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Antología de William Shakespeare (página 5)

Enviado por Jazmín Vázquez


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 TITANIA.- Ven, señor mío, y en nuestra excursión me diréis cómo ha sucedido que yo me haya encontrado aquí dormida en el suelo con estos mortales. (Salen, se oyen cuernos de caza. Entran Teseo, Hipólita, Egeo y séquito.) 

TESEO.- Vaya uno de vosotros en busca del guardabosque, porque ya ha terminado la ceremonia; y pues ya amanece, mi adorada debe oír la música de los lebreles. Soltad la trahílla en el valle del Oeste. Daos prisa, y buscad, como he dicho, al guardabosque. Iremos, hermosa reina mía, a la cumbre de la montaña, y nos recrearemos con el musical estruendo de los ladridos de los lebreles y de los ecos lejanos. 

HIPÓLITA.- Estuve una vez con Hércules y Cadino en un bosque de Creta, donde cazaban osos con perros, y nunca he oído más alegre bullicio; porque además de los bosquecillos, el firmamento y las fuentes, cada región vecina parecía unirse a las otras en un grito musical. Nunca he oído tan armoniosa discordancia, tan halagüeño estrépito. 

TESEO.- Mis sabuesos son de la raza espartana, hocicones y miopes, y de sus cabezas penden orejas que barren el rocío de la mañana; tienen las patas torcidas como toros de Tesalia. Son lentos en la persecución pero de acordadas voces. Jamás se excitó con el cuerno un grito más alegre en Creta, en Esparta o en Tesalia; y ya lo juzgaréis por vos misma. Pero ¿qué ninfas son ésas? 

EGEO.- Señor. Esta es mi hija aquí dormida; y éste Lisandro; este otro es Demetrio; ésta, Elena, la Elena del viejo Nedar. Me asombra encontrarlos todos juntos. 

TESEO.- Sin duda se levantaron de madrugada a observar el rito de Mayo; y oyendo nuestro intento, han venido atraídos por la solemnidad. Pero, di, Egeo; ¿no es hoy el día en que Hermia debía decidir sobre su elección? 

EGEO.-Sí, mi señor. 

TESEO.- Di a los monteros que los despierten con sus cuernos. (Suenan los cuernos y exclamaciones dentro.) 

TESEO.- Buenos días, amigos. Ha pasado ya la Santa-Valentina. ¿Principian a yuntarse ahora estos pájaros del bosque? 

LISANDRO.- (Arrodillándose.) Perdonadme, señor. 

TESEO.- Te ruego que te levantes. Conozco que sois dos rivales enemigos. ¿Cómo sucede en este mundo tan extraña concordia y el odio se ha vuelto tan poco receloso que pueda dormir sin temor a la venganza? 

LISANDRO.-Señor, responderé confuso, medio dormido y medio despierto; sin embargo, puedo jurar que no me es posible decir como vine aquí. Paréceme (pues quiero decir la verdad, y ahora pienso que es así) que vine aquí con Hermia. Nuestro propósito era partir de Atenas adonde pudiésemos vivir sin el peligro de su ley

EGEO.- Basta, basta, mi señor. Pido que caiga sobre su cabeza todo su rigor. Se habrían fugado, Demetrio, y así se habrían burlado de nosotros; de vos en vuestra esposa, de mí en mi consentimiento de que ella lo sea vuestra. 

DEMETRIO.- Señor, la hermosa Elena me avisó de la fuga de ellos a este bosque, y yo enfurecido los seguí, y Elena tuvo el capricho de seguirme también. No sé, señor, en verdad, por qué poder (es indudable que medió en ello algún poder) mi amor por Hermia se fundió como un copo de nieve, y me parece ahora como el recuerdo de un capricho ocioso acariciado en mi niñez; mientras que toda la fe, toda la virtud de mi corazón, el objeto y encanto de mis ojos es sólo Elena. A ella, señor, estaba prometido antes de haber visto a Hermia; y así como en una enfermedad, llegué a aborrecer este alimento; pero ahora, como quien recobra la salud, vuelvo a mi gusto natural; y la deseo, la amo, la espero con impaciencia, y le seré para siempre fiel. 

TESEO.- La buena suerte os ha reunido, hermosos amantes. Ya oiremos después algo más sobre esto. Egeo, quiero colmar con creces vuestros deseos; porque, en breve, estas parejas serán unidas eternamente en el templo lo propio que nosotros. Y por estar ya algo avanzada la mañana, dejaremos vuestro proyecto de caza. Volvamos, pues, a Atenas. Tres parejas seremos para dar a la fiesta gran solemnidad. Venid, Hipólita. (Salen Teseo, Egeo, Hipólita y séquito.) 

DEMETRIO.- Las cosas que nos han pasado parecen ya pequeñas y confusas, como lejanas montañas que se convierten en nubes. 

HERMIA.- Diríase que veo estas cosas con ojos desviados como cuando todos los objetos parecen dobles. 

ELENA.- Lo propio me sucede a mí: he encontrado a Demetrio como una joya que fuera mía y no lo fuera.

 DEMETRIO.- Pienso que todavía dormimos… que soñamos. ¿Creéis que el duque estuvo aquí y nos invitó a que lo siguiéramos? 

HERMIA.-Sí, y también mi padre. 

ELENA.- E Hipólita. 

LISANDRO.- Y nos rogó le siguiéramos al templo. 

DEMETRIO.- Pues entonces estamos despiertos. Sigámoslo, y en el camino narraremos nuestros sueños. (Salen. Despierta Bottom.) 

BOTTOM.- Cuando llegue mi turno, despertadme y yo responderé. Lo que sigue es: «Hermosísimo Píramo.» ¡Ea! ¡Oh! ¡Pedro Quincio! ¡Flauto, el estañador! ¡Snowt, el calderero! ¡Starveling! ¡Dios de mi vida! ¡Se han escurrido de aquí y me han dejado dormido! ¡Qué visión más extraña la mía! He tenido un sueño que ni el hombre más hábil podría narrarlo. Si lo intentara sería un asno. Me pareció que yo era, me pareció que tenía..:, pero un hombre sería un imbécil incurable si pudiera decir lo que me pareció que tenía. El ojo humano no ha oído nunca, ni su oído ha visto, ni su mano ha gustado, o su lengua concebido y su corazón repetido, lo que era mi sueño. He de hace que Pedro Quincio escriba una balada sobre él y se titulará El sueño de Bottom, porque no tendrá asiento. Yo la cantaré en la última parte de la representación delante del duque; y para que caiga más en gracia, he de entonarla al final de la pieza, con la muerte de Tisbe. (Sale.) 

ESCENA II 

(Entran QUINCIO, FLAUTO, SNOWT y STARVELING) 

QUINCIO.- ¿Habéis enviado a casa de Bottom? ¿No ha vuelto aún? 

STARVELING.- Nada se sabe de él. Sin duda se lo llevaron los espíritus. 

FLAUTO.- Si no viene, adiós comedia… nada podemos hacer, ¿verdad? 

QUINCIO.- Imposible. No hay en toda Atenas hombre capaz de representar a Píramo como él. 

FLAUTO.- No. Indudablemente no hay en Atenas artesano de tanto talento. 

QUINCIO.- Ni hombre más cumplido, por cierto: fuera de que es una malvilla para esto de tener una voz dulce. 

FLAUTO.- Maravilla, no malvilla, habéis de decir. Una malvilla es una cosa cualquiera, que no vale nada. (Entra Snug.) 

SNUG.- Maestros, el duque está de vuelta del templo y hay además dos o tres parejas de caballeros y señoras que se han casado también. Si nuestra representación pudiera seguir adelante, nuestra fortuna estaba hecha. 

FLAUTO.- ¡Oh dulce y bravo Bottom! Ha perdido así seis peniques diarios por toda su vida. Imposible que fuera menos; que me ahorquen si el duque no le hubiera dado los seis peniques diarios por haber representado a Píramo. Que me cuelguen si no los merece: seis peniques diarios por Píramo, o nada. (Entra Bottom.)

 BOTTOM.-¿Dónde están esos muchachos? ¿Dónde están esos corazones? 

QUINCIO.- ¡Bottom! ¡Oh magnífico día! ¡Oh felicísima hora! 

BOTTOM.- Maestros, he de contaros mil prodigios, pero no me preguntéis qué; si os los digo, llamadme mal ateniense. Os diré punto por punto lo que ocurrió. 

QUINCIO.- Contadlo, amable Bottom. 

BOTTOM.- De mí no sacaréis una palabra. Todo lo que puedo deciros es que el duque ha comido… disponed vuestros disfraces: poned buenos hilos a vuestras barbas, nuevas cintas a los zapatos, y reuníos en seguida en el palacio. Que cada cual recuerde su papel; pues, en sustancia, lo que hay es que se prefiere a todo nuestra representación. En todo caso, que Tisbe se ponga ropa limpia; y que no se recorte las uñas el que debe representar al león, porque es necesario que sobresalgan para representar las garras. Y, no comáis ajos por Dios, porque es menester que nos huela bien el aliento, con todo lo cual, seguramente exclamarán todos: ¡qué preciosa comedia! Basta de charla. ¡Idos, idos! (Salen.) 

ACTO V 

ESCENA PRIMERA 

Aposento en el palacio de Teseo 

(Entran TESEO, HIPÓLITA, FILÓSTRATO, señores y séquito) 

HIPÓLITA.- ¡Qué extraña cosa es, Teseo mío, lo que refieren estos amantes!

TESEO.- Más extraña que verdadera. Yo no creeré nunca en esas antiguas fábulas ni en esos juegos de hadas. Los enamorados y los locos viven tan alucinados, y con tan caprichosas fantasías, que imaginan más de lo que la fría razón puede comprender. El lunático, el enamorado y el poeta no son más que un pedazo de imaginación. El uno ve más demonios de los que pueden caber en el infierno; éste es el loco furioso. El enamorado, no menos frenético que éste, ve la belleza de Elena en una cara bronceada de Egipto. El ojo del poeta, girando en medio de su arrobamiento, pasea sus miradas del cielo a la tierra y de la tierra al cielo; y como la imaginación produce formas de cosas desconocidas, la pluma del poeta las diseña y da nombre y habitación a cosas etéreas que no son nada. Tal es el poder alucinador de la imaginación, que le basta concebir una alegría, para crear algún ser que se la trae; o en la noche, si presume algún peligro, ¡con cuánta facilidad toma un matorral por un oso! 

HIPÓLITA.- Pero el ser repetida unánimemente la narración por todos y el transfigurarse así la mente de todos ellos, dan testimonio de algo más que imágenes de la fantasía, y toma mas cuerpo el relato. Como quiera que sea, es extraño y admirable. (Entran Lisandro, Demetrio, Hermia y Elena.) 

TESEO.- Aquí vienen los desposados, llenos de regocijo y buen humor. ¡Alegría, gentiles amigos! ¡Alegría y risueños días de amor acompañen vuestros corazones! 

LISANDRO.- Más que a nosotros, ¡acompañen vuestros regios pasos, vuestra mesa y vuestro lecho! 

TESEO.- Veamos ahora qué mascaradas, qué bailes tendremos para pasar esta eternidad de tres horas entre la de cenar y la de dormir. ¿Dónde está nuestro director de fiestas? ¿Qué pasatiempos se preparan? ¿No hay algún juego para distraer el fastidio de esta hora de tortura? Llamad á Filóstrato. 

FILÓSTRATO.- Heme aquí, poderoso Teseo. 

TESEO.- Di ¿cómo vamos a aligerar esta tarde? ¿Qué máscaras? ¿Qué música? ¿Cómo engañaremos al perezoso tiempo, si no con algún deleite? 

FILÓSTRATO.- Aquí tengo una relación de los festejos ya dispuestos. Vuestra Alteza escogerá el que prefiera ver primero. (Dándole un papel.) 

TESEO.- (Leyendo.) «La batalla de los Centauros, cantada por un eunuco en el arpa.» No quiero nada de eso. Ya lo he referido a mi amada en honor de mi pariente Hércules. «El motín de las bacanales ebrias destrozando en su cólera al cantor de Tracia.» Ese es un tema manoseado, y ya se exhibió la última vez que volví vencedor de Tebas. «Las nueve musas llorando la muerte del saber, que ha fallecido recientemente en la mendicidad.» Esa es una especie de sátira, acerada y punzante, que no se aviene bien con una ceremonia nupcial. «Breve y fastidiosa escena del joven Píramo y su amante Tisbe; sainete muy trágico.» ¿Sainete y trágico? ¿Breve y fastidioso? Esto es hielo caliente y nieve de color. ¿Cómo se podrán atar estos cabos? 

FILÓSTRATO.- Señor, es una representación que apenas pasará de una docena de palabras, lo cual es lo más breve que en punto a representaciones se puede dar. Sin embargo, tiene como doce palabras ociosas; lo cual la hace fastidiosa porque en toda la representación no hay palabra adecuada ni actor idóneo. Y es trágica además, señor, porque en suicida Píramo. Confieso que cuando vi el ensayo, me reí hasta que se me saltaron las lágrimas; y a fe que nunca se habrán derramado con más júbilo. 

TESEO.- ¿Quiénes representan esto? 

FILÓSTRATO.- Gentes rudas, trabajadores de Atenas, que jamás ejercitaron la mente, y ahora han sobrecargado su rústica memoria con este trozo, en ocasión de vuestras bodas. 

TESEO.- Y queremos oírlos. 

FILÓSTRATO.- No, muy noble señor: no es cosa digna de vos. He oído la obra y no es nada, no vale absolutamente nada; a menos que os divierta su intento y el sobrehumano esfuerzo y la cruelísima labor que se han echado a cuesta creyendo serviros. 

TESEO.- Oiré esa representación; porque nada me parece mal cuando se inspira en la ingenuidad y en el deber. Id a traerlos. Sentaos, señoras. (Sale Filóstrato.) 

HIPÓLITA.-Duéleme ver fracasar a estos infelices en sus esfuerzos, y el celo sucumbir humillado.

 TESEO.- ¡Cómo, dulce amiga mía! No veréis tal cosa. 

HIPÓLITA.- Dice que no son capaces de hacer nada aceptable en este género

TESEO.- Pues será mayor bondad que les demos gracias por nada. Nos divertiremos con sus yerros. En cuanto emprende el buen deseo el ánimo noble y generoso considera complacido, no el escaso mérito logrado, sino el de la intención. Adonde quiera que fui, grandes letrados me han recibido con muy estudiadas arengas, y los he visto pálidos y temblorosos atascarse en medio de las frases, ahogar en su temor sus habituales acentos, y finalmente quedar callados y no darme bienvenida alguna. Pero ese mismo silencio, amada mía, era para mí cumplido lisonjero; y tan expresiva la modestia del deber tímido, como la bulliciosa lengua de una elocuencia audaz y parlera. El amor y la muda sencillez, a mi juicio, hablan más en menos palabras. (Entra Filóstrato.) 

FILÓSTRATO.- Con la venia de vuestra Alteza, el Prólogo está listo. (Sonido de trompetas.) 

TESEO.- Haced que se presente. (Entra Prólogo.) 

PRÓLOGO.- «Si os ofendemos será con nuestra buena voluntad. Eso debéis pensar; que no venimos a ofender sino con nuestra buena voluntad. Dar una muestra de nuestro deseo de serviros, es el verdadero principio de nuestro fin. Considerad, pues, que si viniéramos a cansaros, no vendríamos. Nuestro verdadero intento es: todo por vuestro deleite. Los actores están prontos; y por su exhibición sabréis lo que debéis saber». 

TESEO.- Este mozo no hace mucho caso de la puntuación.

 LISANDRO.- Ha pasado por su prólogo como un potro desbocado: no podía detenerse. Gran enseñanza, señor: no basta hablar, sino hablar con propiedad

HIPÓLITA.- Es verdad que ha repetido su prólogo como un niño su lección: todo sonidos y ningún discernimiento. 

TESEO.- Su discurso ha sido como una cadena que se enreda; no faltaba un solo anillo, pero andaban revueltos.

(Entran Píramo y Tisbe, Muro, Luz de Luna, y León, personaje mudo.) 

PRÓLOGO.- «Gentil público. Quizás os admiráis de este espectáculo; pero admiraos en buen hora, hasta que la verdad lo haga ver todo claramente. Este hombre es Píramo, si queréis saberlo; y esta bella señora es Tisbe. Este hombre con cal y cimiento, representa el muro, el vil muro que separaba a los dos amantes. Y por las grietas del muro los pobrecillos se contentaban con hablarse en voz baja; de lo cual ningún hombre se debe admirar. Este hombre con su linterna y su perro, representa la luz de la luna; porque habéis de saber que estos amantes no tuvieron a menos encontrarse a la luz de la luna junto al sepulcro de Nino, para galantearse allí. Esta pardusca bestia, que tiene por nombre león, asustó, o más bien, espantó a la fiel Tisbe, que llegó primero, y en su fuga dejó caer su manto, que el vil león manchó con su sangrienta boca. A tal punto, llega Píramo, bello y arrogante mozo, y encuentra el manto destrozado de su fiel Tisbe; con lo cual echó mano a su espada; la culpable sanguinaria espada, atravesó su hirviente y sangriento pecho; y Tisbe oculta a la sombra de los matorrales, sacó su puñal y murió. Ahora discurren largamente el león, la luz de la luna, el muro y la pareja de amantes, mientras estén aquí» (Salen Prólogo, Tisbe, León y Luz de luna.) 

TESEO.- Dudoso estoy de si habrá de hablar el león. 

DEMETRIO.- No hay que dudarlo, señor. Puede muy bien hablar un león cuando lo hacen tantos jumentos. 

MURO.- «En este mismo sainete acontece que yo, de apellido Snowt, represento un muro; un muro tal como deseo que os lo imaginéis; que tiene un agujero, o sea una grieta. Por allí los amantes Píramo y Tisbe se hablan a menudo muy secretamente. Esta cal, esta piedra y este cimiento, muestran que yo soy el muro. Así es la verdad. Y estas aberturas de mi mano derecha y de mi izquierda, son las grietas por las cuales cuchichean los temerosos amantes.» 

TESEO.- No cabe que la cal y el cimiento hablen mejor. 

DEMETRIO.- Es la más ingeniosa relación que he oído jamás, señor. TESEO.- Píramo se acerca al muro. ¡Silencio! (Entra Píramo.) 

PÍRAMO.- «¡Oh fiera noche! ¡Noche de color tan negro! ¡Oh noche que siempre vienes cuando ya no es de día! ¡Oh noche! ¡Oh noche! ¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Ay de mi! ¡Temo que mi Tisbe haya olvidado su promesa! Y tú ¡oh muro! que estás entre las tierras de su padre y la mía. ¡Tú, muro, oh muro, oh dulce y adorable muro, muéstrame tu agujero para poner allí mi ojo y echar una mirada! (Muro levanta la mano abriendo los dedos.) ¡Gracias, cortés muro! ¡Que Júpiter te proteja por tan raro servicio! ¿Pero qué veo? Veo que no está Tisbe. ¡Oh muro malvado, por entre el cual no veo la dicha, malditas sean tus piedras que así me engañan!»

TESEO.- Se me figura que el muro, si es puntilloso, debería maldecir a su vez. 

PÍRAMO.- No, señor, en realidad no debería hacerlo. «Así me engañan» es el punto en que le llega el turnoa Tisbe, y ella ha de entrar, y yo he de ponerme a mirar por el agujero. Ya veréis cómo va ocurriendo exactamente cuanto digo. Ella se acerca. (Entra Tisbe.) 

TISBE.-¡Oh muro! Con harta frecuencia has oído mis lamentos por tenerme tú separada de mi hermoso Píramo. Mis labios de cereza han besado a menudo tus piedras, tus piedras unidas con cal y cimiento. 

PÍRAMO.- Veo una voz. Ahora voy a la abertura para asomarme y oír la cara de mi Tisbe. ¡Tisbe! 

TISBE.-¡Amor mío! ¡Eres mi amor, a lo que opino! 

PÍRAMO.- Opina lo que quieras. Soy la gracia de tu amor, y todavía soy fiel como Limandro. 

TISBE.- Y yo como Elena, hasta que los hados den conmigo en tierra.

PÍRAMO.- No fue tan fiel Shafalo a Procro. 

TISBE.- Pues yo te soy fiel como Shafalo a Procro 

PÍRAMO.-¡Oh, bésame por el agujero de esta maldita pared! 

TISBE.- Beso el agujero del muro, pero no tus labios. 

PÍRAMO.-¿Quieres venir a encontrarme en el sepulcro de Nino? 

TISBE.- En vida y en muerte; voy sin demora. 

MURO.- Yo, muro, he desempeñado ya mi parte; y siendo así, se marcha el muro. (Salen Muro, Píramo y Tisbe.) 

TESEO.- Ya está ahora caída la muralla entre los dos vecinos. 

DEMETRIO.- Así ocurre forzosamente, señor, cuando las paredes se atreven a oír sin decir esta boca es mía. 

HIPÓLITA.- Esto es la tontería más grande que he oído jamás. 

TESEO.- La mejor comedia de este género es pura ilusión, y las peores no son lo peor, si la imaginación las enmienda. 

HIPÓLITA.- Entonces el mérito será de vuestra imaginación y no de la suya. 

TESEO.- Si no les juzgamos peor de lo que se juzgan ellos, podrán pasar por hombres excelentes. Mirad, ya vienen dos nobles bestias: la luna y un león. (Entran León y Luz de luna.) 

LEÓN.- «Señoras: vosotras cuyo tímido corazón amedrenta un ratoncillo que corre por el piso, pudierais acaso temblar de pavor aquí, cuando un león salvaje ruge colérico. Por tanto debéis saber que yo, el ensamblador Snowt, no soy ni león feroz ni siquiera cachorro; porque si viniera a luchar aquí como león de veras, no daría un ardite por mi vida. » 

TESEO.- Bestia muy gentil, y de honrada conciencia

LISANDRO.- Este león es, por su valor, un verdadero zorro. 

TESEO.- Verdad: y un ganso en la prudencia. 

DEMETRIO.- No, mi señor, porque el zorro carga con el ganso, y el valor no se acompaña de la prudencia. 

TESEO.- Seguro estoy de que su ingenio no cargaría con su valor, porque el ganso no carga con el zorro. Bien. Dejémoslo a su voluntad, y oigamos a la luna. 

LUNA.- «Esta linterna representa la luna y sus cuernos.» 

DEMETRIO.- En la cabeza debería llevarlos.

 TESEO.- No está en creciente: los cuernos se le hacen invisibles cuando llega el plenilunio. 

LUNA.- «Esta linterna representa la luna y sus cuernos; y yo al hombre de la luna.» 

TESEO.- Pues que lo metan en la linterna, porque si no, ¿cómo podrá ser el hombre de la luna? Este es el mayor error de todos. 

DEMETRIO.- No se atreve a meterse a causa de la bujía; pues, como veis, ya está en pavesas. 

HIPÓLITA.- Ya estoy cansada de esta luna. Me alegraría de que mudara. 

LISANDRO.- Proseguid, luna. 

LUNA.- Todo lo que tengo que decir, es que esta linterna representa la luna; yo, al hombre en la luna; que este manojo de zarzas es mi manojo de zarzas; y que este perro es mi perro. 

DEMETRIO.- Pues todas esas cosas debían estar dentro de la linterna, pues están en la luna. Pero, silencio; aquí llega Tisbe. (Entra Tisbe.) 

TISBE.- «Esta es la tumba del viejo Nino. ¿Dónde está mi amor?» 

LEÓN.- «!Oh!» (El león ruge y Tisbe huye) 

DEMETRIO.- ¡Bien rugido, león! TESEO.- ¡Bien corrido, Tisbe!

 HIPÓLITA.- ¡Bien alumbrado, luna! En verdad la luna brilla muy de buen grado. 

TESEO.- ¡Soberbio chillido de ratoncillo, león! (León destroza el manto de Tisbe, y sale) 

DEMETRIO.- Y luego viene Píramo. 

LISANDRO.- Y desaparece la luna. (Entra Píramo.) 

PÍRAMO.- «¡Dulce luna, te doy gracias por tus rayos solares! Te doy gracias porque brillas con tanto fulgor; pues con tus torrentes de luz graciosos, dorados y chispeantes, confío saborear la más verdadera vista de Tisbe. ¡Pero, detente! ¡oh despecho! Pero observa, pobre caballero, ¿qué terrible dolor se ofrece a mis ojos? ¿veis? ¿Cómo puede ser esto? ¡Oh delicada tela! ¡Qué! tu buen manto manchado de sangre! ¡Acercaos, oh furias feroces! ¡Oh hados, venid, venid, cortad hilos y estambre, agostad, aplastad, concluid y matad!» 

TESEO.- Este arrebato de pasión y la muerte de una amiga amada, casi, casi podrían poner triste a un hombre. 

HIPÓLITA.- No quisiera pero compadezco a ese hombre. 

PÍRAMO.- «¡Oh naturaleza! ¿Por qué hiciste leones? Pues un vil león ha ajado a mi amada, la cual es- ¡no, no!- la cual era la más hermosa dama que haya amado, vivido, gustado y puesto alegre rostro. Venid, lágrimas, y enturbiad mis sentidos. Sal, espada, y hiere la tetilla de Píramo: sí, esta tetilla izquierda debajo de la que late el corazón. Así muero, así, así. Ya estoy muerto. Ya he volado. Mi alma está en el cielo. Apaga, lengua, tu luz: emprende, luna, tu vuelo. Ahora muero, muero, muero, muero.» 

TESEO.- Ya no es nada: ya está muerto. Pero con el auxilio de un cirujano puede resucitar hecho un asno.

HIPÓLITA.- ¿Cómo es que la luz de la luna se va antes de que Tisbe vuelva y encuentre a su amante? 

TESEO.- Ya lo encontrará a la luz de las estrellas. Aquí viene, y su resolución pone fin al sainete. (Entra Tisbe.) 

HIPÓLITA.- Se me antoja que esa desolación no ha de ser muy larga, para semejante Píramo. 

DEMETRIO.- Una hebra de pelo haría inclinar la balanza entre el mérito de Píramo y el de Tisbe. 

TISBE.- «¿,Duermes, amor mío? ¡Qué! ¿Muerto, pichón mío? ¡Oh, Píramo, levántate y habla, habla! ¿Mudo? ¡Muerto! ¡muerto de frío! Una tumba debe cubrir esos dulces ojos. Esas cejas color de lirio, esa nariz de cereza, esas mejillas color de retama; ¡se han ido, se han ido! ¡Gemid, amantes! ¡Sus ojos eran verdes como alfalfa! ¡Oh parcas! ¡Venid a mí, venid, con manos pálidas como la leche, y teñidlas en mi sangre, ya que habéis cortado con vuestras tijeras su sedoso hilo! Lengua, no digas ni una palabra más. Ven, fiel espada; ven, hoja, y queda embutida en mi pecho! ¡Y adiós amigos- así acaba Tisbe ¡adiós, adiós!» (Muere.) 

TESEO.- León y Luz de luna quedan para enterrar a los muertos. 

DEMETRIO.- Y Muro también. 

BOTTOM.- No. Os aseguro que el muro que separaba a sus padres, está derribado. ¿Deseáis ver el epílogo, o preferís que baile una pareja una danza bergamasca? 

TESEO.- No hay necesidad de epílogo, pues vuestro sainete no necesita excusas. Cuando todos los actores están muertos, no hay a quién echar la culpa. A fe mía que si el autor de la pieza hubiera hecho de Píramo y se hubiese ahorcado con una liga de Tisbe, habría sido una linda tragedia. Pero con todo, lo es, y muy bien desempeñada. Pero veamos el baile. (Baile de bufones.) La campana de media noche ha sonado las doce. Amantes, al lecho. Es casi la hora de las hadas. Temo que dormiremos hasta muy entrada la mañana. Y aunque hemos velado un poco, este desatinado sainete nos ha hecho matar bien el pesado tiempo. Al lecho, amables amigos míos. Durante quince días continuaremos esta festividad, con nocturnos pasatiempos y nuevos festejos. (Salen.) 

ESCENA II 

(Entra PUCK) 

PUCK.- Ahora ruge el león hambriento y aúlla el lobo a la luna; mientras ronca el cansado labrador, abrumado por su ruda tarea. Ahora arden los tizones abandonados mientras el búho con agudo chillido, hace que el infeliz hundido en la congoja, se acuerde del sudario. Esta es la hora de la noche en que las tumbas se abren del todo para dejar salir los espectros que se deslizan por los senderos del cementerio y de la iglesia; y nosotros, duendes y hadas, huímos de la presencia del sol, siguiendo las sombras como un sueño. ¡Qué alegría la nuestra en este instante! No habrá ni un ratón que perturbe este hogar. Enviáronme, escoba en mano, a barrer el polvo detrás de la puerta. (Entran Oberón y Titania y séquito.) 

OBERÓN.- Brillen alegres luces junto a la lumbre medio apagada. Y cada duende y hada salte tan ligero como el ave sobre los espinos. Y siguiéndome, bailen y canten alegremente. 

TITANIA.- Repetid primero esta canción, acompañando cada palabra con melodioso trino. Y con gracia propia de hadas, mano a mano, cantemos y bendigamos este lugar. 

CANTO Y BAILE Ahora hasta rayar el día, habiten aquí las hadas, y de las tres desposadas será siempre venturosa; cada pareja amorosa siempre fiel será a su amor. Ni mostrará tacha alguna su descendencia lozana, de todas las que importuna la naturaleza da. Con las gotas del rocío consagremos esta casa, donde a sus dueños escasa nunca la dicha será. Cantad y bailad ahora hasta que raye la aurora. (Salen.)

 Fin 

Referencias

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/shakespeare.htm

http://www.biografiasyvidas.com/monografia/shakespeare/fotos1.htm

http://www.elresumen.com/autores/libros_de_william_shakespeare.htm

http://www.portalplanetasedna.com.ar/arte04.htm

http://www.ecos-online.de/solo-online/noticias/shakespeare-se-inspiro-en-cervantes

 

 

Autor:

Jazmín Vázquez

 

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