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El oso y el puercoespín-Jeffrey Davidow


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    La relación entre México y su vecino del norte, siempre ha sido una relación tortuosa, una relación que a pesar de haber madurado con el tiempo, sobre todo desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sigue siendo un tanto tensa hoy en día, y probablemente así será durante los siguientes años. Estados Unidos, un país sin nombre ni apeillido, un verdadero titán, la superpotencia económica y militar del mundo, vecino de los Estados Unidos Méxicanos, un puercoespín, un país en vías de desarrollo, con una economía poco estable a la merced de aquél que es su vecino; el Oso. Eso es exactactamente de lo que nos habla Jeffrey Davidow en su libro, la relación bilateral entre dos países que han tenido tanto buenas relaciones como malas, pero siempre tensas.

    En su relato nos expresa, de una manera diferente y entretanida, la relación de interdependencia que viven los dos vecinos. El oso, que por ser un animal grande y fuerte, puede a veces opacar, sino ignorar la presencia de los demás animales con los que tiene que convivir en el bosque, entre ellos el puercoespín, que sin ser débil, está en desventaja vis à vis del poderoso vecino del norte.

    La crítica en este relato, va por los dos lados; por uno la hipersensibilidad de México, y por otro, la indiferencia que muestra Estados Unidos aveces hacia su vecino, casi ignorándolo, haciendo caso omiso de sus peticiones. Si bien Davidow expresa en su relato el sentimentalismo mexicano, también establece que para que la relación pueda fructiferar, se necesita una ayuda bilateral de las dos partes, y dejar de lado el escozor histórico que nos precede, amén de poder forjar un mejor futuro.

    Jeffrey Davidow nos relata los momentos más importantes en su paso por México, en dónde fungió como Embajador de su país, después de haberlo representado en otros países latinoamericanos como es el caso de Venezuela, Chile y Guatemala. Desde el momento en que llegó a la ciudad capitalina, Davidow se tuvo que enfrentar a un problema, que sería solamente el primero de varios con el que toparía en sus cuatro años de servicio en México; la ausencia de un representante de su país en el nuestro, por casi un año. Davidow, justifica este incidente, diciendo que, sin ser directamente un problema en la administración Clinton, buscaban al mejor hombre que tuvieran para representarlos en México. Sin embargo, los políticos nacionales lo habían tomado como una ofensa y una falta, no solo de respeto, sino también de tacto, sintiendo que el Presidente William Clinton, no le daba a su vecino del sur, la importancia que se merecía. Este acontecimiento, sería el primero al que Davidow tuvo que enfrentarse, no solo a la grilla política, sino también defenderse ante los medios de una nación que lo veían con un poco de angustia, un trato áspero que se ha tenido en contra de los Embajadores Estado Unidenses en México, puesto que después de las acciones y actos llevados a cabo por algunos de sus predecesores, véase Joel Poinsett y Henry Lane Wilson, todavia se les tiene tachados de intervencionistas.

    Las tensiones que han sufrido los dos países de América del Norte, no han encontrado una salida viable desde mucho tiempo, nos dice nuestro autor, en parte por culpa y de la poca eficacia que han tenido las cancillerías de ambos países para sobreponer sus problemas y sus diferencias. El reemplazo de José Ángel Gurría, Secretario de Relaciones Exteriores, por Rosario Green, es una muestra de ello. Al tener cancilleres de la vieja escuela, los problemas en vez de solucionarse, solo se empeoran.

    El segundo problema al que Davidow se tuvo que enfrentar, fue ante la certificación anual que hacían lo Estados Unidos a sus colegas latinoamericanos en contra de la lucha contra el terrorismo. La esperada visita del Presidente Clinton no mejoraba el ambiente de tensión que tuvo que vivir el Embajador estadounidense. Si el gobierno del presidente estadounidense no le daba la certificación a México, sería mal visto y sería tomado como un insulto a la nación azteca, se podría llegar a malinterpretar, y ya; "un país extranjero no solo decide si se hace o no un buen trabajo sobre la guerra contra el narcotráfico, sino que además opinaba que no se hacían los esfuerzos necesarios para combatir la fuerza descomunal del narco en su propio país". Finalmente, y para el bienestar de las relaciones bilaterales, más aún, para la visita de Bill Clinton, en el año de 1998, Estados Unidos certificó a México, no sin que antes el país latinoamericano se comprometiera a invertir 500 millones de dólares en un programa a largo plazo en contra del narcotráfico.

    Una de las historias más relevantes mencionadas por el Embajador, es sin duda alguna, la del caso Casablanca. Si bien este nombre podría confundirse con la Casa Blanca (residencia presidencial de Estados Unidos), o con Casablanca, una ciudad Africana, de cuyo nombre se inspiró una pelicula clásica del cine hoolywoodense, en este caso, la misión Casablanca evoca mucho más que eso. Fue un problema descomunal al que tuvo que hacer frente Jeffrey Davidow.

    Todo comienza por la falta de cooperación que encuentran los estadounidenses frente al tema de narcotráfico. Nuestro autor relata, que si bien el Servicio de Aduanas tuvo todas las intenciones de cooperar con el entonces procurador general de la república, Antonio Lozano para combatir el lavado de dinero proveniente de las drogas, mediante la intervención de agentes encubiertos. El problema es que Lozano nunca contestó a su llamado, y, tratándose de una cuestión de secreto de estado Aduana lo tomó como una aprobación tácita y llevaron a cabo la operación Casablanca. Fue realmente "una maniobra unilateral de Estados Unidos en territorio mexicano, pero sin involucrar al gobierno mexicano". Mientras estas maniobras eran llevadas a cabo dentro de nuestro territorio, el presidente de la Comisión Nacional de Derechs Humanos Jorge Madrazo reemplazó a Antonio Lozano como procurador general de México. Un hombre que mantenía una buena relación con dos personajes cruciales para la lucha contra el terrorismo en Washington, D.C., la procuradora general Janet Reno y con el Zar antidrogas el general ya retirado Barry McCaffrey, quién se encontraba frente a la Dirección de Política Nacional para el Control de las Drogas.

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