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San Agustín (página 2)


Partes: 1, 2

"Me convencieron de ir a Roma y enseñar lo que enseñaba en Cartago. Aunque no debo dejar de confesar el motivo que me movió a hacerlos: mi determinación de ir a Roma no fue por ganar más ni conseguir más prestigio, como me prometían los amigos que me aconsejaban eso – aunque también influyeron estas cosas en mi decisión -, sino que el mayor motivo y casi único fue que yo había oído que los adolescentes de Roma eran más correctos y sosegados en las clases, debido a la rigurosa disciplina a que estaban sometidos, y no les estaba permitido entrar en las alas que no fueran las suyas sin previo permiso ni armar alboroto. Todo lo contrario ocurría con Cartago, donde es tan grosera y desmedida la conducta de los estudiantes, que entran con toda desvergüenza en las clases, y con su alboroto perturban el orden establecido por los profesores para provecho de los alumnos… Yo me veía obligado en Cartago a soportar como profesor esas malas costumbres que, siendo estudiante, no quise nunca hacer. Por eso deseaba ir a Roma, donde los que lo sabían me aseguraban que no se daban allí semejantes cosas. Pero el verdadero porqué de que yo saliera de Cartago y me fuera a Roma sólo Dios lo sabía; me ponía espinas en Cartago – por así decir – para arrancarme de allí, y me ofrecía esperanzas de una mejor situación en Roma para atraerme allá; aunque yo buscara una falsa felicidad, Él quería la salud de mi alma, sin indicármelo a mí ni a mi madre, que lloró enormemente mi partida y me siguió hasta el mar…" (Agustín, Confesiones)

  • 5. "OÍR LO QUE DECÍA": AMBROSIO

"Confieso que no me preocupaba de aprender lo que Ambrosio decía, sino más bien de oír lo que decía. Era este el único y vano cuidado que me había quedado desesperado de poder encontrar un camino que me llevara a ti. No obstante, ese mismo significado que yo trataba de ignorar venía a mi mente junto con las palabras que me agradaban. No podía separar las dos cosas y así, cuando abría mi corazón para recibir la suavidad y elegancia de las palabras, tras ellas entraba también, aunque poco a poco, la verdad." (Agustín, Confesiones V, 13, 2)

  • 6. LAS ESCRITURAS.

"Por lo que respecta a los pasajes absurdos que me presentaban las Escrituras… creí que debía catalogarlos entre los misterios profundos. Por otra parte, la autoridad de las Escrituras que parecían más venerables y dignas de fe cuanto más abiertas estén a todos los que quieran leerlas. Encubría la dignidad de su secreto bajo un sentido profundo, dándose a todos con palabras llanísimas y con un estilo humilde, haciéndose entender de lo que creen y no son ligeros de corazón." (Agustín, Confesiones VI, 5, 3)

  • 7. LA ESCENA DEL 386 EN EL FONDO DEL JARDÍN

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"Había en la casa en donde nos alojábamos un jardincito que usábamos nosotros lo mismo que el resto de la casa, pues su propietario no vivía allí. A este jardín me había traído la zozobra de mi corazón, para que nadie pudiera estorbar el fiero combate que había entablado conmigo mismo. Me retiré, pues, al jardín, y Alipio siguió mis pasos. Su presencia allí no me impedía sentirme solo. Nos sentamos alejándonos lo más posible de la casa." (Agustín, Confesiones VIII, 8, 2)

"Me arrojé, como pude, debajo de una higuera y di rienda suelta a las lágrimas, que brotaron de mis ojos como ríos enteros, sacrificio aceptable a ti, Señor. Y te dije muchas cosas, si no con las mismas palabras, si con el mismo sentido que éstas: "¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar enojado? No quieras acordarte más de nuestras viejas iniquidades." (Agustín, Confesiones VIII, 12, 1)

"Esto decía con lágrimas de amarga contrición. Y mientras tanto se oyó una voz, de niño o de niña, no lo sé, que desde la casa vecina decía y repetía cantando: toma y lee, toma y lee." (Agustín, Confesiones, VIII, 12, 2)

  • 8. 397 – 398: LOS AÑOS DE LAS CONFESIONES

Estamos en la época de la redacción de las Confesiones, diez años después de su conversión, para proclamar, cantar y testimoniar una fe, una gracia, una necesidad. Bastante brisa habrá corrido por la cabeza de Agustín para sumirse en la escritura de una autobiografía con humilde confesión de sus faltas, "la ausencia de Dios en el pecado", proclamar la necesidad de Dios desde una inquietud y testimoniar la inmensa acción de la Gracia debida a Dios como autor de todas las cosas.

"Alma mía, no seas vana ni permitas que se ensordezca el oído de tu corazón con el tumulto de tus vanidades. Oye tú también al mismo Verbo que clama y te dice que vuelvas y que éste es tu centro y lugar de inquietud imperturbable, donde el amor no es abandonado, sino cuando él mismo abandona." (Agustín, Confesiones, IV, 11)

"¡Tarde te amé, hermosura antigua y tan nueva, tarde te amé!

Y, sin embargo, Tú estabas dentro y yo fuera, y fuera de mí te buscaba.

Desfigurado y maltrecho como era,

me lanzaba, sobre las cosas hermosas que Tú creaste.

Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.

Me retenían lejos de Ti todas esas cosas que, si no estuvieran en Ti,

no existirían.

Me llamaste y me gritaste hasta romper mi sordera.

Brillaste sobre mí y me envolviste en resplandor, e hiciste huir mi ceguera.

Exhalaste tu perfume y respiré.

Y ahora suspiro por Ti.

Gusté de Ti y siento hambre y sed.

Me tocaste y quedé envuelto en las llamas de tu paz." (Agustín, Confesiones, X, 27)

El pensamiento filosófico de San Agustín

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Dos grandes figuras dominan el pensamiento filosófico de la Iglesia: San Agustín y Santo Tomás. El primero, el más grande Padre y "Doctor de la Gracia"; el segundo el más grande Doctor de la Iglesia.

San Agustín es el Padre de la Filosofía Cristiana y de la Filosofía de la Historia. Buscador incansable de la verdad. Él la busca en las fuertes tensiones existentes. ¿Qué es la verdad?

"La verdad consiste en poner en Dios estas tres cosas: la causa del mundo, el soberano bien y el punto de apoyo de la razón. El error consiste en poner esas tres cosas en el mundo de los cuerpos o en el espíritu humano." (Agustín, De vita beata, 34)

Bibliografía fundamental de San Agustín

De la obra de San Agustín relativa a la filosofía se puede mencionar:

  • a. De apto et pulchro, escrita cuando era maestro de retórica en Cartago.

  • b. Contra Académicos, obra contra el escepticismo. Muestra que la verdad es cognoscible y la felicidad no se halla en su búsqueda sino en la posesión de la verdad.

  • c. De vita beata enseña que la verdadera felicidad se encuentra en Dios.

  • d. De ordine en donde investiga el origen del mal.

  • e. Soliloquia o sobre la inmortalidad del alma.

  • f. De inmortalitate animae, también sobre el alma y la inmortalidad.

  • g. De quantitate animae, igualmente sobre la inmortalidad del alma.

  • h. De magistro sobre la psicología pedagógica.

  • i. De musica, que es su mejor tratado de estética.

  • j. De civitate Dei, sobre la teología, la teodicea y la filosofía cristiana de la historia con el interés de mostrar la historia como historia de la salvación. Algunos desarrollos están ya en el libro XI de las Confesiones para explicar que el tiempo histórico es lineal y no cíclico.

  • k. Confesiones. Autobiografía espiritual con apuntes al problema del bien y del mal, al triunfo de la verdad sobre el error, a la actividad espiritual como búsqueda interior.

  • l. Retractaciones.

  • m. De Trinitate, desarrollos de su psicología y cosmología.

Fuentes del pensamiento de San Agustín

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La filosofía de san Agustín tiene sus raíces en el Hortensius de Cicerón y en el pensamiento de Platón. Del Hortensius dirá:

"Este libro cambió mi visión de la vida. Y también cambió mis súplicas hacia ti, oh Señor, y me proveyó de una esperanza y aspiraciones nuevas. Todos mis vanos sueños perdieron de repente su encanto y mi corazón comenzó a suspirar con febril ardor por la eterna sabiduría. Comencé a levantarme para volver a ti." (Agustín, Confesiones III, 4, 1)

San Agustín descubre el platonismo en Milán, estudiando a Plotino. De esta tendencia aprende: hacer un camino interior, de vuelta a sí mismo, y en camino hacia Dios. De Platón, dice Agustín:

"Platón, el hombre más sabio y erudito de su tiempo, que ha hablado de tal modo, que todo aquello que dice aparece grande y que dijo cosas que de cualquier manera que se dijeren, no han sido nunca pequeñas" (Agustín, Contra Académicos III, 37)

De todas las doctrinas asumidas por Agustín de Platón la más importante es la teoría de las ideas que las sitúa en Dios. Contrario a Platón, para quien las ideas son objetivas, las ideas están en el entendimiento y tienen su origen en los sentidos y siendo representaciones de las esencias de las cosas externas poseen como notas la eternidad y la inmutabilidad; de ahí que haya que relacionarlas con Dios en cuanto que existieron en su mente desde un principio como esencia y existencia.

El fundamento del pensamiento de San Agustín

El centro del pensamiento de San Agustín se encuentra en la expresión: tolle, lege [toma y lee] que es el llamado definitivo que recibió mientras meditaba en el jardín de su casa cuando escuchó una voz que le decía tolle, lege y tropezó con Romanos 13, 13-14.

"Pero cuando de mis más arcanos fondos sacó mi consideración toda la mole de mis miserias y me plantó delante de los ojos se levantó en mí una inmensa tempestad que desencadenó un torrente de lágrimas. Y para poderlo soltar libremente, con todas sus voces y alaridos, me aparté de Alipio; para llorar era preferible la soledad, pues aun su presencia, grata como era, la sentía yo como un estorbo. Yo era ya tuyo, y él no sé qué sintió. Pienso que algo debí decir con la voz cargada de llanto, y en esa situación me levanté. Él lleno de estupor, permaneció sentado en el mismo lugar, y yo fui a tenderme no recuerdo cómo debajo de una higuera; solté la rienda a las lágrimas y de mis ojos salieron como sacrificio aceptable para ti ríos enteros. Y muchas cosas te dije, no en estos términos precisos, pero sí con este sentido: "¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar enojado conmigo para siempre? ¡Olvídate ya de nuestras viejas iniquidades!" (Sal 6, 3; 12, 2; 128, 8). Porque me sentía amarrado a ellas y lanzaba gemidos llenos de miseria: "¿Cuándo, cuándo acabaré de decidirme? ¿Lo voy a dejar siempre para mañana? ¿Por qué no dar fin ahora mismo a la torpeza de mi vida?"

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"Esto decía con lágrimas de amarga contrición. Y mientras tanto se oyó una voz, de niño o de niña, no lo sé, que desde la casa vecina decía y repetía cantando: Toma y lee, toma y lee. Al punto se mudó mi ánimo y comencé a preguntarme con fija atención si había oído alguna vez cantar a los niños por juego una letrilla semejante. Y comprimiendo el ímpetu de mis lágrimas me levanté en seguida, seguro de que en aquella voz había para mí un divino mandato de tomar el libro y leer lo primero que vieran mis ojos. Porque de Antonio acababa de oír que una lectura del Evangelio lo había amonestado, como si con palabras le hablara, diciéndole: Anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, con lo cual tendrás un tesoro en el cielo; y luego, ven y sígueme (Mt 19, 21). Y Antonio siguió este oráculo y se convirtió a ti.

Volví entonces apresuradamente al lugar en que estaba sentado Alipio, pues allí había dejado el libro del apóstol. Lo tomé, lo abrí y leí en silencio el capítulo en que habían caído mis ojos. Decía: No andéis en comilonas ni embriagueces; no en las recámaras y en la impudicia, ni en contiendas y envidias; sino revestíos de nuestro Señor Jesucristo y no os dejéis llevar de las concupiscencias de la carne (Rom 13, 13-14) No quise leer más, ni era menester. Porque al terminar de leer la última sentencia una luz segurísima penetró en mi corazón disipando de golpe las tinieblas de mi dubitación." (Agustín, Confesiones VIII, 12, 1, 2, 3)

PARTES FUNDANTES DEL PENSAMIENTO DE SAN AGUSTÍN

Como filosofía teocéntrica, la visión de San Agustín se centra en Dios y el alma:

"Deseo conocer a Dios y el alma.

¿Nada más? ¡Nada más!"

"¡Oh Dios, el mismo siempre: conózcate a ti, conózcame a mí!"

De modo que en las Confesiones de San Agustín encontramos la pregunta por Dios y la pregunta por el hombre.

  • 9. LA PREGUNTA POR DIOS EN SAN AGUSTÍN

Las Confesiones constituyen la expresión de una búsqueda de Dios:

"¿Cómo pues, Señor, te he de buscar?" (Agustín, Confesiones X, 20, 1)

  • a. "¿Qué eres tú, Dios mío?" (Agustín, Confesiones I, 4, 1)

  • b. "¿Qué eres tú para mí?" (Agustín, Confesiones I, 5, 1)

"¡Oh Dios que todo lo sabes! Haz que yo te conozca como tú me conoces a mí. ¡Oh fuerza de mi alma!

Penetra en ella y adáptala a ti para que la poseas sin mancha y sin arruga.

Esta es mi esperanza y por eso hablo…" (Agustín, Confesiones X, 1)

"Dime pues, Señor, por tu misericordia, Qué eres tú para mí.

Dile a mi alma: "Yo soy tu Salud" (Sal 34, 4).

Y dímelo en forma que te oiga, ábreme los oídos del corazón,

y dime: "Yo soy tu Salud".

Y corra yo detrás de esa voz, hasta alcanzarte.

No escondas de mí tu rostro, y muera yo,

si es preciso, para no morir, y contemplarlo." (Confesiones I, 5, 1)

  • 10. LA PREGUNTA POR EL HOMBRE EN SAN AGUSTÍN

Las Confesiones constituyen la expresión de la búsqueda de sí mismo:

  • a. "¿Quién era y cómo era yo?" (Agustín, Confesiones IX, 1, 1)

  • b. "¿Quién soy yo para ti?" (Agustín, Confesiones I, 5, 1)

"Entonces me volví a mí mismo y me pregunté: "Y tú, quién eres?" Y contesté: "Soy un hombre, y tengo un cuerpo que mira al exterior y un alma que está en mi interior". ¿En cuál de los dos debí buscar a mi Dios, a quien anduve buscando con mi cuerpo por la tierra y por el cielo hasta donde pudieron llegar investigando los rayos de mis ojos? Pero la parte mejor del hombre es, a no dudarlo, la parte interior." (Agustín, Confesiones X, 6, 2)

EL HOMBRE, UNA DIFICULTAD MÁS: "GRANDE ABISMO ES EL HOMBRE"

(Agustín, Confesiones IV, 14, 22)

"Felices aquellos a quienes aún contra su voluntad y a contra corriente, una inesperada tempestad los rebota en la deseadísima arena." (Agustín, De vita beata, 1, 1, 1)

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Para entender al hombre, Agustín propone tres caminos.

El primer camino, será el de contemplar al hombre como un ser de pecado, pero también de gracia; un ser que tiene cuerpo, pero con alma. Eso es el hombre, un ser desgarrado. En De vera religione, 39, Agustín dirá: "Inscende in te, et trascendete" ("Entra en ti, y trasciéndete")

"Todo el que conoce su duda conoce con certeza la verdad, y de esta verdad que entiende, posee la certidumbre; luego cierto está en la verdad. Quien duda, pues, de la existencia de la verdad, en sí mismo halla una verdad, en que no puede mellar la duda. Pero todo lo verdadero es verdadero por la verdad."

El segundo camino consistirá en visualizar al hombre como un ser – existir en donde el alma se presenta como potencia uniformadora y vivificante:

"Así como el agua amasa, conglutina y recoge la tierra cuando con su mezcla se forma el lodo, de igual modo, el alma, abrazándose a la materia, la vivifica, la reduce a unidad armónica e impide su disolución." (Agustín, De gen. Contra maniqueos, II, 7, 9)

El cuerpo también incide y actúa sobre el alma, moviéndola y conmoviéndola: "Ita quod suo motu animus facit in corpore al eum conmovendum valebit." (Agustín, Epist. 9, 3)

El tercer camino consistirá en ver al hombre como un ser en donde laten dos principios que se llaman presencia de Dios y presencia del pecado pero el hombre es un ser creado para quedar instalado en Dios:

"Grande eres, Señor, y dignísimo de toda alabanza;

grande es tu poder y tu sabiduría no tiene número."

Y quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación,

y precisamente el hombre que lleva en torno a sí el testimonio de su mortalidad, el testimonio de su pecado…

Y con todo quiere alabarte el hombre.

Tú mismo le excitas para que se deleite en alabarte,

porque nos hiciste, Señor, para ti,

y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti."

(Agustín, Confesiones, VII, 16)

  • 11. "LA LEY, EN EL CORAZÓN DE LOS HOMBRES" (AGUSTÍN)

El hombre no sólo está instalado en la Creación y en la destinación eternal, sino que a él le cabe ocupar el lugar que le corresponde en el orden de la Creación de Dios: "Ordo est: parium disparium que rerum sua cuique loca tribuens dispositio" (disposición de cosas iguales y desiguales, dando a cada una su lugar que le corresponde)" (Agustín, De Civitate Dei, XIX, 13)

Agustín se refiere a una lex intima por medio de la cual Dios habla a los hombres en su conciencia: "Las normas inmutables de un honesto vivir son también conocidas por los impíos" (Agustín, De Trinitate, Xi, 15, 21)

"Dios pondría su ley en el interior de los corazones de donde tomó el apóstol esta expresión: "No con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en letras de piedra sino que en tablas que son corazones de carne" (Agustín, Del espíritu y de la letra, 42)

"Pues cuando los gentiles, que no tienen ley, guiados por ley de naturaleza, obran los dictámenes de la ley, éstos, sin tener ley, para sí mismos son ley como quienes muestran tener la obra de la ley escrita en sus corazones." (Agustín, Del espíritu y la letra, 43)

"Lex aeterna, moderatia humanarum actioniumn"

(LEY ETERNA, MODERADORA DE LAS ACCIONES HUMANAS)

"Creo que también te darás cuenta de que en tanto la ley temporal es justa, y legítima en cuanto fundada en la ley eterna. Según esto, para dar verdaderamente una noción breve de la ley eterna, que llevamos impresa en nuestra alma, diré que es aquella en virtud de la cual es justo que todas las cosas estén perfectamente ordenadas." (Agustín, De Libre arbitrio, VI)

De modo que la ley temporal deben conformarme a la ley eterna dado que es justo que todas las cosas estén "perfectamente ordenadas".

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  • 12. "AMA, Y HAZ LO QUE QUIERAS"

¿Qué dice el corazón a la lex intima inscrita en él? la libertad que es el presupuesto del obrar ya que es la autodeterminación de la voluntad basada en el conocimiento de uno mismo: "Es un bien tan grande que sólo necesitaba ser deseada para ser poseída." (Agustín, De libero arbitrio I, 12, 2)

La libertad del obrar humano está unida a la justicia y a una justicia en el amor.

"En pocas palabras define (Cicerón) la República diciendo que es la cosa del pueblo… Define el pueblo diciendo que es una sociedad fundada sobre derechos reconocidos y sobre la comunidad de intereses. Y añade que la República no puede ser gobernada sin justicia. En consecuencia, donde no hay verdadera justicia no puede haber verdadero derecho. Como lo que se hace con derecho se hace justamente, es imposible que se haga con derecho lo que se hace injustamente. Por tanto, donde no existe verdadera justicia no puede existir comunidad de hombres fundada sobre derechos reconocidos y, por tanto, pueblo… Ahora bien, la justicia es la virtud que da a cada uno lo suyo." (Agustín, La Ciudad de Dios, XIX, 21)

"Cuando el alma está sometida a Dios impera con justicia al cuerpo y en el ánimo; la razón sometida a Dios, manda justamente a la libido y a las demás pasiones. Cuando el hombre no sirve a Dios, ¿qué justicia hay en él?… Si es un hombre semejante no hay justicia, en una reunión de hombres, que es un conjunto de esa ralea, tampoco lo habrá." (Agustín, De Civitate Dei, XIX, 21, 2)

"Así, pues, de una vez y para siempre, se le da un breve mandamiento. Dilige et quod vis fac. Ama y haz lo que quieras. Si callas, calla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Y que el amor sea tu raíz interior, pues de tal raíz no podrá brotar sino bien" (Agustín, Comentario a la Epístola de San Juan, Tratado VII, 8)

¿Qué es filosofía para San Agustín?

Para San Agustín, la filosofía es amor a la sabiduría y la sabiduría es Dios, en quien viene a confundirse el objeto de la fe y el objeto de la investigación racional, y como la razón no basta para entender a Dios, es necesaria la fe. Por esto dice: "Entiende para que creas y cree para que entiendas".

Para san Agustín el verdadero filósofo es amante de Dios, en quien, como verdad suprema, se pueden conocer todas las cosas, la vida bienaventurada del alma y el principio de toda existencia.

Respecto al ser, Agustín considera que tiene tres propiedades trascendentales: la bondad, la verdad y la belleza. "El ser es verdadero en cuanto existe; es bello el ser que posee la debida proporción y bueno es todo lo que existe en cuanto es apetecible"

Influido principalmente por Pitágoras, Sócrates, Platón y la escuela de Alejandría (Orígenes y Clemente de Alejandría, Agustín acogerá el principio de este último al decir: "No llamo filosofía ni a la estoica, ni a la epicúrea, ni a la platónica, ni a la aristotélica, sino a lo que existe de verdadero en estas Escuelas." (Stromata, 1, 21)

Conocemos también que el pensamiento de Agustín se mueve en el ambiente de la disputa contra el eclecticismo, el materialismo de los estoicos y epicúreos y las doctrinas de la Media y Nueva Academia que conoció directamente y a través de la lectura de Cicerón. Contra el escepticismo afirmará:

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"¿Quién puede dudar de que vive y entiende y quiere y piensa y juzga? Puesto que si duda, vive; si duda entiende que duda; si duda es porque quiere tener certeza; si duda, piensa; si duda, sabe que no sabe; si duda, juzga que conviene no prestar un asentamiento temerario" (Agustín, De Trinitate, X, 10, 14)

"Quien comprende que está dudando ya posee una verdad, pues está cierto de la duda de que se da cuenta; quien duda, piensa; quien duda sabe que no sabe."

Agustín conoció la escuela neoplatónica que fue la tendencia filosófica que más influyó en su pensamiento después de Platón. Estudió a Plotino del cual tomó los siguientes elementos:

  • a. La analogía entre el neoplatonismo y el cristianismo sobre la doctrina del Verbo.

  • b. La doctrina de las ideas que no existen en sí sino en la mente de Dios y desde allí iluminan la inteligencia humana e influyen en todas las cosas pues Dios es la fuente de todo ser, de toda verdad y luz y de toda bondad o bienaventuranza.

  • c. La doctrina sobre las razones o energías seminales.

  • d. La doctrina sobre la necesidad de apartarte de lo sensible para hallar a Dios.

Del neoplatonismo rechaza Agustín las doctrinas:

  • a. el emanatismo.

  • b. la creación ab aeterno.

  • c. la metempsícosis

  • d. la imposibilidad de los vicios meramente espirituales.

Siguiendo a Plotino, Agustín preguntará: ¿Quién podrá recibir la Voluntad de Dios?

"Una es la luz que ilumina; otra la iluminada, porque también nuestros ojos se llaman luces (lúmine), y, sin embargo, abiertos a las tinieblas nada ven. Pero la luz iluminante por sí misma es luz y para sí misma es luz, y no necesita de otra luz para lucir; antes bien, las demás necesitan de ella para brillar"

Palabras conductoras para lo que se ha llamado una metafísica de la luz en San Agustín.

  • 14. "EL QUE ENTIENDE, EXISTE Y VIVE" (EVODIO)

En el capítulo III de Libero arbitrio, Agustín indica:

"Para llegar al conocimiento claro de la existencia de Dios es preciso inquirir antes, sin desmayo, a ver qué es lo más noble y excelente que hay en el hombre."

"Porque siendo tres cosas entre sí, el ser, el vivir, el entender, es verdad que la piedra existe y que la bestia vive, y, sin embargo, no pienso que la piedra viva ni que la bestia entienda, y no obstante, estoy certísimo de que el que entiende, existe y vive."

  • 15. DEL SERMÓN 46

"Nosotros que nos encontramos en este ministerio episcopal, del que tenderemos que rendir una peligrosa cuenta, y en que nos puso el Señor según su dignación y no según nuestros méritos, hemos de distinguir claramente dos cosas completamente distintas: la primera, que somos cristianos, y, la segunda, que somos obispos. Lo de ser cristianos es por nuestro propio bien; lo de ser obispos, por el vuestro. En el hecho de ser cristianos, se ha de mirar a nuestra utilidad; en el hecho de ser obispos, la vuestra únicamente."

Agustín, doctor de la Gracia

"Hay que atravesar el mar, y ¿desprecias el leño? ¡Oh sabiduría soberbia!

Te burlas de Cristo crucificado;

El es a quien has barruntado de lejos:

En el principio era el Verbo y el Verbo estaba en el seno de Dios y Dios era el Verbo.

Mas ¿por qué fue crucificado? Porque el leño de la cruz te era necesario.

Te habías hinchado con la soberbia y fuiste arrojado lejos de aquella patria;

y con las olas de este siglo se había interceptado el camino

y no había modo de arribar a la patria si no te transportaba el leño."

(Agustín, Tract in loan 2, 4.

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Bibliografía consultada

Jesúa López Mede, "De la justicia y la ley a la paz y el amor. Testimonio de San Agustín", Nuevo Índice, Madrid, No. 17-18, 1983, pp. 1-12.

Horacio Bejarano Díaz, "San Agustín, Padre de la Filosofía Cristiana" en Historia, Bogotá, No. 1, 1955, pp. 1-21.

Imágenes de la fe, las claves de la vida cristiana hoy. Agustín, Obispo y Pastor, No. 295, 1995.

 

 

Autor:

Oscar Armando Pérez Sayago

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