Ensayo
Escribir un ensayo sobre la escuela en el siglo XXI, desde mi lugar de trabajo, una salina en el sur pampeano, es una utopía ¡ de las que me gustan!
Desconocer a los lectores que convergen al examen de tal trabajo es un riesgo que asumo con placer.
No hay trivialidades en este tema, no es nuevo para mí, pero nunca pensé en discurrir sobre el mismo. Es entrar de lleno, unas pocas horas, en el estigma del futuro educativo. Es teorizar sobre incógnitas. Lo que hoy es un ideal ilusorio, bien entrado en el siglo XXI quizás sea vestigio de una realidad más palpable.
El tema de "La escuela en el siglo XXI" es un desafío que tomo con las solas armas que me da mi coraje de tantos años de docencia, estoy eufórica, en este sentido, pues participaré en la batalla por el buen camino.
A esta altura de mi vida, llevo un largo y sublime noviazgo con la educación, que considero eterno. Cada día, al ponerme el guardapolvo, renuevo mi voto de fidelidad imperecedera hacia esta pasión vocacional.
Quienes todos los días ponemos un ladrillo en el siempre inconcluso edificio de la educación, no nos animamos a definir lo que estamos construyendo, sólo aceptamos que no tiene final.
En este ensayo no hay insinuaciones: si hay inquietudes, meditaciones intelectuales constantes, enfoques pasados y presentes, vivencias agrupadas, estrategias de supervivencia, ¿ y dónde pongo la realidad?
Basta proyectarme como docente unas pocas décadas, para entrar en una nebulosa que impide una visión concreta del tema. Y este es el asunto en que ni el docente, ni el alumno, tenemos libre elección, creo que ni siquiera libre opinión. Es un tema harto difícil de delimitar, tema que hasta el Papa Juan Pablo II ha expuesto su meditada opinión. Necesito no perder de vista los valores que históricamente hemos tenido los educadores.
Cuando hablo de escuela para un futuro cercano, no lo hago pensando "en otra escuela" sino en la actual, perfeccionada y adaptada al momento debido.
A la vez, cuando me refiero al siglo XXI, toda especulación me es permitida. Y eso es precisamente lo que me permite crear. Muchas veces me he preguntado: ¿ por qué cuesta tanto proyectar al futuro un pasado pleno de cultura?. No ha podido responderlo. Creo que desmontar conceptos de dogmas anteriores, aún vigentes sería una actividad digna para comenzar la tarea. ¿ Seguiremos predicando doctrinas de escaso vuelo? Otra incógnita, aunque con respuesta presumible es: ¿las sociedades, entrarán todas juntas al siglo XXI?
¿ O algunas lo harán muchos años antes?
Cada escuela es un jardín donde todos los años ingresan niños ( semillas que cultivaremos durante el período llamado EGB. Luego devolvemos egresados ( frutos que la sociedad degustará). Cada semilla solo germina una vez. Si lo hace mal, o el gusto del fruto es amargo, hemos fracasado. Podemos tomar otra semilla, pero no es lo mismo, porque no hay dos iguales. En este punto, un éxito posterior no borra un fracaso previo.
Debemos ser pesimistas y recordar que lo devolvemos a una sociedad en crisis, por lo que debemos entregarlo con las mayores defensas posibles incorporadas. Y me refiero, sobre todo, a defensas culturales. Yo creo que si el niño no es seducido por la escuela desde su ingreso, el primer paso está mal dado.
Pienso en forma ambiciosa, y al hacerlo me he puesto objetivos de mínima, pero no de máxima. De mínima; al menos acompañar el desarrollo escolar de las sociedades más desarrolladas en la materia.
Hablar de objetivos máximos sería poner un techo al límite de posibilidades, limitar los sueños, aceptar la insatisfacción profesional, rechazar los cambios estructurales, negar estrategias educativas, recoger propuestas ambiguas, tolerar el miedo escénico docente, consentir el intelectualismo mediocre, someterse a las retóricas cualitativas, condicionar la funcionalidad pedagógica, recusar pronunciamientos éticos: en fin, mirar hacia arriba, y al no ver el firmamento, no ver nada. Pero no se asusten, esto es para el siglo XXI.
"La peor pobreza es la de la cultura, pues además de doler humilla", dijo Juan Pablo II. De ser esto cierto, vaya si lo es, llegó el momento de replantear dogmas y asumir las nuevas exigencias.
Preferiría no recordar estadísticas, ni porcentajes, que probablemente conozcan como yo, o más aún. No deseo hacer demasiado hincapié en lo que fuimos y lo que somos, pero sí en lo que seremos por tomar tal o cual camino. No anhelo hablar del respeto que alguna vez inspiramos, ni de la indiferencia que hoy causamos, ni del perjuicio que podrán sufrir las generaciones venideras por nuestro actual accionar.
Me gratifica haber comprobado que La Pampa es la provincia que más días de clase planifica y cumple, pero aún así, es casi el treinta por ciento menos que lo ideal, dato exacto si por ejemplo lo comparamos con Japón.
Cuando dogmatizamos, no debemos olvidar que el objeto de la educación también incluye niños hambrientos, víctimas de la explotación humana, ancianos desvalidos, familias destruidas y hasta sociedades sin futuro, pesares que estarán presentes en el siglo XXI.
No soy escritora, y en este sentido es mi primer trabajo, que he debido tomar como una reflexión sobre los años de docente vividos, proyectándolos hacia el próximo siglo, sin reglas fijas, sólo como un agrupamiento de incógnitas que otorguen aunque no sea más que una pizca de claridad al tema educativo.
Dejo a los lectores de este ensayo la exploración en detalle de los rasgos, sinsabores y alegrías del tema aquí expresado. No puedo divisar en su totalidad la profundidad de las raíces de la disciplina expuesta, ni la altura de las ramas de un árbol que no cesa de crecer.
El enriquecimiento, basado solamente en la producción de bienes es efímero. El enriquecimiento, cimentado en la educación, hace frente con éxito a toda crisis. No debiera, a mi entender haber demasiados cambios en la formación del educador. Es una vocación arragaida que no necesita ni tolera grandes desvíos. Simplemente como muestra, no creo que el siglo XXI enseñe a lavarles mejor las orejas a los niños.
¿Tolerarán esto las nuevas generaciones de educadores? ¿Aceptarán una formación profesional simplista? Probablemente sea necesario reformular algunas bases educativas y cambiar otras… pero no mucho más.
El niño no sabe ni debe saber lo que es asimilar conocimientos; el drama es que el maestro no lo sepa.
Hay un cierto gradualismo en la intervención docente respecto a la integración del niño en la sociedad, y ello es porque existe un cierto carisma en el maestro que así lo permite; pero esto no debe hacerse abruptamente sino en forma progresiva.|
Debemos ver la escuela como una comunidad que honra a la sociedad sobre la que influye, otorgándole a esa sociedad la categoría de culta, independientemente de los miembros que la componen.
Esto es lo que debe perfeccionarse. Ampliar esta sociedad culta respecto al número de sus componentes es la tarea más digna.
Creo que a la larga estaremos encasillados en alguno de los sistemas educativos siguientes:
LOCALISMO: (de fronteras semicerradas) con necesidades zonales como las actuales, con núcleos educativos aplicados exclusivamente a su zona de influencia. Metafóricamente en un país con anteojeras y un espejo al frente, un país que sólo puede mirarse a sí mismo y con una educación acorde a ese pensamiento. Un país que enlaza sus problemas y soluciones, sus tesoros y miserias, con la ineficaz cuerda de la terquedad, con la aceptación de tener que hacer el mismo esfuerzo todos los días para lograr un pobre pero idéntico resultado; un mínimo de alimentación, salud, vestimenta, justicia, trabaja, ¡ y educación, desde luego!, pero sin derroches.
REGIONALISMO: (ejemplos clásicos son Sudamérica y África) con fronteras continentales y alguna canción entonando un largo lamento que lo recuerde. Es la elevación de la miseria a un pedestal que no merece, y menos sus súbditos. No hay paz, ni solidaridad, ni trabajo, ni seguridad, ¿Educación?. Sólo una minúscula muestra.
UNIVERSALISMO: es parte, grande o no tanto, de la globalización, donde es posible tomar sólo lo bueno. Es sencillo seguir a los adelantados pues dejan una huella permanente, sólo hay que querer hacerlo.
Seamos realistas, los países más avanzados no tienen problemas, tanto para decidir cuánto gastan en educación como es salud o armamentos. Ellos ya están viviendo en el siglo XXI.
Nosotros no somos consumidores de la educación tanto como quisiéramos, y debiéramos, ¡Hay tantas prioridades!
Quiero expresar un par de ideas que creo justificarán su posterior discusión y tratamiento. Me he permitido observar que en el lapso ingreso-egreso de la escuela, el niño ha crecido y madurado muchísimo porque la escuela forma parte de su vida; por algo la educación es obligatoria. Esto a veces no suele corresponderse con el personal docente, que no acompaña su crecimiento.
Conservo la duda de que esto ocurra por razones de edad, o porque el alumno cumple mejor su función de tal que el docente la suya. De ser esta última la causa determinante, habría otra asignatura pendiente proyectada al siglo XXI.
Otra idea es que el gobierno, a través de las autoridades correspondientes, organice la celebración de jornadas de Gestión Trimestral destinadas a todas las autoridades de instituciones educativas estatales de igual nivel de la jurisdicción, las que en cada oportunidad deberán presentar, con la suficiente antelación, a juicio de los organizadores y para conocimiento de sus colegas, proyectos tendientes a mejorar su gestión, con especial referencia a la dimensión comunitaria, enunciando los cambios habidos desde la última reunión.
Deberá también presentar una lista de carencias y problemas de su escuela y su comunidad, para ser analizada y discutida por los intervinientes en dicha jornada. A su vez deberá participar activamente con ponencias tendientes a solucionar los temas presentados por sus colegas. Este trabajo deberá contener una parte titulada "las angustias de nuestros educandos", donde se enumeren los problemas concretos de cada alumno, sin identificarlo, y su posible solución.
El no-cumplimiento de estas obligaciones por tres jornadas continuadas o siete en el término de tres años contados desde el último incumplimiento, implicará el cese en su cargo por desidia en el ejercicio de la dirección de un establecimiento escolar, pudiendo retomar sus funciones docentes, si con motivo del desempeño de la dirección se hubiera apartado de las mismas.
Dicho de otra forma: no debe permitirse que un docente se estanque en un nivel de ineficiencia, nivel que lo limite como tal, donde seguramente ha arribado previo un largo desempeño, adquiriendo la ciencia y la experiencia imprescindible para su cargo. Que se desempeñe donde es más eficaz para él y para los destinatarios de su esfuerzo profesional.
Es obvio que uno de los grandes temas del siglo XXI será la búsqueda de los niveles de eficiencia máxima, en todos los ámbitos. Sólo se trata de mejorar, de ser necesario, lo hecho hasta el momento, tal vez haya algunos desafíos coyunturales, hoy los hay, siempre los hubo.
Por mi parte, no llegaré tarde a la crítica de mis jueces, si existiera. Estaré en primera fila.
Me he tomado el atrevimiento de formular, a continuación, derechos que no deben olvidarse, porque están, quiérase o no, asociados a la necesidad de éxitos futuros. No tiene la irrespetuosidad de pretender ser un decálogo pero permítaseme llamarlo así.
1) Derecho a la revisión periódica de dogmas educacionales vigentes.
2) Derecho al goce de los avances educativos en iguales condiciones para todos los educandos.
3) Derecho al reconocimiento de la real situación educativa de cada persona y de las garantías para el desempeño de su función.
4) Derecho al reconocimiento de que la proyección de una escuela fuera de sus límites físicos, puede ser ilimitada.
5) Derecho a eliminar todo telón de solemnidad que oculte realidades educativas vigentes.
6) Derecho a renunciar a la máquina mercantilista educativa.
7) Derecho para todos a la igualdad de oportunidades en el acceso al conocimiento.
8) Derecho a la apoyatura necesaria para el desarrollo de proyectos educativos propios.
9) Derecho del alumno a llevar a su hogar soluciones educativas.
10) Derecho a la actualización pedagógica constante.
Como ven, son notas de una misma melodía.
Es dable presumir que cada pensamiento expresado haya sido anteriormente formulado, ya con otras palabras, ya con otro sentido, perseguidamente borrado por las olas del mar de la evolución.
¿Está la escuela actual al nivel de las exigencias del siglo XXI? La respuesta afirmativa opondría este concepto a la remanida alusión a la educación actual en crisis. Pero surge la pregunta: la educación actual ¿ necesita cirugía mayor?
La despedida del siglo XX no es buena, no muestra buenos augurios. ¿ Entramos en el siglo de la mezquindad? ¿El futuro es virtuoso o desalmado? Podemos ser optimistas si así lo deseamos, pero recordando que toda muestra de progreso en algún momento ha tambaleado.
Creo que hoy la educación escolar es un pedido de auxilio, o cuanto menos una señal de angustia.
Es un tema de cultura bien habida. Yo sigo con mi sueño de un proyecto para formar talentos, de teorizar sobre los efluvios de las perspectivas docentes, cuerpo y espíritu de la educación, de que La Pampa escriba una imborrable página en el Libro de la Historia Educativa.
La educación sólo tendrá el valor de los receptores quieran darle, ¡ y esto no es poco!
La escuela y la familia es el mejor capital que posee el niño, también es el mejor capital que ostenta la comunidad. ¡ Y desperdiciamos ambas cosas!!
El siglo XXI será el que muestre a los alumnos que podrá haber faltas en su familia, pero no las habrá en su escuela, que las caricias que falten en su casa sobrarán en su escuela, que el interlocutor que no encuentre en su casa lo estará esperando en su escuela.
Soy docente porque no conozco profesión más digna, tarea más loable, ni exigencia más halagadora. Pueden guardar los "pero" porque tengo el fuego sagrado que sólo me hace sumar… a pesar de todo.
Si habré visto llegar chicos con olor a carencias de todo tipo, algunas de las cuales pude eliminar… Evidentemente la escuela es una raíz a la vista, hace crecer lo que de ella depende.
El siglo XXI asumirá la lucha frontal contra las barreras que dan y quitan. No sabemos que nos deparará pero aunque nos privara de todo y sólo nos dejara la cultura, nos quedaríamos con el gran tesoro que nos haría inmensamente ricos. En este momento trato de tener un diálogo imaginario con mis lectores, ofrendarles este modesto trabajo, soñado y ensoñado a la sombra de un caldén, ¿ de qué otra forma sería posible?, y pedirles que de una vez asumamos que somos los docentes, junto a los alumnos y la información las tres patas de la mesa educativa. Sin la pata docente la mesa se cae y la educación se hace añicos, en el siglo XXI y en cualquier otro.
Y en la improbable hipótesis de no caerse, ¿cómo se repartirá?
Probablemente en forma no equitativa, pero con mayor ecuanimidad que hasta ahora.
Y si hasta el momento la escuela ha funcionado bien o muy bien, con los resultados vistos, esto no implica que dicho funcionamiento en el siglo XXI siga los mismos parámetros. Hago votos para que cada vez que una escuela nos alimentemos con la torta de la educación podamos brindar con champagne, no con aceite de ricino.
No tengo dudas que todas las ideas formadoras de la escuela futura, ya están hoy lanzadas al espacio, y requerirán el tiempo de madurez necesario para su utilización. Probablemente no nos tocará a nosotros darles el uso en el momento preciso.
Será forzoso aceptar que para entrar en el siglo XXI, pedagógicamente hablando, habrá que abrir puertas, y puertas pesadas. Tenemos una deuda grande con nuestras actuales generaciones de educandos, deuda que se acrecentará con el correr del siglo XXI. Probablemente ellos no pasen la factura pero invariablemente la posteridad si lo hará. Y esta deuda, una vez asumida, de no saldarse, cerrará el círculo de la decepción. Entonces, aceptado el fracaso, buscaremos un nuevo Sarmiento para poder encarar un futuro parto educativo
Como si dijésemos; la escuela busca su nueva y verdadera identidad.
Un párrafo casi insignificante para la política educativa argentina, tumba de las mejores ilusiones pedagógicas, fuente de invariables contradicciones entre la plática de poco experimentados funcionarios y la práctica fatigosa del ejercicio docente, repetidora constante de los contenidos básicos comunes y distribución de fondos imprescindibles, de acuerdo con métodos anacrónicos. El sentido común me exige no ser reiterativa en este punto, para que insistir con la gastada frase de "incrementar la eficacia y la eficiencia de los recursos presupuestarios"
Tengo asumido que la profundización de la política de ajuste estructural nacional, hará pagar a las provincias el sostenimiento de los respectivos sistemas educativos, ¡ y seguimos restando!
No me entusiasma que esta tarea tenga límites en cuanto a su extensión, pero acepto las reglas, dadas seguramente en protección del esfuerzo de los lectores. Si me he
Extralimitado en algo, es una cuestión de apasionamiento. Debe comprenderse que, desde mi apartado lugar de trabajo, sólo puedo analizar la realidad socio-educativa con una visión que apenas llega al horizonte, aquí una línea irregular entre el caldenal y el cielo, pero que me permite soñar con una escuela con un grado de virtuosismo pedagógico tal, que contribuya a evitar una educación dependiente en un país dependiente.
Todo esto se puede decir con una sola palabra: TRABAJO, y luego poder ver lo que siempre quisimos ver: que la educación ataca de nuevo, y con la escuela a cuestas. PUEDE SER, DEBERIA SERLO, QUE ASI SEA..
APOYATURA BIBLIOGRAFICA.
MAGDALENO, Eugenio "La educación, llave del…"Colec.Resp.Educ. Edit. M. Del R. De la Plata. Buenos AIRES, 1999.
ECHEVERRI, Haim"La tragedia educación" Fondo de Cult.2000
CIRIGLIANO, Gustavo F.J "Proyecto de País,aportes…"Biblioteca del Maestro. Bs. As.
BANCO MUNDIAL "Prioridades y Estrategias para la educación" Washington, 1995.
RAMOS, Carmen M."La reinvención de la escuela" La Nación 16/7/99. Pág.4, sección 7
AUTORA:
ROJAS, NORMA ETEL
PROFESORA PARA LA ENS.PRIMARIA
CIUDAD: LA ADELA
PROVINCIA: LA PAMPA
PAIS: ARGENTINA