Descargar

A Cualquier Precio. Revista Esfinge

Partes: 1, 2

    ¡LO QUE HAY QUE HACER PARA SER QUERIDA!

    En algunos pueblos la mujer se ve sometida a prácticas denigrantes para poder ser admitida en sus sociedades. Pero también en nuestra cultura occidental el mercado de la imagen prevalece sobre los valores humanos.

    Hace unos días una cadena de televisión de ámbito nacional emitió en sus informativos un reportaje sobre una adolescente de Kenia que se quedó a las puertas de su iniciación femenina sin vestir la piel de cabra que su madre había preparado para ella con motivo de tales fastos porque se negó a someterse a la ablación ritual del clítoris. Entrevistada la madre sobre el asunto, respondió muy enfadada que en el caso de que la muchacha persistiera en su negativa "se iba a quedar sola", porque "no habría nadie que la quisiera como esposa".

    En esta noticia habría que destacar tres aspectos. Uno, la tradición de tal mutilación genital femenina todavía vigente en algunos países islámicos y bastante extendida en zonas africanas que reúnen diversas creencias, como Kenia, Somalia o Sudán, por ejemplo. También es corriente en Etiopía, tanto en musulmanas como en cristianas. Dos, el que precisamente sea la madre, una mujer, la que no sólo esté de acuerdo en tal práctica, sino que organice el ceremonial a tal efecto para someter a él a su hija, y que seguramente ella misma protagonizó en su día, tal vez instada por su madre, quien a su vez debió de verse empujada a traspasar el rito por la suya. Y todas bajo el peso del orden social predominante en sus culturas y las racionalizaciones concomitantes. Las madres, dentro de algunas sociedades africanas y en el asunto que nos ocupa, han sido y aún hoy son muchas veces las autoras, objeto cortante en mano, de la consumación del rito. Y tres, los motivos que da la madre de la rebelde, que aluden a que si la joven se mantiene en sus trece "nadie la va a querer". Precisamente por ese peso del orden social.

    Lo que hay que hacer para ser querida…

    ¡Caray con el precio del "amor"!… En muchas ocasiones es muy alto. Aunque allí, como aquí y como en todos los ámbitos en que se tercie, muy pocos o muy pocas –sobre todo muy pocas porque muchas veces es la mujer la que más se esfuerza en querer obtener amor–, se atrevan a reflexionar, a sentir, a concienciar íntimamente los requisitos que en determinado momento parece que hay que cumplir y a los que hay que someterse en nombre del "amor". Son escasas las personas que osan tomar partido con las ideas claras y sus consecuencias, y proceden a rebelarse si ha lugar y a proclamar por tanto frente a determinadas circunstancias: a mí que no me quieran, por favor. No de ese modo. No así. No a ese precio.

    Porque es alto el precio del amor. Pero también lo es el de la rebeldía; por eso hace falta integridad, seguridad, capacidad de decisión, confianza y valor.

    De nada sirve que las relaciones sexuales para muchas de estas mujeres mutiladas genitalmente, si lo han sido en su grado máximo, sean dolorosas. Desde luego la primera relación, a juzgar por algunas referencias, no parece dejarles un ánimo muy predispuesto para el erotismo. Por supuesto que las facilidades para el parto en algunos pueblos en los que tal mutilación se acompaña de un zurcido en torno a la vagina, son mínimas. Y las víctimas encima repiten sucesivos alumbramientos, porque salvo en América del Norte y en la vieja Europa preventiva (y nunca mejor dicho, que nos vamos a morir de viejos sin repuesto), la prole suele ser numerosa ya que el número de hijos no se cuestiona. O simplemente se acepta el retoño, o es bienvenido.

    LA TRADICIÓN

    Me refirieron no hace mucho en torno al tema otro acontecimiento similar en uno de estos países; y peor todavía por las circunstancias de premeditación, alevosía y agravante de ausencia. Y es que estando los padres de una muchachita púber reacios a tal práctica para su hija, fue la abuela, aprovechando que éstos habían salido de viaje, la que organizó el evento para que cuando llegaran se encontraran con la cosa hecha. Y se la encontraron: totalmente consumada.

    Algunos investigadores han querido comparar la ablación del clítoris a la circuncisión masculina. No tiene comparación; si acaso, se asimilaría a la castración. Y en cualquiera de las dos opciones, en el varón, si es que se eliminan "tan sólo" los testículos (y no estoy defendiendo tal práctica que me parece igualmente condenable), según dicen no afecta demasiado a la sensibilidad erógena.

    El tema es complejo; muchos estudios en torno a la circuncisión masculina no parecen estar de acuerdo en las ventajas o desventajas del método, al que se ha defendido en Occidente como práctica más o menos generalizada, alegando una posible profilaxis frente al cáncer; e incluso en EE.UU. ha estado y está bastante extendida entre los varones por tan supuestos higiénicos motivos. Lo que está claro es que la mutilación genital femenina no parece obedecer a razones profilácticas (porque con su práctica se consigue justo lo contrario de la prevención, ya que además de dolorosa es antihigiénica), sino a otras consideraciones. Por ejemplo, que hace a las niñas "más mujeres", que las "feminiza" y es un elemento importante para las que están en la edad de "merecer". Además las debe "embellecer" porque las muchachas que no están "arregladas" de este modo son consideradas feas.

    Partes: 1, 2
    Página siguiente