- Anfitrión
- Heracles
- Mégara
- Los Doce Trabajos
- Busiris
- Ónfale
- Neso y Deyanira
- Apoteosis de Heracles
- Los Heráclidas
CUESTIÓN 165.
Anfitrión
Electrión, rey de Micenas, tuvo una disputa en la isla de Tafos con los hijos de Pterelao, rey de los teleboanos y descendiente de Poseidón. En la lucha, murieron los hijos de ambos reyes. Entonces Electrión entregó su reino a Anfitrión, hijo de Alceo y príncipe de Tirinto, el cual era pretendiente de su hija Alcmena. Pero en un desdichado accidente, Anfitrión mató a Electrión mientras pastoreaba el ganado, y tuvo que abandonar el país y refugiarse en Tebas. Alcmena no le guardó rencor, y se casó con el pero insistió en que había de vengar la disputa de su padre y hermanos antes de que vivieran juntos. Anfitrión, por lo tanto, pidió a Creonte, regente de Tebas, que le diera un ejército para atacar a los teleboanos; Creonte accedió, si primero libraba Anfitrión al país de una zorra monstruosa que estaba destinada a no ser capturada jamás por ningún perseguidor. Anfitrión reunió voluntarios, a los que prometió una parte del botín que esperaba recoger de los teleboanos.
Uno de los que se presentaron fue Céfalo de Atenas, el cual trajo consigo el maravilloso perro, destinado a capturar todo lo que persiguiese, que el rey cretense Minos le había dado a su mujer Procris. Inicióse entonces la cacería, y Zeus resolvió el enigma de la zorra inatrapable perseguida por el perro infalible convirtiéndolos en piedra a los dos. Ahora comenzó la campaña contra los teleboanos, en la que las tropas de Anfitrión viéronse obstaculizadas por la inmortalidad del rey Pterelao; se trataba de un don que le había sido concedido por Poseidón, y consistía en un solo cabello de oro que crecía en su cabeza. Sin embargo, su hija Cometo se enamoró locamente de Anfitrión y arrancó el fatal cabello de la cabeza de su padre. Así, Pterelao fue muerto y la isla de Tafos fue sometida; Anfitrión condenó a muerte a Cometo por su traición y regresó triunfante a Tebas.
Entretanto, la belleza de Alcmena había cautivado a Zeus. Sabiendo que se trataba de una esposa muy virtuosa y fiel, Zeus asumió la figura de Anfitrión y entró en el palacio de éste, el Megarón, y la visitó la misma noche del regreso de su marido. Alcmena lo recibió de buen grado y Zeus se acostó con ella, prolongando esa noche de amor, que tuvo una duración tres veces superior a lo normal, pues Zeus había ordenado al Sol que no saliera. Más tarde, aquella misma noche, el verdadero Anfitrión también llegó a ella, y Alcmena concibió dos gemelos: Alcides o Heracles (el Hércules latino), el hijo de Zeus, e Ificles, el hijo de Anfitrión.
CUESTIÓN 166.
Heracles
Hera, que conocía la gloria a que estaba destinado el hijo bastardo de su marido, estaba furiosa, e hizo despojarle de su verdadera herencia. Zeus tenía grandes expectativas puestas en este vástago suyo, y quería hacerle rey, pero Hera le engañó para que hiciera un juramento ambiguo: "Aquel que hoy nace de una mujer, descendiente de mi sangre, será señor de todos los pueblos circundantes". Las condiciones se cumplirían para Alcmena, quien debía dar a luz ese mismo día. Pero Hera envió a su hija Ilítia para que retrasase el parto de Alcmena y adelantase el de Menipe, cuyo esposo, Estéleno, era descendiente de Perseo, hijo de Zeus y Dánae. Menipe dio a luz a un sietemesino, Euristeo, y éste entonces obtuvo el beneficio del juramento de Zeus.
Hera, decidida a matar al hijo de su marido, poco después del nacimiento de Heracles envió dos grandes serpientes para que acabaran con él. El niño era aún muy pequeño pero estranguló a las serpientes con sus propias manos. En cierta ocasión, Hera amamantó al pequeño por error, a petición de Atenea, sin darse cuenta quién era aquel retoño; cuando estaba dándole el pecho, se percató de que era su aborrecido Heracles y lo apartó violentamente de su seno; las gotas de leche que salieron despedidas se convirtieron en la Vía Láctea.
Cuando creció un poco, Alcmena confió la educación de Heracles a los expertos más famosos. Su profesor de música fue Lino, hijo de Apolo, pero el joven Heracles resultó ser indisciplinado y le rompió la cabeza cuando Lino intentó castigarle. Eurito de Ecalia le enseñó a manejar el arco, Autólico le enseñó las claves de lucha, Anfitrión le enseñó a conducir un carro de guerra, y recibió lecciones de esgrima por parte de Pólux.
CUESTIÓN 167.
Mégara
Siendo joven, en el monte Citerón, Heracles mató con sus propias manos a un león que atacaba los rebaños de Anfitrión. A su regreso de la caza del león, se encontró con los mensajeros de Ergino, rey de los minias de Orcómeno, que venían a cobrar un tributo a Tebas, producto de una antigua disputa; Heracles les cortó las narices y las orejas, colgándoselas alrededor del cuello, y así los envió ante su rey a modo de tributo. Ergino, naturalmente, atacó Tebas inmediatamente, pero Heracles respaldó al ejército tebano y les llevó a la victoria. El rey Creonte le concedió la mano de su hija Mégara, con quien tuvo tres hijos; su otra hija, Automedusa, se había casado con Ificles, y tuvieron un hijo, Yolao.
Después de haber vivido felizmente unos años con Mégara, Hera, aún implacable en su odio hacia Heracles, le envió un acceso de furiosa locura homicida durante el cual mató a su mujer y a sus hijos. Horrorizado y con remordimientos por este acto, Heracles se habría suicidado, pero su amigo Teseo le ofreció cobijo en Atenas y le aconsejó visitar el oráculo de Delfos; aquí Heracles fue informado de que podría purgar su delito convirtiéndose en esclavo de su primo Euristeo, rey de Micenas, durante doce años.
CUESTIÓN 168.
Los Doce Trabajos
Euristeo, siguiendo los designios de Hera, le impuso a Heracles el desafío de afrontar doce difíciles pruebas, los doce trabajos; los primeros seis ocurrieron en el Peloponeso central, mientras que los posteriores se localizaron fuera de éste.
1. El león de Nemea
La primera prueba fue matar un temible león que aterrorizaba los bosques de Nemea, hijo de Tifón y Equidna, un animal invulnerable, al que no podía herirle arma alguna. Heracles primero aturdió al león con su clava y después lo estranguló; la operación siguiente fue la de despellejarlo, y lo hizo usando las propias garras de la fiera: desde entonces utilizó la pelliza del león como una capa y su cabeza como un yelmo.
2. La Hidra de Lerna
En su segunda prueba, Heracles enfrentó a la Hidra de cincuenta cabezas, hija de Tifón y Equidna, que vivía en los pantanos de Lerna. Tenía un aliento mortalmente ponzoñoso y cuando le cortaban una de sus cabezas, crecían dos en su lugar; la cabeza del centro era inmortal. Heracles acudió a su sobrino Yolao, hijo de Ificles, para que le ayudase a él, lo que motivó el descontento de Euristeo que vio en ello la ayuda de un extraño, cosa contraria a la orden dada por él. Yolao trajo consigo unas antorchas, y cuando Heracles cortaba una cabeza, Yolao se apresuraba a quemar cada cuello para impedir que crecieran las dos cabezas. Finalmente el monstruo pudo ser muerto, y Heracles sepultó la cabeza inmortal bajo una roca; después mojó sus flechas en la sangre de la hidra para que fueran mortales, ya que la Hidra tenía veneno por sangre; de hecho, cuando aquella sangre entraba en contacto con las aguas de un río, las emponzoñaba para siempre.
3. La cierva de Cerinea
La siguiente prueba de Heracles fue capturar viva a la cierva de Cerinea, con cuernos de oro y pezuñas de bronce que estaba consagrada a Artemisa. Era una criatura muy veloz; ni los más hábiles cazadores habían podido ponerse a tiro para herirla con sus flechas. Heracles la persiguió un año entero, y finalmente la atrapó mientras dormía en el santuario de la diosa y se la llevó. Artemisa le salió al encuentro, escoltada por Apolo, y reclamó lo que era suyo. Heracles echó las culpas a su amo, y se le permitió llevar de nuevo la cierva a Argos, donde la dejó en libertad.
4. El jabalí de Erimanto
La cuarta prueba consistió en cazar vivo a un gran jabalí cuya guarida estaba en el monte Erimanto, Arcadia, y desde allí aterrorizaba a todas las comarcas vecinas. En su viaje, Heracles fue recibido por el centauro Folo, el cual le ofreció carne asada, pero no se atrevía a darle vino, porque la jarra de vino era propiedad común de los centauros. Sin embargo, Heracles insistió, y llegó el resto de los centauros, atraídos por el olor, tan pronto fue destapada la jarra. Inicióse una lucha feroz, pero Heracles pronto mató a muchos adversarios y los demás emprendieron la fuga. Folo recibió una herida mortal y fue a refugiarse junto a Quirón, el cual había sido herido accidentalmente por una flecha que le había traspasado. Quirón no podía ser curado porque la flecha había sido mojada en el veneno de la hidra de Lerna, y cedió su inmortalidad a Prometeo para morir y librarse de aquel dolor.
Al llegar a Erimanto, Heracles hizo salir al jabalí de su cubil, asustándole con sus gritos, hizo luego que fuera a un lugar del Erimanto en que la capa de nieve era muy profunda, y allí lo envolvió en una red. Pero al llevarlo ante Euristeo, éste se asustó tanto de la feroz apariencia del animal que corrió aterrado a esconderse en una vasija de bronce. Después de esto, Heracles se embarcó en la nave Argo, junto con su amigo Hilas, y se quedó con los Argonautas en su travesía hasta que su amado desapareció, seducido por las ninfas de la Propóntide, que lo hundieron en las aguas de una fuente. Heracles, triste, abandonó el Argo y regresó donde Euristeo.
5. Las aves de Estínfalo
En su siguiente trabajo debía eliminar una enorme bandada de aves de picos, garras y alas de bronce que infestaban lago Estínfalo y devoraban a las gentes del lugar, o devastaban sus campos y cosechas. Heracles recibió ayuda de Atenea, la cual le dio una matraca de bronce que producía un gran estruendo, obra de Hefesto; con ella asustó a los pájaros, y cuando emprendían el vuelo, los mató a flechazos.
6. Los establos de Augías
A continuación, Heracles tuvo que limpiar en un día la suciedad acumulada durante treinta años por un rebaño de tres mil reses en los establos de Augías, hijo de Helio y rey de Élide. Pactó Heracles con Augías que si se realizaba esta limpieza recibiría en pago la décima parte del rebaño, pero no le dijo que esto lo hacía para cumplir una orden de Euristeo. Aceptado el convenio, Heracles desvió el cauce del río Alfeo, haciendo que pasara a través de los establos dejándolos limpios. Mediante uno de sus criados, Augías se enteró de la orden de Euristeo, que Heracles le había ocultado, y se negó a dar a Heracles una décima parte de su hato como pago tal como habían pactado. Al no cumplir Euristeo su palabra, Heracles lo mató y también a sus hijos.
7. El toro de Creta
Para cumplir su séptimo trabajo, se encomendó a Heracles la captura del toro salvaje que Poseidón había regalado a Minos en Creta. Heracles lo capturó vivo y, con el toro a cuestas, como si fuese un manso cordero, lo llevó ante Euristeo. Éste deseaba cumplir un sacrificio a Hera con el animal, pero la diosa no quiso aceptar nada que tuviera que ver con su aborrecido hijastro, y dejó al toro en libertad para que devastara Micenas; la bestia anduvo errante por algún tiempo, hasta que finalmente fue a sentar sus reales en Maratón.
8. Las yeguas de Diomedes
Su siguiente trabajo era domar las yeguas de Diomedes, rey de Tracia e hijo de Ares y de Cirene, que habían sido educadas por su amo para alimentarse de carne humana, especialmente los extranjeros que llegaban a las costas de su país. Cuando se apoderó de las yeguas y las tenía a orillas del mar para transportarlas, los súbditos de aquel rey atacaron a Heracles y le entablaron batalla, capitaneados por Diomedes, que fue capturado. Entonces Heracles se lo ofreció como alimento a las yeguas, tras lo cual se volvieron completamente mansas. Así pudo llevarlas a Euristeo y éste las dedicó a Hera, quien las dejó en libertad, y fueron, a su vez, devoradas por las fieras en el monte Olimpo.
9. El cinturón de Hipólita
El noveno trabajo era conseguir el cinturón de Hipólita, reina de las amazonas, que su padre Ares le había dado como señal de su superioridad sobre todas las demás mujeres guerreras. Así se lo pidió Euristeo, a instancias de su caprichosa hija, que deseaba poseerlo como adorno. Heracles salió en compañía de su amigo Teseo. Al llegar al reino de las amazonas, más allá de los límites del mundo conocido, fueron recibidos amablemente; Hipólita decidió ayudar a Heracles y darle voluntariamente su cinturón. Pero la pérfida Hera sembró la discordia adoptando la apariencia de una amazona, acusando a Heracles de querer secuestrar o matar a Hipólita, o a su primera generala, Melanipa. Inicióse entonces una lucha en la que los héroes derrotaron a las amazonas, capturando a Melanipa, y el cinturón pagó el precio de su libertad. Por su parte, Teseo se enamoró de Hipólita y la llevó consigo a Atenas.
10. Los bueyes de Gerión
El décimo trabajo de Heracles lo llevó al Extremo Occidente, a la isla de Eritía ("isla roja") para capturar los bueyes de Gerión, el monstruo de tres cabezas y tres cuerpos, hijo de Forcis y Ceto (hijos de Ponto y Gea). Vivía en un imponente palacio, en compañía de su pastor Euritión y tenía como asistente al temible Ortro, el perro de siete cabezas hijo de Tifón y Equidna. Heracles navegó por la corriente de Océano dentro de la copa de oro del Sol, que recibió del propio Helio, tras amenazarle con su arco y obligarle a que le entregara la copa. Llegado a su objetivo, mató a Ortro, a Euritión y finalmente al propio Gerión, puso los bueyes a bordo de la copa, y emprendió el retorno.
En el viaje de vuelta estableció un monumento de su presencia, las célebres Columnas de Heracles (los peñones de Gibraltar y de Ceuta, que bordean ahora el estrecho de Gibraltar). Llegando al límite del mundo (Finisterre), y fue obligado a regresar a través de España, Francia e Italia, en constante peligro de bandidos, que se sentían tentados por su botín. Especialmente los ligures del sur de Francia, efectuaron un ataque decisivo contra él, en algún lugar cercano a Arles; Heracles gastó todas sus flechas contra ellos, y como todavía iban llegando, invocó la ayuda de Zeus, quien le envió gran abundancia de piedras, y con ellas el héroe derrotó a los ligures. Llegando a las inmediaciones del mar Negro, encontró a una mujer, a la que preguntó por alimento y agua para los bueyes; la mujer le pidió su amor a cambio de la información, y le dio un hijo, Escites, que cuando fue mayor, pudo ser capaz de tensar el arco que Heracles había dejado, y llegó a ser rey de los escitas.
Una leyenda romana afirma que mientras Hércules estaba descansando en el futuro emplazamiento de Roma, el bandido Caco se encaprichó con algunas de las reses que Hércules traía consigo y procedió a llevárselas arrastrándolas a reculones, para que no lo delataran las huellas de sus pasos. La estatura de Caco era colosal y arrojaba torbellinos de fuego por la boca; vivía en una caverna del monte Aventino, cuya entrada estaba adornada con cabezas humanas. Llevándose las reses a su cueva, Caco las encondió, pero fue traicionado por los mugidos, cuando Hércules comenzó a irse con el resto de la manada y los bueyes robados respondieron a las llamadas de sus compañeros; entonces Hércules se dirigió a la cueva, atacó a Caco y lo ahogó entre sus brazos, recuperando así las reses. Después de vagar por toda Italia, Heracles llegó a Sicilia, donde Erix, el rey de la montaña de este nombre, hijo de Afrodita y Poseidón, le desafió a luchar; Heracles ganó y dio muerte a su adversario. Finalmente llegó con los bueyes a su patria.
11. Las manzanas de las Hespérides
Después Euristeo envió a Heracles a buscar las manzanas de oro, producidas por los árboles del jardín de las Hespérides ("Hijas del Atardecer"), hijas del titán Atlante y Hesper, la estrella vespertina. Las Hespérides eran Egle, Eritia, Aretusa y Hesperia; vivían lejos, en el oeste, siendo su ocupación la de guardar un árbol maravilloso que producía manzanas doradas, regalado por Gea a Hera cuando ésta se casó con Zeus. En su vigilancia las ayudaba Ladón, un formidable dragón de cien cabezas, hijo de Forcis y de Ceto. Como Heracles no sabía el modo de ubicar este lugar, fue en busca de Nereo, pero tuvo que arrancarle por la fuerza el secreto, ya que Nereo trató de huir asumiendo toda clase de formas, pero al fin tuvo que darse por vencido.
Durante su largo viaje, Heracles realizó varias hazañas memorables. En Libia se enfrentó al gigante Anteo, hijo de Poseidón y Gea; este monstruo era invencible, porque cada vez que era derribado, se levantaba más fuerte que nunca, debido al contacto con su madre; sin embargo, Heracles, que se dio cuenta de esto, lo levantó y procuró matarlo estrujándole entre sus manos, sin dejar que tocara el suelo. Después, recibió un ataque por parte de los Pigmeos africanos, una comunidad de pequeños seres humanos; para atacar a Heracles tomaron las mismas precauciones que se adoptan al sitiar una ciudad; despertado al oír aquel ruido, no pudo contener la risa, los envolvió a todos en su piel de león y les perdonó la vida. Llegado a las montañas del Cáucaso, pasó por la región donde estaba encadenado Prometeo, y lo libró de su suplicio.
Una vez que hubo llegado al jardín de las Hespérides, dio muerte a Ladón, el dragón, después de una reñida pelea; Hera lo elevó al firmamento y el monstruo quedó convertido en la constelación de Draco. Pero subir a los árboles para tomar las manzanas era una tarea imposible para cualquier mortal; por tanto, Heracles solicitó la ayuda de Atlante, el titán, que estaba condenado a sostener el mundo sobre sus hombros; éste accedió a ayudarlo si Heracles, sostenía el mundo sobre sus hombros, mientras él conseguía las manzanas. Sin embargo, pensando librarse para siempre de su peso abrumador, Atlante, una vez que regresó, no quiso volver a sostener su carga y se ofreció él mismo a llevar las manzanas a Euristeo. Heracles fingió aceptar, pero le pidió que lo descargara por un momento del peso en la espalda para acomodarse un cojín en los hombros; cuando Atlante volvió a sostener la carga, Heracles escapó con las manzanas.
12. El can Cerbero
Euristeo, asombrado ante las labores que llevaba a buen término Heracles, decidió encargarle el último y más difícil trabajo: capturar a Cerbero, el perro guardián del Hades e hijo de Tifón y Equidna. Heracles no se amedrentó y emprendió el descenso al mundo de los muertos por la Boca del Infierno en Ténaro, y obligó a Caronte, a fuerza de golpes, llevándole al otro lado del Estige sin pagar el óbolo acostumbrado con que se enterraba a los muertos, por lo que el barquero fue encadenado durante un año. Entre otros incidentes, Heracles encontróse con el espíritu de Meleagro (el héroe cazador del jabalí de Calidón), el cual le reveló su propio fin, al ofrecerle a Heracles casarse con su hermana, si todavía tenía una hermana que viviese, llamada Deyanira. Al llegar al trono de Hades, Hermes y Atenea intercedieron a favor de Heracles y así Hades dio permiso al héroe para llevarse a Cerbero siempre que no usara armas y después lo devolviera a las regiones infernales. Heracles capturó a Cerbero, lo sacó encadenado del Infierno y lo llevó a Micenas, aprovechando el viaje para liberar a Teseo, por estar éste prisionero allí debido al intento del rapto de Perséfone. Luego de entregar a Cerbero a Atenea y Hermes para que lo vuelvan a llevar a su sitio, Heracles se liberó de su servidumbre con Euristeo.
CUESTIÓN 169.
Busiris
Viajando Heracles por la tierra de Egipto, encontrábase en el Delta. Aquí el rey Busiris solía sacrificar a Zeus a todo extranjero que llegaba a sus tierras. El consejo de que hiciera esto, para alejar la sequía, se lo había dado un vidente, Frasio o Trasio, al que convirtió en su primera víctima. Heracles, sin defenderse, se dejó conducir cargado de cadenas al ara en donde debía derramarse su sangre; pero apenas hubo llegado al lugar del sacrificio, rompió las cadenas que lo aprisionaban y acabó enseguida con Busiris, sus servidores y toda la familia real.
CUESTIÓN 170.
Ónfale
Heracles se enamoró apasionadamente de Yole, hija de Éurito, rey de Ecalia. Sin embargo, el padre y el hermano de la joven, Ifito, no permitieron que la amase. Para empeorar las cosas, en una disputa por haberle acusado de ladrón, Heracles arrojó a Ifito desde lo alto de los muros de Tirinto, adonde había subido para ver si divisaba unas reses que se le habían perdido. Heracles buscó la purificación en manos de Neleo, rey de Pilos, el cual no quiso concedérsela; por este motivo, luego hizo Heracles una expedición contra Pilos y dio muerte a Neleo y a todos sus hijos, menos uno: Néstor. El oráculo de Delfos le ordenó sujetarse a servidumbre por un año, aunque incluso este consejo no le fue dado hasta que hubo luchado con Apolo por su sagrado trípode, y Zeus puso fin a la contienda arrojando un rayo entre ambos.
Conforme la disposición del oráculo, Hermes vendió a Heracles como esclavo al servicio de Ónfale, reina de Libia. A las órdenes de ésta, Heracles fue despojado de sus armas, vestido con ropaje femenino y obligado a realizar tareas propias de mujer, tales como el bordado y tejido. La hermosa reina se encapricha con él y le pega cada vez que rompe o enreda el hilo. Heracles sucumbe ante la belleza de la reina y cumple sumisamente su sentencia, entregado al yugo envilecedor y a los placeres de la caprichosa Ónfale. Habiendo cumplido el término de su servidumbre, fue absuelto de culpa. A continuación emprendió contra Esparta. Aquí tuvo combate furioso contra los hijos de Hipocoonte, gobernador de la región, que hacía causa común con los de Pilos contra él. Aquí la campaña de Heracles tuvo éxito, pero fue muerto su hermano Ificles.
CUESTIÓN 171.
Neso y Deyanira
Heracles se casó con Deyanira, hija de Éneo de Calidón; para obtener su mano, tuvo que luchar con el dios-río Aqueloo. Éste tenía el poder de adoptar varias formas, tales como la de un toro y la de una serpiente. Heracles, sin embargo, era demasiado para él, y no sólo le dominó luchando, sino que rompió uno de sus cuernos, el cual fue recogido por las náyades, quienes lo llenaron de frutos y flores; así es como se convirtió en el cuerno de la Abundancia (cornu Copiae). Entonces el héroe llevó consigo a Deyanira. Durante el camino llegaron al río Eveno, que se había salido de su cauce y por tanto la joven no podía cruzar. Un centauro, Neso, ofrecióse a transportarla hasta la otra orilla, mientras Heracles se las arreglaba por sí mismo. Heracles accedió, pero Neso trató de violar a Deyanira, y por ello el héroe rápidamente lo mató con una de sus flechas. Cuando yacía en el suelo, moribundo, el centauro dio a Deyanira el consejo aparentemente amistoso de que recogiera la sangre que manaba de su herida y la guardase, porque, si algún día Heracles llegara a sentir indiferencia por ella, untando un poco de aquella sangre una prenda de vestir y hacer que él la llevase, podría recobrar su amor. Deyanira guardó, pues, en un lugar seguro, el supuesto filtro de amor. El matrimonio duró algunos años, y Deyanira dio a Heracles varios hijos, el mayor de ellos Hilo, y una hija, Macaria.
CUESTIÓN 172.
Apoteosis de Heracles
Pasados algunos años, Heracles abandonó a Deyanira para emprender una campaña contra Ecalia y se apoderarse de la ciudad, con el fin de llevarse a Yole. Sabiendo esto Deyanira, probó el hechizo fatal que le había dado Neso, y envió a su infiel marido por conducto de Licas la túnica fatal. Pero la sangre del centauro, mezclada como estaba con el veneno de la Hidra, constituía un mortífero veneno, y la túnica impregnada con este veneno se adhirió a la piel de Heracles, causándole quemaduras insoportables; tal era su dolor que agarró a Licas y lo arrojó al mar. Todavía lleno de rabia, se encaminó hacia la cima del monte Eta, arrancando árboles a su paso; en la cima levantó una gran pira de leña y se metió en ella; prometiéndole su arco y flechas, hizo que un pastor, Peante, el padre de Filoctetes (uno de los héroes de la guerra de Troya) prendiera fuego a la pira. La parte mortal de Heracles fue destruida por el fuego; el resto subió al cielo, se casó con Hebe, y finalmente fue reconciliado con Hera.
CUESTIÓN 173.
Los Heráclidas
Deyanira se ahorcó y sus hijos huérfanos fueron perseguidos por Euristeo. Entonces Alcmena envió en su rescate a Yolao, y todos fueron a refugiarse a Maratón. Aquí los recibió Demofonte, hijo de Teseo y Fedra, pero éste vio que no podía resistir el sitio a la ciudad impuesto por Euristeo, a menos que fuera sacrificada una doncella para asegurar la victoria. Macaria se ofreció voluntariamente; Yolao volvióse joven milagrosamente en la batalla, y el enemigo fue derrotado. Euristeo fue capturado en la batalla y más tarde condenado a muerte por orden de Alcmena.
Hilo fue a consultar a Delfos para saber cuándo él y sus hermanos podrían reclamar la herencia de su padre, es decir, Tirinto, y por extensión, el Peloponeso entero. Apolo le ordenó que aguardase "el tercer fruto"; suponiendo que esto significaba la tercera cosecha, atacó el itsmo tres años después. Los del Peloponeso le salieron al encuentro y entonces el propio Hilo propuso arreglar el asunto mediante un duelo entre él y Equemo, jefe del contingente de Tegea, escogido como el más valiente paladín de los defensores. Hilo fue muerto y sus huestes, según el acuerdo, fueron retiradas, con la promesa de no intentar ningún ataque durante cien años.
Al expirar este tiempo, Témeno, biznieto o tataranieto de Heracles, de nuevo interrogó a Apolo y obtuvo la misma respuesta. Al pedir una explicación se le dijo que Hilo tenía que haber comprendido que "tercer fruto" significaba "tercera generación". Siendo ahora el tiempo predicho, Témeno y el resto de los heraclidas (descendientes de Heracles) prepararon de nuevo sus huestes, y cruzaron al otro extremo del golfo de Corinto tomando, por consejo del oráculo, al "de tres ojos" como caudillo; éste resultó ser Óximo, hijo de Andremón, un expatriado de Etolia, el cual, cuando lo encontraron, estaba cabalgando un caballo de un solo ojo. Bajo su dirección entraron en el Peloponeso, enfrentándose a los defensores, que estaban bajo las órdenes de Tisámeno, hijo de Orestes y Hermíone, y los derrotaron. Entonces echaron suertes sobre las tres grandes divisiones del territorio conquistado: Argos, Lacemedonia y Mesenia. De los tres principales heraclidas de aquella época, Aristodemo había muerto últimamente, pero fue representado por sus hijos Procles y Eurístenes. Ellos obtuvieron Lacemedonia; a Témeno le correspondió Argos y a Cresfontes Mesenia.
Los hijos de Aristodemos fundaron las dos casas reales de Esparta; pero Cresfontes, en compañía de su hermano Témeno que había acudido en su ayuda, fueron muertos en una insurrección acaudillada por Polifontes, que también era un heraclida. Dos de los hijos de Cresfontes murieron con él, pero el tercero, Épito, fue sacado clandestinamente del país por su madre, Mérope, que se vio obligada a casarse con Polifontes, y fue criado por el padre de ella, Cípselo, rey de Arcadia. Al llegar a la edad viril, Épito regresó secretamente para asesinar a Polifontes; Mérope estuvo a punto de darle muerte mientras estaba durmiendo, cuando un viejo criado le reveló que se trataba de su propio hijo; con ayuda de Mérope, Polifontes fue engañado y muerto y Épito recobró la corona de su padre.
Autor:
AllanAAA