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Cuento Marco Fidel (página 2)


Partes: 1, 2

Qué era eso de jardín?. Se preguntaba, Qué era eso de rosas?. Debía ser algo bonito porque sonreían y jugaban. A lo lejos se divisaba un lugar cristalino en el que parecían flotar raros aparatos que llevaban personas, algunas casi no tenían ropa y lo curioso es que unos tenían el cuerpo muy rellenito. N520 no entendía cómo podían moverse con semejante figura, tampoco entendía cómo esos aparatos se sostenían en ese líquido que se levantaba formando unas murallas inmensas que al fin terminaban por desaparecer diluidas en una espuma que tocaba orillas de fina arena.

En ese manto suave niños armaban castillos que sin más destruían, para seguir retozando.

Algo curioso era aquella cosa rara y brillante, que salía de un tubo al presionar y que se untaban por todas partes, ritual extraño. Le parecía bonito porque se tocaban unos con otros y parecían disfrutar.

Marco Fidel tocó el tablero y retrocedió la proyección al momento del anciano con la niña, congeló la imagen y preguntó a su maestro si podía convertirla en sólido, el holograma como tal no permitía esa percepción.

Con la aprobación que esperaba, la imagen se convirtió en algo real frente a él. La tocaba y exploraba cada una de las arrugas del rostro que tenía en frente, las manos llamaron su atención, eran algo que nunca había visto!, arrugadas y con unas manchas extrañas, pero lo gustaban, esos dedos deformados y aunque endurecidos hacían que su pequeño corazón latiera más de prisa. Luego ese pantalón y algo que colgaba de una abertura, una cosa metálica que no sabía para qué era. Y eso en lo que se apoyaba para caminar, muy curioso, producto de una invención alucinante.

El instructor observaba cada reacción, cada exploración y sin más lo dejaba ser.

De nuevo a la pantalla, el sueño continuaba. A lo lejos se divisaba una rara construcción con unos tubos de los que salía un humo espeso, oscurecía el ambiente y se veía triste el lugar, no quiso detenerse mucho allí, y alejó la imagen. De pronto algo que se movía con rapidez, algo que rodaba por una carretera sostenido en cuatro círculos que giraban y giraban, dentro del extraño vehículo un hombre sentado que sostenía una cosa redonda y cuando la giraba el aparato se movía en esa dirección para continuar su trayectoria, el niño entendió que era el control de semejante invento. Lo dejó pasar y al alejarse vio como de un tubo que la cosa tenía atrás salía un humo espeso, muy parecido al de las construcciones que no le gustaron.

Eran muchas cosas como para aprender tan de prisa, tanta información

Cuando tocaba en la pantalla el holograma se percibía en detalle donde N520 lo deseara, y así desfilaban las imágenes atrás o adelante.

Se sentía parte de ese mundo, quería que nunca se acabara, quería que fuera real.

Con el mismo entusiasmo miró a ese cielo azul que lo maravillaba y algo familiar, pero no tanto, se veía venir, como un punto rojo, luminoso, que titilaba y oyó un lejano zumbido que se convirtió en estruendo cuando el aparato volador se acercaba, tenía muchas ventanitas y unos símbolos extraños.

Congeló la proyección y en un acercamiento exploró al otro lado de las ventanitas, muchas sillas y personas sentadas, algunas tomaban bebidas que una joven les entregaba, otros con aparatos en los oídos movían la cabeza como al son de algo que procedía de allí. Otros con los ojos cerrados, algunos miraban imágenes y símbolos en una especie de libros que no se abrían con ningún botón, era pasar y pasar como telas escritas por ambos lados. De eso también había sido informado, pero no recordaba el nombre exacto.

Qué importaba si para él esas cosas eran instrumentos que transmitía información, y lo sabía. Eso era, aunque no estaría demás preguntar cómo se llamaban. No eran libros, era como… bueno, ya lo sabría. Porque estaba seguro que nunca olvidaría lo que era un libro.

Cuando alejó la imagen el aparato se alejó, con estruendo insoportable.

N520 sentía mucho sueño, porque la noche anterior se había demorado mucho mirando las estrellas.

Pensaba en que cuando fuera más grande iría a explorar, en las naves que no hacían ruido y que podían sin más llegar más rápido que todo a su destino. Era su mundo y todo lo que lo rodeaba tenía ese color platinado y luminoso, no sabía de dónde procedía la luz, en ese mundo silencioso y de aire despejado.

Toca de nuevo el tablero y aparece una golosina en forma de arbolito, sabía que era el alimento de la tarde y no necesitaría más, hasta el regreso antes de dormir.

Consumiendo este delicioso manjar, se quitó los anteojos y sacudiendo del brazo a su instructor le interrumpió preguntándole si esto era lo mismo que veía en la proyección.

El comprensivo maestro le explico que lo habían tomado como modelo, pero que en realidad los únicos reales que quedaban estaban lejos de la ciudad, los tenían en un sitio especial al que muy pronto le llevaría. En el pasado le llamaban jardín botánico, pero eso ya estaba extinto, ahora eran museos de conservación y preservación. En realidad la tierra no permitía que estos vegetales crecieran y se desarrollaran como antes en espacios abiertos.

En la antigüedad las personas cultivaban la tierra y procesaban sus alimentos en industrias que contaminaban el ambiente, ahora se producían especies en sitios reservados para ello pero las cúpulas debían estar lejos de la ciudad y solo unos pocos privilegiados científicos se encargaban de recrear ambientes que aunque no eran parecidos por lo menos funcionaban muy bien.

El niño con tristeza regresó a su actividad con aquellos anteojos y al tablero de nuevo.

En el paisaje se divisaban montañas de diferente verdor, atravesadas por hilos que parecían de plata y oro. Decidió otro acercamiento y esos hilos se convertían en raudales que circundaban el paisaje, agua que corría y espuma que olía desagradable, peces muertos en las orillas. No le gustó semejante panorama y adelantó las secuencias para encontrarse en un lugar árido, de arena fina, desértico y lleno de grietas, sintió el calor de un sol abrasador en su rostro y manos.

Todo podía sentirlo y percibirlo como real, ya que los anteojos tenían sensores que transmitían información a su cerebro. Eso para N520 era normal, como también lo era su mundo plateado.

Le gustaba sentir más, le gustaba cuando el viaje de la aventura recreada le traía el fluir del viento y el canto de los insectos en un anochecer.

Vio el anochecer en esa proyección y sin saber por qué sintió sueño, cerró los ojos y se dejó llevar, un instante, y vivió como los ancestros, en un mundo de ensueños.

Su maestro tocó la pantalla y una música relajante arrullaba su dormir.

Mientras, enviaba información a la central.

"El experimento ha sido exitoso, N520 ha logrado entrar al mundo de los antiguos, está listo para una programación exploratoria de un planeta habitado del sistema".

Cerró también lo ojos y se permitió llegar al mundo de los recuerdos, que hacía tiempo también le había causado tanta admiración.

Al despertar Marco Fidel, llamó a su tutor, le prometió que le entregaría el informe al día siguiente con unas preguntas que le gustaría que le respondiera, como el nombre de eso que se untaban, por qué lo peces morían, por qué sonaba tan fuerte ese aparato volador, por qué ya no había esas cosas para leer, por qué había un señor tan extraño lleno de arrugas, qué eran rosas y qué era jardín… y qué eso que comían en forma de cono, y qué pasó con ese lugar de espuma y montañas de agua donde había aparatos raros, que cómo se llamaban…

Mañana tendrás en tu pantalla todas las respuestas, y así como pediste llamarte Marco Fidel, también podrás ponerme un nombre que será secreto para los dos.

Marco Fidel decidió llamarlo papá.

 

 

Autor:

Martha Lucia Méndez Gómez

Partes: 1, 2
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