Es decir, se postula que la economía está en un proceso de desarrollo sólo si las cuasi rentas tecnológicas predominan sobre los demás tipos de cuasi rentas, y ello sólo sucede cuando no se permite a los capitalistas obtener cuasi rentas de privilegio. Se argumenta que en las distintas etapas de la historia económica argentinas, ni el sistema institucional ni las agencias habrían orientado a las élite económicas hacia la búsqueda de cuasi rentas tecnológicas sino que por el contrario les habrían facilitado la obtención de cuasi rentas de privilegio; característico funcionamiento tanto de la etapa agro-exportadora como en la de sustitución de importaciones; en el período post-1976 hablamos de neoconservadurismo y una nueva burbuja liderada por el endeudamiento; finalmente, en el tramo de 1991-1995 estamos haciendo referencia a la burbuja liderada por la combinación de endeudamiento externo, privatizaciones y algunas desregulaciones. El documento refiere que la recuperación sobre el final de los años 96-97 no conducirá –como efectivamente luego se comprueba- a un crecimiento sostenido, debido a la estructura y el comportamiento económico generado por el "shock institucional" neoconservador de los noventa y la burbuja 1991-1995.
En resumen parece ser que la economía ha entrado en otro movimiento del tipo burbuja, o bien no salido de su tendencia al estancamiento secular. También se sostiene que las políticas neoconservadoras aplicadas desde 1976, reforzaron el comportamiento de la élite económica porque debilitaron a muchas de las instituciones y organizaciones que tendían a limitar tanto su influencia como sus posibilidades de obtención de cuasi rentas de privilegio, y crearon reglas de juego que la favorecieron. El "shock institucional" inspirado en el Washington Consesus (WC) ignoró que el desarrollo "surge desde el centro de la sociedad" al que no se accede de la noche a la mañana, se trata de un proceso complejo.
En la Argentina no se había dado ese desarrollo que surge desde el centro de la sociedad. Por el contrario, los conglomerados económicos locales y las empresas trasnacionales más poderosos, que pasaron a controlar la mayor parte de los activos privatizados, obtienen fundamentalmente cuasi rentas de privilegio, en consecuencia el shock institucional del WC se aplica sobre una economía totalmente distinta de la que supone la economía neoclásica. Ahora veamos con un poco más de detalle este fenómeno de ¿Desarrollo o Burbuja?.
Piedra, papel o tijera… papel.
El desarrollo es impulsado por las innovaciones y las inversiones asociadas a éstas. El desarrollo entonces depende del papel desempeñado por la elite económica – como decisivo y principal actor – en el proceso que lleva a él, orientado por el contexto institucional y social. Este papel es el de obtener cuasi rentas tecnológicas, asociadas al desarrollo, y que tienden a reproducir un proceso de crecimiento endógenamente impulsado.
Evidentemente esta es una "opción dura" para la elite económica en términos de tecnología, riesgo, inversión y cambio social.
La economía argentina, al igual que las restantes latinoamericanas, no parece haber transitado un sendero de desarrollo en el sentido que venimos manejando, sino un sendero adaptativo, de imitación tardía.
Fueron las políticas gubernamentales quienes fueron abriendo el camino para una fácil adaptación por parte de las elites económicas – que a su vez forzaron la adaptación de las instituciones – a los estímulos exógenos y oportunidades externas, obteniendo cuasi rentas de privilegio.
Esta es la "opción blanda" para la elite económica en los términos mencionados.
Este carácter adaptativo, imitativo tardío o "tradicional" de la economía argentina lo acreditamos a la ausencia de la búsqueda de cuasi rentas tecnológicas por parte de las elites económicas. Las políticas e instituciones promotoras de la ciencia, la innovación, la industrialización y la inversión necesarias – aunque no suficientes – para un adecuado proceso de desarrollo no ocuparon el lugar que deberían en la agenda de gobierno, ni en las elites económicas, ni tampoco en el conjunto de la sociedad, y los esfuerzos en ciencia y tecnología (C y T) no se vincularon adecuadamente a los patrones de producción, inversión y comercio exterior. La ineficacia de las instituciones y la debilidad de los "checks and balances" sociales y políticos, no influyeron ni limitaron este comportamiento de las elites económicas.
La historia vuelve a repetirse
Las "opciones blandas" tomadas por la elite económica no fueron más que una constante a lo largo de los diferentes periodos económicos vividos en la argentina.
La primera fue el ciclo de expansión – o burbuja – 1880-1914 liderada por la exportación primaria y la expansión de la frontera agropecuaria. En este periodo se consolido un sistema institucional y un tipo de comportamiento de la elite económica caracterizado por la gran capacidad de adaptación para el aprovechamiento de oportunidades de cuasi rentas de privilegio, de fortísima influencia sobre las instituciones y las políticas publicas, y parece mantenerse hasta los periodos mas recientes.
Esta capacidad es la contracara de un bajo perfil en materia de inversión, innovación tecnológica, eficiencia productiva y especialización.
La segunda "opción blanda" podemos verla a través del estilo de industrialización argentino. La ISI, liderada por las ETs, enmarcado en una política proteccionista muy asimétrica y sin acompañamiento de políticas de desarrollo y de aprovechamiento industrial de las ventajas comparativas, no hizo mas que acentuar las características adaptativas y de imitación tardía, creando nuevas restricciones al desarrollo.
La ISI entonces llevo a la segunda "gran burbuja". Llevo a una estructura heterogénea de productividades (EHP) o Enfermedad Holandesa Evolutiva5 (EHE).
A pesar de las limitaciones de la ISI, durante su ultimo periodo (1964-1974) hubo un proceso de industrialización muy dinámico, debido fundamentalmente a los procesos de aprendizaje, a la corrección parcial del sendero proteccionista, al "empate" socio-político que ponía limites a la elite económica y al crecimiento de la industria y el comercio mundiales (Nochteff 1994). Este empate se rompió tras la crisis político-económica de 1975 y el posterior golpe militar de 1976. A partir de aquí la elite económica recupero terreno que nunca mas habría de perder, sino por el contrario incrementar.
Para el análisis que llevaremos a cabo seguidamente distinguiremos tres etapas de un mismo fenómeno (la "gran burbuja").
Durante la primera, comprendida entre 1976 y 1983 – el periodo de la dictadura militar –, la élite aprovechó la oportunidad dada por el aumento de la liquidez y la baja de las tasas en el mundo.
En una segunda fase, luego de la crisis de la deuda externa, los conglomerados se fueron afianzando y crecieron a lo largo de la década del 80 acumulando capital y el poder económico y político que luego le permitiría aprovechar la burbuja liderada por el endeudamiento externo y las privatizaciones en los noventa.
En una última etapa posterior a 1991, se retorna a la burbuja iniciada hacia 1976/1977, en donde las políticas neoconservadoras – ahora respaldada en el WC – combinaron endeudamiento externo con privatizaciones, desregulación y liberalización comercial contribuyendo a la obtención de cuasi rentas no tecnológicas y por ende al afianzamiento total de la elite económica. Cierto es que tras un breve análisis del período post-1976, se puede concluir que la situación socio-económica en la Argentina estaba bastante deteriorada, registrándose un fenómeno de involución, en términos macroeconómicos.
Durante el período 1991-1996 entonces, se produjo un ingreso masivo de capitales, impulsado por la combinación de altas tasas de interés en pesos, tipo de cambio fijo, liberalización financiera y sobre todo recuperación de la demanda de dinero. El destino principal de estos capitales fue financiar las adquisiciones de empresas públicas y para financiar un "boom" del consumo, especialmente suntuario. No obstante, serían insuficientes para un proceso de crecimiento sostenido, esto tanto en términos de economías en proceso de desarrollo como en términos de la modernización del equipo de capital necesario para la Argentina, dado la antigüedad de su stock de capital.
La inflación jugara un papel a favor de la apreciación de la moneda, que, combinada con una brusca y turbulenta liberalización comercial erosionaron la competitividad. En cuanto a la inversión domestica como extranjera (IED) se orientaron a compras y reestructuraciones de empresas; en menor medida a la construcción de plantas nuevas.
Asimismo se registró un proceso de desregulación en un contexto institucional y organizativo muy débil que beneficio principalmente a los conglomerados interrelacionados. Este contexto no solo no condujo a una mayor competencia, sino que trabo los mecanismos del mercado. A pesar de este modelo liberalizador siguió siendo una economía cerrada. En este marco de economía cerrada y oligopolizada, la elite económica aumentó y consolidó su capacidad de obtención de cuasi rentas de privilegio.
Las actividades más rentables no producen bienes de servicios comerciables internacionalmente – ello explica en parte la persistencia de la economía cerrada – tendiendo en definitiva a un estancamiento.
Existe una burbuja iniciada en 1991 que sufre un proceso de implosión en un marco de fragilidad externa. Las inversiones fueron inadecuadas para reactivar el aparato productivo y mejorar la competitividad; más que un proceso de desarrollo se manifiesta como una burbuja en medio de un estancamiento.
Una burbuja en un sistema de tipo de cambo fijo y con convertibilidad que se asemeja al patrón oro, no explota sino implota, teniendo como indicador más confiable de esta implosión, la tasa de desempleo. Llamamos a este fenómeno, "efecto pasa de uva" (Rímoli-Da Rocha, 2000).
Durante este efecto la inversión y en conjunto el comportamiento y la estructura de la economía no fueron aptas para la creación de empleos. Todo lo expuesto confirma que las políticas económicas inspiradas en el WC y el comportamiento de la élite económica condujeron a una "burbuja" y no a un proceso de desarrollo. En virtud de la baja competitividad y la economía cerrada las exportaciones tienden a seguir un comportamiento anticíclico. En conjunto un breve análisis del sector externo muestra una fuerte regresión tecnológica e industrial, y dada la orientación de la élite económica hacia la obtención de cuasi rentas de privilegio, crea nuevas restricciones al desarrollo.
Las privatizaciones utilizada principalmente como parte de la política macroeconómica de corto plazo -especialmente para compensar los desequilibrios fiscal y de cuenta corriente- y para crear condiciones que permitieran mantener el tipo de cambio fijo, sacrificando los objetivos de largo plazo.
La debilidad regulatoria fue un factor decisivo para la consolidación de posiciones desde las cuales se pueden obtener cuasi rentas de privilegio. Esta concentración de poder económico que se fue gestando por parte de los conglomerados y la consolidación de reservas de mercado con cuasi rentas de privilegio es un obstáculo a la emergencia de una nueva y más competitiva clase de empresario.
En síntesis, el proceso de privatización y desregulación adoptado por la Argentina se diferencia de las privatizaciones exitosas, y en cambio muestra rasgos muchas veces similares a las de las más negativas de Europa del Este, que llevaron a mayores imperfecciones de mercado, a mayores divergencias entre beneficios y a iguales o mayores distorsiones domésticas, y reforzaron la tendencia hacia una economía semi-cerrada, oligopolizada y centrada en cuasi rentas de privilegio.
Cambiar o cambiar…esa es la cuestión.
El modelo impuesto por la Argentina en la década de los noventa estuvo caracterizado por reformas estructurales y políticas económicas que modificaron el comportamiento de la élite económica, impulsando la "burbuja" hacia el estancamiento, con rasgos marcados por el endeudamiento, las privatizaciones, la desregulación y la liberalización comercial. La otra cara de la moneda, es el impacto social, dado por la pérdida de poder en la interacción con la élite económica por parte de las instituciones y demás actores sociales, condición necesaria para el desarrollo (Nochteff, 1994).
Cierto es que para la región y en particular para la Argentina, la políticas neoconservadoras no han logrado reactivar el aparato productivo ni han incentivado un proceso de desarrollo que apunte a una mayor igualdad social en tiempos violentos -caracterizados por la marginación y la exclusión social-, ni a disminuir la brecha existente en términos de distribución del ingreso.
El futuro de la Argentina, depende en buena medida de nuevas reformas estructurales e institucionales, con una clara apuesta al crecimiento sostenido con desarrollo, es decir, dentro de un marco de políticas sociales y reformas del aparato estatal; la base donde se debe empezar a consolidar el cambio, es en políticas de empleo y de distribución del ingreso, en un marco de negociación colectiva entre los distintos actores económicos, políticos y sociales. Respecto a la política exterior que debería encarar la Argentina en la próxima década es la regionalización, con un claro énfasis en la apertura comercial pero con liberalización discriminada, donde el papel del Estado es fundamental, en su rol de negociador (Rímoli-Da Rocha, 2000).
Nochteff, Hugo (1998) selección publicada por la Revista de la CEPAL del trabajo "La experiencia argentina ¿desarrollo o sucesión de burbujas?", Buenos Aires.
Rímoli, P. y Da Rocha, P. (2000) selección escrita en una servilleta de papel en Nat Capiloncho del trabajo "Reflexiones", Montevideo.
Estudio sobre la Argentina en la década de los 90 a cargo de:
Philippe Rímoli –estudiante de 3º año de Economía, de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, de la Universidad de la Republica, Montevideo Uruguay.
Pablo Da Rocha -estudiante de 3º año de Economía, de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, de la Universidad de la Republica, Montevideo Uruguay.
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Philippe Rímoli
Pablo Da Rocha
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