Acción humana, violencia y víctimas “Con excesiva facilidad, se representa la interacción como un enfrentamiento o como una cooperación entre agentes de igual fuerza. Lo que es preciso tener en cuenta, ante todo, es una situación en la que uno ejerce un poder sobre otro y donde, por tanto, al agente le corresponde un paciente, que es potencialmente víctima de la acción del primero.”
“En esta disimetría básica se injertan todas las derivas maléficas de la interacción, que resultan del poder ejercido por una voluntad sobre otra. Esto abarca desde la influencia hasta el asesinato y la tortura, pasando por la coacción psíquica, el engaño, la artimaña, etc. Frente a estas múltiples figuras del mal, la moral se expresa por medio de prohibiciones: no matarás, no mentirás, etc. La moral, en este sentido, es la figura que reviste la solicitud frente a la violencia y la amenaza de violencia.”
Imperativo categórico y Regla de Oro “A todas las figuras del mal de la violencia responde la prohibición moral. (…) La segunda fórmula del imperativo categórico [de Kant; recordemos, tratar al otro como un fin en sí mismo] expresa la formalización de una antigua regla, llamada Regla de Oro, que dice: ‘No hagas a otro lo que no querrías que te hicieran a ti’.” Paul Ricoeur, “Ética y moral”, en Carlos Gómez (ed.), Doce textos fundamentales de la ética del siglo XX, Alianza, Madrid 2002, p. 247-248.
Lo supererogatorio, la santidad… El ser humano, decía Blaise Pascal, supera infinitamente al ser humano. Y también: “No hay más que dos clases de hombres: unos, los justos, que se creen pecadores; otros, los pecadores, que se creen justos.” Kolakowski, insistiendo en su ética sin código: “La cualidad principal que esperamos de un buen código es una definición tan precisa de las obligaciones que implica una determinada situación, como para que ésta pueda ser objeto de derechos.”
(A)simetría de los derechos y las obligaciones “En otros términos: si en base al código alguien está obligado, en una determinada situación, a comportarse de tal manera y no de otra, por fuerza del mismo código todos tienen derecho a exigir a ese alguien que se comporte de dicha manera. Esto es lo que llamamos simetría de los derechos y las obligaciones. (…) En realidad, los más preciados valores morales surgen como consecuencia de una asimetría entre el código de derechos y el código de obligaciones, es decir, de situaciones en las cuales alguien se decide a asumir como obligación algo que ningún tercero tiene derecho a exigirle como deber.”
(Auto) obligación sin derechos exigibles “En cierto sentido se podría decir que el carácter paradójico de la vida moral consiste en desligar las normas de las obligaciones, de las condiciones circunstanciales (‘yo’, ‘tú’, ‘mío’, ‘tuyo’); al reconocer como obligación mía, en una determinada situación, una cierta forma de conducta, no supongo de ningún modo que, en las mismas circunstancias, es obligación de todos comportarse de la misma manera. (…) Toda disposición al sacrificio, por modesta y poco heroica que sea, se opone al intento de una buena codificación y sólo figura en los códigos éticos por inconsecuencia…”
Y el pensador polaco remata: “La asimetría de los deberes y los derechos representa la propiedad específica de las motivaciones y formas de conducta morales –en contraposición a las jurídicas. El deber ético se caracteriza porque su condición de obligatorio es independiente de la expectativa de que los demás seres humanos lo consideren igualmente su propio deber, se caracteriza por no poderse reducir a un acuerdo entre los seres humanos acerca de sus mutuos servicios.” Leszek Kolakowski, “Ética sin códigos”, en Tratado sobre la mortalidad de la razón, Monte Ávila, Caracas 1993, p. 102-104
Un cráneo desdentado en Georgia En 2005 apareció en el yacimiento de fósiles de Dmanisi (Georgia) un cráneo de homínido antiquísimo (1’8 millones de años), correspondiente a un individuo de edad provecta para la época (entre 50 y 60 años) y completamente desprovisto de dientes (que había perdido mucho tiempo antes de su muerte).
Representa el primer testimonio directo conocido de comportamiento altruista y solidario entre los homínidos que nos precedieron: este anciano incapaz de masticación forzosamente tuvo que ser alimentado por su grupo, quizá masticando previamente la comida. Aquellos grupos de primates protohumanos –ya pertenecientes al género Homo, aunque su capacidad craneal de unos setecientos centímetros cúbicos fuese la mitad de la nuestra–, cuidaban y protegían a sus ancianos inválidos. Jacinto Antón, “El cráneo desdentado”, El País, 11 de abril de 2005. Véase José María Bermúdez de Castro: La evolución del talento. Cómo nuestros orígenes determinan nuestro presente, Debolsillo, Barcelona 2011, p. 161
Justificación de la moral Dejamos antes abierta la cuestión de la justificación de las normas. Dijimos que la moral es un sistema normativo de exigencias recíprocas, pero éstas ¿cómo se justifican? Debo hacer tal cosa o tal otra, pero ¿por qué? Básicamente, dos tipos de justificación: la heterónoma (o autoritaria), y la justificación autónoma.
Scanlon: la importancia de la justificación En la concepción de Thomas Scanlon, la clave de la vida moral es precisamente la justificación recíproca: lo que “nos debemos unos a otros” (título de su libro –publicado en español en Paidos, 1993) es la justificación. Para que una norma moral sea válida, debe ser justificable de manera que nadie pueda rechazarla de manera razonable. La justificabilidad ante los demás es la clave de la motivación moral, y “debe ser reconocida en cualquier forma de vida moralmente defendible”.
Moral de la autonomía compartida Lectura: Ernst Tugendhat, “El problema de una moral autónoma”, capítulo 4 de Antropología en vez de metafísica, Gedisa, Barcelona 2007 Aquí se llega a la idea de una moral de la autonomía compartida.
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