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A Cualquier Precio. Revista Esfinge (página 2)


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¿APÉNDICES INNECESARIOS?

Estas prácticas sugieren entre otras cosas que hay un elemento en el cuerpo humano que está de adorno, que no es necesario. Desde luego para la procreación no lo es. Con tal que se tengan dos ovarios en buen uso y un útero en su sitio es posible quedarse embarazada, pero cuando la Naturaleza, el Creador, el Autor del diseño o quien sea o lo que sea responsable de la morfología y fisiología del cuerpo humano ha dotado al mismo de un órgano que no sirve para nada salvo para el placer, por algo será. Aunque hay muchos que consideran que es para que el Hombre ponga las cosas en su sitio y complete su Obra, por si acaso el Hacedor no tenía el día muy lúcido cuando dotó a sus criaturas del cuerpo que hoy conocemos. Y si hablamos simplemente de Naturaleza, parece ser que algunos tienen los planos de hacia donde desemboca la evolución para ayudar a la misma, facilitándole la tarea al adelantar el supuesto ejemplar futuro, librando a las féminas de los incómodos residuos viriles ya que, según parece, como procedemos de una costilla del varón, se quedó en nosotras como recuerdo algo más que un hueso…

Lo cierto es que en todas estas prácticas de mujeres hacia otras mujeres hay una manipulación del cuerpo y un control de la sexualidad femenina. Sólo Dios sabe, y que se sepa no nos lo dijo, qué podría pasar si se deja libre en nosotras tal impulso. Dentro del patriarcado, aparte del miedo a lo negado-desconocido, parece ser que mucha de la reticencia tiene que ver con la idea de que la libertad podría dar lugar a cierta desorientación sobre de quién pueda provenir la descendencia de las mujeres.

Por nuestra parte, desde Occidente y mirando a esas sociedades, no sabemos en realidad qué consideración merece en el hombre de a pie la institucionalización de estas prácticas mutilatorias y si la requieren por su satisfacción, por comodidad, por costumbre o por estética… o si no les importa en absoluto. Los datos que se tienen, por lo menos los que a mí me han llegado, no son muy decisorios, pero apuntan a la vaga expectativa de que las mujeres sean "como Dios manda". O sea, como manda la tradición. La tradición dictaría entonces cómo hay que ser y cómo hay que tener los órganos para ser amada. Aunque haya que pagar un alto precio para ello.

Sé que aparentemente cambio de tema a propósito de esta idea de intervencionismo eliminativo de la carne sobrante, si traigo a colación la costumbre de "cortar por lo sano" cuando no se tiene muy claro para qué sirve alguna parte del cuerpo. En el contexto médico, por razones preventivas o curativas, se ha "tirado de bisturí" con exceso arrancando amígdalas en la garganta o apéndices en el vientre… ¡Al fin y al cabo, para lo que sirven! Se pensó hasta no hace mucho, hasta que se constató que ninguno de los dos componentes somáticos eran retales que sobraban en el cuerpo.

RITOS DE INICIACIÓN FEMENINA

Algunos antropólogos han considerado esta ceremonia como un rito de iniciación femenina, que lo es, en la que participa todo el colectivo, y sirve también para la cohesión del mismo. Nada que objetar respecto a los ritos de tránsito ni respecto a las comuniones con el colectivo, con el entorno o con lo que sea, si nos confraternizan y nos hacen trascender aunque sea brevemente sacándonos de nuestra cotidianeidad y de nuestra pequeña mirada estrecha. Todas las culturas tradicionales han tenido y tienen, las que quedan en pie, tales ritos, en su mayoría ancestrales. Los indios americanos, aunque queden poquitos y cada vez se asimilen más a sus "civilizadores", conservan aún ceremonias con motivo de la primera menstruación de las jovencitas, en las que se celebra su entrada en la pubertad con la alegría, el reconocimiento y la aceptación de aquella que ya participa en la etapa adulta y es capaz de transmitir la vida.

Aquí no se "corta nada", se fomenta. En los ritos del pueblo apache, la niña con el rostro lleno de barro celebra su encuentro con la mismísima Madre Tierra en las fiestas relacionadas con su menarquía. Es la Diosa Madre su Gran Instructora y la que, se dice, la posee en tan especiales momentos. Nada parecido al ejemplo que encabeza el artículo ni al oscurantismo con que muchas madres en nuestra cultura occidental cristiana han referido a sus niñas hasta hace bien poco lo que les va a suceder en el futuro cuando "sean mujeres", como si les auguraran una catástrofe; o a la frialdad biológica de muchas clases de las escuelas actuales.

Lo que interesa destacar en el tema de la tradición o de la costumbre, venga de donde venga cuando se instaura en ley incuestionable, es la falta de pensamiento, de reflexión, de raciocinio, de autonomía, de sentido crítico y de respeto por el cuerpo, por la persona, cuando tal tradición se sigue a ciegas, mecánicamente, rutinariamente; porque así se ha hecho y porque "así hay que hacerlo".

El siguiente punto es que sea la madre la transmisora de costumbres como la que estamos considerando, que veta la expresión en todas sus posibilidades de las mujeres. Es decir, hay un orden social, patriarcal, por supuesto, al permitir tales barbaridades que las mujeres incorporan, hacen suyas y además transmiten, aunque suponga una merma a su crecimiento humano, a su libertad como individuos, a su salud mental o física, y a su integridad. Un orden social que dicta cómo tiene que ser una mujer física y psicológicamente y qué lugar tiene que ocupar dentro del colectivo, a veces en contra de todo respeto, para ser "como se debe", para ser aceptada, querida y, paradójicamente, merecer respeto.

Es posible que la mujer, como guardiana de la tradición y educadora, no quiera arriesgarse a la soledad que le acarreará la no pertenencia al colectivo, caso de rebelión; o haya asumido la necesidad de sumisión y acatación reprimiendo muchas de sus necesidades psicológicas, entre ellas la capacidad de reconocer sus necesidades, sus motivos, de aceptar sus sentimientos y de poder pensar bajo el dominio de una escasa autoestima secularmente condicionada y racionalizada con la forma de lo que se debe ser. Este síntoma parece endémico en la población femenina. Claro que con semejantes supuestos inscritos en las pautas sociales…

"EN TODAS PARTES CUECEN HABAS"

Ante casos como los señalados las mujeres occidentales suelen clamar frente al primitivismo, la agresión o el índice de sometimiento que indican tales prácticas, olvidando que "en todas partes cuecen habas" y que en nuestra cultura laten en el fondo los mismos presupuestos que los motivan aunque no lleguemos a extremos semejantes. Pero consideremos los impedimentos al caminar de la moda de los guardainfantes, o las trabas a la libre respiración que podían provocar los corsés y miriñaques de nuestras tatarabuelas o bisabuelas; o llegando más a nuestros tiempos, los zapatos con tacones elevados o con determinadas hechuras que deforman el pie e impiden, no ya el correr, sino la libertad del paso. Y se ha hecho, lo hemos hecho, y sabe Dios qué haremos, por costumbre, por imposición de la moda, o por el peso de la tradición, o del pensamiento colectivo; porque se dice que es atractivo, porque lo vemos en otras mujeres, y sobre todo para resultar más "femeninas", más atractivas, para gustar, para que nos quieran. Lo dicho, el precio del amor a veces es demasiado elevado.

Relacionado con la "distinción", y aunque no con el amor, y paradójicamente con el querer ser único, ser distinto o ser diferente, se siguen las modas que uniformizan. Nos unen con determinado grupo para diferenciarnos de otro siguiendo los dictámenes del que las crea bajo la ilusión de una elección que es mentira. Stanislav Lem hace ya años publicó una obrita de ciencia ficción sarcásticamente crítica en lo que respecta a la estupidez humana: Diario de las estrellas, se llamaba y se debe seguir llamando, suponiendo que quede algún ejemplar en circulación. Dentro del argumento citaba las posibilidades de una sociedad avanzada tecnológica y científicamente para demanda de los interesados en "distinguirse" o en "estar a tono". Así se pusieron de moda, según nos cuenta el autor, las crestas o las colas estilo saurio que sus portadores arrastraban orgullosamente por el suelo. Aquí no se trata de mermar sino de hacer crecer aunque como resultado también se manipule el cuerpo y ¡hay que ver lo que se puede llegar a hacer con uno mismo por cuestiones de apariencia!

Y el cuerpo se manipula aquí y ahora. La moda del piercing podría ser un agresivo ejemplo. Centrándonos específicamente en la mujer, y en concreto en la occidental, el cuidado, la conformación y la manipulación del cuerpo tiene como objeto ser atractiva, atraer, gustar. El mismo asombro que nos causan los ejemplos de intervención agresiva en el cuerpo en las sociedades citadas, puede que sea similar al de una mujer de un ámbito rural tradicional africano frente a las diversas prótesis mamarias o la reducción de las mismas con fines estéticos que se realizan en nuestra civilizada cultura. Seguramente no se les habrá pasado por la cabeza la posibilidad de tales intervenciones.

LA IMAGEN BUSCADA

Pero es que por nuestros pagos y en un mundo en el que la imagen y la apariencia tienen cada vez más primacía por encima de la esencia, ciertos cuerpos de mujer sirven como modelo para conformar el propio. Son las "mujeres de éxito", las que gustan, las que nos presentan los medios de comunicación, aunque más allá de lo que juzguemos como un bonito cuerpo nos encontremos con esas "ideas cortas" que algún irónico autor de antaño citó. Pero si hacemos un análisis social de tales modelos, también están sujetos a modas. Hoy diríamos que las Tres Gracias de Rubens tienen celulitis y que a la Venus de Milo incluso le sobra algún kilito, eso sin ir demasiado lejos hacia otras "Venus" bastante más arcaicas y según parece nada preocupadas por la caloría, que llenan las vitrinas de los Museos y frente a las que nos asombramos por sus amplias, orondas y rellenas curvas que se acercan peligrosamente a la esfericidad.

Pero es que la línea curva define a la mujer en cuerpo y alma. El ritmo cíclico y ondulante es femenino, el movimiento circular es femenino, hasta se dice que la conciencia que posibilita la multiatención es femenina. Eros es femenino y se extiende como una vasta red que religa las cosas, y el cuerpo femenino es curvo. Sin embargo, hoy día la mujer adecua su cuerpo hacia patrones de belleza que proclaman la línea casi recta y que no contemplan la más mínima partícula de grasa en sus presupuestos. Adecua su cuerpo con operaciones para agrandar o empequeñecer sus senos según el dictado de otros. Y da la casualidad de que esos "otros" en la inmensa mayoría de los casos son hombres. A propósito de los senos, y esto sí se ha estudiado, resulta que los más valorados ¡no existen! Esa semiesfericidad soñada en todo caso es adolescente o propia de muñecas. ¿Podríamos tenernos en pie o caminar a buen paso si tuviéramos la configuración y las medidas de Barbie?

Precisamente por no adecuarse supuestamente al modelo establecido, el cuerpo, para la inmensa mayoría de las mujeres actuales, es un problema. Por rechazo al cuerpo se entra en la enfermedad física y psicológica. Y por enajenarnos a nosotras mismas queriendo adecuarnos al deseo de otros ahondamos en esa psicopatología. ¿No es hora ya de poner el eje en nuestro ser y reconocernos y valorarnos como portadoras de vida aceptando la morfología que la Naturaleza ha querido para nosotras? No estoy hablando de defectos congénitos ni de descuido, de desatención corporal, ni de enfermedades que proporcionan obesidad, sino todo lo contrario, incido precisamente en el autocuidado que surge del amor, en la valoración de lo que somos y cómo somos, con nuestras características propias y específicas como mujeres, de arriba a abajo, en cuerpo y alma, de la cabeza a los pies.

Estoy hablando de la necesidad de enfatizar la búsqueda de la esencia de lo femenino que nos acerque cada vez más a nuestro propio centro y en la necesidad de contemplar el camino inverso al impuesto para obtener amor; porque el modelo de lo que somos en todo caso es el único válido a exportar frente al modelo ajeno que nos ofertan, ya que es el único real. ¿No estaremos siendo lo que los otros quieren y como los otros requieren para la búsqueda de lo que comúnmente se llama amor, que en el fondo no es tal? ¿No estaremos pagando un precio excesivamente elevado, el de desposeernos, el de despreciarnos a nosotras mismas? ¡Por favor, no caigamos en la tentación de querer ser amadas a cualquier precio!

Así las cosas, mejor que no nos quieran. Al menos no así. No a ese precio.

"RESPETAR LAS COSTUMBRES"

En una noticia reciente, procedente de un periódico de difusión nacional, concretamente del 8 de junio de 2002, nos sorprendemos ante un abuelo que parece figurar como el responsable de las mutilaciones de sus nietas, cuatro niñas nacidas en Cataluña, a las que sometieron al rito de la ablación en Gambia, a propósito de unas vacaciones de las nenas. Lo descubre posteriormente un médico de un servicio público autonómico en nuestro país. El juez archiva el caso alegando que los autos se efectuaron en el extranjero. Se manejan cifras de doce años de cárcel para delitos similares. No hay un delito estipulado para tales hechos en España. Los padres, por su parte, no entienden que haya trasgresión a la Ley porque a su juicio lo único que se ha hecho "es respetar la costumbre".

"REFORMADAS PARA SER BELLAS"

Porque proporcionaban un "grácil andar bamboleante" se vendaron los pies a las mujeres chinas –hasta conformar muñones en vez de los pies normales que nos asientan al suelo– mermando en este caso la libertad de "seguir su camino", a nivel simbólico y también físico, provocándoles grandes impedimentos al caminar con la apariencia de esos pasitos tan graciosos.

Porque era y sigue siendo una señal de distinción se han dispuesto los aros metálicos en el cuello de las mujeres de una etnia de Birmania, las conocidas como "mujeres jirafas", aunque no puedan llevar una vida normal y se mueran si esos aros se les retiran del cuello por fracturas de vértebras.

Porque es una señal de distinción, de pertenencia a la tribu, se han colocado en los labios platos deformantes, que convierten el acto de la alimentación en un asunto bastante incómodo. Y lo terrible del caso es que estas prácticas se hacen para ser valoradas, para ser queridas.

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