Breve repaso histórico… Vamos entonces a la cuestión del valor. Como ha indicado Jesús Mosterín, en latín clásico el verbo valere tenía un doble sentido: por una parte significaba estar fuerte y vigoroso; por otra parte, tener un precio determinado. Así, al fuerte, saludable y vigoroso se le denominaba valens (de donde vienen los términos castellanos “valiente” y “valentía”). La fórmula de despedida latina vale –que hallamos todavía con frecuencia en nuestros escritores clásicos— equivalía a desearle salud a quien partía. Jesús Mosterín, Filosofía de la cultura, Alianza, Madrid 1993, p. 127.
…de la noción de valor Sólo en latín tardío aparece el sustantivo valor, que pasa a las lenguas románicas con el doble significado de coraje/ precio. El uso técnico de la palabra valor en filosofía proviene de su uso técnico en economía, especialmente en la economía política del siglo XVIII. (De ahí, en nuestra lengua, la referencia a acciones y obligaciones como “valores”, o denominaciones como la de “impuesto sobre el valor añadido”.) Adam Smith –y Karl Marx a continuación— distinguieron entre el valor de uso de un objeto (las propiedades que lo tornan útil) y el valor de cambio por el que se interesa la economía (su capacidad de intercambio por otros bienes y servicios).
Valor y bien Aunque ya Kant y algún otro pensador habían empleado el concepto de valor con cierta relevancia filosófica, fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando esta noción pasó desde la economía a la filosofía (y luego a las ciencias sociales), donde sustituyó a la noción más antigua de bien. Según Aristóteles, el bien de una criatura es aquello hacia lo que la criatura tiende, y cuya consecución contribuye a hacerla feliz. Aristóteles había introducido el silogismo práctico como un esquema para explicar la acción. Según este esquema, la acción se explica como la conclusión o el resultado de un procesamiento interno de la información que parte como premisas de una cierta necesidad, preferencia, deseo u objeto deseado (es decir, de un bien) y de una cierta creencia del agente (la creencia de que realizar una acción del tipo de que se trate conduciría a alcanzar ese bien). Jesús Mosterín, Filosofía de la cultura, op. cit., p. 128.
Filosofía de los valores Varios filósofos alemanes –como Herbart, Beneke, Lotze, Brentano y sobre todo Hans Meinong– comenzaron por aquel entonces a hablar de valores en vez de bienes, y la noción fue luego popularizada por Nietzsche (con el provocativo giro que suponía apostar por una “transmutación” o “transvaloración” de todos los valores). Ya en el siglo XX comienza a emplearse la palabra axiología. Max Scheler (1874-1928), formado dentro de la escuela fenomenológica de Husserl, elaboró una amplia filosofía especulativa de los valores, su ética material de los valores, que seguramente constituye el fruto más maduro –aunque altamente cuestionable por su pretensión de fundamentación intuicionista de los principios morales– de un siglo de especulación sobre este tema.
Max Scheler: polaridad y jerarquía de los valores Para Scheler, poseemos un sentimiento intuitivo de los valores (Wertgefühl) capaz de intuir los valores universales y objetivos de los que algunas cosas –los bienes— son portadores. Los valores siempre son polares y vienen en parejas de valor/ contravalor; constituyen –siempre según Scheler— una jerarquía ordenada, donde, por orden ascendente, encontramos: agradable/ desagradable, noble/ vulgar, los valores espirituales (bello/ feo, justo/ injusto, verdadero/ falso) y finalmente lo sagrado/ lo profano. Una introducción al pensamiento de Scheler en Francisco Gomá, “Scheler y la ética de los valores”, en Victoria Camps (ed.), Historia de la ética, vol. 3, Crítica, Barcelona 1989, p. 296 y ss.
Carga valorativa Tratemos ahora de desarrollar nuestra propia explicación de los valores. Para seres como los humanos, los otros seres y situaciones que encontramos en el mundo están casi siempre cargados valorativamente, en el sentido de que experimentamos hacia ellos actitudes positivas o negativas, pero casi nunca indiferencia. Casi todo se nos presenta signado por una valencia positiva/ negativa. Esto lo dijo con su característica elocuencia Ortega y Gasset:
El valor para Ortega “La conciencia del valor es tan general y primitiva como la conciencia de los objetos. Difícil es que ante cosa alguna nos limitemos a aprehender su constitución real, sus cualidades entitativas, sus causas, sus efectos. Junto a todo esto, junto a lo que una cosa es o no es, fue o puede ser, hallamos en ella un raro, sutil carácter en vista del cual nos parece valioso o despreciable. El círculo de cosas que nos son indiferentes es mucho más reducido y anómalo de lo que a primera vista parece. Y lo que llamamos indiferencia apreciativa suele ser una menor intensidad de nuestro interés positivo o negativo que, en comparación con más vivos intereses, consideramos prácticamente como nula.” José Ortega y Gasset: “¿Qué son los valores? Iniciación a la estimativa”. Obras completas, vol. VI, Revista de Occidente, Madrid 1947, p. 320. El artículo de Ortega se publicó primero en el número 4 de Revista de Occidente (octubre de 1923).
Valor y disvalor En un sentido muy general, podemos considerar los valores como rasgos de cosas o situaciones que originan tendencias positivas de un agente. Hablamos aquí de agente en un sentido amplio: no restringido al ámbito humano. Y los disvalores, análogamente, pero originando tendencias negativas. Compárese con Donald Davidson, Ensayos sobre acciones y sucesos, Crítica, Barcelona 1995 [1980], p. 17-18, 107-112. Davidson que está pensando en agentes humanos habla de actitudes en lugar de tendencias. Los valores son para él actitudes positivas del agente, o más brevemente, actitudes-pro. Véase también Luis Villoro, El poder y el valor, FCE, México 1997, p. 13 y ss.
La naturaleza está llena de valores Podremos hablar de valores, en este sentido amplio, siempre que existan tendencias polares atractivas y repulsivas, positivas y negativas: es evidente que toda la naturaleza viva –y no sólo el mundo humano— está llena de tendencias semejantes. Lo valioso (un objeto valioso, por ejemplo) no se da ni al margen de toda relación con un agente (lo valioso es siempre valioso para algún ser), ni independientemente de las propiedades naturales que sirven de soporte al valor. Adolfo Sánchez Vázquez, Ética, Crítica, Barcelona, p. 130.
Matiz a Sánchez Vázquez: “Algo es valorado sólo si existe alguna persona o cuasi-persona, algún valorador, que valore de hecho esa cosa. Valorar requiere una actitud mental. Pero no obstante podrían existir cosas valiosas sin que hubiera personas ni mentes. En tal caso, sin discusión, habría todavía valores instrumentales: el agua seguiría siendo valiosa para los árboles, buena para ellos.” Christopher Belsahw, Filosofía del medio ambiente, Tecnos, Madrid 2005, p. 325.
La Tierra sin nosotros Experimento mental: una biosfera sin seres humanos. Alan Weisman, El mundo sin nosotros, Debate, Barcelona 2007. Véase también el documental de History Channel “La Tierra sin humanos”. Otra notable serie de documentales, El futuro es salvaje, transmitidos por Discovery Channel, muestra como la vida en el planeta (sin seres humanos) evolucionaría en cinco, cien y doscientos millones de años en el futuro. Hay entradas sobre estos asuntos en la wikipedia, y vídeos por ejemplo en http://www.thefutureiswild.com/
Otro experimento mental: una Tierra con varias especies humanas Recordemos que hace apenas cincuenta mil años todavía habitábamos la Tierra cinco especies distintas de seres humanos: junto a Homo sapiens, aún estaban con nosotros los últimos Homo erectus en Extremo Oriente, los denisovanos en Asia central, los pequeños Homo floresiensis en la Isla de Flores y Homo neanderthalensis en Europa meridional. Antonio Rosas, Neandertales: desde Iberia hasta Liberia, Museo de la Evolución Humana, Burgos 2011, p. 22 y 65. Los últimos neandertales se extinguieron en Campo de Gibraltar hace unos 28.000 años. Los diminutos “hombres de Flores” hace unos 18.000.
Pregunta: ¿existirían valores si no hubiera seres vivos? Si nuestra respuesta es que no –y ello resulta plausible–, entonces esto apunta hacia la vida y su florecimiento como valor máximo, que por lo demás posibilita la existencia de todos los demás valores. En el caso de los seres sintientes, podríamos hablar del florecimiento de la vida y su disfrute.
Noción estricta de valor Si exigimos que los valores estén sujetos a algún tipo de control racional por parte de un agente, entonces llegamos a una concepción mucho más restrictiva, válida ya sólo para seres humanos: valor como rasgo de una cosa o situación en virtud del cual llega a estar justificada racionalmente una actitud positiva hacia tal cosa o situación. (La dificultad de está noción se halla encapsulada en el adverbio “racionalmente”, claro está.) Este concepto estricto del valor, que lo liga a la razón y a la actividad de dar razones, lo distingue de las cuestiones de gusto y preferencia subjetiva. Ésta es por ejemplo la concepción de Nicholas Rescher en Introduction to Value Theory, Prentice Hall, Englewood Cliffs 1969.
No podemos actuar sin valorar En el caso de los seres humanos, notemos que nuestra acción es intencional, orientada a fines. Por eso mismo no podemos actuar sin valorar. Cualquier actividad que vaya más allá del hábito, o del seguimiento ciego de la inclinación, que exija elección entre varias opciones posibles, requiere estar orientada por cierta idea de lo valioso, de aquello que se persigue como digno de ser perseguido. Para una elucidación más amplia del concepto de valor véase Jorge Riechmann, “En torno a la noción de valor”, en Todos los animales somos hermanos, Los Libros de la Catarata, Madrid 2005, p. 335-354.
Valor instrumental y valor intrínseco Una posibilidad: distinguir entre valor instrumental y valor intrínseco a partir de la filosofía práctica de Kant, en su reflexión sobre medios y fines en sí mismos. Así, algo intrínsecamente valioso tendría valor en sí y por sí mismo, con independencia de la función o utilidad que pudiera poseer para otra entidad.
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