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Ludopatía: La adicción al juego es otra “enfermedad”

Enviado por Felix Larocca


  1. Lo primero es reconocer el problema
  2. Indicadores que descubren un problema de adicción al juego
  3. Qué hacer ante la ludopatía
  4. En resumen
  5. Apéndice
  6. Bibliografía

Se estima que en los EEUU más de 15 millones de personas sufren serios problemas con el juego y casi 4 millones presentan algunos de los síntomas característicos de los ludópatas. El punto de partida en este tema es que el juego patológico, aunque pueda parecer un vicio, es una enfermedad. Porque, aunque el juego en general es algo normal y deseable, cuando se constituye en adicción se convierte en enfermedad. Muchas personas han llegado a perderlo todo, dinero, familia, trabajo, relaciones, por culpa de su dependencia del juego (véase mi ensayo: El Premio de don Camilo). Para estos enfermos, el juego es una obsesión que puede considerarse como un descontrol de los impulsos, lo mismo que sucede con el impulso de robar (cleptomanía) o de quemar cosas (piromanía).

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Hay ludópatas que hallan placer en el hecho de jugar, otros que dicen ganar dinero jugando y también los hay que afirman ser unos expertos en los trucos del azar y que son capaces de detectar cuándo, por ejemplo, la máquina "está caliente" y se dispone a dar premios cuantiosos.

Todos sabemos que si se llaman juegos de azar es porque no hay forma de controlar sistemáticamente los resultados del juego y, por tanto, apenas intervienen las habilidades de la persona para saber cuándo se cantará bingo, si la ruleta se detendrá en tal o cual número o si el premio de la lotería se venderá en tal o cual localidad. Por otro lado, algunos ludópatas se excusan asegurando que jugar les libera de tensiones cotidianas, que les divierte, les distrae o les permite albergar la esperanza de un futuro sin problemas económicos. (Véase mi artículo: The Prediction Company en monografías.com)

Lo primero es reconocer el problema

Casi siempre son situaciones que se prolongan en el tiempo, porque el jugador patológico raramente reconoce serlo. Muestra tendencia a mentir, incluso a los seres más próximos, a endeudarse para saldar deudas de juego y así poder jugar nuevamente para eliminar la nueva deuda contraída, aunque manifiesta que todo se solucionará enseguida, cuando llegue la "racha buena".

Minimizan su problema manifestando (como lo hacen otros adictos, por ejemplo al alcohol y al azúcar) "esto lo dejo cuando yo quiera". Con frecuencia, la ludopatía es una adicción que se presenta asociada a otras: alcohol, tabaco, comida, medicamentos, drogas

El perfil más clásico de quien juega de modo patológico es el de una persona caprichosa, con problemas de ansiedad, dificultades de adaptación social y escasa tolerancia de las frustraciones. En cuanto a las formas de juego, junto al bingo, las loterías y los casinos, las máquinas tragamonedas merecen una atención específica, aunque sólo fuera por su proliferación y por esa cercanía tan inmediata a toda la población.

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El atractivo de las tragamonedas consiste no sólo en la relativa frecuencia con que suenan las monedas al caer, aunque sean en poca cantidad, sino que además derrochan músicas, palabras seductoras, la proximidad de mujeres escasamente vestidas, como partes del conjunto y colores en movimiento que estimulan y atraen al posible jugador.

Es una verdadera saturación tanto sensorial como sensual.

Quienes han diseñado los programas de las máquinas conocen los mecanismos del comportamiento humano. Refuerzan de tal manera la conducta que quienes padecen alguna debilidad anterior fácilmente corren el riesgo de convertirse en adictos a ese juego y a otros. Las tragamonedas devuelven al jugador un porcentaje fijo del dinero captado. Pero sepamos que si se juega de forma continuada, se pierde siempre, irremisiblemente. Mantienen la atención y la tensión del jugador concediendo pequeños premios de vez en cuando — como hacen las dietas para adelgazar. Como las máquinas pueden ser en cierto modo manejadas por el jugador que selecciona opciones mediante palancas o botones, se le hace creer a este que de alguna manera controla el resultado de los premios a obtener.

Indicadores que descubren un problema de adicción al juego

La Asociación Americana de Psiquiatría indicó en 1999 que hay juego patológico cuando se dan al menos cinco de estas circunstancias:

  • Preocupación por el juego (por ejemplo, idear formas de conseguir dinero para jugar)

  • Necesidad de jugar con cantidades crecientes de dinero para conseguir el grado de excitación deseado.

  • Fracaso repetido de los esfuerzos para controlar, interrumpir o detener el juego.

  • Inquietud o irritabilidad cuando se intenta interrumpir o detener el juego.

  • El juego se utiliza como estrategia para escapar los problemas de la vida.

  • Después de perder dinero en el juego, se vuelve a jugar para intentar recuperarlo.

  • Se engaña a los miembros de la familia, terapeutas u otras personas para ocultar el grado de implicación en el juego.

  • Se cometen actos ilegales como falsificaciones, fraude, robo o abusos de confianza para financiar el juego.

  • Se han puesto en riesgo, o perdido, relaciones interpersonales significativas, trabajo u oportunidades profesionales por causa del juego.

  • Se confía en que los demás proporcionen dinero que alivie la situación financiera causada por el juego.

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El bandido manco (the one-arm bandit)

Qué hacer ante la ludopatía

  • Las familias de jugadores patológicos pueden solicitar la prohibición de que entren a ciertos lugares de juego, como bingos y casinos.

  • Si existen indicios razonables de juego patológico, acudir a profesionales especializados y también a asociaciones de autoayuda para las ludopatías.

  • Normalmente, un ludópata no puede dejar de jugar sin recibir ayuda, por mucha fuerza de voluntad que tenga.

  • La ludopatía rara vez tiene una sola causa o circunstancia. Requiere de la intervención de especialistas de la salud mental para diseñar el proceso de deshabituación.

  • Es frecuente que el ludópata tenga una personalidad inmadura, miedos, sentimientos de inferioridad y falta de responsabilidad.

  • Como una de las características del ludópata es la impulsividad, la intervención consistirá en una reestructuración de la personalidad, que le permita afrontar situaciones difíciles, tolerar la frustración y aprender a fijarse límites.

  • Además debe intervenirse en el entorno familiar o social, como en cualquiera otra adicción.

  • La familia debe entender que se trata de una dependencia y asumir la responsabilidad de acompañar y ayudar al paciente en el proceso de deshabituación.

  • Y la prevención. Sin ir más lejos, es importante que los hijos no oigan frecuentemente que una lotería o un juego solucionarán nuestras vidas. Deben saber desde muy pequeños que con los juegos de azar siempre se acaba perdiendo.

En resumen

La ludopatía es una estampa social y emocional de solución elusiva y de cura fugaz.

Generalmente comienza como una actividad inocente en la juventud, progresa hasta que se convierte en una obsesión por poder y control. Es difícil de abandonar, porque define al jugador en su modo emocional más básico y en sus aspectos sociales más fundamentales.

Como en tantas de las condiciones que, a menudo tratamos, la labor es luenga y los resultados, al principio, ambiguos — pero no hay que desesperarse, porque esperanzas siempre existen para quienes siguen y persisten — tratando.

Apéndice

Síntesis de la ludopatía en El Premio de don Camilo

En mi cuento El Premio de don Camilo, describo la narración histórica que viviera un personaje de mi infancia que nunca pudo dejar de jugar y de apostar.

Don Camilo era eminentemente perezoso y mala-paga. Casó a una mujer de sociedad (como también él lo fuera) ambos esperando que el otro lo/la iba a liberar de sus aprietos económicos — Como así no fuera, todos; él, su esposa y cuatro hijos terminarían, viviendo con la familia de ella. Esto fue, hasta que el poder de Trujillo le "permitió" sacarse el premio mayor de la lotería en dos domingos consecutivos.

Como era debido, como se lee en la historia: apostando dinero, jugando póquer y sin saber cómo ganarse la vida, don Camilo quebró.

Dejó cuatro hijos:

  • El mayor, casó por dinero — al final, no lo hubo. Se suicidó a los 34 años.

  • El segundo. También casó por dinero, que sí lo había. Se metió con muchas mujeres, se divorció. Empezó a jugar y a beber. Murió de cirrosis hepática, dejando un sinnúmero de hijos desamparados.

  • El tercero — el "guapo" temido, de mi niñez. Se envolvió con la esposa de un calié de Trujillo. Murió apuñaleado en un lugar remoto. Dejó unas hijas que nadie reconoce.

  • El menor. Casó con mujer europea. Le montó numerosas queridas, ocasionando que ella retornara a su país acompañada de sus hijas. Como negociante, le ha ido bien. En estos momentos confronta acción contra él por desfalcos al Gobierno.

Las permutaciones del sentido de omnipotencia que del juego deriva son muchas — como lo es la "obsesión de gastar dinero" — todas responden mal a los tratamientos porque los factores envueltos son muy poderosos y porque ellos afectan la estructura fundamental de la personalidad. (Véase: El Premio de don Camilo).

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F. Larocca