- Principios que regulan la relación del ejecutivo de finanzas consigo mismo
- Principios que regulan la relación del ejecutivo de finanzas con su empresa
Sólo una vida llevada a cabo dentro de los más elevados principios morales le conduce a lograr plenitud en felicidad y paz. Vivimos un mundo donde el signo de nuestros tiempos es el de un cambio acelerado y profundo en todos los ámbitos, posiblemente el más rápido y generalizado que la humanidad haya experimentado.
La actividad del ejecutivo de finanzas se haya determinada por una doble direccionalidad: Invertir los recursos en los proyectos que más alto rendimiento generen, y recuperarlos en el tiempo más adecuado conforme a los fines de su organización.
En torno a estos dos propósitos, engarzan todas las tareas del ejecutivo financiero, que pueden generalizarse en tres grandes áreas: la planeación, la contraloría y la tesorería.
Nuestra labor se realiza dentro de un amplio marco de relaciones humanas; ya que siempre que se trata de seres humanos se presentan implicaciones de tipo moral. La moral no es otra cosa que la manera especial que caracteriza la actividad humana y la hace objeto de ser juzgada como buena o mala, es decir, como conveniente o no conveniente para el hombre y su destino.
La verdadera dimensión de nuestra labor se resuelve en términos de personas, entre las cuales los primeros somos nosotros mismos.
Por ello, en el trabajo del ejecutivo de finanzas el buen hacer ético es una condición intrínseca de su actividad y no, sólo algo superfluo o agregado.
La ética nos hace falta para vivir más plenamente nuestra vida y nuestro trabajo.
Es en el trabajo donde descubrimos la necesidad de lineamientos claros y razonables; donde nos volvemos vulnerables si no contamos con ellos; donde se pone en riesgo nuestra existencia.
No importa qué tanto poder, riqueza o placer pueda generarse a través de la eficiencia; si se vive al margen de la moralidad, todo hombre es un hombre desgraciado, infeliz. No importa tampoco cuántas oportunidades de poder, riqueza o placer fáciles se tengan que dejar pasar.
Las crisis morales, económicas y operativas de personas, organizaciones y sectores enteros tienen su origen más comúnmente de lo que se cree en la falta de conocimiento sobre qué es la persona y cómo ha de actuar.
Quien defrauda la fidelidad a la compañía, la reserva de un documento clasificado o rompe con el estado ecológico, cuida de no ser descubierto, de no hacerlo notar.
Hay unos contravalores reconocidos; un cierto ambiente de permisividad, que pone en riesgo la imagen de nuestra profesión, la integridad de nuestras vidas y el trabajo de nuestras organizaciones: si incumples, no lo digas, si revelas información, que no se sepa si traicionas una o todas tus convicciones, manténtelo en silencio…., y mientras sigas cumpliendo con ciertos estándares de eficiencia nadie te lo va a reprochar. Esta degeneración en la comprensión de lo que es el hombre como unidad psicológica, fisiológica, espiritual y sociológica, no puede desembocar sino en problemas más graves de los que pretende ocultar y de los que cree resolver.
Es imposible adquirir un saber consistente sobre lo moral sin ejercitarse moralmente. Nadie, por tanto, puede entender qué es el bien si no actúa bien y nadie puede actuar bien si no realiza actos buenos.
Se trata de una conversión constante en búsqueda de la prudencia: del juicio justo. Por un lado, porque continuamente nos vemos tentados a dispensarnos de nuestras propias responsabilidades para dejarlas caer sobre la jerarquía de la empresa. El mundo de los negocios es un universo especialmente inclinado a cambiar la prudencia por la astucia. Esto quiere decir que para conseguir fines diversos a los del bien, puede un hombre aconsejarse, juzgar y mandar de manera aparentemente idéntica a la del hombre bueno –prudente–, pero poseído—a diferencia de éste—de una avaricia profunda que lo lleva a pensar que puede asegurarse su propia grandeza por medio de la riqueza.
El problema esencial es, entonces, el ser humano. El hombre se da cuenta de que las más importantes exigencias de su ser no alcanzan a ser satisfechas ni tomadas en serio con referencia exclusiva a lo temporal, por lo cual el hombre se siente también llamado a la eternidad.
La ética –ciencia de la moralidad- puede definirse como la ciencia que se ocupa de lo que los hombres hacen de sí mismos; a diferencia de la técnica, que se ocupa de lo que los hombres hacen con lo que les rodea.
La ética del ejecutivo de finanzas no es una ciencia diversa de la ética que rige sobre cualquier otro hombre. El financiero antes que financiero es ser humano y, por tanto, se halla sujeto a las mismas exigencias morales que el resto de los hombres.
Las funciones fundamentales del ejecutivo financiero se resumen en planeación, contraloría y tesorería. El ejecutivo de finanzas, como miembro de la alta dirección de la empresa, debe ser un promotor de la racionalidad en la toma de decisiones, de la justicia de la aplicación de las estrategias y de la solidaridad en la administración de los recursos.
La única postura razonable ante los asuntos y las contrariedades morales es aquella que asume todos los aspectos en juego, sin olvidar:
Las condiciones de trabajo
El fin de nuestra labor profesional
Nuestro ser inteligente, libre y contingente, y
Nuestro destino trascendente.
Se han hecho evidentes las catástrofes causadas por el comportamiento de ciertos individuos que han llevado el desastre a empresas, corporaciones y grupos de inversionistas, por un afán desmedido de riqueza y poder al margen de toda consideración moral.
Muchas veces no percibimos la inmoralidad de los actos que realizamos, otras veces simplemente estamos dudosos.
Los estándares son necesarios para eliminar confusiones, bases comunes de entendimiento y comunicación, es decir, son un elemento de información; por otro, también son un elemento de control sobre la honorabilidad propia y de los demás. Por lo tanto tienen la posibilidad de servir como base para ciertas medidas preventivas y correctivas.
A últimas fechas, también se ha redescubierto que la moral puede ser rentable. Primero, porque el seguimiento de normas éticas estrictas, apoyadas por un código explicito de valores, proyecta una buena imagen. Segundo, porque el sentido ético del trabajo empuja a realizarlo bien, extendiendo sus consecuencias hacia el sentido de la calidad. Y finalmente, porque la utilidad y vialidad de nuestra labor profesional dependen, en gran medida, de la credibilidad. Si se pierde la confianzas en la confidencialidad y la honestidad, ni siquiera un trabajo de alta calidad es suficiente para reestablecer la credibilidad.
Una declaración de principios, no se trata de un medio de coacción que dicte todas aquellas prácticas que deben ser prohibidas, sino de un recurso más que nos ayude a descubrirnos y a ser coherentes con la identidad que tenemos como seres humanos y como hombres de empresas dedicados a la actividad financiera.
Esta es precisamente una de las más importantes responsabilidades que dan razón a la existencia de la Asociación Internacional de Institutos de Ejecutivos de Finanzas.
Una declaración de este tipo tiene razón de existir por los siguientes motivos:
Su ausencia nos llevaría a cometer más errores y a sufrir las consecuencias de los mismos;
Nos ayuda a obtener mejores resultados en la actividad cotidiana, resultados positivos que pueden ser también de carácter económico
Nos provee de una regla de honor para medir nuestra actuación y la de los demás miembros de nuestra profesión;
Hacer explícitos ciertos criterios normativos a los cuales sujetarnos, y
Es un medio para alcanzar el respeto de los principios morales universales sobre los que se halla fundamentada nuestra existencia como seres humanos y, por tanto, nuestra felicidad.
Principios que regulan la relación del ejecutivo de finanzas consigo mismo
Mantendrá un apropiado nivel de competencia
A través del continuo desarrollo de los conocimientos y de las herramientas que le permitan el desempeño calificado de su actividad.
La pertenencia a una cierta profesión implica el deber de adquirir la capacidad para ejercerla; un deber de justicia, pues quienes pretenden disponer de nuestros servicios, lo hacen bajo el implícito de que somos capaces de responder adecuadamente.
Transmitirá a otros su experiencia y conocimiento.
Como una actitud de servicio a la sociedad que ha hecho posible su propia capacidad técnica y humana.
De esta manera puede crecer el individuo y por ende la sociedad. Una acción concreta es la de la transmisión de los conocimientos.
Cuidará la estabilidad de su empleo
El trabajo es un medio de realización personal insustituible. Pero además es un medio de colaboración, sin el cual el propio desarrollo se vería disminuido. Un medio de ayuda, para quienes se hallan en una posición menos favorecida a la nuestra. y, por último, un medio de servicio, principiando por los más cercanos (la familia) y de ahí hacia toda la comunidad, la cual ha hecho posible la tradición cultural y el desarrollo de los medios educativos en que el sujeto se prepara para su trabajo.
No aceptará ni encubrirá situaciones
Que vayan en contra de los principios éticos y de justicia social que le señale su propia conciencia. En caso de duda, es importante consultar a quienes más saben.
Cuidará su imagen y preservará su honorabilidad
Rechazará participar en actos que lo desacrediten. No empañará la propia imagen, esto tiene sentido por el respeto a la dignidad de la persona, y no al revés. No se trata de permitir toda clase de corrupción que no sea visible públicamente.
Se fijará una rigurosa actitud discriminatoria hacia toda falsedad
Lo contrario no es sólo un engaño, sino una utopía. Pretender que las cosas son distintas para hacer prevalecer un interés particular o mezquino es disminuir la propia capacidad de humanidad.
Hará prevalecer la mayor imparcialidad e independencia
Rechazando y liberándose de cualquier presión directa que pudiera alterar su juicio en la toma de sus propias decisiones, en las recomendaciones y evaluaciones que haga, así como en los juicios y opiniones que emita.
No aceptará o recibirá atenciones u obsequios
Lo anterior para evitar establecer compromisos o decisiones que
influyan en su criterio.
Contará con el tiempo suficiente para atender el resto de sus ocupaciones fuera del trabajo: familiares, cívicas, religiosas, recreativas y culturales
Quien ejerce una labor particular de trabajo no queda eximido del resto de sus aspiraciones humanas. Estas aspiraciones implican un mínimo de dedicación y, así como son un derecho, son un deber. La familia, la religión, el cultivo personal en las artes, las ciencias, pasatiempos o la simple recreación no sólo son obstáculos para el trabajo, sino que, en la medida en que complementan al sujeto y lo hacen más pleno, lo capacitan para ejercer también un trabajo digno y equilibrado, de otro modo- aunque se trabaje mucho y eficazmente- la persona se estará empobreciendo progresivamente sin percatarse de ello.
Principios que regulan la relación del ejecutivo de finanzas con su empresa
El ejecutivo de finanzas:
No se involucrará en forma alguna en actividades que sean contrarias o perjudiciales a los intereses de la empresa a la cual sirve.
Mantendrá su conducta dentro del marco de las normas y políticas que le señale su empresa.
Más allá de los requisitos estrictamente legales, el ejecutivo de finanzas se halla moralmente obligado a seguir aquellas pautas conforme a las cuales funciona su organización.
Hará valer la prioridad que tienen los intereses humanos de los empleados, trabajadores y directivos dentro de la empresa, actuando con creatividad para encontrar las mejores opciones que, sin detrimento de la productividad, los beneficien al máximo.
El elemento central sobre el cual gira todo comportamiento moral es el de la persona: sea el presidente o el último de los asalariados. Fuera de los individuos, la organización no existe.
Actuará dentro de su ámbito de responsabilidades
De modo que la organización en la que presta sus servicios genere valor económico agregado y éste sea difundido de manera justa; desarrollando proveedores, ofreciendo bienes y servicios a los clientes, pagando impuestos, cumpliendo sus compromisos bancarios, generando y manteniendo fuentes de trabajo con un salario, prestaciones y trato dignos, reinvirtiendo en la empresa, repartiendo dividendos y ayudando a su comunidad.
Aportará sus conocimientos técnicos y desarrollará al máximo posible su habilidad de relaciones humanas.
A fin de hacer valer criterios justos y acertados en el momento de asesorar en materia financiera a las diferentes áreas de la dirección, tanto en los procesos de análisis, como en los de evaluación. Esta responsabilidad será mayor en la medida en que se relacione con niveles más altos de dirección. Cada quien debe rendir tanto como sea capaz con los medios de los que dispone. Para eso se le paga y para eso trabaja. De otro modo, engaña a quien pretende sus servicios y empobrece como sujeto.
Mantendrá el más alto nivel posible de calidad y excelencia.
La competitividad no es sólo una obligación del sujeto para consigo mismo, sino también para con la organización. Los estándares pueden no estar escritos; pero sean implícitos o explícitos, son el marco del propio prestigio, la promesa de una carrera exitosa y el medio de realizarse a sí mismo.
Guardará discreción y secreto de carácter profesional
Sobre la información de la empresa y sus planes, honrando la confianza depositada en su personalidad y conciencia.
Una de las expresiones más claras e inmediatas de la fidelidad del financiero a su organización es el secreto profesional sobre la información confidencial de la misma. En ocasiones, el mal manejo de la información surge de la falta de directrices de qué puede decirse y qué no a inversionistas, banqueros, acreedores o competidores; otras veces de la falta de conciencia sobre los riesgos, y otras más, de la simple codicia.
Los lineamientos son tres: pedir directrices cuando no se tenga la seguridad, informarse adecuadamente sobre la trascendencia de la información que se posee y no darse nunca permiso para aprovecharse personalmente de la información privilegiada.
No se utilizará información interna o confidencial en acto alguno que procure su propio beneficio.
Continuamente la curiosidad y el beneficio personal se oponen al respeto de la discreción. No parece descubrirse que toda falta de discreción mina la propia fuente de trabajo, la propia imagen y, sobre todo, la propia dignidad. Al final, el daño a la organización -aunque parezca mínimo-, la mala reputación y el desgaste interior, afectan a aquel que creía estar sacando ventaja de su posición.
No ocultará hechos o circunstancias que en conciencia deban ser revelados a los inversionistas externos y acreedores.
Manteniendo la veracidad y calidad de la información con una actitud siempre sincera, pero presentando las realidades y capacidades de la empresa con habilidad.
Formulará sus informes financieros con la suficiente diligencia, objetividad y honradez
De modo que proporcionen la protección requerida a inversionistas y acreedores y permitan conocer adecuadamente y oportunamente cuáles han sido los efectos de la gestión administrativa.
Mantendrá siempre una actitud de sinceridad y buena fe.
En relación con los auditores externos, proporcionando la información necesaria y haciendo de su conocimiento cualquier hecho relevante que deba ser considerado para que puedan desarrollar con éxito su función revisora y dictaminadora.
El ejecutivo de finanzas funge como un intermediario entre la empresa y su auditor externo. Su obligación es posibilitar el dictamen más objetivo posible. La candidez puede poner en peligro la permanencia de la empresa. La ocultación puede afectar la confianza que el público deposita en los estados financieros dictaminados, comprometer la reputación del auditor y llevar a conclusiones que impidan resolver problemas actuales de la organización.
Aplicará con honestidad sus conocimientos y su sano criterio
La empresa puede cumplir con sus obligaciones impositivas, con el menor sacrificio de sus intereses, con la sola limitación de los principios de la justicia social; evitando la evasión y la simulación, consciente de que actuará como mediador entre los intereses de la empresa y los del gobierno.
Autor:
L.C. y M.C. Miguel Angel Bolaños Moreno