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Maurice Blondel: El Hombre y su Filosofía (página 2)

Enviado por Luciano Núñez


Partes: 1, 2

A este respecto hay que decir que el ambiente filosófico seguía estando après Kant. El problema de la división entre ciencia y libertad había dado lugar a una doble manera de abordar el problema filosófico. Por un lado, tras el periodo oficialista del ecléctico Victor Cousin, estaba la tendencia neocriticista de Cournot y Renouvier, y más tarde de Hamelin y Brunschvige, que intentaban solucionar el problema crítico por la vía de un kantismo modificado, pero en último término, ortodoxo. Por otro lado, el camino iniciado por Maine de Biran, que trataba de superar la escisión entre el hombre y la naturaleza tomando como fundamento la voluntad y su acto, se había mostrado muy fecundo, porque recogía principios e ideas hondamente arraigados en el genio francés. Junto a estas dos tendencias, que corresponden al momento kantiano, complementaba el paisaje filosófico el positivismo de A. Comte y la naciente antropología de E. Durkheim. No es difícil, en fin, comprender la fuerte atracción que significó para Blondel el pensamiento de Biran[6]

La estructura y filosofía de La Acción

La obra base de esta tesina sobre el conflicto de la voluntad humana, como ya se ha dicho, es La Acción, por lo que en este apartado se pretende delinear los puntos fundamentales que esgrime Blondel en su tesis doctoral.

En primer lugar, cabe mencionar que La Acción está compuesta por una introducción y cinco partes de extensión considerablemente disímil; siendo la tercera, la más extensa.

Las dos primeras partes están dedicadas a presentar el momento problemático de la investigación, preguntándose si «¿existe un problema de la acción?» y si «¿es negativa la solución del problema de la acción?» Mientras que las tres partes siguientes se abocan a exponer gradualmente la naturaleza de la acción, refiriéndose al «fenómeno», al «ser necesario» y al «acabamiento de la acción».

Al cuestionarse por la existencia de un problema de la acción, Blondel responde a dos actitudes para las cuales no existe tal dificultad, por defender la inconsistencia del problema moral; las denomina con el nombre de dilettantisme[7]y esthétisme[8]Para el diletante –explica Blondel– lo único válido en la vida es la abstención metafísica, que lleva a no querer ningún fin. El esteta, por otra parte, quiere todas las cosas, pues aspira a ser totalmente sensación y experiencia, «sin moverse por una voluntad de ser o de no ser, sino por una pura "noluntad". A la abdicación metafísica del diletante corresponde la abdicación moral del esteta»[9]. Concluye esta parte, Blondel, demostrando la intrínseca contradicción que implican estas posiciones y afirmando que querer y perseguir un fin le resulta inevitable al hombre: «se dice que el problema moral de la acción y del destino humano no existe y, según parece, su solución consiste en suprimirlo. Pero sucede que, pensando escapar de él, se acaba planteándolo en su totalidad»[10].

La segunda parte está enfocada a responder a las soluciones negativas que se daban al problema de la acción, contemporáneamente a Blondel, que son el pesimismo y el nihilismo. Tras analizar esta posturas, pone de manifiesto su incoherencia interna y concluye que «la misma posición del pesimismo expresa un doble querer: el del fenómeno y el del ser»[11]. De esta manera, al concluir la segunda parte, hace notoria tanto la existencia del problema de la acción como la imposibilidad de que su solución se desarrolle por una vía negativa. La voluntad quiere algo.

En la tercera parte, Blondel abarca en cinco etapas el análisis de aquello que quiere la voluntad. En este desarrollo, marcado por una constante presencia del determinismo, se comienza a vislumbrar aquello que representa el centro de la temática de este trabajo, es decir, el fraccionamiento interior de la voluntad entre la voluntad que quiere (volonté voulante) y la voluntad querida (volonté voulé). Detrás de todo el argumento de esta parte se encuentra la defensa que hace Blondel de la trascendencia de la acción humana y, por lo tanto, de la insuficiencia que implica reducir su estudio a un orden puramente natural.

Respecto al análisis de las cinco etapas, en primer lugar se examina el conocimiento sensible, su derivación a las ciencias positivas y se expone cómo éstas no logran explicar el fenómeno de la acción desde el estudio sensorial de los objetos, sino que resulta evidente la necesidad de complementarlo con el elemento subjetivo de la conciencia y la ciencia subjetiva de la acción. En la segunda etapa, Blondel recoge las consecuencias del signo científico del carácter de conciencia y se enfoca a la demostración de que la libertad se extrae del determinismo interno, cuya conciencia resulta a partir del estudio del automatismo psicológico. Esta libertad es la que exige el deber, y por lo tanto, la ley moral, como lo comenta con claridad en este párrafo:

El intento del capítulo siguiente consiste en mostrar cómo la conciencia del determinismo psicológico aboca naturalmente a suprimir el automatismo y la fatalidad de la acción. Estudiando en primer lugar el mecanismo de la realidad subjetiva en lo que tiene de necesario, busco enseguida la forma en que este desarrollo fatal de la actividad interior puede producir la idea misma de determinismo; e indico, finalmente, cómo la existencia y el conocimiento del determinismo interno suponen que la vida subjetiva está radicalmente liberada de ellos. Así, el propio determinismo está subordinado a una libertad más íntima[12]

En la tercera etapa se presenta el cuerpo de la acción. Este se refiere a la «fisiología descriptiva» y a la «psicología del organismo», es decir al aspecto racional de lo que de animal hay en el hombre. La conclusión de esta etapa será la constitución de la individualidad humana «que es una síntesis a la vez orgánica y psicológica, resultado de una "sinergia", es decir, de una cooperación, de una unidad indivisible en la que se encuentran "la iniciativa humana y la contribución del universo"»[13].

La cuarta etapa de la tercera parte señala un nuevo paso en el desarrollo de la acción. Esta vez se trata del alcance de ésta, pues se muestra que la expresión del deseo del individuo de superar la oscilación entre lo que quiere y lo que realiza, le lleva a la acción social, es decir, al concurso de acción de los diversos agentes. Por último, en la quinta parte se pasa de querer la acción del agente al agente mismo, originando así las diversas manifestaciones de la sociedad: la familia, la patria y la humanidad. De ahí se pasa a la moral natural, lo que manifiesta la obligatoriedad de añadir la práctica al concurso del hecho y el derecho, dado que es preciso obrar para conocer mejor. Por fin, concluye con la apertura del hombre a lo sobrenatural y la necesidad de vencer la tentación de buscar satisfacer tal condición con la superstición de la idolatría o de la misma negación de la religión[14]

La consecuencia de la tercera parte, con sus cinco etapas, es que el «fenómeno» no es suficiente para el hombre, quien no puede ni negarlo ni mantenerse en él. De este modo se abre paso la pregunta por un fundamento de los fenómenos que vaya más allá de los fenómenos mismos, es decir, que apunte a la afirmación del ser.

El resultado de esta tercera parte es haber demostrado que el fenómeno no satisface al hombre, porque éste, con su acción voluntaria, los supera radicalmente. El hombre, por una parte, no puede negar el determinismo que implica el fenómeno, pero por otra, no puede quedarse en él porque «no puede adecuar sus propias exigencias; tiene en sí mismo más de lo que puede utilizar solo; con sus propias fuerzas solamente, no puede introducir en su acción querida todo cuanto se halla contenido en el principio de su acción voluntaria»[15].

De este modo, concluida la tercera parte, el problema se halla del todo abierto. Queda clara la presencia existencial de una necesidad que va más allá del fenómeno mismo, es decir, la pregunta por su fundamento, que en la cuarta etapa tomará la forma de un conflicto y una consecuente alternativa. Conflicto que resulta ser el foco central de este trabajo.

En la quinta y última parte, Blondel presenta en tres capítulos la culminación de la acción por medio de un vínculo de la filosofía a la teología; en el primero, lo hace a través de la consideración de los dogmas en su papel no de revelados sino de reveladores, preguntándose si en ellos puede el hombre encontrar la respuesta esperada, dado que ésta se ha escabullido del orden natural. No se busca que este camino conduzca ineludiblemente a la fe, pero sí que la demuestre necesaria y por lo tanto justificable desde un punto de vista filosófico. Así lo expresa el filósofo de Aix al comienzo de esta parte:

La acción no se acaba en el orden natural. Pero ¿el solo nombre de lo sobrenatural no es ya un escándalo para la razón? Y la actitud propia del filósofo ante tamaña incógnita ¿no consiste en ignorar lo sobrenatural o, de modo más decidido y franco, en negarlo? No. Negarlo o ignorarlo es contrario al espíritu filosófico. Lejos de invadir un campo reservado, hay que demostrar que cualquier invasión real es imposible. De esta imposibilidad misma se deduce una relación necesaria; y de nuevo le toca a la ciencia racional estudiar la absoluta independencia y la necesidad de este orden superior[16]

En el segundo capítulo se habla del valor de la práctica literal y de las condiciones de la acción religiosa, donde Blondel desarrolla su principio de que «lo que no se puede conocer o comprender de modo distinto, es posible practicarlo, y al hacerlo se conoce mejor»[17].

El último capítulo es un añadido posterior a la obra presentada como tesis doctoral y expone la fundamentación ontológica de toda la sucesión de los fenómenos a que da lugar la acción. Se trata de la llamada Metafísica a la segunda potencia que funde no solamente lo que una metafísica primera todavía totalmente subjetiva nos presentaba, sin razón, como la realidad misma del ser, siendo así que es una simple visión del espíritu o un fenómeno especulativo, sino además todo el determinismo de la naturaleza, de la vida y del pensamiento. De modo que el primado de la acción corresponde al primado del Verbo, cuya acción mediadora «hace la verdad y el ser de todo lo que existe, hasta el último detalle del último de los fenómenos imperceptibles»[18]. De esta manera, Blondel concluye que, de hecho, «sería extraño que se pudiera explicar cualquier cosa fuera de aquel sin el cual nada se ha hecho, sin quien todo lo que ha sido hecho vuelve a la nada»[19].

El problema humano en La Acción

Parte integrante de toda la tesis de La Acción y particularmente de lo que da pie al estudio de este trabajo, es la pregunta de Blondel sobre el sentido de la vida humana: «¿Sí o no? ¿Tiene la vida humana un sentido y el hombre un destino?»[20]

Esta pregunta cardinal de su obra nos lleva, lógicamente, a cuestionarnos sobre lo que Blondel entiende por sentido. De hecho, contemporáneamente a Blondel surgió ya este mismo asunto, que llevó a Charles Denis, director de los Annales de Philosophie Chrétienne, por ejemplo, a darle una interpretación de corte psicológico. Esta interpretación implicaría que Blondel se hubiese estado preguntando sobre la coherencia de los diversos estados de conciencia del hombre y sus fuentes de ocasión, en cuanto producen en él reacciones opuestas y vitales, tales como la muerte, el dolor, la amistad, la libertad, etc. Sin embargo, Blondel mismo reaccionó con claridad en contra de esta interpretación en Lettre sur l"apologétique[21]En éstas deja claro que su concepción, si bien pasa por el aspecto de los estados de conciencia, se enfoca no obstante, en el «problema humano», es decir, en la cuestión fundamental que abarca la relación entre pensar, querer y ser, pues «entre lo que sé, lo que quiero y lo que hago hay siempre una desproporción inexplicable y desconcertante»[22]. A este respecto, resulta iluminador el siguiente párrafo:

Mis decisiones van a menudo más allá que mis pensamientos, y mis actos más allá que mis intenciones. Tan pronto no hago lo que quiero como hago, casi sin darme cuenta, lo que no quiero. Y estas acciones que no he previsto del todo y que no he ordenado del todo, una vez realizadas pesan en toda mi vida y, al parecer, influyen en mí más que lo que yo he influido en ellas. Me encuentro como prisionero suyo. Algunas veces se vuelven contra mí lo mismo que un hijo insumiso contra su padre. Han definido el pasado y afectan también al futuro[23]

La amplitud que definen estas líneas indica claramente que la pregunta de Blondel abarca la coherencia del conjunto de la realidad. Y tal realidad viene tratada por el filósofo de Aix en términos de sentido de la acción, «ya que la acción es el elemento primero e irreducible de la vida humana»[24].

Puesto que «in operibus lux»[25], el yo actúo debe constituir la experiencia fundamental del punto de partida de toda filosofía. Esto significa, en el contexto de la relación entre razón especulativa y razón práctica, que la acción ha de tener la precedencia, ya que «si es verdad que para actuar bien es necesario pensar bien, es más verdad todavía que para pensar bien hay que actuar bien»[26].

Esto nos lleva lógicamente a la necesidad de establecer, entonces, qué entiende Blondel por acción. Sin pretender entrar ahora mismo en este amplio tema, queda claro, al menos, que no se trata del entendimiento aristotélico que la clasificaba como una de las categorías, ni tampoco el sentido moderno que la entiende de acuerdo con su relación con el lenguaje. Para Blondel, la acción no es la idea de la acción, sino que la realidad de la acción se da y se capta, no en una definición –que parece imposible– sino en la acción misma, pues la acción precede al pensamiento, que es a su vez, también una forma de acción. Así lo expresa Blondel:

En cierto sentido, sin duda, la acción va del pensamiento al pensamiento. Pero, al mismo tiempo el pensamiento especulativo no es más que una forma de transición en el progreso de la vida voluntaria; pues el pensamiento parte de la acción para volver a la acción[27]

El ánimo de síntesis que revela Blondel en estas líneas es no sólo evidente, sino que indicativo del ánimo general que siempre le motivó. A este respecto, vale recordar que el ambiente filosófico après Kant implicaba la existencia de una serie de separaciones. El problema humano que Blondel intentó solucionar es justamente, en definitiva, este horizonte que presentaba una ciencia separada de la moral, y producto de la negación de la metafísica, la separación también entre el sujeto y el objeto, la verdad y el bien, la razón y la voluntad, la razón y la fe. «Esa separación convierte en realidades autónomas lo que sin embargo, se da en el mismo sujeto»[28]. Por esto, la intención de La Acción es recobrar esa síntesis de los elementos que la filosofía presentaba como separados, pero que el hombre necesita vivir en unidad. Tal síntesis llevó a Blondel a constituirse en el defensor más acérrimo de un realismo que no se limitaba a la identidad entre el objeto y el sujeto, sino que llega a una realidad no limitada al pensamiento. Es paradójico que este realismo le llevara a situar el punto de partida de la filosofía en la subjetividad, colocando así la filosofía de la acción claramente en la inmanencia, la que intentará superar accediendo a la trascendencia por medio de la demostración de una necesidad tal que ya no deje cabida a la separación que comenzó por combatir.

 

[1] Cf. Juan Pablo II, Abrid las puertas al Redentor. Catequesis del Año Santo de la Redención (Audiencia general del miércoles 9 de noviembre de 1983), Ediciones Palabra, Madrid 1999, 189.

[2] Cf. J. Cortés Morató, «Maurice Blondel», en Diccionario de Filosofía Herder, Ed. Herder, Barcelona 1996; José Ferrater Mora, «Maurice Blondel», en Diccionario de Filosofía, Ed. Sudamericana, Buenos Aires 1964.

[3] Cf. C. Izquierdo, Maurice Blondel, el filósofo de la acción (Estudio Preliminar en La Acción (1893). Ensayo de una crítica de la vida y de una ciencia de práctica), B.A.C., Madrid 1996, 17.

[4] Cf. J.J. Pérez-Soba Diez del Corral, La vía de la interioridad: conciencia y amor, Fundación Universitaria Española, Madrid 2008, 6.

[5] C. Izquierdo, Maurice Blondel, el filósofo de la acción, 18.

[6] Cf. M. Leclerc, La destineé humaine. Pour un discernement philosophique, Culture e verité, Namur 1993; trad.it. Hilva Martorana, Il destino umano nella luce di Blondel, Citadella Editrice, Assisi 2000, 126.

[7] «Es verdad que yo “quiero”, pero quiero “no querer”. Blondel no tuvo necesidad de imaginarse esta actitud sólo teoréticamente; la encontró en sus contemporáneos Renan y Barrès –y sus seguidores– en forma de “diletantismo”, es decir, como actitud que considera a la vida como un juego indudablemente divertido, pero absurdo» E. Coreth – W.M. Neidl – G. Pfligersdorffer, Christliche Philosophie im katholischen Denken des 19, und 20. Jahrhunderts, Styria Verlag, Graz-Viena-Colonia 1987; trad.esp. Eloy Rodríguez Navarro, Filosofía cristiana en el pensamiento católico de los siglos XIX y XX, I. Nuevos enfoques en el siglo XIX, Ediciones Encuentro, Madrid 19932, 532.

[8] «Tale moda comportava, come elementi essenziali […] l’estetismo: ossia, una verità instabile e una moralità d’ocassione, risolventisi in una sensibilità manipolata ad arbitrio» S. Babolin, L'estetica di Maurice Blondel: una scienza normativa della sensibilità, Editrice Pontificia Università Gregoriana, Roma 1974, 20.

[9] C. Izquierdo, Maurice Blondel, el filósofo de la acción, 22.

[10] M. Blondel, L’Action. Essai d’une critique de la vie et d’une science de la pratique, Alcan, Paris 1893; trad.esp. J.M. Isasi, La Acción (1893) Ensayo de una crítica de la vida y de una ciencia de práctica, BAC, Madrid 1996, 42.

[11] C. Izquierdo, Maurice Blondel, el filósofo de la acción, 23.

[12] M. Blondel, La Acción, 138.

[13] C. Izquierdo, Maurice Blondel, el filósofo de la acción, 23.

[14] «El más grande servicio que se puede rendir al hombre es el de hacer desaparecer una tras otra ante sus ojos todas las supersticiones, para que obtenga el sentimiento puro de la espera religiosa» M. Blondel, La Acción, 364.

[15] Ibid., 367.

[16] M. Blondel, La Acción, 439.

[17] «Lo que no podemos conocer ni, sobre todo, comprender claramente, lo podemos hacer y practicar: en esto consiste la utilidad, la razón eminente de la acción» M. Blondel, La Acción, 460.

[18] Ibid., 518.

[19] Ibid., 519.

[20] Ibid., 3.

[21] Cf. C. Izquierdo, Maurice Blondel, el filósofo de la acción, 27.

[22] M. Blondel, La Acción, 5.

[23] Ibid.

[24] C. Izquierdo, Maurice Blondel, el filósofo de la acción, 27.

[25] M. Blondel, Lettres philosophiques, Aubier, Paris 1961, 13.

[26] C. Izquierdo, Maurice Blondel, el filósofo de la acción, 28.

[27] M. Blondel, La Acción, 340.

[28] C. Izquierdo, Maurice Blondel, el filósofo de la acción, 28.

 

 

Autor:

Luciano Núñez

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