- Personajes
- Glosario
- 8 caballos o 96 hombres, mujeres y niños
- La llegada
- La barraca 26
- Las primeras impresiones
- La llamada a lista y las selecciones
- El campamento
- Una proposición en Auschwitz
- Soy condenada a muerte
- La enfermería
- Un nuevo motivo para vivir
- Canadá
- El depósito de cadáveres
- El "Ángel de la Muerte" contra el "Gran Seleccionador"
- Organización
- Nacimientos malditos
- Algunos detalles de la vida detrás de las alambradas
- Los métodos y su insensatez
- Nuestras vidas privadas
- Las bestias de Auschwitz
- La resistencia
- París ha sido liberado
- Experimentos científicos
- Amor a la sombra del crematorio
- En el carro de la muerte
- En el umbral de lo desconocido
- La libertad
- Todavía tengo fe
- Referencia bibliográfica
Personajes
Olga Lengyel: Narra su terrorífica historia que vivió en el campo de concentraciones de Birkenau.
Miclos Lengyel: Era un doctor de su propio hospital, el cual le fue robado y termino como prisionero en los campos de concentraciones.
Tadek: Hombre que intento seducir a Olga, y que se dedicaba a intercambiar comida por relaciones sexuales.
L.: Amigo de Olga que la ayudaba en la enfermería.
Fritz Klein: Doctor que selecciono a Olga Lengyel para trabajar en la enfermería, mejor conocido como el "Gran Seleccionador"
Irma Griese: Era la jefa del campo y era mejor conocida como el "Ángel de la Muerte"
Glosario
Blocovasmismas: Jefas de campo que gozaban de todos los privilegios de comida, ropa y otras cosas.
Barracas: Vivienda rural característica de las huertas de Valencia y Murcia, hecha de barro y con tejado de cañas a dos agua.
Camastros: Cama pobre, de mal aspecto y muy incómoda.
Blocova: Jefa de la barraca.
Kapo: Jefe de comando.
Canada: almacén donde se recogían los artículos quitados a los deportados para ser enviados a Alemania.
Vallados: Vallas que limitan un lugar a otro.
CAPITULO I
8 caballos o 96 hombres, mujeres y niños
Iniciaba el año de 1944, la acción sucede en la capital de Transilvania; Klausenburg, como se le conocía comúnmente, en esta ciudad vivía un matrimonio de doctores: Miclos Lengyel y Olga Lengyel, quienes habían logrado contar con su propio hospital con la dedicación y el esfuerzo del esposo de Olga Lengyel. Tenían dos hijos: Thomas y Arved, los padre Olga y su padrino. Era una ciudad en medio de la segunda guerra mundial. El oficial Nazi que trato con ellos antes de arrestarlos, causaba gran temor en la población al contar lo que pasaba en los campos de concentración, era imposible creer que tal crueldad sea posible.
Se despidieron masivamente a todos los judíos, quitándoles sus bienes y pertenencias. El doctor Lengyel fue traicionado por un medico que trabaja en su hospital, quien había visto su nombre en la lista de sospechosos y lo denuncio, después extorsiono a su esposa para que firmara unos documentos donde les cedía el hospital y su casa, Olga por miedo a su esposo y familia decide firmarlos.
Era tiempo de huir ya que la guerra había llegado al pueblo, Olga intenta salvar a su esposo, pero es en vano. Olga, su esposo, sus hijos y abuelos llegaron a la estación de ferrocarriles solo aptos para ocho caballos donde solo podían entrar 96 personas por vagón. Partieron sin saber a qué rumbo los llevarían y viajaron durante tres días. Si querían comer o beber algo tenían que ceder sur prendas a los oficiales Nazis. Tres personas murieron dentro del vagón en el que viajaba Olga y su familia, pero a ningún oficial le importo. Las puertas se abrieron hasta que llegó su destino.
CAPITULO II
La llegada
El tren se detuvo hasta la noche siguiente, al salir de los vagones, se presenciaba un olor a carne quemada y todo estaba rodeado por alambres electrificados de púas. Alrededor de 4000 a 5000 personas por tren los separaban según su sexo, edad y vocación. Los niños de un lado, los ancianos de otro, posiblemente para que hicieran los trabajos más forzosos, los doctores de otro y las mujeres a otro, obligándolas a desnudarse fueron metidas a un hangar, Olga pudo pasar unas píldoras de veneno por si necesitaba de ese último recurso. Olga se encontraba en el campo de concentración de Birkenau.
CAPITULO III
La barraca 26
Al poco momento se descubrió que Birkenau era la última parada de los demás campos de concentración que sólo eran de trabajos forzosos. Birkenau era un campo de exterminio donde las cámaras de gas y los hornos crematorios, nunca dejaban de funcionar. La barraca 26 era una especie de establo donde se encontraban unos camastros y dormían de 16 a 20 personas. Las barracas recorrían todo el campo y eran alumbradas por las noches con fuertes reflectores.
CAPITULO IV
Las primeras impresiones
Un par de días después, se les dio su primera comida, una bebida nauseabunda que burlonamente la llamaban café y a mediodía, una sopa de olor repugnante, y por la tarde, un trozo de pan negro, las custodias las golpeaban a la menor provocación. Irka, una polaca que llevaba cuatro años viviendo en Birkenau le habla a Olga de los hornos, Olga descubrió que había mandado a toda su familia a la cámara de gas. Incluido a su hijo quien no había sido seleccionado. Olga con gran angustia intenta localizar a su esposo pues, por su vocación de doctor, pudiera vivir en algún lado. Cuando se encontraron, ambos se asombraron del rápido cambio que tenían. Miclos le pide una píldora de veneno pero al final se arrepiente. Al instante son descubiertos por soldados alemanes y separados con gran brutalidad, al siguiente día, todos los hombres fueron sacados del campo.
CAPITULO V
La llamada a lista y las selecciones
Diariamente había dos llamados a la lista; una al amanecer y otra alas 3 de la tarde, había 1400 mujeres en esa zona, 35,000 en todo el campo y un total de 200,000 en toda el área de Birkenau. Todas eran obligadas, en el lugar dónde estuvieran y sin importar el estado de salud, estar presentes a la hora del llamado, había graves consecuencias para todas, sin importar que estuviera muerta. Las selecciones eran hechas por el doctor Mengerle, el doctor Klein, Irma Griese y otros altos oficiales Nazis, la selección era para la cámara de gas y algunas veces para industrias. Se retiraban de 20 a 40 personas por barraca, en promedio se enviaban a la muerte de 500 a 600 personas por selección.
CAPITULO VI
El campamento
El campamento contaba con una avenida principal de 500 metros de largo, era flanqueada por diecisiete barracas por cada lado, las barracas eran retretes o lavabos, alguna se destinaba a guardar los alimentos, otra manejaba y mantenía a las reclusas. Había una jefa por cada sección: Blocovasmismas que disfrutaban de privilegios como alimentos, ropa, y de escoger esclavas entre las reclusas, las mujeres peleaban entre sí, pues el robo era la única manera de supervivencia, se robaba la ropa por muy deshilachada que estuvieran y las miserias de comida que sobraban.
CAPITULO VII
Una proposición en Auschwitz
Olga conoció a un joven polaco que sonreía al pesar del descarnado espectáculo que a diario tenía que presenciar. Llevaba cuatro años en campos de concentración, inician una amistad. Tadek invita un día a Olga a salir de la barraca y la lleva a un lugar donde otros reclusos cocinaban una papa, para Olga aquello era imposible pues ningún alimento de esos era para los prisioneros. Tadek mostró sus intenciones al querer seducir a Olga quien pronto se desilusionó del único amigo que tenía, Tadek no se disculpaba, hablo con Olga y le dice que la vida en un campo de concentración es horrible y todos tenían que procurarse pequeños placeres, Tadek intercambiaba comida por sexo. Olga encontró a hombres y mujeres apretados en una pequeña estancia donde el mercado negro de favores sexuales por algún pedazo de pan eran las reglas del juego. Un anciano que remojaba su pan se encontró con un pedazo de patata que, por no tener dientes no podía comer, se lo ofreció a Olga y cuando aquella se proponía comer su preciado bocado, se le fue arrebatado por otra mujer, de nada servía el reclamo pues la ley del más fuerte imponía.
CAPITULO VIII
Soy condenada a muerte
Después de algunas semanas, Olga Lengyel era un esqueleto viviente, víctima de temperatura y ataques de tos, un día, fue seleccionada junto con otras mujeres a la cámara de gas, Olga quería hacerlas reaccionar o dejarlas en sus fantasías, Magda una de sus amigas, la acompañaba, Olga le dice que tienen que huir, pero Magda la ignora. En un descuido de los guardias, Olga escapó y llegó a otra barraca y regresa a su barraca, la blocova de su zona reconoció a Olga y le pidió sus botas a cambio de no decir nada, Olga acepto.
CAPITULO IX
La enfermería
Un día se anunció la creación de un hospital en la barraca 15, Olga es seleccionada para atender la enfermería en ese lugar, diariamente llegaba a recibir más 1500 enfermas y aunque en el hospital de la barraca había en promedio de 450 pacientes, escaseaba la medicina y el agua por lo que todo, incluyendo las operaciones se realizaban en un ambiente de gran suciedad.
CAPITULO X
Un nuevo motivo para vivir
Aunque el campo era básicamente de mujeres, había algunos internos hombres, un francés al que Olga llamaba como L, llegó a convertirse en un visitante asiduo a la enfermería. Además de su presencia simpática y graciosa, L traía noticias sobre el frente de guerra. Olga supo a detalle, todo lo que ocurría en Birkenau y Auschwitz.
Dos crematorios eran enormes y consumían una cantidad extraordinaria de cadáveres en poco tiempo. Cada unidad consistía en un horno, un vestíbulo, y una cámara de gas. Todas constaban con una chimenea, que era alimentada con nueve hogueras. Los cuatro hornos de Birkenau eran calentados por treinta fogatas en total se podían reducir 360 cadáveres a cenizas cada medía hora, y 17, 280 cadáveres cada 24 horas
CAPITULO XI
Canadá
Canadá era el nombre con que se conocía al edificio que resguardaba los objetos de valor que habían sido confiscados por los custodios. Trabajaban 1200 hombres y 2000 mujeres, adentro se encontraba desde juguetes hasta botellas de vino, trabajar o tener algún contacto en el Canadá constituía un verdadero privilegio, pues había mercado negro en su interior.
CAPITULO XII
El depósito de cadáveres
Olga a pesar de trabajar como enfermera, eso no era motivo para no trabajar, como todas, en el transporte de cadáveres, el trabajo consistía en trasladar los cuerpos de la enfermería al depósito donde guardaban los cadáveres.
CAPITULO XIII
El "Ángel de la Muerte" contra el "Gran Seleccionador"
El doctor Fritz Klein, quién había seleccionado a Olga como enfermera, era un alto oficial que se encargaba, junto con Irma Griese y otros oficiales, Olga Lengyel fue castigada por Irma Griese sin embargo, apareció el doctor Klein y la mandó llamar, Olga rompió filas y se acercó al doctor quien le entrego un paquete de medicinas, Irma Griese, quien era la jefa de campo enfrentó al doctor, Klein no se dejó intimidar pues era el jefe de sanidad del campo, ambos discutieron por Olga, cuando Olga llegó a su barraca, fue llamada por el "ángel de la muerte" quien la golpeó repetidas veces.
CAPITULO XIV
Organización
Organizar era sinónimo de robar, robar a los alemanes para la supervivencia de la gente. L consiguió cinco cucharas y una se la regaló a Olga quien como todas las reclusas usaban sus manos para comer, desgraciadamente su cuchara no tardó en ser robada por una antigua millonaria.
CAPITULO XV
Nacimientos malditos
Los partos representaban el problema más grave de la enfermería, si la madre y el bebé nacían vivos eran mandados de inmediato a la cámara de gas, sólo los bebes que nacían muertos garantizaban unos meses de vida más a la madre. Olga Lengyel y las otras enfermeras decidieron sacrificar recién nacidos para salvar a las madres.
CAPITULO XVI
Algunos detalles de la vida detrás de las alambradas
A finales del mes de noviembre de 1944, la vigilancia había disminuido a tal grado, que una relativa facilidad para que hombres y mujeres conversaran a través de los vallados. Olga fue tatuada con el número 25,413, un sin fin de signos se escondían bajo los tatuajes. La práctica de cualquier religión estaba prohibida en los campos, los religiosos eran humillados por los soldados, los clérigos eran forzados a los trabajos más arduos y las monjas, tenían que presenciar sacrilegios antes de ser violadas por la tropa completa.
CAPITULO XVII
Los métodos y su insensatez
Las torturas infringidas pasaban de la crueldad absoluta a lo descabellado. Las prisioneras podían ser obligadas a cargar piedras de un lado a otro o limpiar los pozos usados como letrinas. El olor que quedaba impregnado era inamovible.
Los cambios de residencia eran comunes, los piojos también. Todas soñaban con escapar pero era imposible. Las custodias recibían premios por reas cazadas, la alambrada de púas estaba electrificada, había perros entrenados, y la sirena sonaba permanentemente. Tadek, el polaco que alguna vez intentó seducir a Olga, intento en vano fugarse. Su castigo fue, por supuesto, su vida.
Capítulo XVIII
Nuestras vidas privadas
6 meses vivió Olga con 5 personas, posteriormente el personal aumentó a 12 pues las epidemias se multiplicaban. Sus amistades son especialmente recordadas. La sarna enfermó a Olga quién continuaba recibiendo y entregando paquetes para la resistencia.
Capítulo XIX
Las bestias de Auschwitz
Joseph Kramer la "Bestia de Auschwitz" era el comandante en jefe del campo. Famoso por matar una tarde a millares de checoslovacos. La autora lo vio algunas veces, cuenta que en una ocasión, las mandaron formar filas y les permitieron sentarse en el suelo. Kramer apareció sonriente y agradable. Una orquesta empezó a tocar valses y unos aviones pasaron a ras. Olga se dio cuenta que las estaban filmando para realizar un falso documental. Por su parte, el doctor Mengerle, acostumbraba desnudar a las presas y bajo sus caprichos las golpeaba sin piedad. También el "Ángel Rubio" Irma Griese es recordada por su crueldad. Sólo el doctor Joseph Klein tenía actos más humanos hacía las presas llegando incluso a salvar una cuantas.
CAPITULO XX
La resistencia
Todo acto en el campo de concentración de Birkenau o Auschwitz era de resistencia. Cuando las empleadas del Canadá desviaban los productos con destino a Alemania, cuando las trabajadoras de cualquier índole retrasaban su trabajo, cuando hacían sus pequeñas fiestas e incluso cuando lograban reunir a familiares, eran considerados actos de resistencia con un solo fin. Sobrevivir para contarle al mundo lo que les sucedió. La información era divulgada gracias a L que incluso llegó a construir una radio. Las noticias de las ofensivas de los aliados elevaban la moral de las custodias.
El 7 de octubre de 1944, un crematorio explotó. Un esclavo de las cámaras logró introducir algunas bombas caseras. Sabía que a lo mucho tenía tres meses de vida, pues su trabajo consistía en retirar los cuerpos de la cámara de gas y sólo permanecían algunos meses desempeñando esa labor. Decidió dedicar sus últimos días a destruir la cámara infernal. Algunos reos aprovecharon la confusión y lograron fugarse. El grupo insurgente fue atrapado y les dispararon en la nuca.
CAPITULO XXI
París ha sido liberado
Un internado francés que llegó un día a la enfermería, llamó la atención de Olga pues en su cara se notaba una felicidad contenida. El francés se acercó y le cuchicheó al oído que París había sido liberado. El rumor corrió con rapidez en los baños y lavabos. La esperanza comenzó a emerger entre todas las prisioneras.
Capítulo XXII
Experimentos científicos
Los experimentos realizados por los altos jerarcas Nazis, rayaban, como su ideología, en lo absurdo. Miles de conejillos de indias fueron torturados para averiguar cosas del tipo: cuánto aguanta un cuerpo humano a bajas, o altas temperaturas antes de morir, otros se sumergían a agua salada, la castración era practicada de las maneras más inverosímiles, y se experimentaba con sustancias para reducir el apetito sexual en las mujeres. En cierta ocasión, llegó una medicina para los tuberculosos, se aplicó y la mayoría falleció. Los pulmones fueron mandados a la compañía para su análisis. Se hacían pruebas con hormonas y se ofrecían remedios contra el insomnio, la mayoría de las veces, las pacientes morían por la cura. Un millar de muchachos entre 13 y 16 años fueron esterilizados para satisfacer la curiosidad médica Nazi. Se exponían a las mujeres a los rayos X y después se extirpaban sus ovarios para analizar las lesiones.
CAPITULO XXIII
Amor a la sombra del crematorio
Era obvio que los alemanes pretendían acabar con todas las razas indeseables mediante el exterminio directo y reduciendo al mínimo su descendencia. Sin embargo el amor, retorcido en algunos casos, se daba hasta en estos lugares. Las blocovas tenían sus amantes así como los oficiales Nazis. Existía un burdel para los soldados, mismos que si veían a una mujer a su llegada en tren, podían apartarla y llevarla a su propio burdel. Era raro que una custodia tuviera amante y las que lo tenían gozaban de privilegios.
El avance de los rusos era eminente y para la última época se respiraba un poco más de libertad. Las fiestas terminaban en orgías y todo mundo se prestaba a la degradación.
CAPITULO XXIV
En el carro de la muerte
Olga no perdió la esperanza de volver a ver a su marido y luego de algunas pesquisas, dio con su paradero. Logró enviarle una nota dónde le avisaba que iba en su encuentro. La manera fue viajar en el "carro de la muerte". Carro que transportaba a los locos que para la lógica alemana, resultaban interesantes. Entre gritos, personas masturbándose y parejas que simulaban la cópula, Olga viajo al encuentro de Miclos. Ambos se vieron más espectrales que nunca. Se dieron ánimos y se despidieron discretamente, pues Olga viajaba de incógnito. Fue la última vez que la autora vio al doctor Miclos Lengyel. Tiempo después la zona fue desalojada. En el camino, Miclos se detiene a ayudar a una persona desfalleciendo, fueron acribillados por un soldado Nazi.
CAPITULO XXV
En el umbral de lo desconocido
El 17 de enero de 1945 hubo un desalojo en Birkenau. Los documentos oficiales fueron destruidos y se ordenó el inmediato desalojo de la población. La evacuación se inició a media noche con dirección a Alemania. Sin duda las tropas soviéticas se encontraban cerca de ahí. Olga Lengyel salió de Birkenau con vida.
En el camino se encuentran muertos por doquier, nadie se atreve a romper filas pues los soldados y sus perros mantienen la vigilancia. Un estruendo lejano confirmaba la noticia. Los rusos estaban cerca de ahí.
CAPITULO XXVI
La libertad
Las detonaciones se multiplicaban. Se apresura el paso. Los cadáveres aumentaban. Nadie puede caer en manos de los rusos. Son las órdenes de los soldados. Olga intuye que tiene que escapar. Pasó la noche y logró escapar. Llegó a una iglesia y es alojada por un hombre y su familia. Las patrullas alemanas continuaban su patrullaje. Olga se encontraba en Polonia y fue de nuevo descubierta por los alemanes. Nuevamente logra escapar pues el caos reinaba en el ambiente. La capitulación estaba cerca. Las velas de Stalin alumbraban el cielo alemán, esa noche, las tropas rusas tomaron Berlín.
Capítulo XXVII
Todavía tengo fe
Olga Lengyel habla sobre la crueldad que se encierra en el hombre, ante tantos horrores que presenció, llegó a dudar de la parte benévola. Algunas personas que conoció durante su estadía, la enseñaron a mantener la moral, la fe y la esperanza en alto, a todos ellos y a las víctimas de los campos de concentración dedica sus memorias.
Referencia bibliográfica
Autor:
Jonathan Martin Hernández Reta