El método de datación RES se basa en la cuantificación de estas cargas atrapadas en los defectos cristalinos, ya que esta cantidad está directamente relacionada con la dosis de radiación absorbida por la muestra. Dicha cantidad depende tanto de la intensidad de la radiación (tasa de dosis) como de la duración de la exposición a la radiactividad. En el caso de la datación por RES, se considera la muestra como un dosímetro, es decir, un material capaz de registrar y restituir la dosis absorbida procedente de las diferentes radiaciones ionizantes (rayos gamma y cósmicos, partículas alfa y beta) a las que ha sido sometido. En el caso de una tasa de dosis constante en el tiempo (eventualidad más teórica que real), se obtiene la edad RES (T) mediante la siguiente ecuación:
T= De/D
donde "D"e es la dosis equivalente (expresada en Gray), es decir, la dosis total absorbida por la muestra desde su formación o entierro; y "D" es la tasa de dosis o dosis anual (expresada en µGray/año ó Gray/milenio).
Este sistema de datación es una variante de la termoluminiscencia, que mide lo mismo sin tener que calentar la muestra y sin dañarla. Además, puede fechar cristales de muy pequeño tamaño, como los de los huesos y dientes. El objeto a datar se coloca en un fuerte campo magnético. La energía absorbida por el objeto, a medida que varía la fuerza del campo magnético, proporciona un espectro a partir del cual se puede contar la cantidad de electrones atrapados.
Al contrario que en la técnica de la TL, puede usarse varias veces en el mismo material, y su alcance supera el millón de años. Sin embargo, es menos sensible que la TL y no puede aplicarse a muestras con antigüedades inferiores a los 20 000 años.
Por consiguiente, la datación de hipotéticos utensilios prehistóricos usados por el "hombre primitivo", así como de restos esqueléticos (muelas, huesos) procedentes del mismo, no ofrece un recurso plenamente fiable para intentar recomponer el pasado cronológico de la humanidad prediluviana.
Huellas de fisión.
La desintegración radiactiva es un proceso natural el cual puede ocurrir básicamente de tres maneras: Por desintegración a, por desintegración ß y por fisión espontánea. Este último proceso, el de fisión
espontánea, es el utilizado para la datación por "Huellas o Trazas de Fisión". El elemento utilizado para la datación es el isótopo del uranio U-238, con una vida media de 4'51 ×109 años). Es por esto que se requieren minerales que presenten uranio como elemento traza (Apatito, Circón, Titanita), para poder aplicar este método.
La fisión espontánea consiste en la desintegración de un isótopo radiactivo a partir de la división o fisión de su núcleo en dos fragmentos de tamaños comparables. En el proceso se emiten 200 MeV de energía, aproximadamente. Los dos fragmentos producidos por la fisión se alejan a 180º uno del otro, con desprendimiento de una gran cantidad de energía, creando así una única zona de daño o traza en la red cristalina del mineral.
La FT (Fission track: huellas o trazas de fisión) es un método de datación empleado en el campo de la geología. Se basa en el estudio de una serie de marcas provocadas por procesos de fisión espontánea que experimentan elementos radiactivos como el Uranio. A diferencia de otros métodos de datación, éste ofrece información sobre la temperatura a la que ha estado sometido el material geológico a lo largo de su historia.
El uranio presenta ciertos isótopos radiactivos que puede desintegrarse por fisión espontánea. Este fenómeno consiste en la escisión del átomo de Uranio en dos fragmentos, la suma de cuyas masas es algo inferior a la del átomo primitivo. Esta masa, aparentemente desaparecida, se transforma en energía cinética. La energía pone en movimiento los dos fragmentos de fisión. Conforme éstos atraviesan la estructura del mineral, producen un daño en la estructura cristalina que da lugar a las denominadas huellas o trazas de fisión. Estas huellas pueden observarse fácilmente al microscopio.
En principio, el número de huellas que presenta un cristal es función del tiempo trascurrido desde su formación y de la cantidad de uranio que contenga, pero las huellas de fisión en apatito – un fosfato cálcico común en casi todos los sedimentos y rocas ígneas y metamórficascomienzan a borrarse a 60ºC y desaparecen totalmente en torno a 120ºC. Este rango de temperaturas se conoce como zona de Borrado Térmico Parcial y coincide con la denominada ventana de los hidrocarburos, es decir, las temperaturas a las cuales se puede formar petróleo.
La densidad de las huellas y su longitud son los parámetros a tener en cuenta para saber si las condiciones de temperatura a lo largo de la historia del sedimento han sido propicias para la formación de petróleo. Llevado a la práctica, si el mineral no presenta huellas significa que la temperatura ha sido demasiado elevada para la formación de petróleo, y de otra parte si la densidad de las huellas ha sido muy elevada se puede extraer como resultado que la temperatura ha estado por debajo de la requerida para que se origine petróleo.
De cara a la datación, pues, la principal limitación del método estriba en que las huellas o trazas desaparecen a temperaturas relativamente bajas en el cristal. Por lo tanto, esta característica hace poco fiable la datación como auxiliar en la recomposición de la historia de la humanidad prediluviana.
Reloj de uranio-plomo.
La revista DESPERTAD del 22-9-1986, páginas 17 a 21, comenta, en parte, lo siguiente: «De los diferentes métodos de fechar científicos, el más fidedigno es el de los relojes radiactivos. Éstos dependen de la velocidad de los procesos de la desintegración radiactiva. Mientras que otros métodos dependen de procesos de envejecimiento que pueden apresurarse o disminuir su paso en medio de diferentes condiciones ambientales, tales como el cambio de temperatura, se ha demostrado que los extremos en las condiciones externas no afectan el ritmo de la desintegración radiactiva.
Podemos ilustrar el método mediante el primer reloj radiactivo que se empleó, basado en la desintegración del uranio en plomo. La desintegración radiactiva funciona estrictamente de acuerdo con una ley de probabilidad estadística. La cantidad de uranio que se desintegra en una unidad de tiempo es siempre proporcional a la cantidad restante. Esto resulta en una curva […] que muestra la cantidad que queda después de un tiempo determinado. Al tiempo necesario para la desintegración de la mitad del uranio se le llama su "período de semidesintegración". La mitad de la mitad restante se desintegra durante el siguiente período de semidesintegración. Y queda sólo una cuarta parte de la cantidad original. Después de tres períodos de semidesintegración queda una octava parte, y así sucesivamente. El período de semidesintegración del uranio es de 4 500 millones de años.
Puesto que el uranio se transforma en plomo, la cantidad de plomo aumenta constantemente. La cantidad acumulada hasta cualquier punto determinado en el tiempo se muestra por la curva de trazo quebrado. La curva del plomo complementa la curva del uranio, de manera que la cantidad total de átomos de plomo y átomos de uranio es siempre la misma, equivalente a la cantidad con que se empezó.
Ahora bien, supongamos que tenemos una roca que tiene uranio, pero no plomo, y la sellamos herméticamente para que nada pueda entrar ni salir de ella. Algún tiempo después la abrimos y medimos las cantidades de ambos elementos. Así podemos determinar por cuánto tiempo ha estado sellada la roca. Por ejemplo, si hallamos cantidades iguales de plomo y uranio, sabemos que ha transcurrido un [tiempo igual a un] período de semidesintegración, es decir: 4.500 millones de años. Si hallamos que solamente el 1% del uranio se ha convertido en plomo, podemos emplear la fórmula matemática para la curva y calcular que han transcurrido 65.000.000 de años. Nótese que no tenemos que saber cuánto uranio había en la roca al principio, pues todo lo que tenemos que medir es la proporción de plomo al uranio al final del período… lo cual es muy práctico, porque ninguno de nosotros estuvo presente para medir nada al comienzo del experimento.
Ahora bien, usted quizás piense que los períodos a que nos referimos son inmensos, de millones y miles de millones de años. ¿Qué posible uso pudiera tener un reloj que funciona tan lentamente? Pues, aprendemos que la Tierra misma ha existido por varios miles de millones de años, y que hay rocas que parecen haber estado en su lugar por una buena parte de ese período. Como se ve, los geólogos hallan muy útiles tales relojes para estudiar la historia de la Tierra.
[Por otro lado, cabe preguntarse:] ¿Cuán seguros son [estos métodos de datación]? [La verdad es que tenemos] que admitir que el proceso de datación no es tan simple como lo hemos descrito. Mencionamos que la roca tiene que estar libre de plomo al principio. Por lo general no es así [en la naturaleza, sino sólo en el laboratorio]; para comenzar hallamos cierta cantidad de plomo [en las rocas que se estudian al aire libre, en sus yacimientos de origen]. Esto da a la roca lo que se llama una edad incorporada, algo más de cero. También, asumimos [hipotética e idealistamente] que el uranio estuvo herméticamente sellado en la roca y nada pudo entrar ni salir de ella. Esto quizás sea cierto en algunas ocasiones, pero no siempre. Durante largos períodos es posible que parte del plomo o del uranio se [disolviera en] las aguas subterráneas. O es posible que en la roca penetre más uranio o plomo [ulteriormente], especialmente si se trata de roca sedimentaria. Por esta razón, el reloj de uranio-plomo funciona mejor en el caso de rocas ígneas.
Otras complicaciones surgen del hecho de que otro elemento, el torio, que puede hallarse en el mineral, también es radiactivo y se desintegra lentamente hasta convertirse en plomo. Además, el uranio tiene un segundo isótopo —que químicamente es idéntico, pero de diferente masa— que decrece a una tasa diferente, convirtiéndose también en plomo. Cada uno de éstos termina convirtiéndose en un diferente isótopo de plomo, por lo que necesitamos no sólo a un químico con sus tubos de ensayo, sino también a un físico con un instrumento especial para separar los diferentes isótopos, plomos de masa diferente.
Sin pasar a los detalles de estos problemas, podemos comprender que los geólogos que emplean el reloj de uranio-plomo tienen que tener cuidado con los escollos que el método encierra si desean obtener una respuesta razonablemente confiable. Les alegra tener otros métodos radiométricos para verificar sus mediciones. Se han desarrollado otros dos métodos que a menudo pueden emplearse en la misma roca».
Existe un vídeo, aparentemente producido en el año 1997 por la Misión of Northwest Creation Network de Washington, EEUU, una organización apologética y educativa de corte creacionista que contrarresta científicamente al paradigma evolutivo mediante el testimonio de muchos académicos, expertos y profesores de alto nivel intelectual que cuestionan la doctrina evolucionista. En colaboración con el CESHE-FRANCE (CERCLE HISTORIQUE ET SCIENTIFIQUE DE LA FRANCE: Círculo histórico y científico de Francia), el vídeo contiene muchos datos fidedignos que no deberían omitirse a la hora de presentar la teoría de la evolución en los programas educativos de las escuelas sin especificar también las serias objeciones planteadas a la misma, pues ésta realmente no es un hecho probado sino una mera conjetura interpretativa acerca de los fenómenos observados en la naturaleza. Considerando el tema de la datación basada en el decaimiento radiactivo del uranio-plomo, el vídeo, que se titula "Evolución: realidad o creencia", expone, en parte:
«¿Qué nos dice la cronología radiométrica sobre la edad de las rocas? La ciencia de la "química física" puede aclararnos esta pregunta. Edward Boudreaux, profesor de química inorgánica y física en la Universidad de Nueva Orleans (Louisiana, EEUU), investigador en química cuántica, estructuras electrónicas y uniones químicas, con varios libros publicados, ha profundizado en este tema y puede resolvernos algunas dudas. En este documental se ha dicho que los estratos y los fósiles de las rocas sedimentarias no proporcionan ninguna indicación sobre la edad de estas rocas, por lo tanto la pregunta que se le hace al profesor Boudreaux es:
¿Existen otros fenómenos, tales como la cronología del Carbono-14, que puedan precisar la edad de los fósiles y de las rocas?
Respuesta del profesor:
En primer lugar, hay que tener las ideas claras en cuanto al Carbono-14, que es una forma radiactiva inestable del elemento Carbono que se encuentra en toda materia viva. Un organismo vivo absorbe y expulsa Carbono durante su vida, y una pequeña parte de éste es Carbono-14. Cuando dicho organismo muere, el Carbono-14 presente permanece tal y como es en el momento de la muerte. Esta cantidad se puede detectar radiactivamente. Un pedazo de madera o un hueso, por ejemplo, contienen una cantidad pequeña de Carbono-14, la cual disminuye desde la muerte del árbol o del animal al que pertenecía la madera o el hueso. Son necesarios miles de años para que la mitad de la cantidad presente en el momento de la muerte de un ser vivo se desintegre en su isótopo estable. Por lo tanto, midiendo la cantidad desintegrada, se obtiene una indicación sobre la época en la que vivía este organismo. Como las rocas no han tenido nunca vida, no contienen Carbono-14. Los fósiles tampoco admiten la adjudicación de una fecha por el método del Carbono-14, pues su materia viva original se ha convertido en piedra.
Pregunta al profesor:
¿Significa esto que no se puede determinar una edad precisa para los fósiles sirviéndose de radioisótopos?
Respuesta:
No es posible fiarse completamente del Carbono-14. Como ya se sabe, casi todos los fósiles se encuentran en las rocas sedimentarias. Este tipo de roca contiene raramente elementos radiactivos, de forma que hay que determinar su edad según los estratos en los que se encuentran. Ahora bien, es sabido que experimentos muy recientes han demostrado que los estratos de las rocas no dan ninguna indicación sobre la edad. Otro tipo de rocas, como las cristalinas (que no contienen fósiles) y la lava, tienen a veces elementos radiactivos; y entonces se utilizan los isótopos de ellos para determinar la edad de tales rocas.
Pregunta:
¿Puede explicarnos, simplemente, cómo se determina la edad de una roca que posee un isótopo radiactivo?
Respuesta:
Sí. Tomemos un elemento radiactivo, como el Uranio (U). Este elemento se desintegra muy lentamente en otro elemento no radiactivo, que es el Plomo (Pb). En un laboratorio se puede medir el índice de desintegración, y conociendo el índice de desintegración del Uranio en Plomo se puede calcular el tiempo necesario para la formación del Plomo.
Pregunta:
Entonces, si la mitad del Uranio se ha desintegrado en Plomo, y conociendo además el tiempo necesario para que el Uranio se transforme en Plomo, se podría determinar la edad de la roca… ¿no?
Respuesta:
Ésa es la teoría…
Pregunta:
¿Por qué dice "teoría"?… Si se trata de un procedimiento que se puede observar y medir es sin duda un hecho científico… ¿no?
Respuesta:
En absoluto, fíjese un poco en el siguiente diagrama. Se ve un cierto número de partículas de Uranio, pintadas de color anaranjado, y algunas partículas del Plomo, pintadas de color azul (figura 1 siguiente). Aquí tenemos que jugar con 3 hipótesis principales. La primera es que todas las partículas de Plomo de la roca fueran originalmente partículas de Uranio (figura 2 siguiente); pero esto no es verosímil, es decir, no hay motivo alguno para creer tal hipótesis, ya que las rocas en su formación suelen contener Plomo natural que no proviene del Uranio. Esto significa que la edad de una roca suele ser menor que la estimada conjeturalmente.
Pero tenemos también el problema de las "fugas" debido a la solubilidad, pues las sales de Uranio y de otros elementos radiactivos son capaces de disolverse en el agua, abandonando por ello su rango. Por tanto, si una roca ha estado sumergida durante algún tiempo a causa de un periodo de inundaciones es posible que una parte del Uranio se haya desprendido de la roca (figura 3 siguiente), de forma que la edad atribuida a la misma sería más elevada que la que le corresponde en realidad.
Pregunta:
¿Existen otros elementos radiactivos más dignos de confianza o más fiables que el Uranio?
Respuesta:
Hay otros elementos radiactivos, como el Torio, el Estroncio, el Rubidio y el Potasio. Pero no podemos fiarnos de ellos más que del Uranio, pues las sales de estos elementos son más solubles todavía que las del Uranio.
Pregunta:
¿Una inundación total de la Tierra habría podido falsear todos estos métodos?
Respuesta:
Ciertamente. Voy a dar un ejemplo del efecto del agua en la determinación radiactiva de la edad. Hace menos de 200 años se produjo la erupción del volcán Kilauea, en Hawaii. Un fragmento de la lava de esta erupción, que había permanecido en el agua, pasó por la prueba del método del Potasio-argón para adjudicarle una edad. El resultado obtenido tendría que ser de alrededor de 200 años, pero fue de 22 millones de años. Sin duda alguna, se desprendieron de esa muestra sales de Potasio que son fácilmente solubles en el agua y esto arrojó una datación muy antigua. También, a los fragmentos de lava procedentes del volcán Hualalai, formados en 1801, se les atribuyeron edades que oscilaban entre los 160 millones y 3 000 millones de años».
Respecto al reloj de uranio-plomo, como hemos visto, se presentan varios problemas a la hora de establecer la fiabilidad de la datación, tales como la existencia de plomo no procedente del uranio e incorporado en la roca en sus orígenes y la disolución en aguas subterráneas de una parte del plomo o del uranio radiactivo. Además de ello, este reloj radiactivo funciona tan lentamente que es de poca o ninguna utilidad para fechar huellas de acontecimientos "prehistóricos".
Reloj de potasio-argón.
La revista DESPERTAD del 22-9-1986, páginas 17-21, comenta, en parte: «[Para dataciones geológicas, el método] que más ampliamente se ha empleado es el reloj de potasio-argón. El potasio es un elemento más común que el uranio… el cloruro potásico se vende en las tiendas de comestibles como sustitutivo de la sal común. Consiste principalmente de dos isótopos con masas 39 y 41, pero un tercer isótopo, de masa 40, es débilmente radiactivo. Uno de los productos que resultan de la desintegración de éste es el argón, un gas inerte que compone cerca del 1% de la atmósfera. El potasio de masa 40 tiene un período de semidesintegración de 1 400 millones de años, lo cual lo hace apropiado para medir fechas que van de las decenas de millones a los miles de millones de años. En contraste con el uranio, el potasio se halla por toda la corteza terrestre. Es un componente de muchos minerales que se hallan en las rocas más comunes, tanto ígneas como sedimentarias. Las condiciones requeridas para que el reloj de potasio-argón funcione son las mismas que hemos mencionado: el potasio debe estar libre de argón cuando el reloj comienza a funcionar, es decir, cuando se forma el mineral. Además, el sistema tiene que permanecer sellado hasta que se haga la medición; ningún potasio ni argón debe escapar o entrar.
En la práctica, ¿funciona bien el reloj? Algunas veces funciona muy bien, pero en otras ocasiones deja mucho que desear. A veces da fechas que difieren en gran manera de las que da el reloj de uranioplomo. Por lo general son menores, y esos resultados se atribuyen a la pérdida de argón. Pero en otras rocas la edad del potasio y el uranio coinciden estrechamente.
Un uso que se dio al reloj de potasio-argón y que fue de interés periodístico fue la datación de una roca que trajeron de la Luna los astronautas del Apolo XV. Usando una lasca de la roca, los científicos midieron el potasio y el argón y determinaron que la edad de la roca era de 3 300 millones de años».
Nuevamente aquí, de la misma manera, se presentan problemas en cuanto a la fiabilidad de la datación, similares a los de los métodos radiométricos antes explicitados e incluso peores. Por ejemplo, las sales de potasio radiactivo son más solubles en agua que las del uranio. Además, el reloj de potasio-argón posee un índice (tasa o velocidad) de desintegración tan lento que es de poca o ninguna utilidad para fechar objetos o rastros de acontecimientos "prehistóricos".
Datación radiocarbónica.
La revista DESPERTAD del 22-9-1986, páginas 21-26, informa, en parte: «El reloj de radiocarbono fecha los restos de cosas que en un tiempo estuvieron vivas. Pero ¿lo hace, realmente? Todos los relojes [radiactivos] ya mencionados funcionan tan lentamente que son o de muy poca o de ninguna utilidad al estudiar problemas arqueológicos. Se necesita algo que sea mucho más rápido para equipararse con la escala de tiempo de la historia humana. El reloj de radiocarbono ha satisfecho esta necesidad.
El carbono 14, un isótopo radiactivo del carbono 12 ordinario, fue descubierto durante experimentos de aceleración atómica hechos en un ciclotrón. Luego fue hallado también en la atmósfera terrestre. Emite débiles rayos beta que pueden contarse con un instrumento adecuado. El carbono 14 tiene un período de semidesintegración de solamente 5 700 años, lo cual es adecuado para fechar cosas asociadas con la historia primitiva del hombre.
Los otros elementos radiactivos que hemos considerado son de larga duración al compararlos con la edad de la Tierra; por lo tanto, han existido desde la creación de la Tierra hasta el día actual. Pero el radiocarbono tiene una existencia tan corta, con relación a la edad de la Tierra, que solamente puede hallarse todavía presente si de alguna manera se le ha producido constantemente. Esto se ha realizado mediante el bombardeo de la atmósfera por los rayos cósmicos, que convierten los átomos de nitrógeno en carbono radiactivo.
Este carbono es usado en la forma de dióxido de carbono por las plantas en el proceso de fotosíntesis, y se convierte en toda clase de compuestos orgánicos en las células vivas. Los animales y los humanos consumen el tejido vegetal, de modo que todo lo que vive llega a contener radiocarbono en la misma proporción en que se encuentra en el aire. Mientras un organismo continúe vivo, el radiocarbono que hay en él y que se desintegra se repone mediante el nuevo carbono que entra. Pero cuando un árbol o un animal muere, se corta el suministro de radiocarbono fresco, y su nivel de radiocarbono comienza a bajar. Si un trozo de carbón vegetal o de hueso animal se preserva por 5 700 años, queda con sólo la mitad del radiocarbono que tuvo cuando vivo. Por lo tanto, en principio, si medimos la proporción de carbono 14 que queda en algo que tuvo vida, podemos decir por cuánto tiempo ha estado muerto.
El método de radiocarbono puede aplicarse a una amplia variedad de cosas de origen orgánico. Por este método se han fechado muchos miles de muestras. Unos cuantos ejemplos dan idea de su fascinante variedad: La madera de la embarcación funeraria hallada en la tumba del faraón Seostris III fue fechada del año 1670 antes de la EC. Al duramen de un gigantesco secoya de California, que tenía 2905 anillos anuales al momento de ser derribado en 1874, se le fechó del año 760 antes de la EC. Envolturas de lino de los Rollos del Mar Muerto, fechados del primero o segundo siglo antes de la EC por su estilo de escritura, al ser fechadas por su contenido de radiocarbono arrojaron una edad de 1.900 años. Un trozo de madera hallado en el monte Ararat, considerado por algunos como posiblemente madera del arca de Noé, resultó ser solamente del año 700 EC… en efecto, madera antigua, pero no como para preceder al Diluvio. Unas sandalias de cuerda tejida desenterradas de una capa de piedra pómez volcánica en una cueva de Oregón, EUA, arrojaron una edad de 9 000 años. Se halló que la carne de un pequeño mamut que estuvo congelado en terreno siberiano por miles de años tenía 40 000 años de antigüedad. ¿Son confiables estas fechas?
[Se han producido muchos errores] en el reloj de radiocarbono. El reloj de radiocarbono lucía muy simple y claro cuando empezó a demostrarse su uso, pero ahora se reconoce que se pueden cometer muchos errores con él. Después de unos 20 años de emplearse, en 1969 se celebró en Upsala, Suecia una conferencia sobre cronología con base en el radiocarbono y en otros métodos de datación relacionados. Las discusiones que hubo allí entre los químicos que usan este método y los arqueólogos y geólogos que se valen de sus resultados sacaron a relucir una docena de fallas que pudieran invalidar las fechas. Desde entonces han pasado 17 años, y poco se ha logrado en cuanto a remediar estas dificultades.
Un problema que persiste ha sido el de asegurarse de que la muestra examinada no haya sido contaminada, ni por carbono moderno (vivo) ni por carbono antiguo (muerto). Por ejemplo, puede que una muestra de madera del duramen de un árbol viejo contenga savia viva. O si se ha extraído con un solvente orgánico (hecho de petróleo muerto), es posible que quede algo del solvente en la porción analizada. Puede ser que raicillas de plantas vivas penetren en el carbón vegetal antiguo enterrado. O puede que éste haya sido contaminado con betún, de mucha más antigüedad, difícil de remover. Se han hallado crustáceos vivos con carbonato que ha venido de minerales que han estado enterrados por mucho tiempo, o de agua de las profundidades oceánicas donde el carbonato estuvo por miles de años. Todas estas cosas pueden hacer que un espécimen parezca más viejo o más joven de lo que en realidad es.
El mayor error en la teoría de la datación por radiocarbono está en la suposición de que el nivel de carbono 14 en la atmósfera ha sido siempre igual al de la actualidad. Ese nivel depende, primeramente, de la proporción a que lo producen los rayos cósmicos. A veces los rayos cósmicos despliegan gran variedad de intensidad debido a cambios en el campo magnético de la Tierra. A veces las tormentas magnéticas solares aumentan por mil veces los rayos cósmicos durante unas horas. En los milenios pasados el campo magnético de la Tierra ha sido unas veces más débil y otras más fuerte. Y desde la explosión de las bombas nucleares el nivel mundial de carbono 14 ha aumentado considerablemente.
Por otra parte, la proporción es afectada por la cantidad de carbono estable en el aire. Las grandes erupciones volcánicas añaden cantidades sustanciales al depósito de dióxido de carbono estable, diluyendo así el radiocarbono. Durante el siglo pasado la quema de combustibles fósiles a un ritmo sin precedente, especialmente el carbón y el petróleo, ha incrementado de manera permanente la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera.
Frente a estas fallas fundamentales, los que han empleado el radiocarbono para fechar han resuelto normalizar sus fechas con la ayuda de muestras de madera datadas por la cuenta de los anillos anuales de los árboles, en especial los del pino aristado, que vive por centenares y hasta miles de años en la región sudoeste de los Estados Unidos. A este campo de estudio se le llama dendrocronología.
Por lo tanto, ya no se cree que el reloj de radiocarbono dé una cronología absoluta, sino una de fechas relativas. Para obtener la edad verdadera, la fecha de radiocarbono tiene que ser corregida mediante la cronología basada en los anillos arbóreos. Por esto, al resultado de una medición de radiocarbono se le conoce como "fecha de radiocarbono". Al someter esta fecha a cotejo por una curva de calibración basada en los anillos arbóreos se deduce la fecha absoluta.
Esto es válido hasta donde se pueda considerar confiable la cuenta de los anillos del pino aristado. Ahora se presenta el problema de que el árbol viviente más antiguo cuya edad se conoce se remonta solamente hasta el año 800 EC. Para extender la escala, los científicos tratan de parear por superposición el patrón de anillos gruesos y delgados de madera muerta de los alrededores. Juntando 17 restos de árboles caídos, aseguran poder remontarse a más de 7 000 años en el pasado.
Pero las mediciones por los anillos arbóreos tampoco subsisten por sí solas. A veces hay incertidumbre en cuanto a dónde exactamente colocar un trozo de un árbol muerto, y por eso, ¿qué hacen? Solicitan que se le haga una medición de radiocarbono y luego se basan en ésta para colocarla en su lugar. Esto nos recuerda a dos cojos que tienen una sola muleta y se turnan para usarla; mientras uno la usa, el otro se apoya en él para mantenerse en pie.
Uno tiene que preguntarse cómo es posible que se hayan preservado trozos de madera al aire libre por tanto tiempo. Parecería más probable que las fuertes lluvias se los hubieran llevado, o que alguien que pasara los hubiera recogido para usarlos como leña o darles otro uso. ¿Qué impidió su putrefacción, o que fueran atacados por los insectos? Es verosímil que un árbol vivo resista los estragos del tiempo y el clima, y que a veces uno de ellos viva mil años o más. Pero ¿qué hay de la madera muerta? ¿Subsistió por seis mil años? Raya en lo increíble. Sin embargo, en esto se basan las fechas de radiocarbono más antiguas.
A pesar de esto, los expertos en radiocarbono y los dendrocronólogos se las han arreglado para poner a un lado dudas de esa índole y conciliar las diferencias e inconsecuencias, y se sienten satisfechos con el compromiso a que han llegado. Pero ¿qué hay de sus clientes, los arqueólogos? No siempre están contentos con las fechas que reciben para las muestras que envían. En la conferencia de Upsala uno de ellos se expresó así: "Si una fecha obtenida mediante el carbono 14 apoya nuestras teorías, la ponemos en el cuerpo del texto. Si no la contradice enteramente, la ponemos a pie de página. Y si es completamente "inoportuna", la abandonamos".
Algunos todavía piensan así. Recientemente uno escribió acerca de una fecha de radiocarbono que supuestamente marcaba el tiempo en que principió la domesticación de animales: "Los arqueólogos [están comenzando] a dudar de la utilidad inmediata que tengan edades obtenidas mediante radiocarbono simplemente por salir de laboratorios "científicos". Mientras más confusión haya con relación a qué método, qué laboratorio, qué período de semidesintegración y qué calibración merece más confianza, menos obligados nos sentiremos nosotros los arqueólogos a aceptar, sin dudar, cualquier "fecha" que se nos ofrezca". El radioquímico que había suministrado la fecha replicó: "Preferimos tratar con hechos basados en mediciones exactas… no con la arqueología de moda o emocional".
Si los científicos discrepan tan claramente acerca de la validez de estas fechas que se remontan a la antigüedad del hombre, ¿no sería comprensible que la persona profana sea escéptica con relación a las noticias basadas en la "autoridad" científica […]?».
Conclusión.
Al principio de este artículo hemos dicho que existe una gran discordancia entre lo que la antropología evolutiva entiende por "hombre primitivo" (u "hombre prehistórico": homo sapiens anterior al aparecimiento de la escritura, desde 150×103 hasta 6×103 años antes de la EC aproximadamente) y la información aportada por el Génesis en este sentido (cuya cronología arroja unos 6×103 años atrás como el punto inicial de la existencia del hombre o de la aparición del primer ser humano, por creación, a partir de los elementos químicos presentes en el suelo terrestre). ¿Cómo resolver la discrepancia?
La revista DESPERTAD del 22-9-1986, página 27, expresa, en parte: «¿Cómo afectan a nuestro entendimiento de la Biblia los resultados de la datación científica? Eso depende de nuestro punto de vista. Si hemos aceptado la interpretación fundamentalista de que la Tierra, el Sol, la Luna y las estrellas —no sólo la humanidad— fueron creados en sólo seis días de 24 horas, tenemos que admitir que la evidencia científica es perturbadora. Por otra parte, si entendemos que los días mencionados en Génesis fueron largos períodos de miles de años, y que se requirieron miles de millones de años para la formación del planeta Tierra, entonces no hay problema.
No obstante, surge un conflicto cuando varias fechas determinadas por métodos radiocarbónicos indican que hace más de 6 000 años hubo hombres que encendían fogatas, fabricaban herramientas o edificaban casas. Tales fechas contradicen la cronología bíblica. ¿Cuál deberíamos creer?
Desde que Adán fue creado, la Biblia suministra una cuenta del tiempo, año tras año, que está enlazada con historia seglar confiable de hace unos 25 siglos. Los años eran marcados por la marcha anual del Sol desde el solsticio de verano al solsticio de invierno y de regreso nuevamente, una señal que Dios puso en el cielo con ese propósito. Hombres inteligentes observaron y anotaron los años sucesivos que transcurrían desde un acontecimiento histórico hasta el siguiente. Los registros fueron incorporados en los primeros libros de la Biblia y más tarde conservados como parte de la tesorería sagrada del pueblo judío mientras ellos continuaron existiendo como nación. Esta historia de incomparable exactitud y autoridad indica que la humanidad ha estado en la Tierra por solamente unos 6 000 años.
En contraste con esta autoridad definitiva y positiva, considere la teoría del radiocarbono. Se basa en suposiciones que han sido puestas en tela de juicio, revisadas y modificadas; muchas todavía están envueltas en gran incertidumbre. ¿Cómo puede esta teoría presentar un desafío serio a la cronología histórica de la Biblia?
¿Qué podemos concluir, entonces? Hemos visto que los geólogos generalmente hallan buen apoyo para sus teorías sobre la historia de la Tierra en la datación radiométrica, aunque muchas de esas fechas están lejos de ser exactas. Los paleontólogos, muchos de los cuales están predispuestos a favor de la teoría de la evolución por su educación y sus asociados, siguen buscando el apoyo de la datación radiométrica para sus alegaciones de que supuestos fósiles de hombres-monos tienen millones de años de edad. Pero quedan frustrados en su búsqueda.
Por un lado, los relojes geológicos de uranio y potasio no son adecuados, pues funcionan muy despacio. Por otra parte, el reloj de radiocarbono, el cual funciona bastante bien al medir objetos de sólo unos cuantos miles de años de antigüedad, se enreda desesperanzadamente en dificultades al pasar de ese límite. Aun así, la arrolladora mayoría de las fechas determinadas por métodos radiocarbónicos caen dentro del período bíblico de 6 000 años. Las pocas fechas más antiguas a las cuales se aferran desesperadamente los evolucionistas son todas dudosas.
Otros métodos científicos de datación, entre los cuales la racemización de aminoácidos llevaba la delantera en el ataque contra la historia bíblica de la creación del hombre, les han fallado miserablemente a los evolucionistas. Podemos confiar en este hecho: La cronología de la Biblia permanece irrebatible frente a toda datación científica».
Autor:
Jesús Castro
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |