de que ninguna prueba a favor del dios de las escrituras, ni de los dioses paganos, es creíble, y por ello el rechazo de las religiones a un dios como autoridad de la moral. La afirmación teísta de que sin dios las leyes morales carecen de autoridad es falsa. La autoridad de las leyes morales no reside en dios sino en cada uno de nosotros. Todos y cada uno tenemos autoridad moral frente a los demás. Naturalmente no se trata de una autoridad absoluta para ordenar a otro que nos obedezca ciegamente, sino de la autoridad para reclamar a los demás que respete nuestros derechos, que conozcan nuestros intereses, que escuchen nuestras inquietudes. Cada vez que presentamos una queja por la conducta ajena, o establecemos nuestro derecho a la atención de alguna otra manera, estamos presuponiendo nuestra autoridad, para dar motivos a otras personas, de actuar en forma distinta a los deseos y preferencias que ya tienen.

Nuestra propia autoridad de reclamar la asumimos y ejercemos en base a que cualquier persona la tiene igualmente, incluidas aquellas de quienes esperamos atiendan nuestras pretensiones. Al dirigirnos a los demás como personas ante quienes están justificadas nuestras pretensiones, los estamos reconociendo como jueces de pretensiones y por tanto como autoridades morales.

Las normas morales

Las normas morales nacen de nuestra practica de presentar y obtener pretensiones reciprocas, en las que mutuamente se establecen consideraciones que tienen validez, como razones que todos debemos acatar. De este modo elaboramos las normas para convivir en paz y colaboración, sobre la base de una responsabilidad mutua.

Algunos afirman que si las personas se niegan a aceptar esa responsabilidad, y no hay la posibilidad de alguna autoridad externa, las pretensiones de los seres humanos se reducen a preferencias personales respaldadas por el poder. Al tratarse de pretensiones, así sean personales, aceptan a los demás como jueces de ellas e ingresan al sistema de evaluación moral. Esto exige de ellos responsabilidad y como carecen de argumentos válidos para no ser tratados así, se ven obligados a frenar su comportamiento censurable. Por ello la moral, entendida como un sistema de reclamaciones mutuas, en el que toda persona es responsable ante los demás, no necesita apoyar su autoridad en ninguna autoridad superior o externa. Se apoya en la autoridad que todos tenemos de exigirnos cosas mutuamente.

Apelaciones a alguna autoridad divina pueden anular la moral, ya que los creyentes pueden recurrir solo a la idea de su dios para justificar sus actos. En estos sistemas es muy fácil ignorar las quejas de las personas ofendidas por los actos de otras, ya que no las reconocen como autoridades morales con derechos propios. Ignorar las quejas ajenas equivale a ignorar la principal fuente de información necesaria para mejorar nuestra propia conducta. Apelar a dios, no a las personas afectadas por nuestras acciones, equivale a eludir la responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos ante nuestros congéneres.

Sin embargo históricamente cuando la violencia y el fanatismo se han impuesto al dialogo y a la razón, hay que lamentar que las morales tanto teístas como ateístas o laicas han inspirado acciones muy morales e inmorales. Guerreros fascistas, fanatizados de fe y racismo, y guerreros comunistas sedientos de justicia social, han masacrado y esclavizado pueblos enteros enarbolando violentamente las banderas dogmáticas de sus ideales.

Moral abominable de las Sagradas Escrituras

Creer en los contenidos de las sagradas escrituras nos obliga a aceptar que los actos más abominables son moralmente correctos cuando los hace o los ordena dios. Esto implica tres cuestionamientos: primero, no podemos aceptar, sino que tenemos que rechazar como inmorales las acciones moralmente repugnantes. Segundo, no podemos aceptar que tanto los actos detestables como los actos de bondad sean cometidos por un dios infinitamente bueno. Un dios moralmente bueno, en grado infinito, no puede cometer acciones malas, delitos o crímenes contra sus propias criaturas o creaciones. Tercero, tenemos que aceptar que los contenidos de las sagradas escrituras carecen de verdadera credibilidad. No olvidar que todas las religiones con sistemas teológicos totalmente contradictorios aducen a su favor, o ponen a su servicio, los mismos tipos de pruebas extraordinarias, y con ellos refuerzan la idea de que estos tipos de pruebas carecen de credibilidad.

El árbol maligno del evolucionismo

Los defensores de la verdad literal de la creación en la historia bíblica, según Mateo 7, 18, dicen del evolucionismo que es un árbol maligno que produce solo frutos corruptos, que sus raíces penetran la tierra de la inmoralidad, que su tronco crece en el abismo de la negación de la existencia de dios y que se alimenta con el pecado. Para los creacionistas la teoría de la evolución desemboca en fenómenos considerados malos, como el aborto.

La mayor parte de los teístas aceptan la teoría evolucionista, y los del árbol maligno la atacan con virulencia. La mayoría de las personas con fe religiosa toleran el evolucionismo porque están convencidos de las pruebas de la existencia de dios que les han propuesto. No han discutido las pruebas de la existencia, o no existencia de dios, con espíritu de indagación racional, es decir, no se han abierto a la posibilidad de que estas pruebas vayan en contra de su fe. Las pocas personas del árbol maligno, encerradas en su religiosidad afirman que sin dios es imposible la moralidad y se oponen frontalmente al evolucionismo. Que hay que luchar contra la teoría evolucionista porque lleva a la inmoralidad individual y social. Sus expresiones comunes son: "Sin dios esta todo permitido", o "La moralidad no se puede sostener sin religión".

Fuente

Dios no existe de Christopher Hitchens. Si dios ha muerto, ¿todo está permitido? de Elizabeth Anderson.

 

 

Autor:

Rafael Bolívar Grimaldos