Las últimas décadas del pasado siglo XX pusieron de manifiesto en buena parte del mundo el desarrollo de procesos descentralizadores en los cuales el Estado, cedió algunas de sus funciones y atribuciones a las instancias locales, mientras estas instancias en la medida en que aumentaron sus funciones y nivel de gestión, transitaron por una consolidación de su autoridad o se mantuvieron exigiendo condiciones o recursos que garantizaran su accionar eficiente. Lo cierto es, que como tendencia notoria desde entonces y hasta hoy el ámbito local ha aumentado su papel.
Las experiencias son muy diversas y la especificidad de cada una está en dependencia de disímiles factores, entre los que ocupan un lugar significativo la estructura político-administrativa que adopta el Estado en cada país, el contexto socioeconómico, la historia y tradición nacional, la correlación que expresa la centralización y descentralización de las decisiones, la experiencia acumulada de gestión y definición de estrategias locales, el protagonismo de los actores sociales y los valores culturales.
Los procesos de descentralización se orientan a posibilitar un desarrollo de los municipios que conduzca a una mayor participación ciudadana, una elevación del protagonismo de las organizaciones comunitarias y demás agentes del desarrollo social, así como garantizar mayor y eficiente solución de las problemáticas identificadas. Cuba no ha estado ajena a estas dinámicas. Los municipios tienen un lugar significativo en la estructura político-administrativa.
Para Cuba la década de los 90 del siglo XX, fue una etapa de crisis económica y de generación de básicas transformaciones en la estrategia de desarrollo del país, en la que se produjo una revalorización de lo local como espacio preferente en el enfrentamiento de problemáticas del desarrollo. Junto a la decisión de las prioridades territoriales se definieron diversas acciones, que conjugaban la experiencia anterior con las exigencias que las nuevas condiciones y la falta de recursos materiales imponían.
En este contexto los municipios que como parte de la organización política del Estado constituyen el eslabón más cercano a la población, pasan a jugar un papel protagónico y les corresponde generar y propiciar una verdadera participación ciudadana.
No puede desconocerse que en la estructura estatal cubana el municipio constituye el nivel inferior del sistema de distribución vertical del poder. Para garantizar la participación real y la eficacia en la gestión dirigida a la solución de los problemas de la comunidad, se hace necesario fortalecer las relaciones en un nivel horizontal, de ahí que para la experiencia cubana resulte importante la creación de los Consejos Populares.
El Consejo Popular se integra con los delegados elegidos por el pueblo para que los represente en determinado territorio (circunscripciones), los representantes de las organizaciones sociales y de masas, representantes de las entidades económicas y de las instituciones más importantes del territorio. Tiene facultades como gobierno y trabaja activamente por la eficiencia en el desarrollo de las actividades de producción y servicios, y por la satisfacción de las necesidades asistenciales, educativas, culturales y sociales en general de la población, desde la promoción de iniciativas locales y la participación ciudadana para la solución de problemas. En su dinámica de trabajo es también organizador, coordinador y fiscalizador de tareas que en el ámbito de base se llevan a cabo..
Los vínculos entre gobierno municipal, Consejo Popular, organizaciones sociales y de masas, instituciones locales y población residente tienden a fortalecerse y el grado de coordinación entre ellos es mayor. Desde esta perspectiva se desarrollan vínculos fuertes a nivel horizontal que van a caracterizar la nueva dinámica de solución de las problemáticas en las comunidades.
Cuando nos referimos a la comunidad partimos de considerar que este es un término de naturaleza multidimensional, que identifica al conjunto de personas que asumen una identidad común, que perciben tener intereses comunes y actúan en función de ellos. No es homogénea, comprende cierto grado de organización variable condicionada por la diversidad de los grupos, instituciones y organizaciones que la integran.
La comunidad es el marco territorial que constituye espacio preferente de la interacción colectiva, de la cooperación y participación social.
En el caso concreto de Cuba la comunidad ha tenido una importancia significativa en el proyecto de transformaciones revolucionarias que se inicio con el triunfo del 1 de enero de 1959. Las grandes transformaciones socio económicas que emprendió la revolución tuvieron su acción directa en ese contexto; las políticas sociales en educación, salud, asistencia social, cultura, etc, transformaron radicalmente las condiciones de nuestras comunidades.
La acción comunitaria que tiene sus antecedentes desde los primeros años de la revolución adquiere connotación particular en la década de los 90, período en que se desarrolla con fuerza el movimiento barrial urbano y un número importante de proyectos y experiencias diversas. Estas experiencias han sido promovidas por los Consejos Populares como estructura o por la iniciativa popular de base, y han posibilitado elevar la participación directa de la población, el desarrollo de la democracia en el espacio local, definir nuevos líderes y generar espacios de trabajo común y debate colectivo.
Página siguiente |