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Calentamiento Global en EE.UU. como consecuencia de la urbanización

Enviado por Selene Caraballo


Partes: 1, 2

    1. Definición
    2. Breve historia de la urbanización
    3. Historia natural de la urbanización. (según Lewis Mumford)
    4. La dispersión suburbana
    5. Equilibrio entre lo urbano y lo rural
    6. Consecuencias de la urbanización
    7. Urbanización y sostenibilidad
    8. Hipótesis. Preguntas mas frecuentes sobre el calentamiento global
    9. Calentamiento global y responsabilidad de EE.UU.
    10. Referencias bibliográficas

    DEFINICIÓN DE URBANIZACIÓN

    Urbanización, conversión en ciudad de un asentamiento o área. Desde el punto de vista demográfico el término significa el desplazamiento de la población desde localidades rurales hacia asentamientos urbanos. Las primeras ciudades surgen en Oriente Próximo y datan del siglo IV a.C. Las ciudades mercantiles se desarrollaron en la edad media y las ciudades industriales en el siglo XIX. A mediados del siglo XX la mitad de la población de los países desarrollados vivía en ciudades y el 15% en los países 'en vías de desarrollo'.

    BREVE HISTORIA DE LA EXPANSIÓN URBANA

    Con sus industrias, tráfico, y construcciones vistosas, las ciudades son vistas como algo nuevo en la historia. De hecho, los orígenes de las ciudades se remontan a miles de años atrás y han pasado por tres fases distintivas.

    Primera fase

    La primera fase comenzó entre 5 y 6 mil años atrás con asentamientos que se convirtieron en lo que conocemos como las antiguas civilizaciones del valle de Mesopotamia (hoy Irak), Egipto, India y China. Los primeros asentamientos dependían mayormente de la agricultura y de animales domésticos. Pero, conforme la civilización creció en tamaño y en rutas de comercio, estos asentamientos se convirtieron en centros para mercaderes, artesanos y oficiales del gobierno. La división entre "pueblo" y "ciudad", "urbano" y "rural" había comenzado. Un patrón similar fue seguido por las civilizaciones griegas, iranís y romanas.

    Segunda fase

    La segunda fase en el desarrollo de las ciudades vino más adelante con la revolución industrial en Europa a mediados del siglo XVIII. Las fábricas necesitaban de un gran numero de trabajadores y la actividad comercial creció, creando oportunidades nuevas en las ciudades. Buscando empleo y una vida mejor, las personas se mudaban de las zonas rurales a las ciudades en grandes cantidades, algo nunca antes visto.

    Tercera fase

    La tercera fase comenzó después de la Segunda Guerra Mundial. El más largo y rápido crecimiento en la población urbana del mundo se ha suscitado a partir de 1950. En tanto que la economía mundial se volvió internacional y creció en tamaño, las ciudades alrededor del mundo crecieron a pasos agigantados. Mucho de este crecimiento se ha concentrado en Asia, Latinoamérica y África, aunque algunas ciudades de Estados Unidos como Phoenix y Los Ángeles han crecido al mismo ritmo.

    HISTORIA NATURAL DE LA URBANIZACIÓN (SEGÚN LEWIS MUMFORD)

    El surgimiento de la ciudad.

    Tanto si se estudia la ciudad desde un punto de vista morfológico como funcional, no se puede comprender su desarrollo sin tomar en consideración su relación con formas más primitivas de cohabitación, retrocediendo incluso hasta las sociedades animales. A pesar de que los asentamientos urbanos permanentes apenas se remontan a los tiempos neolíticos, el hábito de recurrir a cuevas para el desarrollo de ceremonias colectivas de carácter mágico parece retrotraerse a períodos más antiguos; de igual forma, han llegado hasta nuestros tiempos comunidades enteras que viven en cuevas o viviendas excavadas en la roca. Los rasgos esenciales de lo urbano ya se pueden encontrar tanto en la forma externa como en el modelo interno de estos primitivos asentamientos. Al margen de cual fuera el impulso primigenio, la tendencia a la cohabitación formal y a la residencia estable dio lugar, en el neolítico, a una forma ancestral de ciudad: la aldea, un instrumento colectivo resultado de la nueva economía agraria. Aunque carecía de la complejidad y la extensión de la ciudad, esta aldea exhibía ya sus principales características: un perímetro definido separándola de los campos circundantes; viviendas/refugios permanentes; almacenes y vasijas donde guardar los bienes, así como vertederos y cementerios, símbolos silenciosos del paso del tiempo y de las energías gastadas. Al menos en esta edad temprana se cumple la afirmación de Mark Jefferson [Jefferson, 1931]: lo urbano y lo rural, la ciudad y el campo, no son dos elementos diferenciados, sino una única cosa.

    Aunque el número de familias por hectárea en una aldea es superior al número de familias por kilómetro cuadrado en una economía basada en el pastoreo, dichos asentamientos no crean ninguna perturbación importante en el entorno natural; de hecho, la relación puede ser beneficiosa para la formación del suelo, llegando a incrementar su productividad natural. Las primeras ciudades, como las localizadas en Mesopotamia y Egipto, mantenían la relación simbiótica con la agricultura propia de las aldeas. En países como China, aún gobernados por los principios de la economía local, incluso ciudades contemporáneas con gran densidad de población, según describe Keyes, muestran las mismas relaciones recíprocas: “Las explotaciones agrícolas más densas y productivas se encuentran justo detrás de las murallas de las ciudades''. King estimó que cada millón de habitantes urbanos aporta diariamente más de 5.900 kg de nitrógeno, 1.200 kg de fósforo y casi 2.000 kg de potasio al suelo. La definición de Brunhes de las ciudades como “ocupación improductiva del suelo'' no se puede aplicar del todo a estos tipos urbanos primigenios como tampoco, tal y como explicaré, a los últimos tipos aparecidos.

    La aparición de la ciudad a partir de la aldea fue posible gracias a las mejoras en la agricultura y en la conservación de los alimentos introducidas por la cultura neolítica. Desde el punto de vista del alimento básico de su dieta, se puede hablar de ciudades del trigo, ciudades del centeno, ciudades del arroz y ciudades del maíz, para caracterizar la fuente principal de energía.

    Con el excedente de mano de obra disponible en el neolítico tras dejar atrás una economía de subsistencia, un gran número de personas pudo dejar el trabajo agrícola o ganadero y dedicarse a otras tareas. De esta forma, la población que había vivido dispersa en aldeas de entre diez y cincuenta casas [Childe, 1954], se concentró en `ciudades', con una regulación y un funcionamiento que correspondían a un proyecto diferente. Estas primeras ciudades heredaron muchas de las características de las aldeas originales en cuanto que, en esencia, seguían siendo ciudades agrícolas: la principal fuente de suministro alimentario estaba en los campos circundantes; así, hasta que los medios de transporte no mejoraron considerablemente y los sistemas de gestión centralizada no se desarrollaron, no pudieron crecer más allá de los límites que marcaban sus suministros de agua y sus recursos alimenticios locales.

    Esta temprana asociación del crecimiento de las ciudades con la producción de alimento ha gobernado la relación de la ciudad con su entorno durante mucho tiempo. A pesar de los cereales transportados a largas distancias, incluso hace apenas cincuenta años, gran parte de las frutas y verduras consumidas en Nueva York y París provenían de huertas situadas en las proximidades. Esto significa que uno de los principales determinantes de las urbanizaciones de gran escala ha sido la proximidad a suelos agrícolas muy fértiles; paradójicamente, el crecimiento de la mayoría de las ciudades se ha realizado a costa de estos terrenos cultivados que en un principio hicieron posible la misma existencia de la ciudad.

    El crecimiento de las ciudades a lo largo de las riberas de los ríos o cerca de puertos accesibles se ha producido no sólo por la necesidad de un medio de transporte, sino por la necesidad de complementar con recursos alimenticios de origen fluvial y marino los recursos agrícolas. A pesar de que los medios de transporte modernos han igualado las posibilidades de desarrollo de las diversas regiones, se sigue produciendo un movimiento migratorio desde las tierras altas menos fértiles, incluso cundo en muchas ocasiones presentan mejores condiciones de salubridad y de calidad de vida.

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