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Comunidades emocionales y pospolítica

Partes: 1, 2

    Idioma original:   · castellano

    Palabras clave:  · comunidades virtuales  · identidad  · movimientos sociales  · política  · redes ciudadanas

    ABSTRACT: Que la comunidad (política) es previa y la Red constituye tan sólo un ámbito de publicidad y comunicación es una certeza innegable. La cuestión no tan simple de indagar estriba en si es la Red la que potencia una serie de características a una nueva comunidad (política) identificada con los movimientos sociales, máxime en tiempos en que se desdibuja la línea divisoria que delimita la política y la no política; para lo cual cabe plantearse una serie de precauciones a tener en cuenta en el análisis de dichas comunidades en su conjunto y de las que hacen su aparición por la Red en particular.

    1. La política y la post-política

    En principio cabe partir de una proposición: la emergencia de nuevos sujetos colectivos, movimientos sociales, repertorios de acción colectiva y generación de identidades comunitarias detectable en un nuevo espacio de relación e interacción social como es la Red se da como consecuencia no tanto de un desarrollo tecnológico sino sobre la "invención" de una nueva clase de política de carácter "post-político" o "extra-estatal" en los países del capitalismo avanzado que hunde sus raíces en las crisis de 1968. Desde una perspectiva académica, si hay algo que caracteriza estas crisis consiste en que a partir de finales de los años sesenta los expertos en sociología política constatan la fusión de las esferas política y no política de la vida social, no sólo a nivel de manifestaciones globales sociopolíticas, sino también al nivel de los ciudadanos como actores políticos primarios. Se está desdibujando la línea divisoria que deslinda los asuntos y comportamientos "políticos" de los "privados", por ejemplo, económicos o morales. Este diagnóstico se apoya en al menos tres fenómenos distintos (Offe, 1988): (1) El aumento de ideologías y de actitudes "participativas", que llevan a la gente a servirse cada vez más del repertorio de los derechos democráticos existentes. (2) El uso creciente de formas no institucionales o no convencionales de participación política y aquí es donde tiene su sentido la importancia de la Red. (3) Las exigencias políticas y los conflictos políticos relacionados con cuestiones que se solían considerar temas morales (el aborto) o temas económicos (la humanización del trabajo) más que estrictamente políticos. Se trata pues de una nueva clase de política porque ya no se orienta hacia ninguna alternativa del tipo "Estado Socialista", ni tampoco por una "alternativa de Estado" en el sentido reformista. Además se comparte la convicción de que esta neopolítica o post-política es la verdadera política, el auténtico terreno de juego en el que se decidirá el porvenir de nuestras sociedades.

    Asistimos por otra parte a una nueva inserción de los sujetos en la acción colectiva. Si bien los sujetos son construidos mediante una cada vez más compleja interacción discursiva, por el contrario, los programas y instituciones se están haciendo dependientes de los individuos. Da la sensación de que estamos presenciando el surgimiento de un mundo desorganizado y lleno de conflictos, juegos de poder, instrumentos y ámbitos que pertenecen a dos épocas distintas, una es la modernidad inequívoca y otra es una suerte de posmodernidad ambivalente. En este mundo doble la política penetra y se manifiesta mucho más allá de las responsabilidades y jerarquías formales, lo cual es malinterpretado por los que identifican política y Estado: ya no se pide algo que el Estado no puede conceder, sin la menor esperanza reformista pero tampoco revolucionaria en el sentido marxista de transformación del Estado que haga viables tales concesiones. Como en el eslogan de mayo de 1968, se pide lo imposible: pensar sin el Estado se transforma así primero en el ideal práctico de "vivir sin el Estado" y después en "pensar contra el Estado", todo lo cual tiene alguna responsabilidad en los procesos de radicalización y autoaislamiento de esos grupos puestos al descubierto por las movilizaciones post-políticas que vienen de esa época.

    El afuera del Estado hay que construirlo (Deleuze y Guattari, 1985, 1988), hay que inventar una forma de vivir políticamente allí donde no hay posibilidad alguna de vida, una forma de vivir más allá de toda posibilidad, de toda alternativa. No se trata tanto de un deber moral como de un imperativo vital: hay que hacerlo para vivir, no hay otra manera de vivir más que hacerlo, y eso es algo que no puede hacer uno solo. De ahí la dificultad de vivir fuera del Estado (del todo, siempre) y más bien habrá tentativas; pero tampoco dentro, a menos que uno desaparezca en sus pliegues. En esto, dicho de forma caricaturesca, consiste la vida política; no es que sea escasa, es que es esquizoide porque se trata de vivirla dentro y contra el Estado y sus dispositivos. Este carácter esquizo alcanza también al Estado (y al capital, que debe basarse siempre en flujos no codificables), el cual puede quitar la vida, incluso puede intentar regularla, pero carece de poder para crearla. Un Estado sin fugas, sin afuera, sería un Estado sin ciudadanos. (1) . Pues bien, a nuestro juicio es en estas fugas donde vamos a encontrar los nuevos movimientos sociales con lo que ello implica en cuanto a la consideración de sus características, tipologías, agentes, medios, etc.

    Todo ello implica que al tratar estos movimientos nos encontremos que recurren, con menor intensidad que nunca, a los canales de comunicación institucionales, como las elecciones o la representación parlamentaria, o incluso el mismo hecho de la representación, por la firme sospecha de que sean insuficientes como medios de comunicación política. De esta forma se perfila un modelo dramático de desarrollo político de las sociedades occidentales avanzadas: en la medida en que la política pública afecta a los ciudadanos de manera cada vez más directa y visible -aquello que Habermas (1975) denominaba "colonización del mundo de vida"-, tratan estos por su parte de lograr un control más inmediato y amplio sobre las elites políticas a través de medios más o menos incompatibles con el orden institucional de la política, e incluso de salvaguardar toda apelación a dichas elites.

    Toda una serie de analistas, en su mayor parte conservadores, han calificado este ciclo como extremadamente viciado y peligroso; ciclo que produce una erosión de la autoridad política e incluso de la capacidad de gobernar. La solución neoconservadora propuesta ha consistido entonces en una redefinición restrictiva de lo que puede y debe ser considerado "político", o si se prefiere, de aislamiento de lo político frente a lo no-político. Sin embargo, según este análisis, la extensión de la política pública, de la regulación, apoyo y control estatales a áreas de la vida social anteriormente más independientes supone, paradójicamente, tanto un avance como una pérdida de la autoridad del Estado. La idea básica es que al extenderse las funciones y responsabilidades del Estado, se degrada su autoridad (es decir, su capacidad de tomar decisiones de obligado cumplimiento); la autoridad política sólo puede ser estable en la medida en que es limitada y por tanto complementada por esferas de acción no-políticas y autosustentadas que sirven tanto para exonerar a la autoridad política como para equipararla con fuentes de legitimidad.

    Pese a su evidente oposición al contenido del proyecto neoconservador, el enfoque político de los nuevos movimientos sociales comparte con los defensores de ese ideal un planteamiento analítico importante. Ambos parten de que no se pueden seguir resolviendo los conflictos y las contradicciones de la sociedad industrial avanzada por medio del estatismo, la regulación política e incluyendo más exigencias y cuestiones en el temario de las autoridades burocráticas. Pero a diferencia de los neoconservadores, los nuevos movimientos sociales tratan de politizar las instituciones de la sociedad de forma no restringida por los canales de las instituciones políticas representativo-burocráticas, reconstituyendo así una socialidad que no dependa de una regulación, control e intervención cada vez mayores. Para poderse emancipar del Estado, ha de politizarse la misma sociedad civil ?sus instituciones de trabajo, producción, distribución, relaciones familiares- por medio de prácticas que se sitúan en una esfera intermedia entre el quehacer y las preocupaciones "privadas", por un lado, y las actuaciones políticas institucionales, sancionadas por el Estado, por otro lado.

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