- Introducción
- Objetivos
- Antecedentes
- Marco conceptual
- Perspectiva psicoanalítica y el instinto agresivo
- Origen de la cultura y la agresividad
- Perspectiva etológica o evolutiva
- Modelos del aprendizaje social
- La perspectiva conductual
- Agresión social y cambio de conducta
- Visión fenomenológica
- Conducta antisocial
Introducción
Es común en estos tiempos, enterarse a través de los medios de comunicación, de la agresividad con la que actúa nuestra juventud. Asaltos y crímenes violentos donde se percibe una agresividad ajena a la naturaleza humana. Esta conducta agresiva que se expresa en actos de extrema violencia ha sido la preocupación de diferentes sectores de la ciencia que centran sus estudios en el ser humano y su comportamiento.
El fenómeno que representa este inquietante aumento ha sido enfrentado por sociólogos, psicólogos, neurólogos, etc., que han llegado a diferentes conclusiones y que han generado a la vez una enorme cantidad, y variedad, de mediadas en las autoridades y organismos relacionados con la atención de este importante segmento de la sociedad.
La presente investigación pretende determinar si este tipo de conducta se ha extendido a la sala de clases, y si así es distinguir las formas en que se expresa y el daño que causa al o los afectados. Intentaremos a través de metodologías de carácter cuantitativo y cualitativo, encontrar la información que existe con respecto al tema, llegar a conclusiones que nos permitan despejar nuestras interrogantes: ¿ Existe agresividad y/o violencia en la sala de clases? ¿De que forma se manifiesta? ¿ Son habituales? Etc.
Desde el marco de referencia podemos obtener conceptos y definiciones que nos permitirán abordar el tema con mayor claridad y que nos permitirá percibir la agresividad de diferentes perspectivas (biológica, etológica, cognitiva, etc.), que serán de gran utilidad para introducirnos en esta tarea de descubrir la existencia, o no, de agresividad en la sala de clases. Si existiera necesitamos conocer de que forma se manifiesta y su periodicidad, lo que permitiría contar con un punto de partida para iniciar una nueva investigación que pueda establecer sus efectos, y, por que no, sus causas y orígenes.
Objetivos
1. – Determinar la existencia de agresividad en la sala de clases.
2. – Distinguir los tipos de agresividad que se dan en el aula.
3. – Determinar la frecuencia con que ocurren las conductas agresivas en la sala de clases.
4. -Proponer sugerencias para mejorar la convivencia en la sala de clases.
5. -Determinar cuales son las conductas negativas de los alumnos que preocupan en mayor grado a los profesores.
6. -Identificar entre que actores (alumno-alumno o alumno-profesor) se presenta la agresividad en la sala de clases.
Antecedentes
Cada establecimiento educacional tiene su particular clima de convivencia, historia e identidad. La mayoría son espacios seguros y protegidos como también la mayoría de sus alumnos no tienen conductas violentas ni agresivas. A pesar de ello las situaciones de violencia ocurridas en instituciones escolares de nuestro país en particular y del mundo en general, revelan que estamos frente a un fenómeno que está presente en nuestra sociedad que se expresa en nuestros barrios y ciudades y que además puede traspasar los muros de nuestra escuela.
La agresividad y la violencia no pueden entenderse fuera de su propio contexto y como expresión emotiva tiene múltiples causas que pueden provenir del hogar, de la escuela o del ambiente social en que el niño o joven se desenvuelve. Tampoco es posible entender esta problemática a través de una sola explicación. Las investigaciones confirman que la mayoría de los jóvenes que están en problemas y en riesgo de volverse agresivos muestran más de una señal de advertencia, repetida cada vez con mayor intensidad y a lo largo de un proceso que es gradual.
Difícil y doloroso es admitir la existencia de la violencia en las escuelas, concebidas como lugares para crecer y desarrollarse. Sin embargo, la escuela no esta exenta de los problemas de un mundo que recurre a la violencia para superar los conflictos, y que los transmite a los estudiantes en las más variadas expresiones transformándose en un modelo para ellos.
De acuerdo a la última encuesta nacional destinada a medir cuales son los problemas que más preocupan a la juventud de nuestro país, se indica que 31,4 % de los encuestados dicen que los problemas de disciplina son los más recurrentes, un 25 % se refiere a la falta de interés por los estudios, otro 16,4 % menciona la violencia física entre los jóvenes, los robos un 13,6 %, y el consumo de alcohol y drogas preocupa a un 11,2 % de ellos. Todos los antecedentes indicados anteriormente señalan que la violencia escolar no irrumpe súbitamente sin síntomas y por lo tanto es posible prevenirla si la institución escolar desarrolla sensibilidades respecto a ella en todos sus estamentos.
También hay evidencia que cuando se inicia es un proceso destructivo para cualquier institución y particularmente dañino para los jóvenes.
Marco Conceptual.
Tal como dicen Edmunds y Kendrick citando a Bandura (1980, p. 15), introducirse en el tema de la agresividad es entrar en una "jungla semántica". Se han dado muchas definiciones a la agresión, en las cuales lo común sería la noción que incorpora Buss de "una respuesta que se vuelve un estímulo nocivo para otro organismo"; el aspecto diferencial sería la inclusión del concepto de "intención" en el daño producido, el cual por algunos fue considerado innecesario por su condición mentalista y no es apropiado para un análisis riguroso. El problema es que, obviamente, muchas situaciones en las cuales un individuo daña a otro no constituyen agresión, debido a la falta de intención. De este modo, Geen (1976, citado por Edmunds y Kendrick, 1980, p. 15), sostiene que el concepto de agresión debe incluir tres aspectos: la producción de un estímulo nocivo, el intento de dañar y el hecho de que el ataque tenga una probabilidad mayor a cero de ser exitoso.
Una de las definiciones más aceptadas es la de "la producción de un estímulo nocivo de un organismo hacia otro con la intención de provocar daño o con alguna expectativa de que el estímulo llegue a su objetivo y tenga el efecto deseado" (Russell, 1976, citado Edmunds y Kendrick, 1980, p. 16)
Otra definición de agresión, la cual encontramos en la perspectiva etológica afirma que " un animal actúa agresivamente cuando inflige, trata de infligir o amenaza con infligir daño a otro animal. El acto va acompañado de síntomas de conducta reconocibles y cambios fisiológicos definibles […]La agresión puede trasladarse hacia objetos no humanos o inanimados, ". (J.D. y Ebling, F.J, 1966, p. 2). Es interesante notar aquí la inclusión de la respuesta fisiológica en el concepto de agresión
La hostilidad constituiría un concepto relacionado con la agresividad, pero no es sinónima a ella. Sería una actitud, una "respuesta verbal implícita que envuelve sentimientos negativos (mala voluntad) y evaluaciones negativas de personas y acontecimientos" (Veness, 1996, p. 1 18). Constituiría una respuesta bastante estable, donde se encuentra una generalización tanto del estímulo como de la respuesta, de modo tal que las respuestas de la víctima para apartar la hostilidad pueden exacerbarla. Una respuesta puede ser hostil sin ser agresiva, ya no implica realización de actos. Edmunds y Kendrick(1980) asocian el concepto de hostilidad a la agresión reforzada por el daño realizado al otro. La hostilidad sería el producto de repetidos castigos por parte de los otros llevaría a un disgusto generalizado por la humanidad, y a percibir el dolor y la incomodidad de las personas como reforzante; en cambio, la agresividad instrumental sería la disposición a emplear estímulos nocivos como un medio de adquirir refuerzos extrínsecos. Entonces según estos autores, se debería asociar "agresividad" con actos que produzcan daño en el otro en búsqueda de refuerzos extrínsecos y "hostilidad" con actos que produzcan daño en el otro en búsqueda de refuerzos intrínsecos.
Una interesante visión nos entrega Lolas (1991), quien distingue entre los conceptos de agresividad, agresión y violencia. De acuerdo a esta perspectiva, la agresividad es un término teórico, un constructo que permite organizar determinadas observaciones y experiencias, que sirve para integrar datos "objetivos" a nivel de conducta motora, fisiología y vivencia (o subjetividad expresada en el lenguaje). El término agresión se reservaría para conductas agonistas caracterizadas por su transitividad (la conducta pasa de un agresor a un agredido), su direccionalidad (siempre la agresión tiene un objeto) y una intencionalidad (el agresor busca dañar, el agredido busca escapar), Por otra parte, la violencia sería la manifestación o ejercicio inadecuado de la fuerza o poder, ya sea por la extemporaneidad o por la desmesura, no existiendo intencionalidad por parte del agente o del paciente de la acción. De este modo existen gestos violentos pero no agresivos(deportes rudos) y actos agresivos pero no violentos (omisión de gestos de ayuda). La violencia está presente en toda nuestra vida es difícilmente previsible; la agresividad, en cambio, requiere una intencionalidad que la hace diferente en sus causas aunque tal vez no en sus efectos.
Perspectiva psicoanalítica y El instinto agresivo.
Freud postuló la teoría del doble instinto, en la cual se concibe al hombre como dotado de "una cantidad de energía dirigida hacia la destructividad, en el más amplio sentido, y que debe inevitablemente expresarse en una u otra forma" (Hill, 1966, p. 136). Si se obstruye su manifestación, este deseo sigue caminos indirectos, llegándose a la destrucción del propio individuo. Posteriormente, se concibió la agresión como un aspecto de deseos que son biológicamente primitivos, o sea, "los deseos más primitivos o las formas más primitivas de satisfacer deseos dados, son también más agresivos o más destructivos" (Hill, 1966, p. 136). Durante el desarrollo disminuye el carácter primitivo – y por tanto agresivo – de los deseos, sustituyéndose los comportamientos más primitivos que no brindan satisfacciones por otros más complejos para lograr disminuir la angustia.
Origen de la cultura y la agresividad
Según Roldán (1993) el mito fundamental propuesto por, el psicoanálisis freudiano sobre los orígenes de la cultura apartándose de toda la tradición filosófica imperante en occidente, sería su inicio basado en la guerra o en una violencia originaria; cultura y violencia son para el Psicoanálisis dos realidades que se implican mutuamente. El sentido de violencia alude a una fuerza vital presente en el origen de la vida. En otros términos incumbe a la lucha por sobrevivir. De ahí su conexión primordial con al cultura como algo referido también a cultivar.
Perspectiva etológica o evolutiva.
Las teorías evolutivas de la agresividad consideran que la agresividad humana, como tantas otras conductas, tendría sus bases en la filogenia. De esta manera, las situaciones de agresión que se dan en animales serían análogas a aquellas que se presentan en humanos siendo entonces la agresión un producto, consustancial al ser humano. Según las palabras de Lorenz: "no cabe ninguna duda, en opinión de cualquier hombre de ciencia con mente científica, de la agresión intra-específica es, en el Hombre, un impulso instintivo espontáneo en el mismo grado que en la mayoría de los demás vertebrados superiores" (J.D. y Ebling, F.J, 1966, p.5).
La agresión, dentro de este enfoque, lo constituirían "la lucha intra o inter-específica e incluye, aparte de la lucha misma, los desafíos, amenazas, actitudes de imposición, de apaciguamiento y de sumisión, posturas de defensa, ceremoniales ritualizados de combate u otras manifestaciones activas o pasivas utilizadas en la lucha en sus sucedáneos" (Cermignani, 1991 p.25). No se consideraría agresión la relación entre predador y presa.
Modelos del aprendizaje social
El modelo del aprendizaje social de Bandura plantea que la agresividad es producto de dos procesos, constituyentes de todo aprendizaje vicario: la adquisición de conductas nuevas se realiza a partir de la observación de modelos significativos, a través de un proceso de modelado y la mantención de las conductas agresivas se basa en procesos de condicionamiento operante.
La perspectiva conductual
La teoría conductual da fundamental importancia, en la explicación de la conducta agresiva, a los factores ambientales presentes y la relación de estos con la conducta. En este sentido las variables determinantes de la agresión se pueden clasificar en función del tipo de condicionamiento efectuado, respondiente u operante.
Los aspectos de la conducta agresiva que son susceptibles de ser descritos en término de control respondiente, corresponden en gran medida a lo que Skiner llama agresión filogenética, para distinguirla de la agresión ontogenética moldeada directamente por múltiples determinantes. Entre las variables que experimentalmente han sido capaces de producir agresión se encuentran las siguientes: la administración de choques eléctricos produce agresión incondicionada a miembros de otra especie, de la misma especie, o a objetos inanimados; los mismos efectos pueden obtenerse con un fuerte chorro de aire, o interrumpiendo el reforzamiento (extinción).
Los aspectos de la agresión pueden ser condicionados de forma operante, por ejemplo: reforzamiento con comida permite poner bajo control discriminativo las respuestas agresivas; También se puede hacer lo mismo con agua. También se ha encontrado qué la oportunidad de agredir serviría como reforzador operante en situaciones de naturaleza aversiva.
Agresión social y cambio de conducta
Según Bandura(1978), el modelo de la conducta desviada de los niños como enfermedad mental y sus estrategias de tratamiento (institucionalización) pierden validez, por la historia de fracasos continuos de este modelo, en poder "mejorar" a los individuos, y en convertirlos en unos miembros positivamente activos de su comunidad. La teoría conductual sugiere un modelo alternativo al de la enfermedad mental, para poder comprender la conducta desviada, que es el modelo de la deficiencia conductual. En este modelo los problemas de comportamiento se consideran deficiencias de destrezas esenciales. Estos déficit conductuales se consideran producto de historias de reforzamiento y de enseñanzas inadecuadas, en lugar de atribuirlos a hipotéticas psicopatologías internas. Se considera que a los individuos con conducta desviada su medio no le ha proporcionado los medios, las instrucciones, los modelos, ni las contingencias de reforzamiento suficientes que le permitan desarrollar un conjunto completo de conductas socialmente aprobadas.
De acuerdo con esto los programas de tratamiento basados en el modelo del déficit conductual son elaborados con el fin de establecer las habilidades importantes que no han sido aprendidas. Debe ser expuesto a un ambiente que le proporcione las instrucciones y las contingencias de reforzamiento correctivas y necesarias para que aprenda las conductas adecuadas.
Visión fenomenológica
Según Zegers (1991), no existiría nada que permita afirmar que el hombre es agresivo por "instinto", pero si se puede decir que conserva los mecanismos anatómicos y fisiológicos necesarios para la manifestación de conducta agresiva en función de otras motivaciones, tales como la conservación del individuo. El problema radicaría en que, al no presentarse mecanismos inhibidores de la agresión intra específica, no "somos agresivos por naturaleza, pero podemos serlo de la peor forma" (Zegers, 1991,p.39).
Una de las condiciones principales para la aparición de la agresión es la falta de espacio. Si bien en los animales se presentan conductas de defensa del territorio, en los humanos esta defensa tendría otras características, ya que el sitio a defender sería el "espacio vital", o espacio de experiencia. Este "espacio vital" puede extenderse hasta el infinito y con él la agresión para conservarlo- la única excepción sería la condición del amor, donde dos personas aceptan vivir dentro del mismo espacio vital.
Conducta antisocial
La conducta antisocial se ha usado para definir a una persona cuyo comportamiento no se ha ajustado a la normativa social o moral. Desde el punto de vista psiquiátrico, Schneíder empieza a utilizar el término "personalidad psicopática!' como una entidad gnoseológica e integradora.
Al hablar en términos generales de la "conducta antisocial", nos referimos a un concepto muy extenso que se da desde los rasgos de personalidad psicopáticos hasta los criterios de trastorno de personalidad antisocial del DSM-III (no-presente en el DSM-IV). Estos definen conductas delictivas y a un cierto tipo de delincuente de bajo extracto social.
Con respecto al concepto de psicopatía, Hare y Cox diferencian entre psicópatas primarios, secundarios y disóciales. El psicópata primario es un individuo que presenta un encanto superficial, es inteligente e informal, no presenta delirios ni pensamiento irracional ni tiene síntomas de manifestaciones psico-neurótica; por otra parte, es insincero e incapaz de presentar culpa o remordimiento, es egocéntrico en extremo e incapaz de amar, presenta falta de juicio práctico o incapacidad de aprender de la experiencia y tienen dificultad para seguir un plan de vida estable. Los psicópatas secundarios serían individuos capaces de mostrar culpa y remordimiento y de establecer relaciones afectivas y su conducta estaría motivado por problemas de índole neurótico. Los disóciales serían individuos que presentan conductas antisociales y que pertenecen a un mundo marginal y tienen una cultura propia. Tendrían una personalidad "normal" y serían capaces de funcionar adecuadamente dentro de su grupo, tendiendo lealtad y sentimiento de culpa y de afecto. Según Blackburn, el psicópata primario sería una persona altamente impulsivo, en contraposición al psicópata secundario, que se caracterizaría por una baja sociabilidad. Según otros autores, los psicópatas secundarios mostrarían un déficit afectivo-motivacional parecido al de los esquizofrénicos, caracterizado por la predominancia de conducta retraída.
Con respecto a la relación entre personalidad y delincuencia, Eysenck publica en el año 1964 un libro llamado "crimen y personalidad", en el cual propone que existe una relación entre la conducta delictiva y las dimensiones básicas de la personalidad propuestas por él, las cuales tendrían una base biológica. La teoría de Eysenck formula que la conducta antisocial sería el producto de la influencia de variables ambientales sobre individuos con determinadas predisposiciones genéticas y el aprendizaje por condicionamiento clásico. Eysenck propone el concepto de "conciencia moral", basado en la estimulación aversiva y el acondicionamiento clásico, las cuales se adquirirían por un proceso de aprendizaje en la infancia, El niño nace sin socializar y no respeta el derecho de los demás. Los educadores castigan ante la presencia de conductas anti normativas; entonces, éstas apareadas con estímulos aversivos, se condicionará negativamente. El sujeto, al esperar el castigo, sufriría de ansiedad, lo cual evitaría la aparición de la conducta antisocial.
El DSM-III considera doce criterios, de los cuales hay que cumplir con un número de tres antes de los 15 años; nueve para después de los 18, de los cuales hay que cumplir un mínimo de 4. El estudio de estos contenidos no apunta tanto a rasgos de la personalidad, sino que hacen referencia a un listado de conductas de tipo delictivo y penal.
Los criterios que se aplican a los individuos menores de quince años hacen referencia a la vagancia, expulsiones en la escuela, fuga del hogar, mentira persistente, relaciones sexuales repetidas y circunstanciales, ingestión de alcohol y abuso de sustancias, robos, vandalismo, rendimiento escolar mediocre, violación de normas y peleas. Los criterios para los 18 años son incapacidad para mantener una conducta laboral apropiada, irresponsabilidad como padre, incapacidad para aceptar normas sociales, incapacidad para mantener una relación de pareja estable, irritabilidad y agresividad, evaluadas mediante peleas físicas repetidas, incapacidad para planificar, mentira patológica e imprudencia. Cabe decir que este trastorno es encasillado en el eje II en la multiaxilidad del DSM-M. lo que indicaría una larga evolución, enraizada en los factores básicos de la personalidad del individuo y resistentes a la intervención psicoterapéutica y farmacológica.
Autor:
Lynnette Garcia Rivera