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El amor: Ese sentimiento inefable

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

  1. El amor
  2. El enlace afectivo
  3. Empezando a amar
  4. ¿Cómo se desarrolla este afecto a través del tiempo?
  5. El comportamiento de los padres
  6. Otros factores que pueden influir en la calidad del apego
  7. Enamorarse: ¿Lazos de amor seguro o inseguro?
  8. Vínculo afectivo evasivo
  9. Vínculo afectivo ansioso-ambivalente
  10. Estabilidad y cambios en el estilo de vinculación: cuando el tiempo pasa
  11. Cómo tratar a tu pareja
  12. Vinculación evasiva
  13. Vinculación ansiosa: La pasión
  14. Estilo de apego, personalidad y psicopatología. Autoestima
  15. Psicopatología
  16. En resumen
  17. Bibliografía

"Cuando nos enamoramos, las frases que usamos para expresar nuestros sentimientos románticos, son fogosas, apasionadas y llenas de emoción." FEFL en Amor y Envidia: La Neurociencia los Estudia

"Todos dicen que es mentira que te quieroporque nunca me habían visto enamorado.Yo te juro que yo mismo no comprendoel porqué tu mirar me ha fascinado". (Júrame, por José Miguel)

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Muchacha por Salvador Dalí

El amor, entre todas las emociones, quizás es la más celebrada y la peor entendida. Muchos lo consideran una forma de locura o de frenesí que consiste en la enajenación de nuestras facultades racionales a favor de una idealización de la persona a quien amamos.

Pero el amor depende de una serie de elementos los que, cuando los mencionamos, igualmente olvidamos. Nadie ha podido explicar satisfactoriamente, qué es lo que hace que una persona se enamore "perdidamente" de otra, excluyendo todo lo demás que es importante en su vida para dedicarse a amar a su Dulcinea ¿O por qué los dramas de la antigüedad abundaban en leyendas amorosas?

Ya mencionamos a Dulcinea del Toboso. Pero, hay más. Romeo y Julieta. Abelardo y Eloísa. Julio César y Cleopatra. Wally Simpson y Edward VIII. La Ilíada. Cyrano de Bergerac y muchos héroes leyendarios y místicos, cuyas vidas fueran afectadas por ese sentimiento complejo que aquí estudiamos.

Edipo, fue literalmente enceguecido por ese amor. Y Cristo, reprochaba a sus discípulos que celaban a María Magdalena: "No es por qué yo la amo tanto, sino por qué a ustedes no los amo tanto como a ella…"

El amor

Para amar con amor maduro, es necesario haber conquistado los aspectos esenciales del desarrollo psicosocial que permiten una entrega desprendida y altruista a otro u otros sin espera de nada en retorno.

Lo que no niega ni invalida, lo que sintiéramos, como amor, la vez primera que nos enamoráramos a una edad temprana.

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Desnudo reclinado por Serebriakova

Hablaremos aquí de algunas de las configuraciones entendidas de este vínculo tan importante.

El enlace afectivo

A la hora de entablar una relación amorosa las personas se comportan de modos muy distintos. Algunos se muestran desconfiados, evasivos o ansiosos mientras que otros no tienen ningún miedo a abrirse a los demás. Unos parecen esperar el rechazo y otros la aceptación. Pero, ¿qué hace que seamos tan diferentes? ¿Somos igual de seguros o inseguros en la infancia y en la edad adulta? ¿Hemos tenido que "aprender" a amar?

El amor es un tema que ha dado muchos quebraderos de cabeza, tanto a quienes lo viven como a quienes tratan de investigarlo. Los psicólogos han estudiado esos lazos de amor que nos mantienen unidos a otra persona y le han dado el nombre de vinculación afectiva o apego. Como tal, se define como una relación afectuosa, recíproca, activa y fuerte entre dos personas. Son, éstas, relaciones que proporcionan sentimientos de seguridad y quietud; pero, cuando una persona se ve privada de ellas se siente sola o intranquila. Es decir, echamos de menos a la persona a quien amamos (llamada en psicología figura de apego). Esto es algo que no ocurre con otro tipo de relaciones cuya finalidad es proporcionarnos guía, compañía, diversión, oportunidad de compartir intereses comunes, intercambiar opiniones o sentirse necesitado. 

Empezando a amar

La formación de la relación afectiva comienza al nacer, y depende tanto de la madre como del hijo, de manera que ambos están contribuyendo en mayor o menor medida a su desarrollo y mantenimiento. Durante los primeros meses de vida casi cualquier conducta del niño puede promover afecto y ternura en la madre: Loa niños lloran, sonríen, miran a los ojos, emiten sonidos o balbucean. Este comportamiento reflejo incita a la madre a acercarse y responder a sus necesidades, de forma que el niño se da cuenta de que cuando llora alguien estará ahí para consolarlo, darle cariño y nutrirlo. De este modo, va aprendiendo que el mundo es un lugar seguro y desarrolla confianza, como propone Erikson. Durante el primer año de vida es imposible mimar demasiado a un niño. La respuesta más apropiada es responder en todo momento a su llanto. Más adelante, se sentirá lo bastante seguro como para empezar a distanciarse de la madre para empezar a descubrir el mundo que le rodea.

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¿Cómo se desarrolla este afecto a través del tiempo?

1. Antes de los dos meses, los bebés se consideran uno con quienes los cuidan y responden del mismo modo ante cualquier persona cariñosa.

2. Desde las ocho a doce semanas aparecen las primeras señales de apego: lloran, sonríen y balbucean más ante la madre o la figura nutriente que ante otra persona.

3.  A los 6 ó 7 meses empiezan a mostrar ansiedad ante los extraños y buscan a su madre para que les dé seguridad.

4. Hacia los 9 ó 10 meses suele aparecer la ansiedad de separación, que perdura hasta los 2 ó 3 años. Ésta forma parte del desarrollo normal del niño y sucede porque ya es plenamente consciente de que es un ser independiente y separado de su madre, residente de un mundo extraño y potencialmente peligroso.

5. Durante el periodo que va de los 10 a los 18 meses la principal actividad de los niños consiste en explorar el entorno. Pero esta exploración implica también inseguridad; porque puede sentir miedo y verse amenazado por el ambiente que le rodea. Por eso, antes de adentrarse en el mundo, necesita saber que hay alguien que lo protege y a quien puede recurrir en caso de necesidad, sabiendo que le dará su apoyo y consuelo. Por tanto, si el proceso no ha sido apropiado, pueden tener problemas a la hora de lanzarse a descubrir su entorno. La unión con la madre se manifiesta aquí en forma de continuas comprobaciones para asegurarse de que está cerca, entrelazadas con constantes incursiones y exploraciones del mismo. Este fenómeno se conoce en círculos psicoanalíticos como "reabastecimiento del combustible emocional".

Este dilema: permanecer junto a la madre versus explorar, también puede dar lugar a conductas contradictorias. El niño puede seguir a sus padres como una sombra y pegarse a ellos como una lapa y más tarde salir disparado como una flecha, tanto alejándose de ellos como retornar hacia ellos, inexplicablemente.

Niños: aprendiendo a amar

Aunque todos nacemos con la capacidad para amar, tenemos que aprender la forma adecuada de hacerlo. Este aprendizaje comienza en la infancia, con nuestros padres, y se extiende durante toda la vida.

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El primer beso Bougereau

Patrones del vínculo afectivo en niños

Para estudiar los lazos de amor entre madre e hijo, se ha recurrido a observar el comportamiento de los niños al ser separados de ella a una edad en la que todavía existe esa ansiedad de separación que antes se mencionara. La forma de reaccionar ante la separación puede ser diferente según el niño: algunos lloran y se aferran a sus padres; otros se "retiran del mundo" hasta que sus padres vuelvan; otros protestan y se enfadan. Aunque en ese momento este comportamiento pueda resultar molesto, a esta edad es una prueba de que el proceso de vinculación está procediendo normalmente.

Vínculo afectivo de seguridad

Cuando están con la madre, los niños más pequeños se acercan y se alejan de ella continuamente y le muestran juguetes o la saludan desde lejos. Este es el principio de la autonomía de que habla Erikson. Se entristecen y protestan cuando son separados de sus madres y la procuran. Cuando ella regresa se excitan y buscan su contacto. Después vuelven a sus niveles habituales de juego rápidamente. Estos niños suelen ser cooperativo mostrando poca agresividad. A esta edad preescolar la relación con los padres es íntima y relajada.

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Les liaisons dangereux por René Magritte

Vínculo afectivo de evitación

Los niños que evitan, mientras están con la madre se centran en el juego sin incluirla a ella, con quien se muestran indiferentes o evasivos. Parecen indiferentes a la separación. Rara vez lloran cuando la madre se va y cuando regresa evitan mirarla y la evitan también a ella. Se mantienen alejados de ella incluso cuando la necesitan. A la edad preescolar se relacionan lo menos posible con sus padres y tienden a ignorarlos. Aquí se sospechan comportamientos conflictivos.

Vínculo afectivo resistente

El niño afectivo resistente, cuando está con la madre se relaciona poco con ella y si lo hace es mostrando una conducta ambivalente, de aproximación y rechazo. Le resulta difícil separarse de ella y sus niveles de juego son bajos. Después de la separación se muestran muy ansiosos y alterados, lloran mucho permaneciendo pasivos e indiferentes. Cuando la madre regresa se muestran ambivalentes. Es decir, pueden buscar su contacto pero chillar y patear al mismo tiempo. Si los cogen en brazos se muestran pasivos, enfadados o intentan que los pongan en el suelo. No exploran mucho y no se les consuela fácilmente. Es difícil que vuelvan a sus niveles anteriores de juego. A la edad de preescolar manifiestan falta de autonomía y una dependencia de los padres que exageran mediante un comportamiento inmaduro de búsqueda de apoyo o mostrándose seductores. Esta etapa demuestra un fallo en lo que Erikson llamara la iniciativa.

Vínculo afectivo desorganizado-desorientado

Los niños que pertenecen a esta categoría, muestran comportamientos contradictorios e inconsistentes. Saludan alegremente a la madre cuando regresa pero luego se alejan de ella o se aproximan sin mirarla y parecen desconcertados durante el reencuentro. Cuando tiene miedo de un extraño se aleja y apoya la frente en la pared aunque la madre esté cerca. Realizan movimientos repetitivos de balanceo o posturas extrañas, como acurrucarse en posición fetal, en el suelo. También pueden tener miedo a los padres (alejarse corriendo, esconderse, ofrecerle objetos desde lejos y con los brazos tensos, como si temiera acercarse demasiado). A la edad preescolar tratan de controlar a los padres para intentar compensar de esa forma la ausencia de un ambiente predecible y estructurado que suele ser muy importante para los niños. A veces puede darse una inversión de roles, actuando el niño como si fuera el padre o madre y tratando de dirigirlos, cuidarlos, organizarlos y castigarlos.

Estos niños pueden sufrir de trastornos de contacto afectivo como lo son los que sufren del autismo o del síndrome de Asperger.

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Asperger

¿Por qué estas diferencias?

Los tres últimos patrones reciben el nombre de inseguros y se forman, cuando los niños se encuentran con rechazo, amenaza o inconsistencia paterna, que lo dejan ansioso ante la respuesta de sus padres en caso de que surgieran problemas. El niño trata de reducir esta ansiedad adaptándose como puede al comportamiento de la madre o padre. Se trata, por tanto, de un modo de actuar estratégico dentro de la relación. Por ejemplo, un niño que ha sido rechazado al intentar establecer una vinculación desarrolla un patrón de evitación. Cuando se encuentra en una situación estresante evita el contacto e incluso mirar a su madre, tratando de minimizar su ansiedad y excluir el rechazo que de ella espera. Por tanto, el comportamiento de los padres es muy importante a la hora de establecer un vínculo seguro, aunque tampoco puede descartarse la influencia de la forma constitucional e innata, de ser de los niños.  

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El comportamiento de los padres

Las investigaciones han encontrado patrones de comportamiento en ambos padres que corresponden con los estilos de vinculación de sus hijos. Así, la clasificación segura está relacionada con padres disponibles, sensibles y que responden a sus necesidades.

Las clasificaciones evasivas están relacionadas con el rechazo hacia el niño. En el hogar suelen mostrar ira, resentimiento e irritabilidad, castigo físico, refunfuñas continuas y constante oposición a los deseos del niño. A veces estos padres mantienen poco contacto físico con sus hijos, pero cuando lo hacen es de forma demasiado errática, inconsistente o intensa, siendo entrometidos y indecisos.

La clasificación resistente o ambivalente está relacionada con recuerdos de padres que no daban cariño a sus hijos, ni se involucraban, incluso cuando afirman haber tenido padres estupendos, que la evidencia desmiente. A veces pueden ser cariñosos con sus hijos de forma caprichosa y poco después mostrarse indiferentes. No tienen en cuenta las señales del niño y pueden entrometerse en sus juegos, justo cuando al niño no le apetece o está ocupado con otra cosa. El sentimiento de que sus padres eran injustos puede ser característico de este grupo.

Por último, el apego desorganizado es frecuente en niños de madres con síntomas depresivos severos, que tienen escasos recursos y sin servicios de apoyo, en hijos de madres alcohólicas y drogadictas y en niños maltratados o que sufrieron abusos.  

¿Cómo se comportan los padres que establecen vinculaciones seguras?

Aunque los estudios se han centrado principalmente en las madres por ser en la mayoría de los casos las cuidadoras principales, las siguientes pautas pueden aplicarse por igual a ambos progenitores, o encargados subrogados.

  • Las madres de niños con vinculaciones seguras son más sensibles a las necesidades de sus hijos;

  • Ellas responden de una manera apropiada y en el momento apropiado;

  • Apoyan al niño cuando quiere separarse de ella y explorar el ambiente y le dan protección y seguridad cuando la necesita;

  • Dejan libertad al niño para elegir sus juguetes y establecer su propio ritmo de juego sin inmiscuirse o tratar de controlarlo; es decir, cooperan con la conducta del niño, en vez de interferir con ésta;

  • Asimismo muestran disponibilidad, paciencia y consistencia en su comportamiento;

  • Siempre mantienen un clima afectuoso y positivo para la interacción,

  • Tienden a expresar más emociones positivas que negativas,

  • Conocen lo bastante acerca de sus hijos,

  • Y disfrutan abrazándolos y dándoles cariño.  

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La fille du concierge Picasso

Otros factores que pueden influir en la calidad del apego

Relaciones entre los padres. Cuando son buenas es más probable que los hijos presenten un apego seguro. Los conflictos que quedan sin resolver entre ellos pueden afectar la salud emocional de los niños.

El que exista o no un compañero sentimental no influye necesariamente en la seguridad del vínculo. Lo importante es la calidad de la relación dentro de la pareja y, en familias monoparentales, el comportamiento hacia el hijo y la capacidad para ocuparse de él adecuadamente. Por supuesto, tener el apoyo de otra persona (pareja, amigo, familiar…) siempre puede venir bien a la hora de criar a un hijo.

La ausencia del padre es un problema que nunca se excusa en los niños, especialmente en los del sexo masculino.

Acontecimientos estresantes. Algunos estudios han comprobado que los ansioso-ambivalentes han sufrido más peripecias desagradables en sus vidas, como malos tratos, enfermedades graves, abuso sexual, muerte de un progenitor y divorcio, o separación de los padres a una edad temprana. Los sucesos negativos aumentan la probabilidad de desarrollar un apego inseguro, incluso cuando el comportamiento de los padres con el niño sea adecuado.

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Tres mujeres por Kazimir Malevich

Los hijos de madres drogadictas tienen más probabilidades de desarrollar un apego desorganizado, debido principalmente a la forma que tienen de comportarse estas madres: tienen más probabilidades de abandonar, rechazar o maltratar a sus hijos, son más insensibles a sus necesidades y los tocan y acarician menos. Sin embargo, si la madre abandona las drogas tras el nacimiento de su hijo, éste puede llegar a desarrollar un apego seguro. Aunque no siempre.

Enamorarse: ¿Lazos de amor seguro o inseguro?

Algunas personas no quieren compenetrarse demasiado. Otras quieren fundirse con su pareja.

Hay quien tiene miedo al amor y otros no pueden vivir sin él. ¿A qué se deben estas diferencias entre personas?

La vinculación afectiva en adultos

La forma de amar en los adultos guarda relación con los patrones de vinculación infantiles. Por ejemplo, los adultos, generalmente, se sienten más seguros cuando su pareja está cerca, es accesible y responde a sus necesidades. Muchas personas no se implican en más proyectos de lo que lo harían sin su pareja, se sienten más seguros a su lado y tienen la sensación de que pueden hacer más cosas y llegar más lejos si tienen el apoyo de su pareja. Cuando una persona se siente estresada, enferma o amenazada, utiliza a su pareja como fuente de seguridad, protección y consuelo. La principal diferencia entre la vinculación afectiva en adultos y en niños consiste en que entre los adultos las relaciones suelen ser simétricas, de modo que ambos intercambian sus papeles a la hora de dar y recibir apoyo (cualquiera de los dos puede ser el que en un momento dado esté estresado o deprimido y necesite que su pareja lo soporte un poco), mientras que en la relación niño-adulto es este último el que protege y da seguridad al niño. Y, por supuesto, la sexualidad es otra parte importante dentro de las relaciones de pareja, y aunque el afecto y el sexo pueden ir por separado, generalmente se influyen mutuamente.  

Repitiendo patrones

La manera de amar y expresar afecto aprendida en la infancia puede repetirse después, a lo largo de los años. Por ejemplo, un niño que no ha sido querido por sus padres, pensará que nadie lo va a querer o que no es digno de amor. Esta creencia, formada a una edad muy temprana, permanecerá a través del tiempo, arraigada en el subconsciente, mientras no suceda algo que la modifique, y puede activarse de forma automática e inconsciente durante la formación de posteriores lazos afectivos (durante la adolescencia, por ejemplo) llevándolo a actuar de la manera aprendida en la infancia.  

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L"entreinte dans la mansarde Picasso

Estilos de vinculación en los adultos Vínculo afectivo seguro

Estas personas se sienten a gusto en las relaciones, las valoran y pueden mostrar tanto intimidad como autonomía. No temen a la proximidad y son los que más probabilidades tienen de sentirse felices y confiados en sus relaciones. No les preocupa demasiado el rechazo o estar solos y experimentan baja ansiedad ante la posibilidad de una ruptura. Se sienten cómodos con la dependencia que suele implicar una relación íntima. Buscan más apoyo de sus parejas, cuando las necesitan, que los inseguros, y también les dan más apoyo. Expresan abiertamente sus preocupaciones y no suelen usar estrategias defensivas o destructivas para solucionar los problemas, sino estrategias de resolución de conflictos que impliquen compromiso. Ven a sus parejas de forma más positiva que los inseguros tras una discusión, de manera que los problemas en la relación pueden proporcionar a los individuos seguros una oportunidad para construir la confianza mutua, mientras que en los inseguros se incrementan las dudas e inseguridades. Piensan que gustan a la gente y que la mayoría de la gente tiene buen corazón. Creen que el amor romántico puede durar. Sus relaciones se caracterizan por una mayor duración, confianza, compromiso e interdependencia que en los inseguros.

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Muchacha asomada a la ventana por Salvador Dalí

Vínculo afectivo evasivo

La huida

Éstos, temen la proximidad, desconfían de los demás y no se sienten a gusto con la intimidad y la dependencia. Afirman que a menudo sus parejas desean más intimidad de la que ellos pueden darles. Se consideran personas que no se dan fácilmente a conocer. Piensan que el amor romántico rara vez perdura y que es raro encontrar a alguien de quien poder enamorarse. Para ellos es muy importante la independencia y la autosuficiencia. En los momentos de estrés o temor, tienden a buscar menos apoyo de sus parejas cuanto mayor sea su nivel de estrés o ansiedad, al contrario de lo que sucede con los individuos seguros. A pesar de esto, pueden sentirse mejor cuando su pareja les da su apoyo. Del mismo modo, cuanto peor se sienta su pareja menos apoyo le darán. Sin embargo, aunque estas personas dan poco, piden poco y huyen de la intimidad, esto no quiere decir, necesariamente, que algunos de ellos no deseen las tres cosas. Simplemente se trata de estrategias defensivas debidas a que en el fondo esperan ser rechazados tarde o temprano.

Mejor no recordar: sacar de la mente el odio y el amor

Cuando se les pidió que recordaran algo triste, las personas con este tipo de vinculación hablaron de acontecimientos que contenían solamente elementos de tristeza pero no de ansiedad o rabia, que tendían a estar presentes en los recuerdos de personas con vinculación segura y, sobre todo, en los ambivalentes. También tardaron más tiempo que los demás en recordar momentos en los que se sintieron ansiosos o amados en sus actuales relaciones. Es decir, estas personas tienen tendencia a alejar de su mente o minimizar cualquier cosa que tenga que ver con sus relaciones de pareja. Así mismo, evitan más los besos, las caricias, hablar abiertamente sobre los sentimientos, mirarse fijamente a los ojos y otros afectos similares.

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Dama desnuda por Warren B. Davis

Dos tipos de evasivos

Dentro de este patrón se han descrito dos categorías, debido a que se vio que se utilizaban principalmente dos formas distintas de evitación, que recibieron el nombre de estilo temeroso y estilo devaluados. Si bien ambos tienden a evitar la intimidad por temor al rechazo, el primer grupo lo vive con una ansiedad alta y temen que sus parejas les hagan daño, mientras que los autosuficientes adquieren este patrón para mantener una sensación de autonomía e independencia demostrando un nivel de ansiedad bajo. Son los que tiene más facilidad para reprimir pensamientos y sentimientos perturbadores, mientras que los temerosos no son capaces de conseguirlo, aunque lo intenten. Debido a esta tendencia a olvidar los aspectos más desagradables, estas personas tienden, en ocasiones, a idealizar a sus padres, a quienes pueden describir como maravillosos, pero sin poder aportar datos (como recuerdos específicos) que lo demuestren. Los evasivos temerosos, en cambio, suelen tener una imagen despectiva de los padres a quienes resienten, a veces, haciéndolo, sin saber por qué.

Vínculo afectivo ansioso-ambivalente

El amor-odio

Este tipo de persona, suele manifestar emociones más intensas, tanto positivas como negativas: más celos, más pasión y mayor deseo de fundirse con la pareja, siendo más proclive a los extremos emocionales. Tienen un gran deseo de proximidad y sienten gran ansiedad ante la posibilidad de un rechazo. Son conscientes de que desean intimidad en un grado mayor que la mayoría de la gente y piensan que esto a veces asusta a los demás. A menudo les preocupa que sus parejas no los quieran realmente. No se dan a conocer fácilmente y suelen tener bastantes dudas sobre sí mismos. Piensan que es fácil enamorarse y que hay pocas personas que deseen comprometerse tanto como ellos. Tienen más probabilidades que los demás de afirmar que en sus relaciones hay menos amor, compromiso y respeto mutuo. Sienten más rabia y hostilidad hacia sus parejas después de un conflicto.

Cuando no se olvida

Los ambivalentes tienden a estar confusos acerca del impacto de sus relaciones afectivas en la infancia. Y sus relaciones actuales con sus padres están marcadas por rabia continua o por intentos de complacerles, estando aún atrapados en los problemas de su relación con los padres durante la infancia. Suelen enfadarse cuando hablan de dichas relaciones y sus recuerdos son contradictorios. Dan la impresión de tener algún conflicto sin resolver con sus padres.  

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Paul Delvaux

Estabilidad y cambios en el estilo de vinculación: cuando el tiempo pasa

El grupo seguro es el más estable. Sin embargo, un estudio realizado recientemente, mostró que los seguros que habían roto con su pareja tenían más probabilidades de considerarse inseguros cuatro años más tarde.

Con el tiempo, los dos miembros de la pareja se van sintiendo menos preocupados en los temas relacionados con el amor, de forma que cuanto más tiempo están juntos menos ansiedad sienten referente a su relación. Ambos se vuelven también más similares entre ellos respecto a su tipo de vinculación y también pueden cambiar, a través de sus diversas experiencias, los estilos aprendidos en la infancia. Por ejemplo, si una persona que comienza una nueva relación con un estilo seguro se encuentra con una pareja que no le da suficiente apoyo, de quien no obtiene el grado de intimidad que necesita o que la rechaza, puede ir volviéndose más insegura en su relación a medida que el tiempo pasa. De modo inverso, Si una persona que estableció una vinculación ansiosa en la infancia forma una relación con alguien que le da seguridad, le enseña con su comportamiento que algunas personas están ahí cuando las necesita y muestra un conducta estable, puede estar ayudando a su pareja a cambiar hacia un estilo más seguro. De hecho, incluso en los niños más pequeños puede producirse un cambio en sus patrones de vinculación, sobre todo si la madre modifica su comportamiento de manera consistente.  

Cuidado con lo que de otros se espera…

Cuando se encuentran en situaciones ambiguas, los individuos ansiosos tienden a hacer interpretaciones más negativas sobre la conducta de su pareja que los seguros (por ejemplo, pueden pensar que si su pareja se separó de ellos en un aeropuerto fue a propósito y no porque se confundiera). Este tipo de interpretaciones puede hacer que con el tiempo vaya disminuyendo el grado de confianza mutua. Una persona que entra en una relación con expectativas de seguridad estará más predispuesta a buscar el apoyo de su pareja y provocar en ella la respuesta que desea, mientras que una persona predispuesta a esperar un rechazo podría mostrarse tan evasiva con su pareja que al final esta acabara rechazándola, lo cual confirmaría sus expectativas y le evitaría la molestia de tener que plantearse sus creencias y cambiarlas por otras, aprender nuevas formas de amar, y nuevos estilos de comportamiento. Lo que sucede es que para algunas personas es más cómodo buscar una realidad que se ajuste a sus expectativas que cambiar sus creencias para ajustarlos a una nueva realidad, incluso aunque ésta sea más deseable. De este modo, se ha visto que muchas personas acaban manteniendo tipos de relaciones que confirman sus creencias a pesar de que, como la mayoría, prefieran, a la hora de enamorarse, una persona atenta y cálida que sepa responder a sus necesidades.

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Le chemise rose por Tamara de Lempicka

Cómo tratar a tu pareja

Descubre su estilo

Lo primero que tienes que hacer es, por supuesto, descubrir dicho estilo, aunque es aconsejable que esto lo hagas una vez que conozcas el tuyo, pues si tienes, por ejemplo, un estilo ansioso, puede que estés demandando más atención y cariño a tu pareja de lo que suele ser habitual y puedes pensar que tu pareja te evita cuando lo que sucede en realidad es que le estás pidiendo demasiado. Céntrate en su forma de comportarse contigo. ¿Expresa sus problemas y su malestar o los oculta y evita hablar de sus sentimientos? ¿Evita el contacto físico más de lo que suele ser habitual en la mayoría de las parejas? ¿Muestra demasiados celos? Utiliza las descripciones dadas de los distintos tipos de vinculación para tratar de encontrar dónde encaja tu pareja. Lo ideal es que hagan esto entre los dos, tratando de descubrir juntos cuál es la forma de relacionarse entre los dos, cuáles han sido sus experiencias en el pasado, tanto en la infancia como en la edad adulta y cómo piensa que han influido en ustedes y en su relación. Escuchen lo que cada uno piensa del otro y hablen sobre ello.

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Anna Akhmatova Modigliani

Cuando te vas…

La reacción de tu pareja ante la posibilidad de una separación (por ejemplo, cuando uno de los dos tiene que pasar unos días fuera por motivos válidos) te ayudará a hacerte una idea de lo segura o insegura que se siente tu pareja. Los que estén en las categorías de evasivos temerosos y de ansioso-ambivalentes se sentirán preocupados ante la separación, pero reaccionarán de manera distinta. Si pertenece al primer grupo no expondrá sus temores ni te dirá cómo se siente ante la perspectiva de que te alejes, incluso aunque piense que si le quisieras de verdad te olvidarías de ese "absurdo viaje". Tú, sin enterarte de nada de lo que pasa por su mente, creerás que no hay ningún problema y podrías encontrarte al volver con un rechazo por parte de tu pareja cuyo origen desconoces. Si conoces el estilo de vinculación de tu pareja y tienes en cuenta todo esto podrás empezar un diálogo, antes de irte y tratar de darle seguridad. Los del grupo ansioso tratarán de impedir que te vayas y puede que incluso tiendan a enfadarse. No te dejes arrastrar por sus emociones o sus posibles estallidos y trata de explicarle con calma cuáles son tus motivos y recordarle que tus sentimientos son sinceros y estables.  

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