Mefisto acude a la salvación de Fausto y le propone un pacto, vender su alma a cambio de encontrar la felicidad negada en la sabiduría. Israel Ortega explica el pacto de la siguiente forma " El pacto con "el extraño hijo del caos", simboliza la recuperación de la fuerza para emprender el estruendoso paso por la vida. Búsqueda del día; detrás de éste, la noche… No importe que se alternen placer y dolor… Fausto quiere abarcar lo más basto de la humanidad; lo más bajo y lo más alto, el mal y el bien, el placer y el dolor. El pequeño mundo y el gran mundo. En suma: quiere vivir en acción. Porque la acción es todo, la gloria nada es"[2]
Fausto explora la vida y conoce el amor con Margarita, amor que se elevará a tragedia pues el final es desastroso. Todo el saber se materializa con el conocimiento del amor. Fausto encuentra por medio del pacto una extraña sensación de libertad, Mefisto corresponde a esa sensación otorgándole y cumpliendo todos sus caprichos. Lo demoníaco en Fausto no es otorgar el alma y renunciar al perdón eterno de Dios, sino obtener por medio de lo "supuestamente malo" la belleza y la poesía que el camino de la justicia divina habrá de otorgar quizá en el momento de morir.
El folklore o tradición para Jacobson son aquellas manifestaciones culturales que sobreviven y se extienden hasta los momentos actuales, ya sea como tradición religiosa o moral, el folklore es un elemento vivo que carece de un autor específico, pertenece a todos aquellos que lo recuerdan y mitifican.
Fausto pasa de la balada o leyenda medieval al espíritu romántico como un producto del folklore alemán que se mitifica en las manos de Goethe, lo colectivo adquiere un nombre y una categoría de obra literaria universal.
Ahora bien, Mefisto es causante de todos los tormentos de Margarita, provoca la muerte de la madre, alevosamente mata a traición a su hermano, y por si fuera poco insta a matar a su hijo, con el delicioso final de la pérdida de la razón. De hecho, la tragedia en la primera parte de Fausto corresponde a Margarita, ella es la que sufre las maldades de Mefisto, pero al final recibe el perdón de Dios y salva su alma atormentada. Dios vence a Satanás.
Sin embargo, también Fausto es un ser malévolo, quizá no de forma conciente, sus acciones repercuten en el triste final de Margarita. Cuando obtiene la juventud, Fausto da vuelo a la hilacha, y por ende se le cuecen las habas por enamorar a cuanta chamacona se le atraviese por sus oculos ( perdón por este juego de palabras digno de cualquier peladito citadino) La maldad de Fausto como ya se dijo es hasta cierto punto involuntaria pero no por eso menos dolorosa.
En el romanticismo las pasiones se desbordan hasta el punto en que alguno de los protagonistas sucumbe, Fausto sucumbe al encontrar la felicidad y tomar una actitud individualista; Margarita desgarra sus vestiduras morales y familiares para conocer y morir por el amor. Mefisto como cuña del triángulo hace y deshace a su antojo las vicisitudes de ambos y logra ponerse por encima de Dios, a veces cruel, otras satírico, su envergadura de ángel caído lo hace tan humano como ellos. Experimenta que el fracaso y el dolor son sentimientos exclusivamente humanos.
La salvación de Fausto, Margarita y Mefisto no está el paraíso prometido o en el perdón eterno. La salvación está en el mundo de las ideas, las imágenes del mundo que Goethe experimentó, la poesía que surgió de la tradición medieval a la esfera del romanticismo alemán, y ya encarrerado el ratón: La salvación de Fausto es como diría Dilthey " Su visión clara y grandiosa penetra hasta el alma misma de la humanidad y contempla cómo conforme a una necesidad profundamente original brotan de ella imágenes diversas, saturadas de presentimientos, hasta que habiéndolas recorrido todas se conoce a sí mismo…"[3]
III "Está vivo… está vivo" Todavía soy puma de corazón.
La creación es en el devenir de las culturas un proceso demarcado por un poder absoluto. El Dios de los católicos hizo su mundo en seis días, los antiguos dioses del olimpo crearon su morada con el designio de Zeus; Gucumatz dio sentido a la existencia de los antiguos mexicanos. El hombre terrenal tiene la obligación de venerar a su creador, comprender que el sentido de la vida recae en la imagen y semejanza que su dios moldeó. No hay existencia de todo y nada sin el consentimiento de un ser supremo.
El hombre terrenal en su ínfimo poder ha querido experimentar qué se siente crear un ser que lo catalogue como su dios individual. Los alquimistas de la edad media buscaron por todos los senderos de la investigación el elíxir de la vida eterna, los "brujos" judaicos crearon de la arcilla un ser que denominaron Golem, se cree que su creación sólo era para ayudar a las actividades domésticas, no pensaba, no tomaba decisiones por su cuenta, era estúpido y carecía de razón. Cuando crecía o era innecesario se le destruía sin el menor asomo de lástima o arrepentimiento. La mandrágora creó expectativa pues su aspecto era muy parecida al del humano. Inicialmente se estudió y se le atribuyeron poderes sexuales, capaz de estimular el cerebro y crear horripilantes visiones, hasta el grado de usarla como medio de cultos satánicos y hacer un mal determinado al ser querido o por conquistar. ( Agradecemos la información de esta cotorra raíz a los curanderos y charlatanes del mercado de Sonora.
Sea cualquiera el asunto, el hecho en cuestión es el deseo de la humanidad por crear un ser sin la intervención de un ser supremo.
El hombre de la arena es un cuento de Hoffmann que recrea la búsqueda de la creación. El profesor Spalanzani crea un autómata (Olimpia) que representa la belleza de la creación, hermosa en su exterior, hueca y con extraños mecanismos de locomoción en su interior, Olimpia será el objeto de culto y veneración del estudiante Nataniel. Amor y fascinación por el objeto mecánico que lo trasladará a la locura y muerte romántica.
Hasta aquí la propuesta romántica se centra en una crítica al cientificismo de la época. Sin embargo, la propuesta original del trabajo oscila en la representación de lo maligno que podemos encontrar en el hombre de la arena.
Para Freud los pactos con el diablo o el enamoramiento de seres mecánicos o alejados de la realidad son producto de la neurosis infantil, creamos historias de demonios o representaciones maléficas sólo para encubrir nuestra real personalidad. Sin meternos en rollos psicoanalíticos la representación del mal o los miedos a lo extraño es una condición humana presente en todas las sociedades, es como diría Lovecraft "La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido"[4] El hombre de la arena parte de una premisa malévola, todo el cuento está inmerso en la tragedia, las acciones de los personajes están involucradas directamente a la intención y juicio de un ser maléfico: Coppelius.
Coppelius deja sin padre a Nataniel, destruye el amor de Clara por Nataniel, rompe la incitación de amor entre Nataniel y el autómata.
Coppelius representa la maldad sin miramientos, su fisonomía es repugnante, sus intenciones siempre conllevan un beneficio particular. La bondad está fuera de lugar en su presencia.
En el estudio introductorio del hombre de la arena Freud hace un análisis sobre lo siniestro. Él manifiesta que lo ordinario o común se torna siniestro cuando lo elemental se hace extraño. Un simple sonido se puede verter en el sonido más escalofriante si le denotamos una sensación molesta a nuestra cotidianidad. Lo siniestro puede existir en nuestra casa: una lluvia constante y molesta, el ruido de un gato a la medianoche, un lugar oscuro en la habitación, las sombras proyectadas en la pared pueden turbar al individuo si su estado anímico está por los suelos o es presa de tensiones provocadas por trabajos de análisis literario. En fin, para el hermano Freud, todo el terror y ansiedad está en la gulivera de cualquier hermano azotado por la shloscas de un tierno día ( interpretación: Problemas mentales provocados por peleas o rencillas de un día cualquiera.
Lo malévolo en el hombre de la arena se vislumbra cuando el ser autómata forma parte de lo cotidiano, el profesor hace de su creación un símbolo de lo posible en un mundo de negaciones. Ha creado un ser, algo que la ciencia normal no ha podido. Nataniel queda petrificado con Olimpia, pues ella lo escucha, está de acuerdo en todo lo que dice, no replica por hambre o sed, tiene un ser que lo comprende y entiende. La felicidad está flotando en el aire de Nataniel, su dicha es eterna hasta el momento en que aparece Coppelius y desbarata el segundo amor del estudiante.
Lo demoníaco de Coppelius estriba en poner el orden en el caos, despiadado en la acción, hace que Nataniel observe cómo su objeto de amor (Olimpia) no es más que una simple máquina, en la lucha entablada entre Coppelius y Spalanzani en que se disputan al autómata, desmembrándola y saliéndole de sus cuencas los ojos ensangrentados; Nataniel adquiere una crisis de locura que lo hará recordar la muerte del padre y la frustración de su amor.
A diferencia de Mefisto, que representa el mal de una forma elegante, sutil, caballerosa, fina; Coppelius y su representación del mal se inclinan más hacia lo grotesco e insano, físicamente es abominable, pero aún más sus acciones. Irónicamente, cada que aparece Coppelius en el cuento las desgracias de Nataniel se duplican, por culpa del abogado Nataniel pierde a Clara y cuando nuevamente experimenta el amor con Olimpia, Coppelius destroza la vida sentimental y psicológica del estudiante.
Otra manifestación del mal que podemos encontrar en el Hombre de la arena, es el terror infantil. Tradicionalmente las imágenes de demonios, "cocos", hombres del costal, son formas represivas que los padres inculcan a los niños para generar un sometimiento o un terror nocturno. En la mayoría de los casos experimentamos lo siniestro cuando reforzamos nuestros temores con los espectros que nos inventan nuestros tutores.
El arenero es un símbolo de terror que se presenta desde la infancia en Nataniel, terror que lo acompañará a lo largo de su existencia. Como no puede destruir ese terror infantil. Lo evade por medio de la locura involuntaria, locura que no lo salva de su final trágico. Presa de sus temores y recuerdos el estudiante se suicida desde el campanario gritando " ¡ Ah, bellos ojos… bellos ojos"[5]
Según Freud, el mito o leyenda del arenero que se lleva los ojos de los niños que se portan mal no es más que un temor al fenómeno de la castración. Hoffmann a lo largo de sus historias amalgama lo desconocido con lo imprevisible para generar la sensación más aproximada al terror o al miedo que todo humano experimenta en su interior. El mal, no necesariamente tiene que reflejarse con asesinatos, sangre, seres monstruosos, etc., lo siniestro o terrorífico se nutre de los miedos y fantasías del ser humano. Lo siniestro o malévolo según el estudio preliminar del hombre de la arena se vislumbra cuando lo cotidiano, familiar o doméstico se torna en siniestro, y las cosas más naturales como el sonido se hace sobre natural cuando a ese sonido se le atribuyen otras interpretaciones.
IV. Mi hija siniestra desconectó la computadora y perdí todo el trabajo.
Hemos visto en dos textos románticos la influencia o poder que lo demoníaco pueda afectar el curso de la vida de seres completamente extraños o diferentes. Fausto vende su alma al diablo para conocer la felicidad, aunque en ello pierde el alma. Nataniel no realiza ningún pacto, pero pierde el amor y el alma por la influencia de Coppelius.
Así, cuando a la sensación de temor y maldad se le sobreañade la inevitable fascinación de lo curioso y lo asombroso, surge un mezclado de emoción intensa y provocación imaginativa, cuya vitalidad dura tanto como la humanidad.
No es por intrigar, ni por hacerme el machito, pero a estas alturas de la noche ya me dio miedo la sombra que se proyectó a mi espalda. Por lo que mejor me voy a mis aposentos a dormir la mona.
Bühler, Johannes. Vida y cultura en la edad media. Trad., Wenceslao Roces, 4ª. Reimpresión, FCE, México, 1996. 290 pp.
Dilthey, Wilhelm. Literatura y fantasía. 1ª. Reimpresión, FCE, México, 1978. (obras de Dilthey IX) págs. 103-124
Freud, Sigmund. Obras completas. T. XIX. Trad. , José L. Etcheverry, Amorrortu Editores. Argentina, 1997. Págs. 66-106.
Lo siniestro. Trad. , Carmen Bravo y López Ballesteros. 3ª edición, Editorial Torre de viento, Barcelona, 2001. Págs. 9-35
Goethe, J. W. Fausto y Werther. Introducción de Francisco Montes de Oca. Decimocuarta edición, México, 1992. ( Col. "sepan cuantos…" núm. 21) 274 pp.
Hoffmann, E.T.A. El hombre de la arena. Trad. Carmen Bravo y López Ballesteros. 3ª edición, Editorial Torre de viento, Barcelona, 2001. 89pp.
Jacobson, Roman. Ensayos de poética. FCE, España, 1997. Págs. 7-22
Lovecraft, H.P. El terror en la literatura. Trad. Francisco Torres, 5ª reimp. , Editorial Alianza, México, 1998. 106 pp.
Modern, Rodolfo. Historia de la literatura Alemana. 2ª reimp. , FCE, México, 1986. (breviarios núm. 159) 370 pp.
CLAUDIA CISNEROS CISNEROS
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