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Belleza (página 4)


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La reconciliación en el arte y la naturaleza sólo puede ser establecida como una superación del dominio de la racionalidad porque en su mediación social, natural, espiritual, etc. no es una reconciliación efectiva del mundo empírico. Si el arte o la belleza natural en su mediación social señalan relaciones de equivalencia para los hombres y el mundo como si ya estuviesen reconciliados con él, tal reconciliación carece de contenidos materiales actuales, no es algo real ni se ha demostrado que lo ha sido. Por eso reconciliación es más anhelo de realizar una utopía en la comunicación que una reconciliación real o efectiva del hombre y la naturaleza.

No hay en adorno, al igual que en el idealismo, sino un deseo ético y epistemológico de tratar a la naturaleza y su indeterminación; sólo que Adorno pretende dejarla en su distancia y el idealismo adaptarla a fines morales del sujeto. Eso muestra que el concepto de reconciliación no es solamente estético sino que guarda contenidos éticos. Y aun más; la apariencia de la belleza natural y la belleza artística se dirige a lo empírico, pero si la reconciliación es epistemológica, si es de la razón y la naturaleza en tanto asimilación de su ser en sí para la razón, el carácter ontológico del objeto estético depende sólo de la forma de conocer, de la forma en que se nos presenta o por lo que aparenta en su distancia. Es decir que tal vez sea poco el avance frente a la posición Hegeliana de identidad entre naturaleza y espíritu pues lo real se queda en términos de cómo se nos presenta y cómo se conoce. Por ello, esa nueva forma de relacionarse con los fenómenos estéticos, la reconciliación con la naturaleza, ya no sólo quede enmarcada dentro del ámbito epistemológico (forma de conocer) sino también en el ontológico (forma en que las cosas son): ser es trascender. El objeto estético adquiere su statu como tal, como objeto de conocimiento; en tanto aparece y expresa es un objeto de conocimiento. La trascendencia va aunada a él como su esencia; para que sea objeto estético debe trascender y generar la apariencia de reconciliación, desde él mismo y en relación con la razón en la comunicación con el ser en sí de la naturaleza.

La reconciliación en su carácter de funcionalidad práctica sólo puede ser comunicación no coactiva, es el primer eslabón de la cadena de conciliación de razón y la naturaleza. Tanto en la belleza natural como en la belleza artística se presenta la reconciliación como una comunicabilidad que efectivamente ambas pueden posibilitar. La forma del sujeto para superar el dominio de la naturaleza es tener una experiencia estética de la belleza natural y así de la artística donde trascienden para la razón por señalar el ser en sí de la naturaleza, sin dominar, incluyendo lo negado desde el rechazo del sujeto de los fines de auto conservación. Por eso si lo que conoce la razón son tensiones, le es imposible alcanzar certezas, y eso también le robaría a la reconciliación su valor epistémico. Se supone que la superación del dominio sería lograr un conocimiento desde la comunicación; pero, la comunicación sería más praxis que conocimiento objetivo, porque antes de establecer contacto entre razón y naturaleza, este contacto no define criterios para saber que es válido o verdadero; así estaría basada en un lenguaje utópico o mesiánico con contenidos ambiguos y sino en apariencia, la revocación de una separación en la comunicabilidad.

La racionalidad se liberaría dominando ya que como no se puede tener todo dentro de un concepto, el dominio racional exige de determinar su contrario. Con tal ambigüedad la reconciliación trascendería el campo de lo epistemológico pues en parte la expresión y aparición de arte y naturaleza se dirigen a modificar al mundo buscando uno nuevo, no sólo para aprehenderlo desde una comunicación. En un primer nivel la reconciliación consiste en revocar una separación que se hace palpable en el lenguaje; pero la comunicación no puede suplir la separación de todo aquello que no es reflejo del espíritu, aunque sea algo que integre por aparición y expresión. La reconciliación no sólo puede quedar anunciada; eso ni siquiera le deja ser experiencia estética en términos epistémicos pues la experiencia estética es también praxis. La apariencia de reconciliación tiene contenidos mediados por la sociedad, al parecer todo contenido que no sea fiel a la esperanza de reconciliación se toma como dominio. Reconciliación es más bien una idea que ha surgido de la reflexión de lo mejor para la sociedad: un lenguaje no coactivo sugiere un mundo no administrado.

Reconciliación en un segundo nivel, consiste en conciliar todo aquello que por mediación histórica llega a ser contenido en la expresión de la belleza: la naturaleza oprimida, la sociedad y también, en la apariencia de la misma: el shock, la explosión etc. Sin embargo, una reconciliación estética es insuficiente para transformar la realidad, inclusive haciendo explícito el carácter crítico del objeto estético. Su contenido sigue siendo tan ideal como en Hegel y Schelling pues las categorías estéticas que se utilizan para establecer una reconciliación con la naturaleza, como espiritualización, mediación, expresión y aparición son categorías que tienen una función cognoscitiva más que pragmática.

La superación del dominio de la naturaleza supone que se puede conocer de forma distinta la realidad; para superar el dominio de la naturaleza, la belleza natural y la artística son vistas como reconciliadoras, como distintas formas de conocer en la comunicación sin un alcance empírico. Bien pueda ser que la forma de superar al dominio sea dominando, si nos comunicamos libremente es necesario establecer cómo no recaemos en el estado de encantamiento pues, negando el dominio de la racionalidad podemos estar haciendo una regresión al estado de encantamiento. Precisamente uno de los problemas de la idea de reconciliación traído de la experiencia de la belleza natural y también en la artística es que ella carece, en su mismo nivel epistemológico, de una explicación de cómo no es un recaer en el mito. En una discusión de corte epistemológico se pensaría que insta a "dar marcha atrás" al uso instrumental de la razón y en uno empírico que tal vez se pudiese retornar a lo natural, al salvajismo o la barbarie. Sí parece indicarnos un estado donde la racionalidad no está irreconciliada con la mimesis, ni el sujeto con el objeto, un estado donde no se oponen razón y naturaleza; por eso mismo un estado de irracionalidad pues la integración de lo no idéntico aboga por su propia restitución en el conocimiento y puede llevarnos a desaprender las formas de aprehender para comprender en otras dimensiones.

BIBLIOGRAFÍA.

Principal.

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Referencias.

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Javier Guillermo Merchán Basabe

Bogotá, noviembre de 2005.

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