- Introducción
- Antecedentes sobre el tema
- Motivación
- El problema a investigar
- El modelo económico
- La perspectiva pro modelo (fase neoliberal)
- La pobreza
- Genero
- Pobreza femenina
- Percepción de la pobreza
- La comuna de Pedro Aguirre Cerda
- Las historias de vida
- Consecuencias globalización
- Transformaciones estructurales profundas. 1978-19 89
- Recuperación de los niveles de inversión y consolidación de reformas 1989 al presente
- Conclusiones
- Bibliografía
La última década del siglo XX, que marcará también este nuevo siglo, se caracteriza por el fenómeno de la globalización cuyo objetivo no es la conquista de territorios sino de los mercados, acumulando, sin importar fronteras, el máximo de riquezas.[1]
No obstante muchos logros; los problemas de los trabajadores, hombres y mujeres, en todo el mundo se han acentuado el Informe sobre Desarrollo Humano 2.000, de Naciones Unidas luego de destacar una serie de importantes avances en los niveles de desarrollo en muchos países, se plantea "LA LUCHA CONTINUA".
Entre las violaciones tácitas a los derechos humanos indica que 790 millones de personas no están adecuadamente alimentadas, 250 millones de niños son utilizados como mano de obra infantil. 1,2 millones de mujeres y niñas y son dedicadas a la prostitución, más de 1300 millones, de seres humanos, subsisten en condiciones de pobreza de ingreso.
El índice de pobres ha aumentado un tercio en los últimos 30 años. Período en el que se ha acentuado también el desequilibrio entre pobres y ricos. El consumo global del quintil más rico de las personas del mundo es 16 veces del quinto más pobre.
La porción en el ingreso global del quintil más rico, de las personas del mundo, es 74 veces la del quintil más pobre.[2] En América Latina según datos de la CEPAL, el número de pobres es de alrededor de 220 millones de persona, casi un 45% de la población. Dicho informe, dice que Al iniciarse el siglo XXI más de la mitad de los niños y adolescentes de América Latina son pobres: se estima que hacia el año 2000 no menos de 117 millones de ellos viven en situación de pobreza.[3]
El número de personas que viven en la pobreza extrema en América Latina aumentó en 20 millones en el último decenio, llegando a ser en total 80 millones, según un estudio presentado en Roma por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).[4]
En está situación de pobreza generalizada, de desequilibrios y asimetrías en la distribución del ingreso que golpea a hombres y mujeres, según la CEPAL, Naciones Unidas y la ONG Medicus Mundi: La situación de pobreza se acentúa en el caso de las mujeres, que constituyen el 70% del total de pobres que existen actualmente.
La pobreza femenina es, en parte, resultado de una discriminación institucional de las mujeres, común a todas las sociedades. Aún muchas sociedades consideran que las mujeres tienen menos valor que los hombres. Las numerosas contribuciones femeninas en el hogar, en el lugar de trabajo y en la sociedad se pasan por alto o se valoran poco.
Las mujeres, por lo general, tienen escasa o ninguna voz en la adopción de decisiones, dentro o fuera del hogar. Además, las mujeres tienen menos acceso que los hombres a la educación, menos opciones ocupacionales, ganan menos por su trabajo y trabajan más tiempo. Esta situación atenta contra los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) suscritos por Chile y la mayoría de los países del mundo.
Chile ratificó el año 1951 el Convenio Nº 100 de la OIT, que recomienda el cumplimiento del principio "igual pago por igual trabajo". Pero, los ingresos percibidos por las mujeres, para cualquier grupo de edad, quintil de ingreso y categoría de ocupación, son menores que los percibidos en promedio por los hombres. Los hombres ganan, en promedio un 40,6% más de lo que ganan las mujeres por ocupación principal[5]
En América Latina la creciente participación de las mujeres en el mercado laboral, y la contribución de éstas a los recursos del hogar ha llegado a ser muy significativa y sigue creciendo en los países de la región.
Alrededor de 30% del ingreso de los hogares, en que ambos miembros de la pareja tienen un trabajo remunerado, son aportados por la mujer. Este aporte revelador y creciente resulta decisivo para sacar de la pobreza a numerosos hogares y para atenuar la falta de recursos de los más pobres. Naturalmente, dicho aporte es mayor en los hogares encabezados por una mujer.
El mercado de trabajo en los países de América Latina sigue estando muy segregado y las mujeres aún desempeñan un reducido conjunto de ocupaciones consideradas típicamente femeninas. Pese a que ha aumentado notablemente el número de mujeres profesionales y técnicas, cuatro de cada diez trabajan en el sector informal y sólo un reducido porcentaje logra acceder a los empleos mejor remunerados.
Este es uno de los factores que explica la persistencia de fuertes desigualdades de ingreso entre hombres y mujeres, las que se redujeron sólo levemente durante la década pasada y mediados de la actual. No obstante, que el mayor acceso de las mujeres a la educación superior permitió acortar las diferencias saláriales por sexo en varios países, persiste esta discriminación y los salarios que reciben las mujeres son todavía entre 20% y 40% más bajos que los de los hombres.
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