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Reseñas literarias (unos cuentos ahí)


  1. Unos cuentos ahí que? ¿desean promover la inclusión?
  2. Otros cuentos más para acá

Más que la lectura propuesta por Alberto Garrandés, o mejor, junto con la lectura que propone Garrandés, en su antología Instrucciones para cruzar el espejo (Editorial Letras Cubanas, 2010), me interesa dialogar con cierto discurso excesivamente "descomedido", en defensa de "otra" línea de acción, cuyo discurso ha de aferrarse ya al tiempo futuro; amén de que esta reflexiones ya han sido propuestas en otros espacios sociales.

Unos cuentos ahí que… ¿desean promover la inclusión?

En vísperas del accidente, de Ena Lucía Portela.

Por encima del accidente provocado por el juguete sexual al que alude el título, Ena Lucía grafica la relación lésbica de dos mujeres en la primavera de Ámsterdam. La cubana es trigueña de ojos negros, femme total, de 1.70m; Jani, rubia holandesa de ojos azules, de 1.76, un poquito butch, muy bonita.

A la espera de que el Parlamento apruebe el matrimonio gay, cuando se casarán, descubren (la cubana sobre todo) las "facilidades" que ofrece el Barrio Rojo de Ámsterdam: sex toys, droga (la marihuana es legal), referencias al Kama Sutra, show sadomasoquista, exhibicionismo en vitrinas. Todo el conmovedor extravío de acaso una de las más obcecadas y rancias sociedades capitalistas. Pero no tiene que ser necesariamente éste el fondo de una relación lésbica ni homosexual.

Véase, entonces, dónde opera el desliz de la promoción de la libertad sexual, en mostrarla siempre o casi siempre, ligada a la aberración, a la marginalidad, en tanto estereotipo de un espacio-discurso decadente y antediluviano.

Por otro lado, no se puede esperar otro cronotopo en una sociedad de tal naturaleza; por ello en la defensa de nuestra línea de pensamiento, opera más factible la tutela de la inclusión en un contexto más viable, en una sociedad sincrónica con la inclusión o socialización del "otro" diferente, donde la otredad opere con menos obstáculos; una sociedad más sensible a la naturaleza humana y no demasiado atenta a la eliminación de los padecimientos de las élites de poder.

En fin, otra lectura se pudiera realizar del texto en otro cronotopo.

Acaso la exposición de lo que esperan los holandeses de su Parlamento incite a meditar en la posibilidad de su aplicación en otros espacios. Pero tampoco creemos que esa sea la intencionalidad única de la autora, solo esgrimimos este texto como ejemplo de cuanto se puede hacer por la inclusión y por la libertad sexual específicamente.

¿Por qué llora Leslie Caron?, de Roberto Urías.

Francisco (Panchito o Ponchy) se "sobrenombra" Leslie Caron, pero en realidad no llora; se autodefine en breve monólogo. Su ejercicio "alegre". La alegría más volátil es la suya; su escenario, es la ciudad y ella, la más cotizada vedette, romántica, hipocondríaca; miembro de una familia donde todos son "entes productivos", "social-men-te-ú-ti-les"; pero tampoco deja de exhibir la talante oscura que tiraniza la libertad sexual: un padre disoluto, "que jamás ha recordado qué día nacieron los hijos"; "una hermana que se casa con un tipo solo porque tiene una casa en Miramar y un carro y una videocasetera y un etcétera larguísimo; una hermana que se va y deja sin ajuar, casi desnuda, a la loca del hermano. ¡Y cómo la envidian todos!" (p. 51.)

"La mala de la película" sigue la misma línea de exclusión; además de la inmediatez, la realidad que salta a los ojos del lector (tal vez no busque otra cosa Roberto Urías), nada en el texto la salva para nuestro propósito. Se hunde en cada palabra, cada frase, cada gesto; consolida el nexo homo – marginalidad.

Cena de cenizas, de Jorge Ángel Pérez.

El protagonista, Jorge Ángel Pérez, escribe salmos en los que descobija su vida de homosexual desde temprana edad, con el sobrenombre de Clara, la enfermera. Ovidio lo inicia en esa vida, pero luego, son varios los emigrantes, jóvenes de las provincias orientales, que lleva a la cama. Pingueros a sueldo de cinco dólares, a los que promete sacar de su natal Cañete, Omaja, Tacajó, Tumbadero, La Cuaba, Caimanera y El Cocuyo. "Alto Cedro, Marcané, Cueto y Mayarí eran pródigos en sequedades, en cualquier calamidad". (pp. 115-116.)

Se trata de la dialogicidad de los vecinos sobre la vida desordenada de Jorge Ángel en el solar, sobre la orgía que preparara y provocara el incendio que consumió su casa, su vida y la de Ovidio. Pero lo peculiar del cuento (peculiar con reticencia) opera en el protagonismo de lo queer en su acepción familiar: lo maricón o amariconado. Lo burdo, lo excesivamente desenfadado, permea el discurso narrativo de Jorge Ángel, remarca la marginalidad y por supuesto la alteridad: "Los maricones son chismoso. Los maricones son celosos. Los maricones son violentos… Los maricones son muy débiles, casi unas mujeres… Los maricones son tramposos, son mentirosos, son vanidosos". (pp. 116-117.)

Lejos de promover la libertad sexual y la inclusión en el proceso identitario, Jorge Ángel Pérez, como la mayoría de los autores de este tipo de discurso, las excluyen definitivamente. Primero con un desparpajo excesivo, que acaso en otro momento pudo calificarse de irreverente o contestatario; segundo, condenando lo homoerótico a la marginalidad; homologándolo con lo indigno y lo amoral.

Proverbiales son las funciones sociales del discurso artístico-literario: van desde la satisfacción del placer espiritual hasta la resistencia identitaria, amén de las más comunes o blandidas como la educación. Este cuento de Jorge Ángel no va más allá de la testificación temporal que articula otros aspectos; tan viejos y manidos son ya tema y asunto; incluso, el procedimiento de nombrar al protagonista con su nombre propio Enrique Anderson lo señala bien lejano, todavía en los románticos.

Entiéndase bien, no descalificamos en modo alguno la gestualidad desenfadada, obscena a veces, que permea el discurso literario de algunos escritores cubanos hoy. Cada cual escribe como quiere y lo que quiere, pero no se puede pretender con esta práctica escritural que se sitúe sino en el bajo escalón que le corresponde cuando de estratificación del arte y la literatura se trate. Ya se sabe que las modas se reciclan, que junto a los aspectos positivos del mercado, existe su influencia dañina. Del mismo modo, los autores muchas veces difieren de sus obras y hasta las rechazan en ciertas ocasiones; o son calificados y caracterizados por sus obras cuando no existen otras vías. Tampoco un texto determinado puede caracterizar a un escritor, a menos que él se proponga vehicular esa lectura. Existen delicados estudios no ya sobre la autonomía del arte y la literatura, sino sobre la autonomía de la obra artística o literaria. El discurso artístico y literario se visibiliza desde muy diversos puntos y exige diversos acercamientos. En fin, los criterios y las polémicas alrededor de este asunto operan casi siempre muy rentables y se agradecen.

Luego potenciamos un discurso más acorde con la inclusión del "otro" diferente, LGBT. La intención es encontrar la vía para la socialización de ese proceder y evitar la homofobia y la exclusión de seres humanos con derechos y posibilidades de ser realmente libres, en sus disímiles maneras de ser y de pensar.

Fiesta en casa del Magíster, de Pedro de Jesús.

Otro texto donde lo escatológico se transmuta repulsivo y opera protagónicamente: "La Veneno rompe el ensimismamiento narcisista del Cangre sugiriendo otra posición. Él, displicente, se La saca. Sentado en la esquina echa el tronco hacia atrás para que La Veneno limpie sus propias heces con la lengua y después La succione haciéndola aparecer y desaparecer mientras él disfruta el espectáculo…" Semejantes desparpajos, por encima de "la satisfacción del placer de la lectura" simple, del divertimento, poco aporta al desplazamiento hacia el centro del homoerotismo, poco contribuye a la aceptación social de la conducta homosexual, pues la condena al espacio marginado en el que ha operado siempre.

Este discurso posee un maravilloso antecedente en la novela de Rabelais Gargantúa y Pantagruel, en el Capítulo XXV, donde se engarza "una serie de excrementos detalladamente desarrollada". El propio Bajtín, analizando la novela de Rabelais, señala los antiguos orígenes de este tipo de discurso escatológico, sucio. Primero en la "literatura paródico-sacrílega del Medioevo tardío", (la Misa omnibeodissima del siglo XIII), en fiestas y rituales de carácter paródico, los tipos sacrílegos de las fórmulas de la magia negra (famosos en ese Medioevo tardío y el Renacimiento). "Además de esta tradición medieval hay que señalar la tradición antigua, sobre todo a Luciano, quien empleaba consecuentemente el método del detallamiento costumbrista y fisiológico de los momentos eróticos y cotidianos encerrados en los mitos". Y recomienda M. M. Bajtín recurrir al coito de Afrodita y Ares, el nacimiento de Atenas en la cabeza de Zeus. (Véase Problemas literarios y estéticos. Editorial Arte y Literatura, 1986. pp. 378-385.)

La carne de los insectos, de Ray Faxas.

En el presente texto el homoerotismo se engarza con engendros más repulsivos aún. La genealogía de la homosexualidad se sustenta en la depravación de los padres del sujeto homo, que ulteriormente se transfigura en su propia madre para ser poseído por el negro Emiliano. Ciertamente, el cuento todo opera en tanto genuflexión inaudita a una gestualidad no tan obscena como aberrante o desequilibrada. Y por supuesto, nada aporta a los intentos de lograr la aceptación generalizada de la homosexualidad (que incluye el lesbianismo). Por el contrario, la aleja más, la sitúa en el nauseabundo espacio de la irracionalidad repulsiva.

¿Éste, como el anterior de Pedro de Jesús, se pudieran calificar de verdadera literatura? Pienso que están bien lejos de ello, por manidos, banales, aberrantes y pornográficos incluso. Se visibilizan como las más repulsivas y descaminadas gestualidades que aparecen en los sitios más subterráneos de Internet. Se sabe que el ser humano puede descender a las más repugnantes gestualidades; puede incluso ser peor que cualquier animal irracional. Ya eso es bien viejo y conocido. De ahí venimos y son pocos los que quieren recordarlo, a pesar de la importancia de la historia.

Taxi driver, de Marilyn Bobes.

Léase ahora un cuento de nuestros tiempos, un envión a la inclusividad, a la aceptación social del LGBT: la delicadeza y tino con que se trata el tema se homologa a la de los personajes. Pese a que también en este cuento se asocian conductas discriminatorias y actitudes denigrantes, como la violencia familiar, Marilyn Bobes deja en el lector una impresión favorable ante la homosexualidad lésbica.

Iluminada es libre de aceptar o no el amor de la rubia española. Sencillamente se visibiliza la llamada libertad sexual con evidente naturalidad, en tanto opción. A contrapelo de los anteriores textos reseñados aquí, los cuales nombraría yo cuentos sobreactuados, aludiendo a la gestualidad del teatro.

Todavía más sugerente (y "literario", ¿por qué no?) opera el de Antón Arrufat, La fuerza del parecido, un texto más propicio para vehicular una propuesta de "apertura" y tolerancia en la sociedad, en el cual la homosexualidad fluye con la naturalidad de cualquier otro gesto cotidiano. Evita lo que pudiéramos llamar, parafraseando a Garrandés, saturación de la obscenidad, uno de los tres "controles deslizantes" alrededor de los cuales gira el cuento de los 90. (p.9.)

Otros cuentos más para acá

Tomemos ahora la selección de cuentos sobre la pareja heterosexual de Enmanuel Tornés Reyes Entre los poros y las estrellas (Ediciones Abril, 2009). Apenas dialogan con la selección anterior.

Recuerdos de la Alhambra y del Alhambra (2009), de Sergio Chaple (1938).

Con mucho humor se narra la relación de un becado en Europa con una guitarrista que, al final, logra una beca en Cuba prometida por otro cubano. En medio del cuento, cuando el lector espera la detallada narración del coito, el narrador le advierte: "No te afiles los dientes, que yo no soy fan del realismo sucio ni me distingo por escribir cuentos pornográficos".

Los límites del amor, de Leonardo Padura.

Éste inaugura la antología temática. Un conflicto psicológico que grafica el dilema de Ernesto, quien trabaja en Luanda como funcionario. Su esposa, la ingeniera Tania, ansiosa lo espera en Cuba, mientras él vive allá con Magaly, una joven secretaria de 22 años.

Es un relato que se ajusta al tiempo explícito en los días de miércoles a lunes. Cada día cuenta con dos o tres segmentos narrativos, o escenas, excepto el sábado que solo posee un segmento. El énfasis de los días al inicio de cada escena no aporta mucho: solo el discurrir del "tiempo psicológico" de Ernesto; el conflicto no se agudiza, continúa con la misma incertidumbre con que comienza el miércoles… En fin, un trozo de vida de un internacionalista "privilegiado" (de funcionario en Luanda) en aquellos tiempos en Angola, narrado en segunda persona.

El cosaco y la cubana, de Manuel García Verdecia.

Junto al tema de la pareja heterosexual, hay una magnífica exposición del pensamiento de pérdida (desarraigo) en la descripción de los sentimientos de Nikolai (el cosaco). Aunque el cuento señala, como anota Tornés Reyes, "los nexos afectivos que se forjaron entre insulares y rusos, una especie de reevaluación del eslavismo en nuestro país" —por cierto con profundidad asumida—, el autor articula en el texto el hondo sentimiento, de amargura y decepción, que creó en el pueblo soviético la caída del socialismo. La habilidad en ello fue determinante; solo unas palabras le bastaron al escritor para graficar todo un período, toda una crisis: "Mi familia, mi país, mi vida, no andan bien, Candusha, eres lo único bueno". Ello termina de redondearse más abajo, en tres simples líneas del texto: "La mujer contrabandeaba con artículos chinos que compraba en la Isla y revendía su hija en Moscú, mientras que el hijo vivía del chantaje a los padres, pues lo habían expulsado del ejército por bebedor".

También se involucra a un general cubano y a "una brigada de jóvenes soldados" en la operación de adquisición de la casa; "prodigio de ardides legales" como lo llamó el autor. ¿Búsqueda de mayor veracidad o juego con el mercado? Solo el autor lo sabe. Lo demás es una narración lineal con el diálogo insertado en el párrafo; muy eficaz para caracterizar la manera parca de una dialogicidad insertada en grandes parrafadas.

El amor o los osos de Kamchatka (2009), de Rafael de Águila (1962).

Un relato que, en su objetividad, se alza contra los prejuicios e impone una visión acaso arriesgada, pero en sincronía con la manera valiente de visibilizar la realidad. Ernesto se masturba en el baño, trata de deslastrarse de Andrés que vomitaba sangre en el hospital, de los osos, del médico enorme, solo Karla con el cuerpo y el cabello mojado, que dormía en su cama junto a él. —Y cuando termina y vuelve a la cama ella le pregunta si se estaba masturbando. Él no le ocultó la verdad y ella lo besó en la frente: bobo, eso es normal, dijo ella ante sus disculpas. El cuento es un solo párrafo, no hay diálogos, la conversación está insertada en la narración sin señalamiento alguno, ni comillas ni cambio de letra. Acaso se pretende un monólogo interior que no lo es. ¿El narrador se convierte en narratario? El narrador no ofrece oportunidad: solo él narra como si se escuchara.

Del abuelo (2009), de Ricardo Viñalet (1943).

El amor de una pareja vieja constituye el centro del texto. El viejo narra pausadamente su inconformidad con la familia, cómo lo tratan. Al narratario explícito, su compañera de la vida, le cuenta todo lo que le ocurre. Pero bien puede ser una pareja imaginaria que el abuelo mantiene viva en su memoria. En las últimas líneas se ofrece esa opción, cuando le deja las flores encima. ¡Él comprando flores! Eso es significativo.

Fulana y el fuego (2009), de Gleyvis Coro Montané (1974).

La protagonista se vale de un juego electrónico para niños (el Chicken Invaders Two) con el objetivo de graficar la violencia contra la mujer y, para demostrar que la primera causa de muerte femenina son los maridos, solo basta sentarse varios minutos frente a un ordenador con internet. Una sencilla reflexión lineal, sin obstáculos, ni artilugios, ni sorpresas. El conflicto se concreta en su toma de decisión de matar al marido ¿o no hay conflicto? La reflexión se eleva a cuento cuando la protagonista alcanza a representar la mujer contemporánea, víctima de la violencia de la pareja.

Sobremesa (2008), de Ulises Cala (1955).

Un brevísimo cuento, de apenas media cuartilla, donde se bosqueja la influencia negativa que tuvo el período especial en las relaciones matrimoniales. El esposo recoge con la yema de los dedos los granos de arroz y se los lleva a la boca después de terminar "la cena"; gestualidad que profundiza la aversión de la esposa. El cuento, al parecer escrito de un plumazo, manifiesta (y sugiere, por supuesto) todas las carencias y dificultades por las que atravesó el pueblo en ese período; la crisis viva, tocante, hiriente.

Aire (1989), de Agustín Rojas (1949).

Publicado y mutilado por primera vez en 1989 por el Caimán Barbudo, este cuento se edita nuevamente en el 2012 por la Editorial Capiro, de Santa Clara, como homenaje póstumo al autor, narrador y ensayista, miembro de la UNEAC y desaparecido en el 2011. Esta vez sin amputación alguna.

El texto es bien sencillo, de un oficio colmado, sin errores visibles en una primera lectura. Y esos aspectos, junto a la temática de la cotidianidad, atrapan al lector de inmediato. Pienso que perderá su validez cuando dejemos de ser cubanos, ni siquiera cuando se levante el bloque. El obrero que se ganó como estímulo material, un aire acondicionado y pasó mil trabajos para adquirirlo. Al final de la "odilea" no lo puede instalar; con todos los sacrificios que significaron el ahorro de los novecientos pesos y las demás limitaciones a que está sometido el pueblo cubano, que incluyen la incapacidad, el burocratismo, las negligencias internas… Y por supuesto, el responsable es Fidel. Fidel es el responsable de todas las barbaridades que hacemos los cubanos, porque él lo tienen que saber todo y estar en todas. (La gente haciendo barbaridades y el mago resolviendo atrás, "sacándonos las castañas del fuego", como dijera alguien bien cercano.) Todo el mundo "recostado" al mago: somos cubanos.

Uno de los aciertos del cuento es que así pensaba mucha gente en los años 80 del pasado siglo. También hoy mucha gente piensa así, que Fidel (y ahora Raúl) lo tienen que saber todo y resolver todo. El necesario cambio de mentalidad se torna cada vez más imprescindible y multilateral.

Varios finales son posibles y plausibles, como promover la reflexión sobre la responsabilidad individual de cada ciudadano. El cuento también opera como una convocatoria si se lee en tanto "crítica social constructiva". Todo depende de la intencionalidad (implícita en este caso) del autor. Luego aún son factibles otras lecturas acaso más enjundiosas.

 

 

Autor:

Ing. y Lic. Enrique Martínez Hernández.