El trastorno afectivo ? conductual: consideraciones generales para su interpretación
Enviado por Yanelín López Rodríguez
- ¿Qué consideraciones existen acerca de la definición de trastornos de la conducta?
- Estructura del defecto. Elementos caracterizadores del niño con trastornos afectivo – conductuales
Las relaciones sociales son importantes en todas las etapas del desarrollo y en los primeros años se tornan esenciales, convirtiéndose en el medio natural donde se realizan los aprendizajes.
El niño(a), desde que nace, está inmerso en un medio social, que en primera instancia está conformado por la familia, y es suministrador de experiencias que constituyen su fuente principal de vida. La escuela es el contexto en que se produce la interacción del niño con sus coetáneos y otros adultos, fuera del contexto familiar.
La educación escolar ha sido concebida para dar a los alumnos oportunidades de desarrollo y crecimiento, atendiendo a todas y cada una de sus potencialidades, asumiendo que el niño es un ser global y complejo, una persona en continuo crecimiento.
El niño cuando llega a la institución escolar, aun si lo hace en sus primeros meses de vida, no es un recipiente vacío, alberga una serie de experiencias, vivencias y características psicobiológicas específicas que condicionarán su adaptación al contexto escolar. Cada uno ha tenido experiencias diferentes, son personas únicas que, aunque poseen atributos que los asemejan a sus iguales, también poseen otros que los diferencian.
Precisamente, en la mayoría de los casos, es la etapa escolar la que permite identificar determinadas dificultades en el desarrollo y con la realización del diagnóstico psicopedagógico, detectar la presencia de un niño(a) con necesidades educativas especiales.
Los trastornos afectivo-conductuales constituyen un tipo de necesidad educativa especial, que se manifiesta como resultado de una compleja desviación de la personalidad que entorpece el desarrollo armónico e integral de la persona.
Los educandos que conforman esta categoría tienen características muy heterogéneas, pueden manifestar desde conductas de agresión, impulsividad, ansiedad extrema, hasta reacciones de retraimiento y timidez. Presentan emociones fluctuantes y motivaciones inadecuadas como resultado del proceso de interacción con el medio infraestimulante donde se desarrollan.
Existen diferentes criterios acerca del origen y desarrollo de un trastorno de la conducta humana. A lo largo de la historia se han conocido teorías diversas que tratan de explicar lo que sucede.
A continuación, abordaremos tres de las más conocidas en el estudio de esta entidad.
- Las teorías genético-hereditarias, que propugnan la prevalencia de factores constitucionales y genéticos.
- Teorías psicológicas, que consideran el desarrollo de la personalidad.
- Teorías sociológicas, para las cuales es fundamental la situación o ambiente en que se desenvuelve la conducta humana (Betancourt, 2001).
Las teorías genético-hereditarias enfocan su explicación desde una perspectiva biológica, relacionando la aparición del trastorno conductual a factores constitucionales o a accidentes que afectan el sistema nervioso central, ya sean infecciones, traumatismos, u otros.
Se puede encontrar la explicación a partir de la existencia de factores neurológicos que están en la base de los procesos de excitación o inhibición, que al observarlos en la interrelación con estímulos del medio, se produce un funcionamiento defectuoso de los procesos de la actividad nerviosa superior, que da como resultado una conducta inadecuada ante los estímulos.
En otras teorías se refuerza la idea de que los niños y adolescentes que tienen trastornos de conducta, parecen tener afectado el lóbulo frontal del cerebro, lo cual interfiere con su capacidad de planificar, evitar los riesgos y aprender de sus experiencias negativas (Universidad de Virginia, 2005).
Esta teoría se relaciona con el concepto de "daño cerebral mínimo" estudiado por Alfred Strauss en 1955 (Newcomer, Phylips. 1987 en Betancourt, Juana. 2001) y que se ha utilizado igualmente para explicar problemas de aprendizaje y de adaptación al medio.
En sentido general estas teorías genético-hereditarias, al asociar el origen del trastorno a causas biológicas (con y sin lesión orgánica demostrada), establecen una posición pesimista y conservadora sobre las posibilidades de rehabilitación del sujeto y un modelo de intervención basado fundamentalmente en el uso de psicofármacos, quedando relegada a un segundo plano, la atención integral de la personalidad.
Desde el punto de vista psicológico, las teorías conductistas son las que más repercusión han tenido al explicar las características del escolar difícil y sus consecuencias en la educación. En este sentido, los conductistas plantean que los trastornos de la conducta revelan dificultades en el aprendizaje de conductas adaptativas, resultado de exposición a condiciones ambientales difíciles, generadoras de tensión. Hablan de un aprendizaje de conductas mal adaptadas.
En su teoría existe una tendencia a condicionar el comportamiento como respuesta a estímulos específicos sin analizar los motivos de las acciones, ni tener en cuenta el carácter activo del sujeto en su propio proceso de transformación o cambio conductual. Al concentrar su atención en la conducta externa del sujeto, no profundizan en otros aspectos importantes de la personalidad del sujeto, como lo son las vivencias, los sentimientos y las emociones.
Sin embargo, esta teoría ha permitido comprender que la dificultad que genera este tipo de trastorno, no es una enfermedad o incapacidad, sino que se produce de forma eventual ante situaciones inadecuadas de interacción entre el sujeto y el medio que le rodea. Las conductas desajustadas pueden ser corregidas a partir del trabajo conciente con las consecuencias de las acciones y esto posibilita su atención desde el ámbito educativo escolar, donde los maestros, pueden realizar una labor correctiva con el niño y a la vez, de orientación a los padres.
Como parte de la evolución del enfoque conductual, se desarrollan las teorías cognitivo conductuales, que asumen la conducta humana como resultado del proceso de maduración del sujeto, la experiencia como interacción con el mundo físico, la transmisión social producto de la crianza y la educación y el equilibrio, como principio supremo del desarrollo mental (Pupo, 2006).
Desde esta teoría, la escuela constituye un motor impulsor de estímulos para provocar el desarrollo del sujeto, tomando como base el desarrollo natural de sus estructuras cognitivas (Piaget, 1966). Precisamente, este ha sido un aspecto de la teoría muy criticado, sobre todo por Vigotsky, pues considera una perspectiva limitada del desarrollo del sujeto restringiéndolo a su condicionamiento natural, sin darle la importancia debida a las relaciones sociales, en el proceso de formación y desarrollo de las funciones psicológicas de la personalidad.
En la actualidad, la utilización de este enfoque en los escolares con trastornos afectivo-conductuales, se dirige a incrementar la capacidad de adquirir y organizar el conocimiento, la información y la solución de problemas y a enseñar la utilización del lenguaje para pensar y actuar de manera efectiva, para que propicie mejores interacciones sociales (Pérez F. M. en Pupo, 2006).
Se encuentran también, teorías humanistas que aunque menos utilizadas para el proceso de modificación de la conducta, tienen una significación importante en la comprensión del hombre y su capacidad interior, para avanzar en un sentido positivo, como agente transformador de su propio desarrollo (González, 1994).
Desde este enfoque se considera la personalidad como singular e irrepetible y esto revela la necesidad de estudiarla como una unidad. Debido a esto la personalidad es portadora de fuerzas dirigidas al mantenimiento y/o recuperación y desarrollo de su salud psíquica: fuerzas de autorrealización y la enfermedad aparece, cuando estas fuerzas interiores se bloquean (Rogers, Maslow, Allport en González, 1994).
Esta comprensión, unida a la afirmación de que esas fuerzas pueden ser liberadas y encausadas positivamente para proporcionar bienestar y salud psíquica, puede ser empleada para entender las causas multifactoriales de los TAC y hacer las interpretaciones pertinentes, desde un enfoque histórico cultural. También es importante, las contribuciones de Rogers en torno al compromiso que debe existir en el terapeuta para propiciar el cambio en el sujeto y la teoría del funcionamiento pleno de la persona, que implica una consideración positiva de sí misma y la tendencia innata a realizar las potencialidades, para lograr un funcionamiento óptimo de la personalidad (Rogers en González, 1994).
Por otra parte, las teorías sociológicas consideran que el trastorno de la conducta es resultado de la interacción social del sujeto en el medio que se desarrolla y por consiguiente, minimiza el papel individual del sujeto y sus características personales, para privilegiar la incidencia social infraestimulante, como factor desencadenante del desorden comportamental.
Aunque en la actualidad, pueden encontrarse criterios que apuntan hacia una de estas teorías para explicar la etiología del trastorno conductual, existe una tendencia más general, que interpreta el fenómeno como la consecuencia de causas multifactoriales, donde converge lo biológico, lo psicológico y lo social matizando una personalidad que refleja los problemas educativos, de convivencia y relación que presenta.
En nuestro país diferentes investigadores, basados en la comprensión dialéctica materialista del mundo y la concepción histórico-cultural del desarrollo humano, han estudiado el fenómeno y consideran la relación dialéctica que se establece entre factores biológicos, psicológicos y sociales (Vega, R. 1983; Ortega, L.1988; Arias, G. 1998; Betancourt, J. 2001; Fontes, O. 2002; Pupo, 2006).
En este sentido, Arias considera que la verdadera causa de la aparición de un trastorno de la conducta está en la interacción que se ocasiona entre estos factores y el efecto que esa interacción produce en las estructuras psicológicas. A esta compleja interacción es a lo que se denomina la dinámica causal de estos trastornos, destacándose el carácter personalizado con el que se produce esta desviación en el desarrollo.
G. Arias insiste en la necesidad de comprender el significado del medio social en la configuración de la personalidad, y analiza la importancia que para ello tiene romper la representación de lo social como externo y lo subjetivo como interno, en tanto lo primero esta contenido en la subjetividad, única realidad en que se expresa su síntesis histórica personalizada, y lo segundo define los aspectos y relaciones de lo social en su sentido psicológico para el hombre (Arias, 1998).
El análisis realizado por Arias es sumamente esclarecedor y permite comprender que el conjunto de condiciones desfavorables que actúan sistemáticamente sobre el niño(a), va configurando su sistema de vivencias, emociones, sentimientos, voluntad y otras formaciones psicológicas que caracterizan y explican la dinámica peculiar del sujeto. Estas vivencias negativas configuran la personalidad y determinan las manifestaciones de la esfera emocional volitiva, que en cada sujeto aparecen de forma particular, diversa y compleja, aunque se pueden manifestar características comunes que se van a integrar y configurar en forma diferente, según las particularidades de cada sujeto.
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