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Disolución del Sujeto en Descartes

Enviado por interreg


    Introducción

    En este trabajo nos hemos propuesto analizar el sujeto humano en la filosofía de Descartes. Nos interesa introducirnos en la cuestión de si este sujeto se constituye o disuelve en dicha filosofía.

    Según "el método" el filósofo de La Fleche nos conduce a la existencia de la "res pensante" y la "res extensa". Tomando como fondo la noción de sustancia de Aristóteles, de quien Descartes es deudor a través de la Escolástica, parece que ya no se podrá constituir el sujeto como una unidad sustancial de cuerpo y alma, este será el problemas de la filosofía en los siglos siguientes, aunque no incursionaremos en ellos.

    En esta tarea quedará manifiesta otra cuestión en la que se discute la evidencia del ego como "sustancia pensante" que permanece en el tiempo más allá del momento de la "intuición inicial".

    Nos hemos apoyado en las obras de Descartes indicadas por la cátedra y bibliografía de apoyo para lo que hemos escogido básicamente las "Meditaciones cartesianas" de Husserl y "La unidad de la experiencia filosófica" de Etienne Gilson alentados, en este caso, por el mismo Husserl* .

    1.El método.

    Toda la filosofía de Descartes está contenida en esta decisión inicial: encontrar un conocimiento que pueda resistir la prueba decisiva del escepticismo universal, que sirva de certeza firme. El conocimiento matemático es el único digno de tal nombre.

    (…)"el método que enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar exactamente todas las circunstancias de lo que se busca, contiene todo lo que da su certidumbre a las reglas de la aritmética."

    El "Cogito, ergo sum" es el primer principio de tal filosofía, pero fue la entrega de su autor a la evidencia matemática lo que le condujo a él.

    Su natural afición por la matemática le llevó al problema de un método universal en Geometría, el cual esperaba todavía solución. Así descubrió lo que hoy conocemos como geometría analítica. Plenamente convencido de que había completado virtualmente la Geometría al haberla combinado con el álgebra, procedió en el acto a otra generalización todavía más audaz. Los problemas de todas las ciencias serían solucionados por el mismo método en cuanto que o eran problemas matemáticos o podían ser tratados matemáticamente. Las ciencias modelo debían ser en adelante la Aritmética y la Geometría.

    Del "Discurso del Método" se deduce que el descubrimiento de la geometría analítica dio a Descartes el norte que iba a guiarle siempre. Había combinado con éxito el análisis de los antiguos con el álgebra de los modernos; el próximo paso tenía que ser naturalmente la combinación de ambos con la Lógica. El resultado fue el método cartesiano.

    Para extender la certeza matemática a todas las ciencias universalizando el método debía transformarlo. Así fue como sustituyó las líneas y figuras geométricas por signos algebraicos, pero los signos algebraicos no siempre sirven en Física, menos en Medicina, en Biología o en Etica; nunca en Metafísica. Por eso, su autor se vio forzado a conservar de su método matemático solamente lo que podía aplicarse a todos los problemas posibles. Puesto que había acertado al eliminar las figuras de la Geometría, se sintió inclinado a creer que también se debería eliminar de las Matemáticas la cantidad. Ahora bien, si había que prescindir de la cantidad, había que separar del cuadro también los signos algebraicos que la expresan. O sea que del razonamiento matemático sólo debían quedar el orden y la medida donde se tratase de materia, y únicamente el orden donde no se tratase de objetos materiales.

    (…)"me pareció finalmente claro referir a la matemática todo aquello en que solamente se examina el orden y la medida, sin considerar si esta medida hay que buscarla en los números, las figuras, los astros, los sonidos o cualquier otro objeto. De ello resulta que tiene que haber una ciencia general que explique todo lo que se puede investigar respecto del orden y la medida, sin aplicarlos a una materia especial: esta ciencia se designa (…) mediante el nombre ya antiguo y recibido por el uso de matemática universal(…)"

    Pero al quitarle a las Matemáticas su objeto propio, esta se convierte en una ciencia sobre las relaciones de orden entre todos los posibles objetos y esto ya es Lógica. Se puede calificar de matemática a toda ordenación lógica de nociones más o menos confusas, pero lo que con eso se logra es hacer a la matemática arbitraria en sus resultados, en lugar de hacer matemáticamente evidente los resultados de otro tipo de conocimiento.

    Para hacer a todos los objetos del conocimiento filosófico lo más similares que fuese posible a los de las matemáticas, Descartes, redujo su número a tres: el pensamiento, la extensión y Dios.

    2. El mundo en dudas.

    2.1 Descalificación de la experiencia sensible.

    La nueva filosofía, como la matemática, había de ir de las ideas a las cosas y no de las cosas a las ideas

    "No es una objeción decir que la idea del triángulo procede quizá de las cosas externas mediante los órganos de los sentidos, por haber yo visto varias veces cuerpos con forma triangular, ya que puedo en efecto imaginar otras innumerables figuras en las que no puede caber la sospecha de que me hayan venido por los sentidos, y demostrar, sin embargo, sus varias propiedades del mismo modo que en el triángulo: todas las cuales son ciertas, dado que las conozco claramente, y por lo tanto son algo, y no meramente nada, puesto que es evidente que todo aquello que es verdadero es algo, y ya he demostrado que todo lo que conozco definitivamente es verdadero."

    Descartes debía construir el mundo con el único material que disponía: las ideas claras y distintas. Para ello debía despejar el panorama de todo lo que no aparece con las características de los conceptos matemáticos.

    Para Descartes, el experimento del pedazo de cera es un símbolo claro del carácter fugaz de las propiedades materiales. Ninguno de los aspectos de conjunto, ninguna de las sensaciones inmediatas son permanentes. Basta aproximar el pedazo de cera al fuego para que su consistencia, su forma, su color, su suntuosidad, su olor, vacilen y se transformen. Este experimento prueba según Descartes la vaguedad de las cualidades objetivas. Es una escuela de duda. Tiende a alejar al espíritu del conocimiento experimental de los cuerpos que son más difíciles de conocer que el alma.

    "En efecto, no admito que exista otra cosa en mí a excepción de la mente. ¿Qué diré yo, por tanto, que creo percibir con tanta claridad esa cera? ¿Es que no me conozco a mí mismo no sólo con mucha más certeza y verdad sino también más definida y evidentemente? Pues si juzgo que la cera existe a partir del hecho de que la veo, mucho más evidente será que yo existo a partir del mismo hecho de que la veo."

    Si el entendimiento no encontrase en él mismo, la ciencia de lo extenso, toda la sustancia del pedazo de cera se desvanecería con los ensueños de la imaginación.

    (…)"conociendo que los mismos cuerpos no son percibidos en propiedad por los sentidos o por la facultad de imaginar, sino tan sólo por el intelecto, y que no son percibidos por el hecho de ser tocados o vistos, sino tan sólo porque los concebimos, me doy clara cuenta de que nada absolutamente puede ser conocido con mayor facilidad y evidencia que mi mente"(…)

    A partir de este momento, Descartes deberá orientar todo su sistema a evitar caer en un solipsismo.

    Según estas consideraciones no habría más conocimiento claro y distinto que el cogito fugaz de un pensamiento sin duración. Al no someternos a la lección de la experiencia, nos condenamos a no ver que el carácter móvil de la observación objetiva se refleja de inmediato en una movilidad paralela de la experiencia subjetiva. Si la cera cambia, yo cambio; cambio con mi sensación que es el momento que la pienso, y según nuestro modo de ver, Descartes no logra demostrar lo contrario.

    En síntesis, hecha la crítica al conocimiento sensible, el verdadero conocimiento es el necesario y universal, el que se logra con la sola razón, sin recurso a la experiencia ni a los sentidos. No se podrá ya restituir el carácter orgánico, y por tanto entero y completo del fenómeno que se obtiene por el papel coordinador del pensamiento unido a la experiencia.

    2.2 La razón en problemas.

    Una de las características de la duda cartesiana es el de ser hiperbólica de modo tal que llegará al fundamento mismo de la razón

    (…)"puesto que hay hombres que yerran al razonar, aún acerca de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas"

    Este argumento atañe propiamente a la percepción sensible como a los "razonamientos", a los "procesos" discursivos de nuestro pensamiento, pero no a los "principios" mismos del conocimiento racional que son conocidos intuitivamente, sin que nuestro pensamiento discurra, de modo inmediato, por simple "inspección del espíritu". Por esta razón, y según el hiperbolismo de la duda, Descartes propone el argumento del "genio maligno" a partir de cuya aplicación recién podrá comenzar la reconstrucción del mundo para la que será preciso eliminar por completo esta hipótesis e intentará hacerlo apoyándose en la demostración de la existencia de Dios.

    2.3 La certeza del "cogito".

    Cuando la duda cartesiana, por su característica de hiperbólica, llega al extremo, se convierte en su opuesto, en conocimiento absolutamente cierto:

    "Pero advertí luego, que queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: "yo pienso, luego soy", era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando"

    De modo que la afirmación "cogito, ergo sum", no puede ser puesta en duda. Nos encontramos aquí con una verdad absoluta, absolutamente cierta, absolutamente indubitable, que es lo que Descartes necesitaba para fundamento de su sistema. El cogito constituye el "primer principio" de la filosofía: primero desde el punto de vista gnoseológico y metodológico, en la medida en que constituye el primer conocimiento seguro, el fundamento de cualquier otra verdad y el punto primero también desde el punto de vista ontológico, porque me pone en presencia del primer ente indudablemente existente – que soy yo mismo en tanto pienso.

    Este era indudablemente el principio primero, porque podía conocerse sin conocer otro, mientras que ningún otro podía conocerse sin conocer éste: sea cual sea el éxito de mi conocimiento, pienso; luego, en todo caso, existo. Era, además, el tipo perfecto del conocimiento claro y evidente, porque ponerlo en duda era a la vez demostrarlo: si dudo de que existo, pienso; luego existo.

    3. La sustancia.

    3.1 La "cosa" pensante .

    Podemos dudar de todo menos de que, en tanto pienso, soy. Lo se solamente porque se que estoy pensando. Si me hago esta pregunta: ¿qué soy yo?, la única respuesta legítima será "una cosa que piensa".

    "Examiné después atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo alguno y que no había mundo ni lugar alguno en el que yo me encontrase, pero que no podía fingir por ello que yo no fuese, (…) conocí por ello que yo era una sustancia cuya esencia o naturaleza toda es pensar, y que no necesita, para ser, de lugar alguno, ni depende de cosa alguna material; de suerte que este yo, es decir, el alma por la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es."

    Según Descartes, entonces, yo soy una substancia o cosa pensante (res cogitans), vale decir, una cosa cuya propiedad fundamental, esencial, definitoria, consiste en pensar, lo que para él es casi sinónimo de toda actividad psíquica consciente.

    "¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere y también, imagina y siente"

    En este punto nos remitimos al análisis de Husserl realiza a la primera de las meditaciones cartesianas aún corriendo el riesgo de que la cita al resulte un poco extensa:

    "Si retengo puramente lo que cae bajo mi mirada de sujeto que medita por obra de una libre practicada con respecto a la realidad del mundo de la experiencia, se da el significativo hecho de que yo y mi vida quedamos intactos en nuestro valor de realidad, como quiera que sea de la existencia e inexistencia del mundo, como quiera que yo me pronuncie acerca de ella. Este yo que me queda necesariamente en virtud de semejante y su vida de yo, no es un trozo del mundo, y cuando digo que yo existo, ego cogito, esto ya no significa que existo yo, este ser humano. Yo no soy ya el ser humano que se encuentra a sí mismo en la experiencia natural del yo, ni el ser humano que se encuentra con su propia y pura mens sive intellectus sive animus al estrecharse en abstracto a los puros contenidos de la experiencia "interior" o puramente psicológica del yo. Apercibidos de este "modo natural", somos yo y todos los demás hombres temas de las ciencias positivas u objetivas en el sentido corriente: de la biología, la antropología, y como incluida en ellas, también de la psicología. La vida psíquica de que habla la psicología ha sido entendida en todo tiempo, y sigue siéndolo, como vida psíquica en el mundo. Esto también vale, como es patente, para la propia, la que se aprehende y considera la pura experiencia interior. Para mí, el yo que medita, el yo que encontrándose y permaneciendo en la se pone a sí mismo exclusivamente como fundamento del valor de todos los fundamentos y valores objetivos, no hay, pues, ni yo psicológico, ni fenómenos psíquicos en el sentido de la psicología, esto, es como partes integrantes de seres psicofísicos humanos."

    La idea de cuerpo no está en modo alguno contenida en la idea clara de pensamiento, debemos excluirla de él si se pretende una idea distinta.

    Si convenimos en afirmar y negar de las cosas mismas todo lo que puede afirmarse o negarse de sus ideas claras y distintas, decir que la idea de alma no implica nada que pertenezca al cuerpo es lo mismo que decir que el alma es realmente distinta del cuerpo. Mi ser es el una sustancia pensante finita. Así se nos ha perdido de vista el ser psicofísico como unidad ontológica.

    3.2 La sustancia corpórea.

    Junto a la sustancia pensante encontramos la res extensa, que así se la llama porque su carácter esencial es la extensión, el ocupar lugar. La extensión es el único aspecto del mundo exterior que se me ofrece con claridad y distinción.

    "Advierto además ciertas otras facultades, como la de cambiar de lugar, adquirir varias figuras, etc., que no pueden ser concebidas (…) sin alguna substancia en donde existan, ni por lo tanto existir sin ella; pero es manifiesto que estas facultades, puesto que existen, deben existir en una substancia corpórea o extensa, no inteligente, porque está incluido en su concepto claro y preciso una cierta extensión, pero de ningún modo una intelección."

    Extensión equivale a corporeidad, a materia. De modo que para Descartes coinciden materia y extensión y con ello pasa a ser uno de los iniciadores de la física moderna.

    Las sustancias se excluyen entre sí tan radicalmente como nuestras ideas de ellas. De mi cuerpo no tengo conocimiento directo, sino indirecto, a través de mis vivencias – sensaciones, dolores, etc.-, que no son nada corporal, sino "pensamientos" en el sentido de Descartes, es decir, modos de la substancia pensante, sus estados o manifestaciones. La existencia de mi alma o "yo" (el cogito) es absolutamente indubitable. Saber que "yo soy tal" es tener una idea clara de mi mismo como cosa que piensa, pero tener de ello una idea distinta es diferente.

    (…)"sin embargo, me parece que veo, que oigo y que siento, lo cual no puede ser falso, y es lo que se llama en mí propiamente sentir; y esto, tomado en un sentido estricto, no es otra cosa que pensar."

    Las sustancias se excluyen entre sí tan radicalmente como nuestras ideas de ellas. Como el alma es sólo pensamiento, así el cuerpo es sólo extensión en el espacio según tres dimensiones.

    3.3 De la sustancia a la consciencia.

    Aquí estamos de frente a un problema, el que nos parece consecuencia irremediable del método aplicado y que sintetizamos así: si se concede que la mente es puro pensamiento, resulta claro que no puede dejar de pensar sin dejar de ser. Una cosa que consiste en pensar, o piensa, y, entonces, existe, o no piensa y tampoco existe.

    "Yo soy, yo existo": es manifiesto. Pero ¿por cuánto tiempo? Sin Duda, en tanto que pienso, puesto que aún podría suceder, si dejase de pensar, que dejase de existir en absoluto."

    De aquí una nueva consecuencia que Descartes mantuvo siempre, frente a toda objeción, como ligada con el conjunto del sistema: la mente está siempre pensando. Si no lo sentimos así, nos equivocamos, puesto que ello se sigue de la idea clara de mente y de su misma definición.

    Descartes tiene una confianza secreta en la realidad del alma como sustancia. Deslumbrado por la luz instantánea del cogito, no pone en duda la permanencia del "yo" que forma el sujeto del "yo pienso". ¿Por qué es el mismo ser el que siente la cera dura y la cera blanda cuando no es la misma cera la que es sentida en dos experiencias diferentes?. Si él "cogito" fuera traducido al pasivo en un "cogitatur ergo est" el sujeto activo se evaporaría con la inconstancia y la vaguedad de las impresiones.

    Pero, ¿qué significa, visto más de cerca, este concepto de sustancia o cosa?. La sustancia no es lo mismo que sus propiedades, estas son sus accidentes, de manera tal que pueden cambiar sin que la sustancia cambie. Algo semejante ocurre con la sustancia que soy yo, con mi alma. Los estados psíquicos (pensamientos en la terminología cartesiana) que ahora tengo, son diferentes de los que tenía ayer y son también diferentes de los que tendré mañana, pero, sin embargo, a pesar de tales cambios, sigo siendo el mismo yo, vale decir, la misma substancia a través de todos estos cambios. De otra manera, parece, no podría hablarse de mi identidad a través del tiempo. Hasta aquí el razonamiento cartesiano parece correcto, pero no llega a demostrar, a nuestro parecer, la identidad del "ego" como unidad de sustancia a través de los "pensamientos" en el tiempo. Recordemos que toda experiencia sensible ha quedado invalidada por la duda y también quedó problematizada la razón que deberá fundamentarse en la existencia de Dios. De tal modo que la intuición intelectual, el saber racional, ha quedado desautorizado para permitirnos otro juicio que no sea "pienso, luego existí en el instante que ha finalizado".

    Será necesario sostener que hay como una corriente continua de consciencia (cogitatio) que nos es desapercibida y que parece que Descartes acepta en su respuesta a las quintas objeciones.

    "Decís que os preocupa saber si creo que el alma piensa siempre. Pues ¿por qué no ha de pensar, siendo una sustancia que piensa?. ¿ Qué tiene de extraño que no nos acordemos de los pensamientos que hemos tenido en el vientre de nuestras madres, o durante un letargo, etc., si no nos acordamos siquiera de muchos pensamiento que sabemos que hemos tenido siendo adultos y estando sanos y despiertos, a causa de que para recordar los pensamientos que el espíritu concibe mientras está unido al cuerpo, es necesario que queden impresos en el cerebro algunos vestigios de ellos, hacia los cuales ha de volverse el espíritu, fijando su pensamiento en ellos para llegar a acordarse

    Descartes es deudor de la concepción tradicional de que el alma existe y es una substancia.

    "Por desgracia, esto es lo que pasa en Descartes. Lo que pasa con el giro al parecer insignificante, pero fatal, que hace del ego la substantia cogitans, la humana mens sive animus separado, y el punto de partida de inferencias hechas con arreglo al principio de causalidad, en suma, el giro por virtud del cual se convirtió en el padre de ese contrasentido que es ( aunque aquí todavía no puede resultar visible) el realismo trascendental."

    Pero aquí tropezamos con una dificultad, la sustancia, según la concepción tradicional, es intuida por el intelecto a partir de los datos de los sentidos, y estos, según el "método", han quedado descalificado para darnos un conocimiento cierto. Sólo nos queda la intuición fundamental (pienso, existo), y a nuestro parecer esta intuición por si sola no puede darnos una certeza que dure más tiempo que el pensamiento actual, pues no se puede pensar el "yo" sino existiendo, ni lo que viene a ser lo mismo, puede existir el yo sino pensando.

    De allí que Descartes debió sostener que el alma tiene que estar forzosamente siempre pensando; Pero no tenemos certeza de que el alma está siempre pensando, por lo menos, con el tipo de certeza que exige "el método".

    Muchos hombres no sueñan al dormir. ¿Diremos que entonces piensan, pero no son capaces de recordar luego sus pensamientos?. Pero si no recuerdan, ¿Cómo podría demostrarse que piensan?. No es evidente que el alma sea mera sustancia pensante radicalmente distinta como tal de un cuerpo que es pura extensión.

    Aquí se presentan desde otra perspectivas las consecuencias del matematicismo cartesiano. Partiendo de la disección de toda realidad concreta en tantas cosas separadas como ideas distintas haya, la unidad sustancial del hombre se desintegra en dos sustancias realmente distintas; mente y cuerpo. Si ahora que no se ha podido demostrar que hay una mente separada, ya será imposible probarlo de cualquier otro modo. Ya no se puede apelar a lo que va con el cuerpo para probar que hay una mente; así podrá demostrarse la existencia de un alma, pero no la de una mente. Puesto que no puede establecerse su existencia ni matemática ni empíricamente.

    "En relación con esto, diremos que tampoco se puede en manera alguna admitir sencillamente que con nuestro ego puro apodíctico hayamos salvado un pequeño rincón del mundo, que sería para el yo que filosofa lo único cuestionable del mundo, y que ahora sólo se trate de franquearse el resto del mundo, por medio de inferencias bien dirigidas, con arreglo a los principios innatos al ego."

    4. El recurso a Dios.

    Es importantísimo el papel que desempeña en el sistema cartesiano la idea de sustancia. La sustancia pensante infinita, Dios, es la garantía de validez para el conocimiento claro y distinto.

    Ahora bien, Dios, que es una substancia pensante infinita y es perfecto, no puede ser engañador – por el contrario es eminentemente veraz -, si nos ha hecho con nuestra razón y las ideas innatas, esto quiere decir que esta razón y estas ideas son instrumentos válidos para el conocimiento. De manera que la veracidad de Dios es la garantía y fundamento de la verdad del conocimiento evidente, claro y distinto

    Se ve entonces porque Dios no ocupa un lugar accesorio en el sistema cartesiano, sino que representa un gozne fundamental del mismo; porque significa el único camino posible para soslayar la hipótesis del genio maligno.

    "No se puede afirmar que quizás esta idea de Dios sea materialmente falsa, y que por lo tanto pueda existir de la nada… Muy al contrario, siendo absolutamente clara y definida y conteniendo más realidad objetiva que ninguna otra, no hay ninguna idea más verdadera por sí, ni en la que se encuentre menor sospecha de falsedad. Esta idea, repito, de un ente totalmente perfecto e infinito es absolutamente cierta; puesto que, aunque quizá se pueda pensar que no exista un ser así, no se puede pensar, sin embargo, que su idea no me muestre nada real…"

    Si no demostrara la existencia de Dios no podríamos tener ningún conocimiento cierto fuera del conocimiento del cogito y caeríamos definitivamente presos del solipsismo

    "Es también (la idea) por completo clara y definida, ya que todo lo que percibo clara y definidamente que es real y verdadero y que encierra alguna perfección, está contenido en su totalidad en esta idea."

    De manera que el único modo de avanzar más allá del "yo pienso" reside en la demostración de la existencia de un Ser Perfecto, que no nos engaña y que nos garantiza el valor de todo conocimiento claro y distinto.

    "Por tanto, paréceme poder establecer como una regla general que todo lo que percibo muy clara y determinadamente es verdadero"

    En la demostración de la existencia de Dios a partir de la idea de un ente perfecto y por lo tanto necesariamente existente, puede objetarse que hay un circulo vicioso: se muestra la existencia de Dios mediante un argumento que vale porque es evidente, de un lado; y por el otro se sostiene que el conocimiento evidente es verdadero porque Dios lo garantiza. Pero aún cuando el argumento salvara la corrección de la forma, en la práctica no nos parece que Dios garantice la verdad de la evidencia.

    Se trata de deducciones geométricas, no estamos tanto deduciendo como percibiendo intuiciones dentro de otras intuiciones; si el mismo acto de dudar implica la noción de perfección, que es idéntica con la noción de Dios, hay el mismo derecho para decir: "Dudo, luego existe Dios", como para decir "Dudo, luego existo".

    Se comprende ahora en que sentido decía Descartes que

    (…)"en el mismo grado de certeza debería estar en mí al menos la existencia de Dios que lo estuvieron hasta ahora las verdades matemáticas"

    Es más cierto que una verdad matemática, porque si no conociese a Dios como ser perfecto, no podría estar seguro de que mi Creador no está engañándome sistemáticamente lo mismo en matemáticas que en todo lo demás.

    5. El mundo externo.

    Es claro que la existencia de Dios me es mejor conocida que la existencia del mundo externo, sé que existe Dios y, sin embargo, no sé si existe o no un mundo externo.

    Esto también necesitaba ser demostrado y no podía serlo en la primera etapa de la deducción. Primero la mente, Dios después y ahora el mundo externo: ése era el orden. Descartes creía en la existencia de la materia. Pero ahora, se sabría lo que antes se creía.

    Dado que él era hasta ahora una mente, debía partir únicamente de una idea. La idea que debía ser ensayada primeramente era la de materia. ¿Pero qué es materia?.

    En sí misma, esto es, como idea clara y distinta, la materia es pura extensión en el espacio según tres dimensiones. Pero por bien que se examine esta idea, no se puede encontrar en ella nada de lo cual se pueda deducir la existencia de su objeto. A diferencia de la idea de Dios, no representa nada tan perfecto que yo no pueda ser la causa de mi idea de ello. ¿Por qué un entendimiento no podría formar la noción de materia, aunque no hubiese una materia actualmente existente? Tendremos, pues, que probar con otra idea."

    5.1 La invalidez de la imaginación.

    Además de la idea de materia, Descartes podía encontrar en su mente otra representación del mismo objeto sobre el que dudaba, pero no debido a la razón, sino a la imaginación. En efecto, de los cuerpos extensos no tenemos sólo una noción abstracta; también podemos imaginarlos en nosotros mismos, tal como hacemos con el círculo o el triángulo. Pero aquí no hay nada en el entendimiento tomado como entendimiento, que explique por que se tiene su imagen. De acuerdo con la naturaleza del entendimiento no debía haber imágenes, sino solamente ideas. Es, por tanto, muy probable que existan los cuerpos; pero, con todo, no tenemos una demostración de su existencia.

    (…)"conjeturo con probabilidad que el cuerpo existe; pero tan sólo con probabilidad, y, aunque lo examine todo con diligencia, no veo todavía que de la clara idea de la naturaleza corpórea que existe en mi imaginación se pueda tomar alguna prueba que concluya necesariamente que existe algún cuerpo."

    Es verdad que la idea de las naturalezas corporales que encuentro en mi imaginación es una idea distinta. No obstante, si es una idea distinta de algo que, a diferencia de Dios, es a lo más igual, pero más bien inferior en perfección al entendimiento, ¿cómo podríamos deducir de la presencia en el entendimiento de su idea la existencia actual de su objeto?

    5.2 La sensación: confusa y oscura.

    Solo nos queda ahora exponer cómo tampoco son las sensaciones las que nos pueden dar la certeza que buscamos. Las sensaciones, como las ideas e imágenes, se hallan dentro del entendimiento, y por esto podemos usarlas como punto de partida, pero son muy diversas de nuestros restantes pensamientos, lo mismo por su contenido que por su origen. Ante todo, son representaciones confusas de algunas cualidades que no tienen una idea distinta correspondiente.

    Una mente es una cosa que piensa, no una cosa que siente, como tal, puede formar ideas claras y distintas, como, por ejemplo, la idea de extensión, pero no puede formar sensaciones como dolor y agrado, olor, gusto, que no pueden ser medidas ni numeradas, ni pueden constituir objetos propios de una ciencia exacta. Además, la mente no forma sensaciones a capricho, como hace con las ideas y aún con las imágenes; las sensaciones le llegan al entendimiento por los caminos más varios e inesperados, como si fuesen causadas por algo exterior a la mente.

    La mente no sólo supone, sino que experimenta actualmente su unión con algo exterior a su propia naturaleza, es decir, con un cuerpo, mediante el cual se relaciona con los demás cuerpos pero estas experiencias tampoco tienen en el sistema valor de verdad definitiva.

    De este modo, al cerrarse el camino de las sensaciones para la percepción del "yo" como sustancia única en el tiempo, solo queda explicarlo todo desde Dios.

    Podríamos sentir temor en ser engañados en nuestra conclusión, si no supiésemos que la existencia de Dios, demostrada del modo expuesto, implica la existencia de un ente absolutamente perfecto que no puede permitir que nos engañemos. Ahora bien: nos engañaría si, teniendo nosotros una inclinación natural a creer en la existencia del mundo y en la justificación racional de esta creencia, resultase que el mundo no existe.

    CONCLUSIÓN

    Entendimiento y materia, lejos de conformar una unidad sustancial son dos sustancias completamente distintas.

    La conexión entre ambas, no podía fundarse en las mismas dos sustancias, dado que por definición se excluyen mutuamente. La unidad de ambas no pasará más allá de una unidad accidental.

    Fuera de ellas hay sólo otra: Dios. Por tanto, de Dios debía proceder la fuerza desconocida que une la mente a la materia. Sin la existencia de Dios no hay ningún conocimiento cierto fuera del conocimiento del cogito, la vida psíquica ya no puede ser entendida como vida psíquica en el mundo (Husserl) y no nos parece que nos hayamos librado de la caída en el solipsismo.

    El "yo" puede intuirse, pero a nosotros, después de las restricciones impuestas por el método, no se nos hace evidente, que la experiencia del "cogito" garantice la permanencia del sujeto.

    En definitiva el sistema cartesiano no logra sacarnos de la situación que tan bien describiera su autor al comienzo de la segunda meditación metafísica

    … "como si hubiera caído en una profunda vorágine, estoy tan turbado que no puedo ni poner pie en lo más hondo ni nadar en la superficie."

    BIBLIOGRAFÍA

    • Ferrater Mora, José. "Diccionario de Filosofía". Madrid. Alianza. 1979.
    • Descartes, René. "Discurso del Método, Reglas para la Dirección de la Mente". Prol. Antonio Rodriguez Huescar. Buenos Aires. Hyspamérica.1984.
    • Descartes, René. "Meditaciones Metafísicas, Las pasiones del Alma". Buenos Aires.Hispamérica.1984.
    • Descartes, René. "Obras filosóficas". Introd. Etinne Gilson. Versión española de Manuel de la Revilla. El Ateneo, Buenos aires. 1945.
    • Carpio, Adolfo. "Principios de filosofía", una introducción a su problemática. Glauco. Buenos Aires.1995.
    • Maritain, Jaques. "Tres reformadores", Lutero, Descartes, Rousseau. Trad. prol. y notas de Rafael Pividal (H). Buenos Aires. Santa Catalina. 1945.
    • Husserl, Edmund. "Meditaciones Cartesianas" .Prol. José Gaos. Fondo de Cultura Económica. México. 1996.
    • Gilson, Etienne. "La Unidad de la Experiencia Filosófica". Rialp, S.A.. 2ª ed. Madrid.1.966.

     

     

    Autor:

    Mario Bonabotta