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Las adicciones como disturbios de la regulación del apego infantil: John Bowlby redux

Enviado por Felix Larocca


  1. Lazos atávicos que son adictivos
  2. La neurociencia al servicio de la psicoterapia
  3. Hablemos de las adicciones
  4. La psicoterapia y su efecto en la fisiología del encéfalo
  5. La adicción al "amor": codependencia frustrada
  6. La dependencia emocional
  7. Carlota
  8. En resumen
  9. Bibliografía

John Bowlby fue el primer teórico en describir el apego como una "conexión duradera psicológica entre los seres humanos".

Bowlby, prominente psicólogo, psiquiatra, y psicoanalista británico — por su propia experiencia personal e investigaciones — creía que los primeros enlaces formados por niños con sus cuidadores poseían un tremendo impacto emocional, que continuaría durante toda la vida del individuo. (Para leer más: http://es.wikipedia.org/wiki/John_Bowlby).

Lazos atávicos que son adictivos

Debido a que esos vínculos emocionales son tan poderosos, y debido a que sus impactos actúan directamente en la sustancia cerebral, su búsqueda y su satisfacción como resultado, pueden ser adictivos.

Freud los reconocería en sí mismo. Nunca ocultaría el hecho de que, por un tiempo, fuera adicto al uso de la cocaína, vicio que adquiriera de modo accidental, cuando experimentara con esa droga en su propio cuerpo. Hasta su muerte fumaba sus cigarros que (sólo para él) no serían símbolos fálicos y fue, asimismo él, quien nos describiera con la mayor lucidez, el fenómeno adictivo de la transferencia como vehículo de la catarsis terapéutica.

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El Alcohólico por Jan Saudek

La catarsis terapéutica

Todos nuestros pacientes han experimentado el beneficio afectivo de una sesión de terapia cuando tuvieron la oportunidad de descargar sus dudas, expresar amarguras y aun sentirse culpable por cosas banales. A menudo, los pacientes nos comunican que se sintieron mejor por horas y aun por días después de la purga verbal.

Cuando Freud empezó sus labores de investigación de la mente humana, su método favorito consistió en la hipnosis. Más adelante, cuando realizó que las sugestiones hipnóticas se disipaban con la marcha del tiempo, utilizó el método de la abreacción.

Con el tiempo y la experiencia, observó que los síntomas neuróticos persistían, a pesar del beneficio temporal de la catarsis, porque los conflictos no habían sido eliminados de la fuente desde donde provenían. De ello nació su técnica psicoanalista.

La neurociencia al servicio de la psicoterapia

Hoy entendemos, porque experimentos minuciosos así lo comprueban, que para que un ser humano crezca y se desarrolle emocionalmente, como individuo balanceado, es preciso que ciertas interacciones con seres esenciales tengan lugar en los instantes críticos de su evolución y crecimiento personal. También sabemos, y lo sabemos bien, que esas interacciones son bioquímicas actuando directamente en la sustancia misma del encéfalo, y que los cambios que ocurren dejan memorias reverberantes en forma de circuitos humorales que nos afectarán por el resto de nuestras vidas — pero, que son sujetos a modificaciones por medio de las experiencias del entorno, especialmente por las facilitadas durante el proceso de la terapia.

Hablemos de las adicciones

Las personas que sufren de adicciones, a menudo, experimentan defectos de integración en el área del cerebro que controla las emociones básicas de sus vidas. En otras palabras, afectos que residen en, y, en la proximidad, del cerebro límbico.

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Las adicciones, en sí, son trastornos de la auto-regulación de los impulsos placenteros o paliativos de quienes las sufren.

Las personas que se tornan dependientes en las sustancias adictivas lo hacen, porque son incapaces de calibrar sus pulsiones fundamentales. Como son su autodisciplina, su autoestima y sus relaciones con otros.

En otras palabras que fallaron — durante su desarrollo — por falta de apegos esenciales, en integrar y armonizar sus emociones y sus reacciones a las mismas, de modo equilibrado.

El resultado siendo: o tienen muy poco — o demasiado — control de los impulsos básicos. Resultando en ansiedades, procurando, a menudo, soluciones inmediatas para sus angustias y desasosiegos.

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Por ejemplo, el uso de las drogas, las relaciones tóxicas, la comida, el azúcar, y otras sustancias que tan bien todos conocemos, son métodos sin par para el alivio de las zozobras que afectan las vidas de muchos seres vivientes, las de nuestra especie entre tantas.

O, si en su lugar, se encauzan por la ruta dolorosa de la autorregulación excesiva, se convierten en obsesivos-compulsivos, narcisistas controladores tiránicos, o seres mentirosos, cuyas compulsiones y rigidez los esclavizan.

La psicoterapia y su efecto en la fisiología del encéfalo

Ahora reconozcamos algo que muchos "terapeutas" desconocen: La psicoterapia altera directamente la estructura del cerebro del ser humano.

Veamos la razón

Cuando una persona inicia la terapia, ella no está emprendiendo una conversación o actividad social, no. Ese individuo está entrando en un estado dialéctico somático. La razón para que este estado de comunicación exista entre cerebros es que la selección natural, que ha esculpido nuestros encéfalos en la organización que hoy tenemos, nos hace sintonizarnos el uno con el otro, siendo capaces de entender las señales evocativas, inconscientes y reflejas que permiten que se alteren mutuamente los sistemas nerviosos de ambos: el del observador y el de quien observa, el del paciente y el del terapeuta.

La psicoterapia es la corroboración viviente de los procesos límbicos/automáticos en juego, procesos que son tan somáticos como son la respiración y la digestión.

Careciendo de esta comunión fisiológica que las funciones del sistema límbico contribuyen, la terapia resulta en la actividad frívola que tantos, que se llaman terapeutas a sí mismos, practican.

El tratamiento, cuando es juicioso, reintegra y restablece, por medio de la resonancia límbica, la regulación y revisión de las funciones que han sufrido deterioro, restaurando en su conclusión al paciente a su capacidad de amar y de trabajo, como Freud postulara.

La razón porque la terapia, cimentada en la neurociencia, es especialmente útil en las adicciones posee una razón evolutiva, que en seguida analizamos.

En el curso de la evolución adaptiva, sentimos atracción intuitiva hacia determinados elementos del ambiente animado o inanimado — en especial hacia personas y lugares — con las que nos hallamos familiarizados o que nos inspiran confianza.

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El Día Siguiente por E. Munch

De modo obverso, experimentamos rechazo por individuos, seres, o situaciones ambientales que nos proporcionan indicios naturales de peligro potencial, tales como suelen ser: la soledad, la oscuridad, lo extraño, y lo imprevisto.

La decisión de responder selectivamente a aquello que nos puede perjudicar o puede beneficiarnos está inscrita, como pulsiones, en nuestras células cerebrales, de las que existen billones, y que, actuando en concierto con nuestras percepciones, pulsiones, memorias y previas experiencias, nos impiden, o nos facilitan, la tarea de adaptarnos a las demandas de la vida cotidiana.

Para el adicto es diferente

El adicto, sólo conoce una salida o solución, y ésta consiste, en la descarga impulsiva para activar la función de neurotransmisores que extingan cualquier sensación potencialmente dolorosa que trastorne el vacío existencial en el que viven.

Pero, ésta es una solución tan impráctica como peligrosa.

Ya que la única solución reside en la terapia. La que solamente es posible si la dispensa un terapeuta perspicaz y bien preparado. Algo que a veces resulta difícil encontrar.

¿Ya ven?

Ahora exploraremos aspectos pocos discutidos del entendimiento de otras adicciones

La adicción al "amor": codependencia frustrada

El amor es un sentimiento que hemos estudiado repetidamente, ya que la capacidad para sentirlo indica que la persona, no sólo ha superado en armonía las etapas normales del desarrollo psicosexual, sino que asimismo goza de la capacidad para establecer relaciones maduras con su pareja y con sus hijos — si los tiene.

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Conceptualmente, podemos equiparar la adicción amorosa con la dependencia emocional. Se trata de una de las nuevas, designadas, "adicciones sin sustancias", aunque es posiblemente tan antigua como la existencia del propio ser humano.

Algunos trabajos han estudiado este fenómeno comparándolo con el modelo tradicional de los trastornos relacionados con vicios, encontrando numerosas coincidencias que han justificado su denominación de "adicción":

Necesidad irresistible ("craving") de tener pareja y de estar con ella.

Exageración de la importancia de la persona objeto de la adicción con respecto a cualquier otra actividad.

Preocupación constante por acceder a ella en caso de no encontrarse presente ("dependencia").

Sufrimiento, que puede ser devastador, en caso de ruptura ("abstinencia"), con episodios depresivos o ansiosos.

Pérdida aún mayor de autoestima, hostilidad, sensación de fracaso, reducción de la vida al miedo constante de la recaída; y

Utilización de la adicción para nutrir necesidades psicológicas.

Como hemos dicho, la equivalencia de contenido con la dependencia emocional es total. No podemos afirmar lo mismo en el caso de la perspectiva de ambos conceptos, porque que en la adicción amorosa el punto de vista se enfoca en las relaciones interpersonales, es decir, en la existencia de una dependencia real hacia un objeto de adicción: la pareja.

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La dependencia emocional

Como se ha indicado, se define la dependencia emocional como un patrón crónico de demandas afectivas frustradas, que buscan desesperadamente satisfacerse mediante relaciones interpersonales sofocantemente imbricadas.

No obstante, como expondremos más adelante, esta búsqueda está destinada al fracaso, o, en el mejor de los casos, al logro de un equilibrio precario.

A continuación detallaremos las características que posee este constructo, clasificadas en diferentes ámbitos. Es preciso recordar, en este momento, que lo que conocemos sobre las características y la etiología de la dependencia emocional proviene del análisis de los conceptos afines antes reseñados ––sobre todo aquéllos similares en su contenido — y, por supuesto, de la experiencia clínica con estos pacientes.

Relaciones interpersonales

En este punto nos centraremos en las relaciones de pareja por ser las más representativas, aunque gran parte de lo expuesto sobre éstas se puede extrapolar sin problemas a otras, con las lógicas diferencias de la significación que tengan para el individuo. Por ejemplo, un dependiente emocional puede tener pautas similares de interacción con un amigo y con su pareja, pero la intensidad de sentimientos, pensamientos y comportamiento será menor.

Esta característica ha sido muy estudiada en la investigación sobre la personalidad autodestructiva o masoquista. Su pobre autoestima, y la elección frecuente de parejas explotadoras conducen al dependiente emocional a una continua y progresiva degradación.

Tienen que soportar desprecios y humillaciones, no reciben verdadero afecto, en ocasiones pueden sufrir maltrato emocional y físico, observan continuamente como sus gustos e intereses son relegados a un segundo plano, renuncian a su orgullo o a sus ideales, y aún a su dignidad.

Su papel se basa en complacer el inagotable narcisismo de sus parejas, pero lo asumen siempre y cuando sirva para preservar la relación.

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El beso por P. Rodin

Obsesión por la pareja Lo más característico de este tipo de enamoramiento es el temor patológico a romper con el otro y a permanecer en soledad. Hacen todo lo que sea para ser deseados por el otro, aunque lo que hagan los disminuya en su totalidad. edu.redNerviosismo, sudor, glotonería, abuso de sustancias, explosiones de ira, consumo de drogas, un nudo en la garganta, cosquilleos en el estómago… Son algunos de los síntomas clásicos del enamoramiento codependiente, un sentimiento que, atenuado, la mayoría de las personas experimenta alguna vez a lo largo de su vida.

Entre los más comunes destaca el de querer pasar con la persona querida el mayor tiempo posible. Ahora bien, en ocasiones ese deseo se convierte en una obsesión controladora, incontrolada e incontrolable. Los expertos dicen que este amor, dependiente y patológico, se debe a un miedo terrible por perder a la pareja. Un temor que afecta a un número significador de las mujeres y asimismo de los hombres, que admiten ser dependientes emocionales.

¿Dónde está el límite entre el amor "controlado" y la "obsesión desmedida" por la pareja?

Los expertos aseguran que la fuerte necesidad de no estar solos crea tal dependencia que hace que se pueda empezar a hablar de adicción al amor o, más bien, de obsesión, puesto que, en este caso, solapan. La dependencia cada vez mayor de los individuos genera estilos de vida subordinados y aislados.

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Las personas muy dependientes viven para ese amor. Viven por y para una obsesión controlante, porque asegura que no es una obsesión en la que el otro tenga protagonismo, ya que una persona obsesionada por el amor no quiere al otro o la otra sino a una imagen — a una distorsión de la imagen del otro. Es una pseudo-idealización; que resulta ser obsesiva, intolerante, acompañada de sentimiento de estar atrapado y atado en la relación y, al mismo tiempo, atrapan ellos al otro.

Es lo que se conoce como apego patológico o atadura patológica.

Según afirman muchos expertos, esta adicción se da principalmente en las mujeres, quienes tienden a la dependencia emocional más fuerte, y especialmente en mujeres que nunca gozaran de un afecto maduro de madre y/o de padre.

El adicto o adicta al amor, se enamora de una y otra persona, pero no cierra las relaciones. Está enamorado o enamorada de todas las parejas. Va de flor en flor y la persona se queda prendada y fracasada en todos los enlaces emocionales. Es un fracasado relacional y esto hace que repita con sucesivas parejas comportamientos similares sin llegar a conocer a la otra persona en la realidad. Proyectan en el otro lo que buscan, pero en el fondo desconocen de quien creen estar enamorados.

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Lo más característico de este tipo de enamorados o enamoradas es su pavor a estar solos y el profundo dolor que les produce la ruptura con su pareja, hasta el punto de quedar tarados por la pérdida. El miedo a la pérdida, a la soledad, es algo que no soportan. Viven tan sometidos a la proyección de esa imagen que para no carecer de ella son capaces de humillarse, de entregarse servilmente a la otra persona, de coger el teléfono celular y llamar constantemente, hasta que el otro se hastía y los rechaza sin consideración alguna.

En ellos todo confirma el "gran terror" que las personas dependientes sienten, a la par que una baja autoestima y una necesidad afectiva muy fuerte, que es lo que les obliga a buscar una pareja que satisfaga esta necesidad patológica y humillante. En realidad, la felicidad sólo existe en las primeras fases de toda relación que establecen, cuando se da un proceso de mucho arrebato y la pareja muestra lo mejor de sí misma, que es cuando todo romance idealizado comienza. Sin embargo, esta situación dura muy poco y entonces el desequilibrio entre el dependiente y su compañero genera un gran deterioro. No obstante, lo que más teme el dependiente no es dicho deterioro sino la ruptura — la pérdida — por adversa que sea la relación.

Aquí repetimos el perfil que comparten quienes padecen obsesión u adicción al amor:

  • Necesitan excesivamente la aprobación de los demás, ser por ellos necesitados y aceptados.

  • Sufren una baja autoestima, debido a que han sobrellevado relaciones afectivas insatisfactorias a lo largo de su vida. Porque desde niños carecieron de soporte emocional.

  • Sitúan a la pareja en el primer lugar de su vida, con servilismo infinito.

  • Se ilusionan y fantasean enormemente al comienzo de una relación o con la aparición de toda persona que consideran interesante.

  • Suelen adoptar posiciones sometidas o humillantemente reducidas en todas relaciones de índole afectiva.

  • La ruptura les supone un auténtico trauma, pero sus deseos de tener una relación son tan intensos que buscan pronto a otra persona que a su vez las subordine, de ellas se aproveche, y las humille.

  • No siempre son selectivos porque les urge tener esa pareja — a veces, logrando tener una que sea la peor de las posibles.

  • Procuran obtener una posición pasiva y degradada ante la pareja.

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Carlota

Fue la segunda de cinco niños (dos varones y tres hembras) nacida en medio de una relación matrimonial, inestablemente crónica, entre sus padres.

El papá, industrialista exitoso, dedicaba su vida a la expansión de sus negocios y a su devoción por múltiples relaciones extra maritales con mujeres de todo tipo, con algunas de las cuales procreara hijos ilegítimos.

La madre contrajo nupcias con el padre de Carlota cuando ambos eran muy jóvenes y por razón de conveniencia social.

Nunca fueron felices.

Las hostilidades en el hogar eran tan violentas que, a veces, los sirvientes removían a los niños y los amparaban en sus habitaciones para que escaparan las refriegas entre los progenitores.

Los padres se divorciaron cuando Carlota tenía once años de edad. Mientras que ella contrajo nupcias con su primer novio, a los diecinueve años, "para escaparlo todo", más adelante admitiría.

Con su marido, Carlota procreó tres niños, a los cuales nunca pudo suministrarle el afecto que ella entendiera necesitaran, porque no sentía la capacidad de darles el amor que ella nunca recibiera.

Las relaciones entre esta mujer y su esposo se describieron como una "enemistad cordial."

El detonante que determinó el futuro del matrimonio, fue cuando Carlota descubrió que el marido — con quien había jurado fidelidad eterna — le fue infiel.

Muy dolida, y colmada de sentimientos de venganza, inició una relación con un hombre muchos años mayor que ella, pero una persona que la manipulaba en el sentido de definirle la autoestima.

La relación oscilaba como un balancín emocional, del que no podía alejarse.

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Comenzó a usar benzodiacepinas para sentirse mejor, a las que pronto se hizo adicta.

Desesperada, obtuvo tratamiento en un centro de rehabilitación, y, siguiendo el consejo de un terapeuta, abandonó al esposo y los hijos, permaneciendo disponible para el amante, cuya relación matrimonial estaba intacta.

En su terapia, Carlota describía, como el afamado Bowlby lo hiciera, como tratara, inútilmente, de llenar un vacío existencial que, en su vida existiese.

Mientras más humillante los maltratos del amante, más sentía la necesidad de recuperar el lazo afectivo que existía en sus dependencias.

Reconociendo lo patológico de sus comportamientos, aún así lo atosigaba con sus demandas, porque sólo el pensamiento de perderlo la llenaba de un pánico existencial exagerado.

En resumen

El desenlace final de estas relaciones y dependencias "tóxicas", solo pueden tornarse positivas si se afianzan en terapia profunda y en la capacidad del paciente de tolerar la abstinencia del afecto viciado.

Lo que para la mayoría resulta tarea imposible.

Quien reúna estos síntomas debe acudir a un profesional de la salud mental que esté bien calificado para conducir la psicoterapia intensiva.

Para ellos no existe otra alternativa…

Fin de la lección.

Bibliografía

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  • Larocca, F. E. F: (1984) The Psychiatric Clinics of North America Issue on Eating Disorders W B Saunders

  • Para más artículos al respecto: http://www.monografias.com/cgi-bin/search.cgi?query=apego%20larocca

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F. Larocca