La tercera desarticulación a la que se refiere Bauman tiene que ver con los vínculos entre las diferentes partes de la sociedad, particularmente entre sus élites políticas, económicas y culturales y el resto de la población. Esta desarticulación rompe un lazo de unión que durante mucho tiempo se consideró una base importante del orden político de la modernidad: el vínculo entre las élites y las masas. Durante mucho tiempo las élites sociales se presentaron a sí mismas como imagen, ejemplo y guía de la sociedad; establecieron tácitamente un compromiso con las masas por medio del cual asumían su responsabilidad por todo el conjunto social. Sin embargo, la dislocación que ha producido la globalización escinde a la sociedad en dos polos, lo cual mina las bases y la existencia misma de cada uno de ellos, tanto de la élite como del resto de la sociedad. Más aún, este distanciamiento y dislocación que ha producido la globalización en las comunidades locales se reproduce también a escala mundial, pues se ha generado una separación progresiva entre los más ricos y los más pobres en el mundo, y profundizado el extrañamiento y distanciamiento entre unos y otros, infundiendo en los primeros el mismo sentimiento de pérdida de responsabilidad respecto de los segundos que también se observa en el ámbito local.
De este modo, la globalización ha roto con un principio constitutivo esencial: la solidaridad. No solamente se ha acentuado el distanciamiento entre la élite y el resto de la sociedad, sino que el conjunto de la comunidad se ha desarticulado; se ha interrumpido la comunicación con sus instituciones políticas y éstas han perdido todo el control sobre ella. Para Bauman, uno de los efectos más devastadores de esta profundización en la brecha del ingreso a escala mundial ha sido la proliferación de las clases sociales peligrosas.
Estos sectores se han formado y acrecentado con todos aquellos individuos que han quedado fuera de la marcha de la sociedad y de la economía; aquellos proscritos automáticamente de los beneficios reales o ficticios del desarrollo económico y que, en consecuencia, no se someten a las reglas ni a las exigencias del mercado. Estos individuos sencillamente no pueden colocarse ni en uno ni en otro polo de los intercambios comerciales. Por esta razón, su comportamiento no puede ser calificado más que de anómalo, incluso de criminal. Esta dinámica de exclusión ha propiciado que se tienda cada vez con mayor frecuencia y amplitud a criminalizar las conductas antisociales, obligando al Estado a controlar, someter y castigar el comportamiento antimercado. Así, el Estado ha recuperado su función policiaca, pero ahora ya no sólo para guardar el orden, sino esencialmente para perseguir criminales.
El equilibrio y conjugación entre la libertad individual y la colectiva ha sido siempre un asunto de difícil resolución; sin embargo, Bauman advierte que la globalización liberal las disocia más que nunca. Plantea que hay quienes presumen que la globalización ha incrementado el margen de las libertades individuales, sin importarles que el costo haya sido reducir las libertades colectivas. Para ellos, esta operación ha redundado en un incremento absoluto de la libertad, debido a que conciben que la libertad humana puede verse como la suma de las libertades individuales.
No obstante, Bauman considera que no sólo no ha habido ningún avance, sino que incluso se ha presentado una regresión. Para él, las libertades colectivas son fundamentales, son el origen de toda libertad individual, y por lo tanto no puede haber ningún sentido válido para esta última si no tiene como condición y escenario las primeras.
De acuerdo con este enfoque, el incremento de las libertades que se han generado en el sector privado resulta una pura ficción. Este carácter ficticio se origina en el hecho de que el abanico de opciones que se identifican desde la perspectiva individual ya no son determinadas por una colectividad autónoma y soberana, sino por una serie de poderes extraterritoriales sobre los que ésta no tiene ningún control, ninguna incidencia, es decir, se elige entre un conjunto de alternativas cada vez más restringidas y menos controlables.
De este modo, la globalización ha roto el equilibrio y la complementación que debe existir entre la libertad colectiva y la individual. Parafraseando a Marx, Bauman diría que ahora los individuos son más libres para elegir entre una serie de opciones que les son ajenas y de las cuales se encuentran alienados: los individuos son más libres para emplearse donde quieran, pero cada vez hay más inseguridad en el empleo; pueden planear su vida, pero cada vez es más incierto el futuro de la sociedad donde viven; pueden reclamar el derecho a la protección física y la propiedad, pero los índices de inseguridad para la vida y las posesiones son crecientes.
Luego de este diagnóstico demoledor y catastrófico sobre la globalización, Bauman presenta como conclusión dos recursos que considera pueden usarse para combatirla: uno es el de un orden político republicano y el otro la instauración del ingreso básico social. Bauman considera que la forma de gobierno en que mejor pueden conjugarse la libertad individual y la colectiva es la república. En su concepción, sólo en ésta se preserva un espacio individual libre de interferencias por parte del poder político y el legítimo derecho y competencia de los individuos para interferir en los asuntos colectivos.
Para llegar a esta propuesta, emprende una crítica abierta y directa de la democracia liberal. La califica como una de las utopías contemporáneas más poderosas, ya que trata de conciliar la libertad de los individuos para elegir la forma de vida que prefieren con la efectividad del Estado para conservar el orden y la interacción pacífica entre ellos. En sus propios términos, Bauman dice:
"La democracia liberal, en otras palabras, aspira a lograr la cuadratura del círculo menos susceptible de convertirse en cuadrado: pretende preservar simultáneamente la libertad de actuación del Estado, los individuos y sus asociaciones, convirtiendo la libertad de cada uno de ellos en condición necesaria de la libertad de los otros" [p. 163][3].
La crítica de Bauman a la democracia liberal es muy poco convincente: no sólo pasa por encima las principales discusiones, argumentos y justificaciones que han colocado a la democracia liberal en el sitial privilegiado que ahora tiene, sino que, además, la descalifica por las mismas razones por las que propone la república, es decir, aunque describe con distintas palabras las características de una y otra, en el fondo no las diferencia de manera alguna. En sus propias palabras,
"la república es una institución que no considera la libertad de sus ciudadanos únicamente como libertad negativa, como una falta de limitaciones, sino como un poder capacitador, la libertad de participar; una institución que intenta —siempre de manera inconcluyente pero con constante celo y vigor— lograr un equilibrio entre la libertad del individuo de toda interferencia y el derecho de los ciudadanos a interferir"[4] [p. 174].
Como puede observarse, Bauman baraja las combinaciones posibles que pueden darse entre la libertad negativa y la libertad positiva, pero califica de utópica a la democracia liberal por querer fundirlas y halaga a la república por la misma razón.
Por lo que se refiere al ingreso básico, Bauman ignora simplemente toda la discusión que se ha dado en las últimas décadas sobre el Estado de bienestar y los esquemas de seguridad social. Plantea sencillamente que uno de los recursos más efectivos que podrían usarse para garantizar la seguridad económica, la posición social y la dignidad humana, sería introducir un derecho social consistente en que, independientemente del trabajo y el esfuerzo realizado, cada individuo tuviera un ingreso básico, lo cual le permitiría insertarse en la sociedad como un ciudadano con plenas atribuciones y facultades. Bauman se adelanta a toda crítica diciendo que no debe repararse en la factibilidad financiera del Estado para hacerlo o en considerar esta medida como una acción alternativa de la política social, sino que debe ser considerada una condición para la existencia de la sociedad y del propio Estado. De este modo, Bauman pasa por encima de toda la lógica histórica, política y sociológica que sustenta no sólo a un tipo de sociedad, sino a toda una civilización, y propone una medida tan simple y parcial que difícilmente alcanzaría el rango de utópica.
Bibliografía
Bauman Zygmunt, EN BUSCA DE LA POLÍTICA. Fondo de Cultura Económica.1999 1ª Edicion.Mexico
Autor:
Jorge Enrique Díaz Varela
Estudiante de Ciencias Políticas y Administrativas Escuela Superior de Administración Pública ESAP
[1] Bauman Zygmunt, EN BUSCA DE LA POLÍTICA. Fondo de Cultura Economica.1999 1ª Edicion.Mexico
[2] Bauman Zygmunt, EN BUSCA DE LA POLÍTICA. Fondo de Cultura Economica.2001 2ª Edicion.Mexico
[3] Ibidem Pág. 143
[4] Ibidem Pág.174
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