La operación Casablanca guíada bajo el mando de Tom Constantine, fue un éxito rotundo. Sin embargo, esta puso en riesgo la de por si débil relación entre Estados Unidos y México en cuanto a la cooperación contra las drogas se refiere. A todos les tomó por sopresa la captura de doce banqueros mexicanos y venezolanos, así como a un centenar de involucrados. Si bien la operación fue todo un suceso internacional, derrumbó los pocos avances que se habían logrado para la cooperación entre los vecinos del Río Bravo/ Río Grande. No solo fue tomado en curva el gobierno del presidente Zedillo, tanto él como muchos funcionarios de altos rangos (que debieron de haber sido involucrados al menos en una pequeña parte) en Washington también se les tomó por sorpresa. La Secretaria de Estado de Estados Unidos (secretaria de Relaciones Exteriores) Madeleine Albright, tampoco estaba informada y todo esto solo fue un revés en la política bilateral. Sin embargo, una vez más el Embajador se salió del embrollo… por un tiempecito.
"Hice mal en ser descuidado. Pero sigo pensando que cuando un político puede cautivar a un cuarto de millón de personas gritando 25 palabras, está teniendo su mejor día del año." La prensa, los medios de comunicación, han sido tanto un obstáculo y una bencidición para los políticos en todas partes del mundo. Después del embrollo de Casablanca, Davidow fue el epicentro del terremoto que sacudió al país por tan flagrante violación a "nuestra soberanía nacional". Sus palabras, como las de cualquier persona de cierta influencia dentro de la sociedad, fueron scavadas, distorcionadas. Un "tal vez" podía sacarse del contexto y significar para otro periódista un "jamás" o un "sí por supuesto". No se salvó ni de la prensa, ni del amarillismo periódistico. Así fue como, en el momento del "Grito" en el Palacio Nacional, cuándo el presidente Ernesto Zedillo parado en la ventana, listo para dar los campanazos, que la multitud extaciada gritaba, reía y hasta lloraba, nuestro autor se dirijió a otro diplomático y le dijo "que ésteparecís ser el discurso más exitoso del año del presidente." Un periodista escuhó y las notas no se hicieron esperar.
Los problemas enfrentados en tiempos recientes entre el gobierno mexicano y el gobierno cubano, son algo nuevo. Anteriormente, los gobiernos priistas habían mantenido siempre una buena relación con Cuba. Si bien estas relaciones "no eran bilaterales a la manera tradicional.
En vez de ello se trataba de un complicado bail – un mambo entre tres- que incluía siempre a Estados Unidos". Primordialmente, la relación entre los gobiernos priistas y Castro, eran primordialmente una manera de acercarse a la revolución que evocaban épocas nostálgicas para fines plíticos frente a las otras corrientes de pensamiento dentro del país. Así mismo, mantenían una relación amistosa, para asegurar que Fidel no fuera a violar la soberanía nacional, para incitar a ciertas corrientes de extrema izquierda a crear una guerra de guerrillas, amén de poder levantar un blque antiimperialista en el continente. México tenía a su propio puercoespín, con la misma sensibilidad con la que el país manejaba las relaciones con el titán del norte.
Así fue como, en los años sesentas, México fue el único país de la región que se opuso a la resolución de sacar a Cuba de la Organización de Estados Americanos, impulsada naturalmente por Estados Unidos. Sin embargo, México estaba cambiando. Se estaba acercando mucho más a Estados Unidos, mientras los gobiernos comunistas se desmoronaban alrededor de mundo, en nuestro país se comenzó a seguir un sistema mucho más liberal, hacia una apertura comercial, y el TLCAN estaba ya en el horno. En el año de 1991, México se abstuvo de votar en una resolución de las Naciones Unidas para censurar el desempeño de Cuba en el área de los derechos humanos, lo que evidentemente transtornó no solo al gobierno cubano sino tmabién a la opinión pública mexicana. Cuándo se volvió a celebrar la misma resolución en Ginebra en el año de 1999, México votó en contra, lo que estiró un poco la cuerda para que el gobierno zedillista se acercara más a la isla. Sin embargo las relaciones entre La Havana y la Ciudad de México se tensionarón cada vez más. El arribo de la derecha a la presidencia de nuestro país en el año 2000, no ayudó mucho. Así pues, las relaciones entre México y su puercoespín no han hecho más que empeorar cada vez más.
Como es de esperarse, no se puede hablar de los problemas bilaterales entre el oso y el puercoespín sin hablar del tema migratorio, que más que los puentes internacionales que cruzan el Río Bravo/Río Grande, une a nuestras dos naciones. Más que la franja fronteriza que divide a los dos países, distancia y dificulta las relaciones. Nuestro autor nos da números casi increíbles; entre los años 1990 y 2000, la cifra de los nacidos fuera de los Estados Unidos había crecido en un 57 por ciento, lo que se traduce como el 11.1 por ciento de la población nacional.
Para el año 2000, 10 millones de personas de origen mexicano vivían del otro lado de la frontera. Rebasaron a la minoría dominante durante décadas, los afro-americanos. Este es un problema para el país receptor en muchos niveles. Si bien es cierto que estas personas que se van al otro lado, llegan llenos de ilusiones y de esperanzas a mejorar el nivel de vida de los WASP (white anglosaxon protestants), al hacer los trabajos "que ni los negros quieren hacer", muchas personas comenzaron a preocuparse por lo que podría llegar a suceder. Al tener a tanto latino en su país, los estadounidenses se comenzaron a preguntar en que los llegaría a afectar en lo personal. Mientras "la reconquista silenciosa" les ponía los pelos de punta, los latinos seguían cosechando las naranjas del sur, y recogiendo basura en el norte, despreocupados, contentos por poderles brindar a sus familias un futuro más prometedor que el que sus padres les habían podido dar a ellos. Con ganas de superarse, nada más. Sin embargo, los gringos tenían miedo de perder su "way of live"o "mode de vie" como le dicen los franceses. Las leyes migratorias comenzaron a aparecer en los años setentas y ochentas. Con el receso económico después del boom de los ochentas, la xenofobía invadió a unos cuantos.
En el año 2000, sucedió un acontecimiento histórico en nuestro país; por primera vez en 71 años, el PRI fue derrotado y Vicente Fox, un partido de derecha sumamente conservador, llegó al poder. No relato esto por ocioso, sino porque el cambió que nos tocó a todos, le tocó vivirlo también a Davidow quién lo vio de buena gana. El nuevo presidente, botudo como su recién elegido homólogo estadounidense, prometió después de su primera visita a la Casa Blanca (ahora si, la residencia presidencial en Washington), llegar a un acuerdo migratorio entre las dos naciones. No contaba, con que dos aviones se estrellarían contra las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York, NY. Con un país en guerra contra el terrorismo, estos acuerdos migratorios pasaron, no a segundo plano, sino como al décimo, para la nueva administración de Georges W. Bush Jr.
En alguna parte del libro, Davidow dice que; "Por lo regular, Etados Unidos no tiene la intención de infligir daño a México. En realidad, el mayor daño que hace es ignorar a su vecino o – para llevar la metáfora al límite- entrar en periodos prolongados de hibernación, en los cuales, en forma insultante, presta poca o ninguna atención." Y creo que no hay mejor manera para expresar el momento por las que pasaron las relaciones bilaterales, sino en un periodo de hibernación. Si bien es cierto que al principio todo parecía ir viento en popa, también es cierto que los intereses de ambas naciones tienen prioridades diferentes. A partir del año 2001 para Estados Unidos sus temas más relevantes han sido la seguridad nacional después del acto terrorista infringido Al-Queda (Osaman Bin Laden) así como el terrorismo y todo lo que tenga que ver con ellos y su bienestar. Para México, las soluciones a los acuerdos migratorios, así como el narcotráfico y la pobreza, son los temas más relevantes en la política nacional (bueno, también están las violaciones a la soberanía nacional, y más recientemente la copa del mundo – que pronto remplazará los discursos políticos –).
Sin embargo, hoy en día ls problemas fronterizos siguen siendo reales. Si bien la postura del Embajador con lo que respecta a los "cazadores de ilegales", es, sino de eceptisismo, si denota una información un tanto errónea. Puede ser cierto que no todos los que están potrados en la frontera, sobre sus tierras, con un rifle en la mano tengan las intenciones de matar a los inmigrantes que intentan entrar ilegalmente a su país. Sin embargo, los asesinatos cometidos por estas personas a lo largo de los últimos años han ido en crecimiento y son una realidad. Puede que sea verdad que muchos de entre ellos solo quieran detener a los transgresores, tampoco hay porqué generalizar. Más es importante estar consientes que también muchos de entre ellos apuntan a matar, por más que sea difícil aceptar que nuestros vecinos, los "usurpadores de nuestro territorio" que no quieren trabajar sus tierras, que le pagan un sueldo miserable al pueblo al que le arrancaron su territorio para que hagan los trabajos que ellos no quieren hacer, todavia se den el lujo de matarlos. Es casi inverosímil, y sin embargo sucede. Es un hecho que estas personas matan a los mexicanos y otros inmigrantes que buscan un futuro más próspero.
El hecho de que en el año 2000 se diera un cambio drástico en las votaciones presidenciales del 2 de Julio, fue sin duda una mejoría con lo que respecta a las relaciones entre el oso y el puercoespín. Muchos poíticos estadounidenses gozaron con el éxito de un partido que rompiera con 71 años de un solo partido. Muchos gobernadores, senadores y diputados se dieron cuenta de la importancia que representaba México para los Estados Unidos. Sin bien es verdad que comenzaron a concientizarse desde la firma del TLCAN, también es cierto que siempre habían visto a México como un país de drogas, corrupción, tranzas y todos los aspectos despectivos con los que miran al resto del continente latinoamericano (y en algunos casos, me atrevería a decir, como vemos los mexicanos a los otros países que están debajo de nuestra frontera con Guatemala y Belice). Sin embargo la victoria de un partido de oposición cambio la perspectiva que tenían nuestros vecinos del norte.
Así pues las visitas de muchos gobernadores no se hicieron esperar, todos querían entrevistarse con el nuevo y reluciente presidente (que pronto tendría un homólogo con quién podría intercambiarse botas y sobreros) Vicente Fox. De igual manera, delegaciones del congreso estadounidense querían venir, conocer México, entrevistarse con altos funcionarios del gobierno, creyendo firmemente que con el cambio, Estados Unidos había encontrado la horma de su zapato en su vecino del sur, que desde la década de los ochentas no había cesado de acercarse a pasos agigantados. Muchas de estas delegaciones fueron un éxito. Otras en cambio, nos relata Jeffrey Davidow, fueron un rotundo fracaso.
Las relaciones entre México y Estados Unidos siempre han sido complicadas. Hay momentos en dónde todo parece ir viento en popa, mientras que hay otros dónde pareciera que todo lo que existe entre nuestros dos países es una frontera dividida por kilómetros y kilómetros de desierto árido a lo largo y hancho de la franja que separa a nuestros países. Sin embargo, en todo el mundo y con excepción quizá de los españoles que llegaron a conquistar al pueblo azteca, no ha habido nunca, en la historia moderna de nuestro país, una cultura o bien una fuerza exterior – si me puedo expresar así – que haya influído de tal manera en nuestro "mode de vie". Como para nosotros, del otro lado del Río Bravo/Río Grande, no hay un país que tenga tanto impacto para los estadounidenses que la nuestra.
La relación que existe entre nuestros paises es una fusión de culturas interdependientes que muchos se niegan a reconocer, o sencillamente no quieren ver. El problema no son los presidentes o los congresos. Si bien es cierto que algo han de tener que ver en todo esto (bueno, tampoco podemos exhonerar a todo mundo), el mayor reto que hay, la frontera más hárida que tememos que cruzar, es la historia.
Para mí, todo este odio que existe entre los gringos y los mexicans, no son más que resentimientos arrastrados a través de los pasillos del tiempo. Traídos hasta nuestros días desde hace más de cien años. Este odio, este rencor que sienten cada quien por sus respectivos vecinos (también así los estadounidenses con los canadienses, y de igual manera los mexicanos con los guatemaltecos – o en muchos más aspectos con los cubanos – ) son para mí, más que una relación de un oso y de un puercoespín, una suerte de relación entre hermanos que se antoja un poco a la historia de Caín y Abel o de Rémulo y Rómulo. Una verdadera tragicomedia entre dos hermanos recelosos el uno del otro. La vida de uno está influenciada por el otro, y los logros del hermano grande son rápidamente recentídos por el otro, de igual manera que la independencia del hermano pequeño repercute en el orgullo del otro.
Al igual que la historia de Roma, nuestra relación crecío manchada por sangre; la imperdonable invasión sufrida por México ha sido el punto de partida de una relación tortuosa que no ha podido, no ha querido, no ha sabido madurar correctamente.
Así pues, mientras Abel intenta crecer en todos los sentidos de la palabra, Caín lo ve con recelo, intentando crear una verdadera interdependencia hacia él y solo hacia él, creyendo que por ser el hermano con mayor conocimientos lo podrá guíar y enseñar el camino único y verdadero: el suyo. A su vez, el hermano menor intenta mantener su autonomía y crecer independientemente, sin la influencía ejercida por aquél que se dice más capaz y más sabio. Sin embargo, las riñas entre hermanos solo es superada – y esta afirmación no siempre se cumple – a través de la edad. De lo que si podemos estar seguros, es que se terminan por parecer, aunque ninguno de los dos los quiera, aunque sea solamente en ciertos aspectos.
Si bien la relación entre México y Estados Unidos es bastante más complicada que la relación de dos hermanos o la de un oso y un puercoespín, los problemas no hacen más que comenzar. El Embajador Jeffrey Davidow se fue de México en el año 2002. A su sucesor, Anthony O’Garza Jr. le queda un largo camino por delante, así a los que vengan después que él y así a sus homólogos del otro lado de la frontera.
El puercoespín ha procurado acercarse al oso, que actualmente está en periódo de hibernación. Mucho camino les queda por recorrer a lo largo del bosque, y mucho les queda para poder llegar a un acuerdo que les parezca justo a los dos, para evitar que el oso se espine y que el puercoespín se sofóque ante su peso.
De igual manera, a Caín y Abel les falta mucho por recorrer, mucho que hablar, mucho que discutir, finalmente, mucho que madurar para poder llevar a cabo una relación sana y de buen entendimiento. Lo único que espero, es que Caín no términe por matar a su hermano Abel en un ataque de celos incontrolables.
"(…) es indispensable que los líderes de América del Norte ofrezcan una visión unificada del futuro de sus ciudadanos. Esa visión (…) debería brindar la esperanza de un porvenir en el que los tres países vivan, como naciones en lo individual, cooperando con sus vecinos. Esto significa que el puercoespín tendrá que actuar menos como puercoespín y el oso tendrá que actuar menos como oso. ¿Es posible? Si. ¿Factible? Esperemos que sí."
Raul Perez de Celis Canseco
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